En la aldea
09 junio 2025

Dos décadas de lucha por la libertad. Ni sumisión ni salvación ajena

Venezuela ha puesto el cuerpo, la voluntad y la sangre: dos décadas de lucha por la libertad, sin sumisión ni salvación ajena.

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Walter Molina Galdi | 09 junio 2025

Durante los oprobiosos 26 años que lleva en el poder la tiranía chavista —que ojalá ya esté corriendo su etapa final— Venezuela ha sido escenario de más de 160 mil protestas. Durante los primeros 20 años de este régimen, hubo más de 100 mil, todas ellas descritas y analizadas en el especial de La Gran Aldea. Al menos el 35% de ellas tuvieron un motivo netamente político. Quienes crean que los venezolanos no hemos luchado por nuestra libertad, no han prestado atención o, peor aún, prefieren repetir el guion de la propaganda.

Basta con una revisión rápida de nuestra memoria colectiva para recordar las grandes gestas ciudadanas: el grito de “Con mis hijos no te metas” iniciando el año 2000; las movilizaciones de 2002 tras los sucesos de ese año y el paro petrolero de 2001; las de 2007 con la derrota al proyecto de reforma constitucional de Hugo Chávez; las protestas estudiantiles de 2012 y 2013; las inmensas rebeliones de 2014, 2015, 2017, 2019; y, más recientemente, la ola libertaria de 2024. Y me quedo corto. Muy corto.

A lo largo de esas jornadas de dignidad, más de 400 venezolanos fueron asesinados por los cuerpos de seguridad del Estado o por sus brazos civiles armados: los llamados “colectivos”. El número de presos políticos se ha contado por miles. Hoy, muchos siguen secuestrados en centros de tortura, mientras otros viven en un limbo judicial: fuera de las cárceles, pero con causas abiertas, perseguidos por el solo hecho de pensar distinto.

Y, sin embargo, en medio de esa represión, el pueblo venezolano nunca se rindió. Nunca dejó de organizarse. Cada vez que fue posible —y útil—  votó. Incluso en condiciones absolutamente adversas, como en 2013 —cuando un fraude evidente impuso a Nicolás Maduro tras la muerte de Chávez— o en 2015, cuando se logró una victoria parlamentaria que sacudió al régimen y dejó expuesta su naturaleza: minoritaria, autoritaria y dispuesta a todo con tal de no ceder el poder.

Ya en 2007 habíamos visto cómo el chavismo desconocía los resultados cuando no le eran favorables. El “NO” que le dijimos a la reforma constitucional fue convertido en un “sí” por vías arbitrarias administrativas. A cada gobernador opositor le impusieron un «protector», a decenas de alcaldes los metieron presos o forzaron al exilio. Pero 2015 fue un punto de quiebre: bloquearon a un poder entero de la República, enterrando cualquier vestigio de institucionalidad democrática. A partir de entonces, todo fue barbarie abierta.

Así llegamos a 2024, conscientes de que tampoco habría una elección democrática, pero entendiendo que había que dar un paso más en la estrategia para derrotarlos. ¿Por qué votamos y defendimos el voto? Para avanzar. Para organizarnos. Para resistir desde la acción. Para exponerlos. Y se logró.

Nos articulamos, esta vez sí, en torno a un liderazgo claro y legítimo como el de María Corina Machado y una candidatura unificadora como la de Edmundo González Urrutia. Nació la red 600K y los “comanditos”, la mayor organización social que haya existido en la historia de Venezuela. Desde cada pueblo, ciudad, barrio o urbanización, hombres y mujeres de todas las edades, credos e ideologías se levantaron con un solo grito: libertad.

Y vencimos. Contra todo pronóstico, con todo en contra. En una elección absolutamente controlada por el régimen, la voluntad popular fue clara: 70 a 30. Y pudo ser mucho más. Más de 9.1 millones de venezolanos han huido del país, y más de cinco millones no pudieron votar. Aun así, fue una paliza democrática. El chavismo, como proyecto político, está muerto. No tienen apoyo ni estructura: solo armas.

Hoy enfrentamos una nueva etapa: la más peligrosa. La fase final de la tiranía. Aquella en la que el poder ya no se sostiene ni siquiera en ficciones ideológicas, sino únicamente en la fuerza bruta, en el terror. Ya no hay retórica, ni siquiera maquillaje. Solo hay represión, asesinatos selectivos, desapariciones, tortura. El Estado convertido en un aparato criminal, sostenido por un grupo minúsculo —el chavismo rojo— y apoyado por su versión reciclada, oportunista y funcional: el chavismo azul.

Esta es la etapa más oscura. La más cruel. La más difícil. Pero también la más decisiva. Porque si ellos ganan, solo habrá más exilio, más hambre, más miedo. Pero si ganamos nosotros —y somos más del 90% del país— habrá justicia (no venganza), reconstrucción, reencuentros. Habrá democracia.

Este recuento no es solo memoria. Es un acto de reivindicación. Frente a quienes, desde la ignorancia, el cinismo o la mala fe, repiten que “los venezolanos no han hecho nada” o que “esperan a que los salven desde afuera”, este texto es un grito contra el desprecio. No se puede insultar así a un pueblo entero. No se puede invisibilizar a las víctimas. No se puede ningunear a millones de personas, dentro y fuera, que han arriesgado todo por conquistar lo más valioso que tiene el ser humano: la libertad.

Porque sí, los venezolanos hemos luchado. Lo seguimos haciendo. Y no será diferente ni mañana, ni pasado, ni en un mes. Porque sí, necesitamos ayuda externa, pero no esperamos ni salvadores ni milagros: la conquista será nuestra porque nuestra será la democracia que, una vez reconstruida, no debemos perder… nunca más.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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