La reciente invitación del statu quo a participar en las «elecciones» del 27 de abril en Venezuela revela contradicciones que no podemos ignorar.
Voy a comenzar mi artículo definiendo el statu quo: un grupo de individualidades políticas, empresariales y académicas que se presentan ante la opinión pública como adversarios del régimen, pero cuyos hechos evidencian que son, en realidad, uno de los pilares que lo sostienen en el poder.
Desde que se decidió llevar a cabo una primaria nacional para seleccionar la candidatura legítima que nos representaría en las elecciones presidenciales de 2024, el statu quo comenzó la tarea de descalificar el proceso. Primero, se empeñaron en que el CNE gestionara el comicio interno de la oposición, cuestionando la capacidad de la Comisión Nacional de Primaria para organizar el evento. Alegaban, entre otras cosas, que el número de mesas era insuficiente y que sería un proceso exclusivo de las grandes ciudades, dejando sin acceso a las comunidades rurales. Amplificaron y justificaron la renuncia de varios representantes de la comisión con el objetivo de desalentar a la población y evitar que se llevara a cabo la elección. Incluso llegaron al punto de declarar en medios que no existía un ambiente propicio para la primaria. Sin embargo, el resultado fue todo lo contrario: el 22 de octubre de 2023, el país tuvo una participación histórica, y María Corina Machado se alzó con un triunfo contundente, donde 9 de cada 10 venezolanos que participamos votamos por su opción.
La primaria nacional marcó un antes y un después en el ejercicio de la política venezolana. Representó la tan ansiada renovación, no solo en la conducción, sino en la manera de pensar, sentir y ejercer la política, especialmente en una realidad como la nuestra. Fue el evento que reconectó a la gente con la política, promovió su participación en la toma de decisiones y la asumió como parte de una lucha por el cambio que debía ir más allá del solo acto de votar.
Desde entonces, el ataque del statu quo a esta nueva conciencia ciudadana ha sido feroz. Los intentos por socavar la voluntad popular han ido desde la promoción de eventos electorales internos del régimen, como el de diciembre de 2023, pasando por un intento fallido de imponer una candidatura «potable» por encima del 22 de octubre, hasta la creación de confusión durante la campaña sobre la conformación del padrón electoral de defensa del voto para el 28 de julio. Un padrón que, para la fecha de sus declaraciones, ya estaba listo en un 90 %. Además, han hecho esfuerzos por marcar la opinión pública con la narrativa de que no hay estrategia, que Venezuela no está en la agenda de la región ni de los países democráticos del mundo, y que la única posibilidad de avanzar es rendirse, como ellos ya lo hicieron.
En los últimos días, los hemos visto coordinados, esforzándose en imponer una posverdad y persuadir al país de participar en la farsa convocada por el CNE (primero para el 27 de abril y ahora el 25 de mayo). Este es el mismo CNE que nunca rindió cuentas a los venezolanos y que anunció un resultado contrario al de las actas impresas por las máquinas de votación, las cuales demuestran el triunfo de Edmundo González Urrutia como presidente electo con 7.4 millones de votos. En sus pronunciamientos también ignoran que hay más de 1,500 ciudadanos presos políticos, justamente por hacer campaña y cuidar los votos; cinco dirigentes miembros del Comando Nacional ConVzla asediados de manera permanente en una sede diplomática; y miles de venezolanos en resguardo debido a la brutal persecución.
En su narrativa, el statu quo utiliza argumentos contradictorios: primero, afirman que hay que defender el voto, lo que choca con su inacción al no proteger el voto de más de 7.4 millones de venezolanos que abrieron una brecha de 40 puntos porcentuales a favor del cambio respecto al régimen. Segundo, claman por defender espacios en gobernaciones, alcaldías y el Parlamento, pero ignoran defender el espacio ganado el 28 de julio: Miraflores, esencial para el cambio de modelo que anhelamos y desde donde se pueden ofrecer soluciones reales a los venezolanos.
Un dato que llama profundamente la atención es que, a 60 días de esa «elección», los voceros del statu quo solo repiten que hay que votar. Pareciera que sus nombres no están a la orden, que se lancen otros: los tontos útiles y los alacranes (con quienes ya están haciendo alianzas en algunas regiones, sí, alianzas con quienes operaron para la judicialización de los partidos). Otro dato es que no hablan del cronograma electoral: por ejemplo, no han mencionado que la actualización del Registro Electoral cerró el 10 de febrero, no conocen las circunscripciones de los circuitos, no hablan de integridad electoral ni de condiciones electorales. Tampoco se atreven a hablar de los testigos electorales necesarios para cubrir 29,759 mesas en 16,025 centros de votación, lo que requiere, al menos, unos 300,000 voluntarios dispuestos a arriesgarse en un país donde son perseguidos por ser veedores de un proceso.
En resumen, el llamado a votar del statu quo se limita a:
- Declaraciones en medios que plantean un falso dilema entre votar o no.
- Calificar de extremistas a la mayoría de los venezolanos que nos expresamos el 22 de octubre y el 28 de julio.
- Justificar con falacias su accionar.
Sobre esto, surgen dudas cuyas respuestas podemos encontrar en los hechos recientes:
- ¿Cuál fue el objetivo del statu quo al llamar a votar en diciembre de 2023? ¿Defender el Esequibo o desplazar el resultado de la primaria nacional? Es evidente que fue lo segundo, ya que, después de su estruendoso fracaso, nunca más volvieron a hablar del Esequibo.
- ¿Qué persiguen hoy, vistas las contradicciones expuestas y teniendo como referencia diciembre de 2023? La respuesta es obvia: dar legitimidad a quienes hicieron fraude y dieron un golpe a la voluntad popular, concretar la operación de derribo contra los venezolanos y contra la conducción política que elegimos el 22 de octubre y que ratificamos en una llave ganadora el 28 de julio.
Los hechos desmontan la posverdad.
A nuestra Venezuela: resistir en la verdad.