Titular es muy difícil. En la época de las jerarquías en el periodismo, cuando los aspirantes hacían largo noviciado antes de llamarse periodistas, y las notas pasaban por diversos filtros, en los que se calibraba su tino informativo y su calidad expresiva, la titulación aguardaba en una cima donde imperaban veteranos que miraban las cuartillas de medio lado, hacían una pausa mínima y postulaban una oración como quien clava una banderilla. Eso no es para todo el mundo. Mucho menos cuando los hechos documentados son muy dolorosos para la sociedad, que se conecta con ellos con una elevada sensibilidad.
Yo misma, tengo décadas en el periodismo, sin parar (nunca me he ido por las peteneras del oficio). Y, a cada rato, pifio. Hace unos años escribí una columna en El Nacional acerca de la mañita que habían cogido los “humanistas” del chavismo de decirle “marico” a Capriles como si con eso lo insultaran. Expuse las repetidas pataletas homofóbicas de los “progresistas” y pasé a la rendición erótica del chavismo frente a Cuba. Y lo titulé “Dejarse penetrar”. Esto me acarreó una reconvención de mi amiga, la arquitecta y activista de derechos humanos Mariela Ramírez, quien me hizo ver que yo había omitido la homofobia latente en vocablos como “mariposón” y me había dedicado a hablar del lenguaje. “Si en lugar de mariposón, hubieran dicho negro de mierda”, me dijo Mariela, “seguro te hubieras tirado una disertación sobre el racismo, porque ese racismo, en particular, está bastante digerido. En el caso de la homofobia, su jerga aún pasa bastante por debajo de la mesa. Yo me divierto y hago travesuras para que la gente las detecte. Mi cuñado, por ejemplo, me dijo un día, en medio de una conversación: ‘El tipo hace unas cosas bellísimas y es rolo de marico’; y yo le pregunté: ‘¿Cómo se llama?’. Mi cuñado se sorprendió, porque me estaba hablando de un desconocido y me dijo: ‘No sé, ¿por qué?’. Le dije: ‘Porque, a lo mejor, es mi amigo, siendo homosexual como yo’. De nuevo la pregunta: ¿Crees que, en ese cuento, él me hubiera dicho que el tipo era rolo de heterosexual o rolo de macho? Seguro que no. Ahí está la clave”.
Hoy, al ver el titular del portal Caraota Digital (“LAMENTABLE – Luego de estar luchando por meses, falleció médico gay por Covid-19”) y el comentario donde alguien decía que con ese título le habían dado una segunda muerte al médico, me sentí en inmediato desacuerdo. No veo por qué decir que alguien es gay sea matarlo, mucho menos si el hombre fallecido lo hizo en brazos de su esposo. Vi claramente que el reportero, que, de seguro es bisoño, quiso enfocar la noticia desde el ángulo del interés humano y le puso ese título, que ni es insultante ni mucho menos asesino. Lo que es, es malo. Muy probablemente, lo que el neófito quiso hacer fue resaltar esta nueva y terrible muerte de un profesional de la salud en Venezuela (donde tenemos el porcentaje más alto del mundo en letalidad de sanitarios) para que cada una tenga algo diferente, algo que impida que estas muertes se conviertan en una estadística sin rostros.
Esta perspectiva, la de que el título es torpe (no criminal), la comparten los periodistas y escritores Manuel Gerardo Sánchez e Iván Zambrano, quienes han desarrollado un trabajo desde la perspectiva gay. “No me parece homofóbico”, dice Zambrano. “Creo que hay una hipersensibilidad que anda cazando pelones. Antes pillaban faltas de ortografía y ahora andan con una lupa tras los rasguños a la corrección política. Lo que se propuso el colega fue resaltar la novela del médico que muere en brazos de su amado”.
-No es relevante, ni homofóbico ni justificado -establece Manuel Gerardo Sánchez-. Es tan poco periodístico como: Mujer gorda con bigotes muere de Covid-19.
De hecho, la tuitera @Mariardashian escribió en esta red social: “¿O sea, que a si a mí me pasa algo, van a poner que se murió una enana puta?”.
Por su parte, el ensayista Luis Enrique Pérez-Oramas observa: “Estamos ante un título innecesario, no más que eso, pero ha levantado una alharaca por la enervación que hay en Venezuela y, claro, por la atención que suscitan las injustas muertes de profesionales de la salud, muchas de las cuales han podido evitar con solo dotarlos de materiales de protección. Creo que la polémica puede zanjarse con la sentencia del maestro Huidobro: ‘El adjetivo, cuando no da vida, mata’”.
-Quienes piensan –dice Mariela Ramírez, entrevistada para esta nota– que decir de alguien que es gay equivale a infligirle una muerte moral, lo hacen movidos por prejuicios. Los homosexuales tenemos vidas felices y exitosas, como cualquiera, y nuestra orientación sexual no nos denigra moralmente. Por el contrario, es tan normal como la de un heterosexual, de forma que quien comenta que lo mataron dos veces muestra su homofobia y da su juicio sobre la orientación sexual del médico.
-¿Cómo hubiera titulado usted?
-La noticia -responde Ramírez- podría ser: “Muere médico de Covid en brazos de su esposo”; y sería normal, tanto como decir: “Muere médico de Covid en brazos de su esposa”, si al periodista le parece importante reseñar que murió en brazos de su cónyuge. En esa diferencia está el meollo del asunto. En todo caso, hubo una divulgación no necesaria y no sabemos si no deseada, lo cual muestra poco respeto por la decisión de la persona sobre cuándo declarar su orientación sexual. En este caso, seguramente el periodista no sabe que el lenguaje que están utilizando es insensible.
En suma, cuando una comunidad está tan adolorida y angustiada, como la venezolana, parece menos difícil enfocarse en un título desafortunado que en la inmensa tragedia de la que emanó un encabezado que pedía a gritos la tachadura del experto.