Han pasado seis meses desde que no recibo un meme de Jesús Armas. Seis meses sin sus consejos buenos o malos enviados en audios por WhatsApp, sin sus análisis sobre la política venezolana, sin sus ideas para reconstruir nuestro país. Seis meses sin mi amigo.
El 10 de diciembre de 2024, Día Internacional de los Derechos Humanos, seis hombres con pasamontañas lo interceptaron. Sin identificarse, lo metieron a la fuerza en un carro sin placas. Desde entonces, Jesús está encerrado en El Helicoide, uno de las cárceles más temidas del aparato represivo del chavismo donde, según múltiples organismos internacionales, la tortura es rutina.
¿Por qué lo detuvieron?
Jesús usó cada espacio que tuvo, desde los barrios caraqueños hasta la Universidad de Columbia, para construir una Venezuela más justa. Jesús no cometió ningún delito. Su único delito ha sido pensar distinto, organizarse, luchar por una alternativa democrática. Fue concejal de Caracas, precandidato a alcalde del municipio Libertador y uno de los principales promotores del uso de tecnología para mapear fallas en los servicios públicos. Peleó por el acceso justo al agua y a la electricidad en los barrios más excluidos.
Representó a Venezuela en espacios internacionales como el programa Obama Scholars de la Universidad de Columbia y fue reconocido como McCain Global Leader.
En las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024, trabajó como parte del comando de campaña opositor, como encargado de la central de organización en Caracas. Cuando comenzaron las detenciones tras la victoria no reconocida de Edmundo González Urrutia, ante la política sistemática de persecución a todos los integrantes del comando, líderes políticos y defensores de derechos humanos en general, Jesús intensificó sus medidas de seguridad. En un artículo publicado por el National Post, escribió:
“La solidaridad del mundo democrático es esencial para recuperar la libertad de Venezuela… La lucha por la democracia nos pertenece a todos”.
Pocas semanas después, lo desaparecieron, nos quitaron a Jesús.
Seis meses de tortura e incertidumbre
Según testimonios, Jesús fue torturado para forzarlo a incriminar a compañeros de lucha. Hoy su vida no solo está en peligro: está en manos de quienes lo desaparecieron. El 3 de enero de 2025, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos le otorgó medidas cautelares. Pero el Estado venezolano, como tantas veces, las ha ignorado.
Solo en el primer mes tras las elecciones, se registraron más de 2.000 detenciones. La represión tiene un patrón: silenciar la disidencia. Y lo está logrando. Los niveles de violencia y terror han escalado. El allanamiento televisado de María Oropeza, las torturas a adolescentes, el aislamiento extremo a presos políticos. En mayo, el régimen anunció la detención de 70 personas en solo una semana.
Hoy, si eres venezolano y estás leyendo esto, es probable que conozcas a alguien detenido en este contexto. Y si lo conoces, sabes cuánto duele no saber cómo está, ni cuándo saldrá, ni si volverá.
El 10 de diciembre se llevaron al hijo de Amanda Monasterios y, desde entonces, su novia Sairam y sus amigos, dentro y fuera del país, no hemos dejado de denunciar su detención arbitraria.
¿Y ahora qué?
Seis meses después, Jesús sigue sin visitas, sin acceso a un abogado de confianza, sin garantías mínimas. Su caso, como el de casi mil presos políticos en Venezuela, se sostiene en el abuso del poder y en el uso del miedo como herramienta de control.
Han pasado 26 semanas sin que Jesús camine por Caracas, sin que acompañe a las familias de presos políticos en las vigilias, sin acompañar a los caraqueños en la exigencia de mejores servicios públicos, sin que esté con su gente. Quisieron quitárnoslo. Callarlo. Borrarlo.
A Jesús lo mantienen encerrado, pero su deseo de libertad se mantiene vigente en todos los que lo conocemos. Y seguirá vigente hasta que lo veamos salir, libre, firme y de pie.
Por él, por todos, por nosotros: libertad ya para los presos políticos.