En la aldea
23 abril 2024

Rafael Caldera, un venezolano con temperamento, protagonismo y trascendencia

La historia no interesa a quienes han dejado ya este mundo. La necesitamos nosotros para entender la situación actual. La necesitamos para edificar el futuro. Rafael Caldera fue uno de los protagonistas del destino político y social de buena parte de nuestra historia democrática. Nació un 24 de enero, y aquí habla sobre él su hijo Rafael Tomás Caldera, que con cercanía pedagógica relata la transformación de Venezuela a través de la vida de su padre.

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Rafael Tomás Caldera | 24 enero 2020

Narra en una carta el ilustre político e historiador Ramón J. Velásquez: “Cuando llegué a Caracas en 1934, tuve la suerte de conocer al joven Rafael Caldera en las oficinas de trabajo del doctor Caracciolo Parra León, y a quien este visitaba. El doctor Parra León al referirse a quien me presentaba, me dijo: ‘Este es un joven que hará historia’. Cierta la afirmación de Parra León’. Se conocen -dice Velásquez- del año 34. Son contemporáneos: Tienen dieciocho años”.

Nacido en San Felipe, estado Yaracuy, el 24 de enero de 1916, hijo de Rafael Caldera Izaguirre y Rosa Sofía Rodríguez de Caldera, el joven Rafael Antonio hizo sus estudios de primaria en esa ciudad y luego el bachillerato en el Colegio de San Ignacio en Caracas. Su madre muere cuando tiene dos años y su crianza y educación es asumida por su tía María Eva, casada con el esforzado quiboreño Tomás Liscano. Son ellos quienes traen a Rafael a Caracas porque no hay estudios de secundaria en su ciudad natal. Liscano venía también para completar sus estudios de Derecho.

A los diecinueve años, ya en la Universidad Central, Rafael Caldera gana el Premio Andrés Bello entregado por vez primera por la Academia Venezolana de la Lengua en 1935. En 1936, participa muy activamente en la elaboración de la Ley del Trabajo. Con un grupo de compañeros funda la Unión Nacional Estudiantil, para luchar “por los legítimos ideales de los estudiantes venezolanos”. Son años de combate y de formación. En 1939 recibe el grado de doctor con su tesis laureada sobre “Derecho del Trabajo”, que será manual de estudio y referencia para incontables generaciones de estudiantes. Es electo diputado por Yaracuy en 1941. Al mismo tiempo, inicia su labor en la cátedra universitaria, en la que persistirá hasta el tiempo de su jubilación.

“No se puede comprender el siglo veinte en nuestro país, desde 1936 a 1999, sin considerar la trayectoria -la vida y el mensaje- de Rafael Caldera”

En diciembre de 1933, había asistido en Roma a un Congreso Universitario de Estudiantes Católicos de todo el Continente donde tiene ocasión de reafirmar su convencimiento sobre la importancia de la doctrina social de la Iglesia, que conocía por sus maestrosjesuitas de Caracas.

De su estudio de Andrés Bello, por otra parte, había asimilado una visión del mundo hispanoamericano junto con la penetración en “las formas vivientes del orden social”, desde la gramática al derecho de gentes, así como la persuasión de la unidad del saber -“todas las verdades se tocan”-, que lo llevará a la necesaria relación de lo económico y lo político con lo social.

Es 1946 un año crucial en su vida, como lo fue el año de 1936. En enero se instala el Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei), que llegará a ser uno de los partidos políticos más importantes en la vida del país. Caldera comparte los ideales de la Revolución de Octubre de 1945 y apoya una mayor participación del pueblo en la vida política del país.  

Al año siguiente, compite con don Rómulo Gallegos por la Presidencia de la República. Gallegos lo dobla en edad y era de antemano -por su inmenso prestigio y por ser el candidato de Acción Democrática– el vencedor en la contienda. Esa candidatura de Caldera joven, sin embargo, coloca a Copei en el segundo lugar de importancia en los partidos del país y permitió que el partido se mantuviera vigente a través de la larga hibernación en la dictadura militar. Por ese tiempo, un periodista colombiano escribiría esta apreciación: “La política venezolana del futuro, al parecer, va a estar dirigida por dos figuras de singular preeminencia. Rómulo Betancourt y Rafael Caldera serán en adelante los opositores de siempre, con semejante reciedumbre personal, y semejante altura de la inteligencia. Más político Betancourt que Caldera, y más intelectual éste que aquél, su influencia en la vida de Venezuela marcará seguramente un clarísimo rumbo histórico”. (1)

“El 23 de enero cae la dictadura. El regreso de los exilados a Venezuela marca el inicio de una etapa distinta. Difícil, turbulenta y apasionada por momentos, pero constructiva”

Escogerán los copeyanos la lucha contra Pérez Jiménez, lo que traerá su saldo de prisiones y exilio. A Caldera se le vigila día y noche. Consta el expediente de tan estrecha vigilancia. En agosto de 1957 es retenido en total aislamiento en la sede de la Seguridad Nacional de la Plaza Morelos para impedir su participación en el proceso electoral. El 24 de diciembre, consumado ya el fraudulento plebiscito, se lo devuelve a su hogar con orden de salir del país en enero de 1958.

El 23 de enero cae la dictadura. El regreso de los exilados a Venezuela marca el inicio de una etapa distinta. Difícil, turbulenta y apasionada por momentos, pero constructiva. La etapa de la república civil y democrática, como no se la conocía -salvo breves momentos, casi de paréntesis- en la historia de nuestro país independiente. Hito importante será, sin duda, la promulgación de la Constitución Nacional de 1961, la más equilibrada y la de mayor vigencia en nuestro devenir histórico. Vendrán después la primera transmisión de mando democrática a un candidato opositor -la elección de Rafael Caldera en 1968- y la política de pacificación del Presidente Caldera, que reintegró a la lucha política civil a los dirigentes de la izquierda revolucionaria.

