El sábado 5 de abril, cuando se conmemoraba el centenario del editor Armando De Armas, no había gasolina en Venezuela; y el régimen dictatorial, que ha usado una pandemia como cobertizo para llevar al extremo el control de la población, había impuesto la prohibición de circular entre las ciudades y pueblos del país. A la luz de semejantes limitaciones, la figura de Armando De Armas parece una criatura mitológica. El niño humilde que llegó a convertirse en magnate de la prensa solo pudo tener ese destino en un país democrático, con carreteras de calidad y combustible abundante. De hecho, el legendario Bloque De Armas se funda en 1969.
Armando De Armas Meléndez nació el 5 de abril de 1920. Al preguntarle por los comienzos de De Armas, Rafael Poleo, quien mantuvo con él una relación de trabajo y de amistad por décadas, narra: “Una madre viuda con once hijos viene de San Francisco, aldea de 30 kilómetros, carretera de tierra adentro de Carora, estado Lara. Pone una pensión en el centro de Caracas. Allí va a dormir la siesta el empresario Emilio Ramos, acompañado… Uno de los once, de 11 años, le hace mandados, como comprarle cigarrillos. Dos años después, Ramos se lo lleva a trabajar con él, en su librería Las Novedades, le enseña contabilidad, y cuando tiene veinte años lo convierte en su apoderado. El muchacho es Armando Armas, a quien su madre ha cambiado el apellido por De Armas. Mientras, a Las Novedades ha llegado otro muchacho, llamado Miguel Ángel Capriles, de San Esteban, treinta kilómetros de carretera de tierra adentro de Puerto Cabello. Ramos se lo había traído de Valencia, donde tenía la representación de Las Novedades. Juntos, con Capriles como autor intelectual y De Armas como operador, se quedarán con el negocio. Así comienza De Armas”.
Las Novedades le serviría de aula y de inspiración. Allí tuvo sus primeras nociones de lo que demandan las audiencias y de la distribución de impresos. Catorce años más se convirtió en dueño de esa empresa y fundó la Distribuidora Continental, germen de lo que llegaría a ser un emporio. Una vez establecida la distribuidora de libros y revistas, en 1950, crea Distribuidora Escolar, para llevar libros de texto a los colegiales de todo el país. No había democracia, pero tampoco se perseguía al empresario local.
Caído Pérez Jiménez, De Armas extiende sus negocios a los Estados Unidos, funda la Editorial América y en 1962 compra los derechos de la revista cubana Bohemia. Después de eso, crea o adquiere decenas de publicaciones, entre las que se cuentan: Variedades, que sale en 1963; Meridiano, que empezó a circular en 1969; 2001, que es de 1973; Ronda, que aparece en los 80, cuando en Venezuela se producían telenovelas, comerciales y películas, y había una industria discográfica de relevancia; Gaceta Hípica, Venezuela Farándula, Gran Clase y Mujer Hoy. En 1997 amplía sus actividades a la televisión, donde levanta Meridiano TV, a la que seguirían otras emisoras. Además, el Bloque De Armas hacía eventos de premiación de los medios de comunicación y del espectáculo, como el Premio Ronda y el Meridiano de Oro, y concursos de belleza.
Al final de los ‘70, la OEA incluye a Armando De Armas en el Consejo de los Quince Ciudadanos Notables de las Américas.
En 1986, el Bloque abandona su sede entre las esquinas de La Cruz y Ferrenquín, en La Candelaria, y se instala en su flamante torre al final de la Avenida San Martín, sector La Paz. En ese edificio terminaría de consolidarse la organización editora de periódicos, revistas y libros, productora TV, distribuidora de publicaciones y textos escolares, y propietaria de una red de librerías.
En su libro de memorias, “Testigo de mi tiempo”, (aún no publicado) Poleo afirma que no se puede hablar de los editores Miguel Ángel Capriles Ayala y Armando De Armas por separado. Colegas y socios desde muchachos, en 1970 rompen una sociedad que había durado casi medio siglo, “desde que los dos”, escribe Poleo, “adolescentes trabajadores que braceaban desde abajo, se conocieron como empleados de confianza del librero Emilio Ramos. En la ruptura de esa fraternidad Capriles se quedó con los periódicos (el poder) y De Armas con la distribuidora de publicaciones (el dinero)”.
-Habían sido -sigue Poleo- como hermanos desde la juventud hasta las puertas de la vejez y eran compadres dobles. Ahora pasaban a odiarse. […] La biografía del uno no se podría escribir sin la del otro. Tendría que ser un solo libro sobre la saga apasionante de dos muchachos de pueblo que con uñas y dientes más alguna patada en los testículos se abren paso entre la excluyente burguesía adinerada de la capital, hasta alcanzar la cima de la riqueza y el poder, mas sin lograr la consideración social que un stablishment ya desaparecido regateaba a modo de mezquina venganza”.
Al abordar una descripción de ambos editores, Poleo afirma en su libro que no podían ser más diferentes. “Miguel Ángel era físicamente delicado y naturalmente refinado. Armando, en cambio, era áspero y tan primitivo como no puede creerse en un empresario de su nivel. En ambos había genio. A los dos todos les temblaban, sin excluir al gobierno. También los otros empresarios, los de la entonces poderosa Fedecámaras, cuyos directivos eran en esa época los gerentes y empresarios más poderosos.
“En Armando, la intuición, la energía y la tenacidad eran las de un superdotado. Como Director General de su empresa, que tenía filiales en todo el Continente, yo hacía lo que me parecía y él me dejaba hacerlo porque todo salía bien. En dos años le monté un bloque editorial de dos revistas semanales y dos diarios, todos exitosos. Me separé de él en medio de una crisis existencial, pero sobre todo por mi lealtad a Acción Democrática en cuanto este seguía siendo el partido de Betancourt, de quién De Armas resentía un minúsculo malentendido que no vale la pena consignar. […] Nuestro pleito lo magnificó su tormentosa manera de ser y mi irreductible individualismo”.
Pasada la tormenta, y con generosidad que Poleo resalta, De Armas favoreció la reconciliación. “Hasta poco antes de su muerte me invitaba a almorzar cada vez que le solicitaba sus consejos, los cuales siempre medio acertados y completos, sin mezquindad”.
Armando De Armas murió en Caracas, el 2 de agosto de 2000.