Con una pequeña ayuda de los “enemigos”
Nicolás Maduro envió una carta a la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, buscando apoyo financiero para fortalecer la capacidad de respuesta del sistema de salud venezolano ante el Covid-19. “Acudimos a su honorable organismo”, escribió el propio Maduro al pedir que estudie la factibilidad de otorgarle a Venezuela 5.000 millones de dólares. Más allá de lo llamativo que es que el chavismo acuda al FMI para solicitar recursos, ente satanizado por lustros como lo peor del capitalismo, es interesante la vía a la que está recurriendo, especialmente porque desde 2015 el país dejó de generar estadísticas que permitan hacer un seguimiento de la evolución de sus principales indicadores. Maduro apela al fondo de emergencia activado por el FMI y pide asistencia a través del llamado Instrumento de Financiamiento Rápido (IFR). Según el FMI, para efectos del IFR no es necesario un programa económico completo o factible de parte del solicitante; pero este financiamiento de soporte rápido para necesidades urgentes de balanza de pagos sí exige que el país miembro solicitante “coopere con el FMI para hacer esfuerzos para resolver sus dificultades de balanza de pagos y para describir las políticas económicas generales que propone seguir”, entre otros términos. Nicolás Maduro, el mismo que hace poco daba gracias a Dios por la dolarización, ¿cooperará con el FMI con tal de garantizar su sobrevivencia o solo está forzando la obvia negativa del Fondo como otra excusa política para maniobrar a su favor en medio de una Emergencia Humanitaria Compleja?
El rechazo esperado, ¿y ahora qué?
Las anteriores eran las preguntas que quedaban en el ambiente hasta que al final de la noche de este martes 17 de marzo, en solo cuestión de horas, el FMI le dio respuesta al régimen de Maduro. Un portavoz oficial explicó que la solicitud de 5.000 millones de dólares ni siquiera puede ser considerada porque no hay claridad entre los 189 estados miembros del Fondo sobre a quién se reconoce como el líder legítimo de Venezuela: Nicolás Maduro o Juan Guaidó. Así que, “desafortunadamente, el Fondo no está en condiciones de considerar esta solicitud”. La jugada de Maduro quedó expuesta y la balanza se inclinó por la segunda interrogante. De hecho, tanto Maduro como sus altos funcionarios renovarán su discurso usando la excusa del rechazo para encubrir la debacle del sistema de salud tras años de mala gestión y tratarán de endosarle a un tercero cualquier cosa que suceda a propósito del Covid-19, evadiendo lo que es su única responsabilidad tras dos décadas ejerciendo el poder.
El paciente ilustre
El Coronavirus Covid-19 llegó a Venezuela y al parecer lo hizo de la mano de ilustres aliados del régimen. De hecho, en el reporte de los dos primeros casos confirmados en el país destacaba el nombre de Carlos Gabaldón Vivas, conocido por sus vínculos con el empresario colombiano Alex Saab, el mismo que tejió la red de corrupción de los CLAP en alianza con Nicolás Maduro y su entorno. El paciente número 2 de Convid-19 en Venezuela ya había figurado en los llamados “Papeles de Suiza”, los documentos bancarios liberados por las autoridades de ese país que colocan a Gabaldón en Trenaco, la fantasmal petrolera a la que Maduro dio un contrato mil millonario en 2015, que nunca cumplió sus planes y que cesó su contrato tras las quejas de otras empresas involucradas en el proyecto. Si bien en los documentos de la petrolera no figuran Saab ni su socio comercial Álvaro Pulido (inmerso en lavado de dinero y otros delitos), sí lo hace Gabaldón como su brazo ejecutor. Sus nexos con Saab y Pulido datan de 2012, cuando empezaron los negocios de construcción de viviendas tan rentables para los empresarios colombianos en alianza con el chavismo.
Miedo diplomático
Esta semana se conoció que el jefe de la Embajada de Argentina en Venezuela, Eduardo Porretti, dio positivo a coronavirus. Es uno de los 36 casos de Covid-19 reportados en el país hasta el 17 de marzo, y esto es llamativo pues Porretti lleva al menos seis meses sin salir del país. Es decir, que se contagió localmente, lo que enciende alarmas en el mundo diplomático donde el argentino suele compartir.
¿Y qué pasó entre Parra y Herrera?
Luis Parra y Carlos Herrera forman parte del “Expediente CLAP” que dejó en evidencia la corrupción de varios parlamentarios de la Asamblea Nacional (AN) a fines de 2019. El primero lideró la “Operación Alacrán” para comprar voluntades en contra de Juan Guidó y terminó por imponer una “presidencia” del Parlamento en entredicho, gracias al respaldo de una minoría precaria de diputados disidentes de la oposición y al apoyo del PSUV. El segundo es el director del portal Primicias24, quien viajó junto a Parra y otros diputados a Europa, puntualmente a Liechtenstein, en una gira de la que pocos detalles se suministraron, pero que estaba en línea con las estrategias para lavar el nombre del empresario colombiano Alex Saab y de sus empresas, ligados todos a la corrupción de los CLAP. La relación entre ambos siempre lució estrecha, al punto de que el 21 de enero, a poco de denominarse presidente de la AN, Luis Parra nombró a Herrera como Asesor Delegado de Asuntos Internacionales y Representante ante el Hemisferio Norte, lo cual le fue informado al Departamento de Estado de los Estados Unidos. No obstante, Parra declinó; pero más allá, lo hizo argumentando que rechazaba “de manera categórica” esa designación por carecer “de validez y eficacia alguna”. Herrera increpó a Parra señalando que “llama poderosamente la atención, que pueda usted realizar tal designación sin contar con la legitimidad para realizar un acto de esta naturaleza”. Para haber sido parte de la trama que terminó sirviéndole de piso a Parra para escalar de forma írrita en la AN resulta curioso este distanciamiento de parte de Herrera. ¿En este cambio tendrá que ver lo que recientemente le ocurrió al tratar de ingresar a Colombia o quizá influyó su amistad con Iván Hernández Dala, de la Dirección General de ContraInteligencia Militar (Dgcim)?