En la aldea
14 junio 2025

El espacio a defender es Venezuela

Mientras el régimen impone una farsa electoral para simular pluralidad, algunos opositores prefieren jugar a las alcaldías y gobernaciones, callando ante el fraude y la represión.

Lee y comparte

“La Casa no se entrega” es la consigna de Gustavo Duque en su nueva campaña a la reelección como alcalde de Chacao para el proceso del 27 de julio. 

Esta narrativa se repite en diversas zonas del país, como “El Zulia no se entrega”, lema usado por Manuel Rosales, quien fue barrido en su intento de reelección como gobernador del Zulia. 

Quienes se lanzan al ciclo electoral de este año sostienen que no se deben entregar los espacios “conquistados” en las elecciones regionales de 2021. 

Seamos claros: Muchos de los que hoy apelan al “no abandonar a la gente”, en realidad abandonaron al pueblo venezolano el pasado 29 de julio de 2024, cuando se replegaron tras el anuncio del fraude. 

Ese día, mientras los defensores del voto eran sacados de sus casas para desaparecerlos , muchos de esos “líderes” se escondieron. 

Hoy, estos personajes se han convertido en parte de la utilería de la farsa del 27 de julio, en la que Nicolás Maduro intenta simular pluralidad para lavarse la cara ante el país y el mundo. 

Los venezolanos saben quién estuvo en la primera línea junto a María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, y quién hizo cálculos políticos en aquellas fatídicas jornadas. 

El espacio que hay que defender es Venezuela. La presidencia de la República se conquistó el 28 de julio gracias al esfuerzo y sacrificio de millones de personas. 

Frente a eso, cualquier gobernación o alcaldía vale una locha. 

Los sepultureros de la ruta electoral 

En Venezuela, el voto perdió completamente su significado tras el fraude del 28 de julio. Hoy es un ritual vacío, manipulado, reducido a la nada. Y si Maduro mató el voto robandose el triunfo de Edmundo González, quienes se prestan para esta farsa son sus sepultureros.

Henri Falcón, quien fue candidato presidencial en 2018, ahora aspira a convertirse en alcalde de Barquisimeto. Así lo reveló el periodista Vladimir Villegas. Falcón no ha tomado posesión del cargo, cuando ya está aspirando a otro, un hecho que burla la voluntad de los electores que votaron por él. 

Otros casos son de la dirigencia de Un Nuevo Tiempo. Varios de sus miembros anunciaron con bombos y platillos que serían diputados al Consejo Legislativo del estado Zulia, pero evitaron pronunciarse sobre las graves irregularidades que ocurrieron el 25 de mayo, como que por ejemplo, hasta ahora no tengamos resultados oficiales mesa por mesa. 

Aunque el periodo establecido por la Constitución para gobernadores es de cuatro años, que se cumplen en diciembre, Rosales entregó el poder regional esta semana, seis meses antes de lo establecido. 

Estos disímiles rostros forman una oposición desmovilizadora, funcional al régimen. No se pronunciaron ante los atropellos al cronograma electoral. Guardaron silencio tras el fraude del 28 de julio. No acompañaron las protestas que surgieron en defensa del mandato popular. 

Y hoy, en lugar de denunciar las constantes irregularidades que envuelven el proceso del 27 de julio, son parte del triste y decadente funeral de los últimos vestigios de la democracia venezolana. 

Espacios de papel 

Hay quienes argumentan que hay que “quedarse con algo”, que al menos las alcaldías y gobernaciones permiten servir a los vecinos. Pero ¿de verdad mejoran las condiciones de vida de la gente? Vayamos a los datos. 

El reporte Zulia Barómetro, coauspiciado por la gobernación del Zulia, refleja una dantesca realidad. El 94,7% de los zulianos vive en pobreza, y el 77,9% en pobreza extrema. El PIB regional se ha desplomado un 92% desde 2014. 

La campaña a la reelección de Rosales se centró en el espejismo de que el Zulia se había recuperado y que “la alegría embarga a las calles”, cuando el zuliano ha padecido lo peor de la crisis humanitaria. La gestión de Rosales pudiera describirse como una distensión. Las mejoras que se vieron en el estado en ciertos aspectos, como la seguridad, obedecieron al repliegue de las fuerzas locales del PSUV tras el reinado del terror de Omar Prieto. 

El zuliano no compró la narrativa de la recuperación, porque las condiciones de vida del estado no son buenas. Se quedó en casa el 25 de mayo. Esta dinámica se repetirá en las municipales del 27 de julio. La gente no quiere que le asfalten su calle; quieren líderes que colaboren en la restauración de la democracia. 

Estos espacios tampoco han servido para denunciar las violaciones sistemáticas de DDHH que vive Venezuela. Por ejemplo, aunque tres municipios del Área Metropolitana de Caracas estén liderados por alcaldes opositores, ninguno se ha pronunciado por las casas clandestinas de tortura que existen en la capital, documentadas por la Mision de Determinacion de Hechos de la ONU en sus informes. 

En el municipio Chacao, donde Duque tanto habla de “no entregar”, la alcaldía eliminó una placa conmemorativa de Robert Redman, caído en las protestas de 2014. También permitieron que se destruyera la obra en Parque Cristal que recordaba los caídos del 11 de abril de 2002. 

Mientras Maduro siga en Miraflores, será imposible construir espacios de resistencia, cambiar realidades ni construir soluciones de envergadura para la gente. 

El espacio es Venezuela, estúpido 

La lucha de los venezolanos no es por un cargo, es por un país. El espacio que hay
que defender no es una alcaldía. Es Venezuela. 

La oposición obtuvo con votos las llaves del Palacio de Miraflores y deben hacerse todos los esfuerzos para que Edmundo González tome juramento como Presidente de la República. 

La dictadura ha redoblado su apuesta: persigue, encarcela, desaparece y tortura. Pero también necesita una escenografía de “normalidad” que le permita presentarse ante el mundo como un gobierno con oposición. Defender “lo que hay” es rendirse. Porque lo que hay es un país colapsado, con dantescas condiciones humanitarias que se agravan cada día. 

La historia no recordará a quienes, desde oficinas en Las Mercedes y lujosas mansiones en La Virginia, traten de normalizar a esta oprobiosa dictadura. Recordará a quienes apostaron por la transformación nacional, aunque eso implicara arriesgarse a la cárcel y a la tortura. 

Lo único que vale la pena defender es lo que se puede construir juntos: una Venezuela libre, donde se respete la alternabilidad en el poder y la dignidad humana.

Lee y comparte
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
Más de Opinión