Venezuela conocería esos años, junto con ambiciosos programas de vivienda y educación, el desarrollo sostenido de la infraestructura del país así como el progresivo dominio sobre nuestras riquezas básicas: El hierro, el aluminio, el gas, el petróleo.

Esto fue posible -analizaría Caldera(2)– por la conjunción de cuatro factores de primera importancia: Cuando aquí en el país y fuera de él he sido muchas veces preguntado (…) acerca de las causas de la estabilidad democrática en Venezuela, en momentos en que el sistema naufragaba en naciones de mejor tradición institucional que la nuestra, generalmente me referí a cuatro factores que para mí representaban una gran importancia.

Por una parte, a la inteligencia que existió en la dirigencia política de sepultar antagonismos y diferencias en aras al interés común de fortalecer el sistema democrático.

“Hito importante será, sin duda, la promulgación de la Constitución Nacional de 1961, la más equilibrada y la de mayor vigencia en nuestro devenir histórico”

En segundo lugar, a la disposición lograda, a través de un proceso que no fue fácil, de la Fuerza Armada para incorporarse plenamente al sistema y para ejercer una función netamente profesional.

Tercero, a la apertura que el movimiento empresarialdemostró, cuando se inauguró el sistema democrático, para el progreso social, comprensión que tuvo para el reconocimiento de los legítimos derechos de la clase trabajadora.

Pero, en último término, el factor más importante fue la decisión del pueblo venezolanode jugárselo todo por la defensa de la libertad, por el sostenimiento de un sistema de garantías de Derechos Humanos, el ejercicio de las libertades públicas que tanto costó lograr a través de nuestra accidentada historia política.

En síntesis, una República democrática con sentido social, orientada a lograr el desarrollo del país. Las dificultades vendrán luego, cuando se pierda la armonía de esos factores y, de alguna manera, vuelva la antigua añoranza de los regímenes de fuerza.

Rafael Caldera en su último mensaje: “Quiero que Venezuela pueda vivir en libertad, con una democracia verdadera donde se respeten los Derechos Humanos, donde la justicia social sea camino de progreso”

Tras los años de la presidencia, Rafael Caldera se mantendrá activo en la lucha. Es elegido para presidir la Unión Interparlamentaria Mundial (1979-1982) y ello lo lleva a visitar buena parte del mundo. Si a los veinte años participaba en la elaboración de la Ley del Trabajo, a los setenta, luchará para que se apruebe la reforma de esa ley y tener así una Ley Orgánica del Trabajo mejor adaptada a los tiempos. Presidirá la comisión bicameral para la reforma de la Constitución de 1961, proyecto lamentablemente preterido por la ceguera del momento político.

No en vano pudo escribir en su último mensaje:

Al término de una extensa parábola vital puedo decir que he sido un luchador. Desde mi primera juventud, cuando Venezuela salía de la larga dictadura de Juan Vicente Gómez, hasta comienzos del siglo XXI, mi meta ha sido la lucha por la justicia social y la libertad.

Dos veces me tocó servir al país como Presidente constitucional y las dos fue mi primer empeño el que en mis manos no se perdiera la República. El pasado autocrático del país, su propensión militarista, los extremismos de la izquierda y las desigualdades sociales heredadas conspiraban contra el fortalecimiento de la vida democrática iniciada en 1958.

Los líderes civiles luchamos durante largos años por construir en Venezuela una República democrática. Un país donde la presencia activa del pueblo en la decisión de los asuntos públicos se viera asegurada por la elevación de las condiciones de vida, el respeto a los derechos y la educación de los ciudadanos. Un país donde la firmeza de las instituciones acrecentara la separación de los poderes públicos y el imperio de la Constitución y las leyes”.

“Procuré -dijo en su Despedida- tener el corazón cerca del pueblo y me acompañó siempre el afecto de mucha gente. He tenido adversarios políticos; ninguno ha sido para mí un enemigo. Quiero que Venezuela pueda vivir en libertad, con una democracia verdadera donde se respeten los Derechos Humanos, donde la justicia social sea camino de progreso. Sobre todo, donde podamos vivir en paz, sin antagonismos que rompan la concordia entre hermanos”.

Casi por cumplir noventa y cuatro años, el veinticuatro de diciembre de 2009 se extinguía este venezolano insigne, de quien el maestro Blas Bruni Celli(3) pudo decir que era “uno de los hombres más preclaros de la Venezuela de todos los tiempos”. Rafael Caldera (San Felipe 1916 – Caracas 2009).

La historia no interesa a quienes han dejado ya este mundo. La necesitamos nosotros para entender la situación actual. La necesitamos para edificar el futuro, porque en la historia se nos muestra el ser del hombre, sus posibilidades. No se puede comprender el siglo veinte en nuestro país, desde 1936 a 1999, sin considerar la trayectoria -la vida y el mensaje- de Rafael Caldera. No se podrá construir la Venezuela del siglo veintiuno en democracia, libertad y justicia sin recoger su legado.

(1) Ricardo Ortiz McCormick (1923-2000) en El Tiempo de Bogotá.
(2) Reproducido en El País, Nº 1419 del 22 de diciembre de 1949, p. 15.
(3) Por ejemplo, en su discurso en el Congreso Nacional el 4 de febrero de 1992.
(4) Ver Dos discursos, Caracas, Editorial Arte, 1992, pp. 35-36.
(3) Discurso en la Academia de la Lengua, el 24 de enero de 2011.

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