¿Cómo concluir, sin salir mal parado, un tema tan espinoso como la descalificación del vulgo opinador que inicié al principio de la semana? Pidiendo, por ejemplo, que echen un vistazo en las cuentas del tuiter. Si el vuelo de pájaro se aleja de los lugares comunes, descubrirán cómo las ideas son substituidas por las pasiones y cómo la decente redacción brilla por su ausencia, falencias ambas que impiden la claridad de los mensajes y las posibilidades de convencimiento. No se puede sacar provecho de la carencia de argumentos ni de las distorsiones de la escritura, debido a que por esos senderos no se llega a ninguna parte. Pero mil perdones, se llega de veras a algo de trascendencia: A la ilusión de que entre todos compondremos el mundo y limpiaremos los asuntos del Gobierno y acabaremos la pobreza, y proclamaremos la sabiduría y sus conjuntos; y, probablemente, llevemos a cabo las mezquinas venganzas que nos merecemos. Gracias a la opinión de los iletrados y de los improvisados, en caso de que exista; a la valentía de los flamantes divulgadores de ideas, aunque no se presenten ellas en la palestra, el universo puede ser mejor, concluyen los demócratas sobre el asunto. Pelearse con la democracia de los habladores y de los ignorantes, especialmente si es “participativa y protagónica” como se proclama en Venezuela, puede ser un riesgo mortal, pero lo asumo debido a que también abundan los tuiteros y los portaleros lúcidos y responsables que no se sentirán aludidos.
En la aldea
08 diciembre 2024
Sobre el vulgo opinador
No se puede sacar provecho de la carencia de argumentos ni de las distorsiones de la escritura, debido a que por esos senderos no se llega a ninguna parte. Pelearse con la democracia de los habladores y especialmente si es “participativa y protagónica” como se proclama en Venezuela, puede ser un riesgo mortal, pero lo asumo debido a que también abundan los tuiteros y los portaleros lúcidos y responsables que no se sentirán aludidos.
Elías Pino Iturrieta | 13 marzo 2020
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