En la aldea
18 abril 2024

Antonio “El Potro” Álvarez, ex beisbolista, cantante y político.

Por favor, señor Álvarez, diga otra vez: Buenas tardes y adiós

Defender el indignante -y, sobre todo, peligroso- nombramiento de “El Potro” para cuidar de “la salud del pueblo de Venezuela en el Poliedro” con la excusa de que no atenderá pacientes, es como decir que puede ser director de la Sinfónica Simón Bolívar, porque no tocará los instrumentos. Pero esto es diferente. Y el hecho es que no sabemos quién ejercerá la dirección médica del Poliedro devenido en hospital de campaña y ni siquiera si habrá tal cargo.

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Milagros Socorro | 04 agosto 2020

La polarización tiene un límite. Es inmensa. Oceánica. Pero no ilimitada. De hecho, podríamos estar ante un lindero, una circunstancia tan grave y acuciante, que nos obligue a ponernos por encima de la pugna y abrir los ojos ante unos hechos que rebasan el intercambio de acusaciones, porque son asunto de vida o muerte. Es el caso del manejo de la pandemia que han hecho Nicolás Maduro y los militares que lo sostienen.

La más reciente manifestación de la inepta conducción del Covid-19 en Venezuela es la “conversión” del Poliedro en hospital de campaña, una operación que, hasta donde sabemos (porque ha sido tan opaca como todo lo demás), ha consistido en poner centenares de camillas rodeadas con paneles que improvisan cubículos. Nada más se sabe. Ignoramos: Qué profesional de la medicina está al frente; cuántos baños se han dispuesto para pacientes y personal sanitario; cómo lo van a surtir de agua (dado que el resto de los hospitales del país carece del flujo); cómo se va a garantizar la energía eléctrica; de dónde sale el personal sanitario (¿lo van a movilizar de otros centros?); cuánto se ha invertido en material de bioprotección, quién lo fabricó y dónde está almacenado; con qué equipamiento cuenta.

Lo que sí sabemos es lo que dijo Maduro en cadena audiovisual: “Potro, te encargo la salud del pueblo de Venezuela en el Poliedro”. Se refiere a Antonio Álvarez, un ex pelotero, que un día amaneció “cantante” y al otro, ya era “político”. Un individuo cuya trayectoria académica es un enigma. No hay una sola línea al respecto en internet. Aún así, Maduro lo nombró director del Poliedro, como si una estructura deportiva y cultural pudiera ser conducida por un militante, sin formación ni trayectoria en ese campo.

A esa improvisación se suma ahora la dirección del hospital de campaña, un despropósito que el chavismo justifica diciendo que “El Potro” no atenderá pacientes… Como si dirigir un hospital, -en pandemia, además-, fuera una tarea tan simple y carente de exigencias que la puede cumplir un bachiller (título que tampoco nos conste que el hombre tenga), un vendedor de lotería o un reguetonero. ¿Es que acaso no tienen dignidad esas personas? ¡Claro que la tienen! Toda la dignidad del mundo. Lo que no tienen es preparación, solvencia profesional o técnica. Pero eso no inquieta al indocto ni a quien le da el garrote. En agosto de 2013, cuando Maduro lo impuso como candidato a la Alcaldía de Sucre por el PSUV, Álvarez declaró que “no hay que tener experiencia para dar respuesta al pueblo”. Así. Sin inmutarse.

Defender el indignante -y, sobre todo, peligroso- nombramiento con la excusa de que el ignaro no atenderá pacientes, es como decir que puede ser director de la Sinfónica Simón Bolívar, porque no tocará los instrumentos. La gran diferencia es que si dirige una orquesta sin conocimientos de música, no mata a nadie. Pero esto es diferente. Y el hecho es que no sabemos quién ejercerá la dirección médica del Poliedro devenido en hospital de campaña y ni siquiera si habrá tal cargo.

La irresponsabilidad de Nicolás Maduro puede matarte. A ti o a alguien allegado. Esto es muy serio. Y puede ser trágico. Aún con la escasa información, sabemos que en el Poliedro meterán centenares de pacientes asintomáticos. Pero, ¿en qué se basan para llegar a este diagnóstico? Si es en pruebas rápidas, estaríamos ante un riesgo enorme, dada la amplitud del margen de error. Podrían, pues, mezclar personas sanas con enfermos, en un espacio cerrado y sin instalaciones sanitarias adecuadas.

La conversión del Poliedro en “centro de atención intermedia” se ha hecho solo por la prestidigitación de la palabra del dictador. Sin criterios médicos ni legales. Sin atender lo que acaban de decir las academias venezolanas, en comunicado del 31 de julio: “El aislamiento de personas infectadas que no requieren hospitalización debe ser en sus casas o en centros de atención primaria, con protocolos claros para el tratamiento de síntomas y el cumplimiento efectivo de la cuarentena. El aislamiento en centros de atención debe ser facultativo, a elección del enfermo, nunca obligatorio. El confinamiento forzoso de personas en estos centros es una violación flagrante de los derechos humanos fundamentales y promueve la evasión al diagnóstico y el subregistro”.

Nada de esto lo ha observado el “equipo” de Maduro para el Poliedro (que, según lo que hemos visto, se compone de Delcy Rodríguez, el general Reverol y “El Potro” Álvarez). Al contrario.

En diciembre del año pasado, el “cantante” dio una muestra de gallardía cuando fue abucheado por los graduandos de Medicina, de la Universidad Nacional Experimental Rómulo Gallegos, que asistían a su acto de entrega de títulos, en el Poliedro. No se sabe por qué, el “director” de tal institución tomó el micrófono y quiso “cantar”, pero los médicos recién licenciados lo detuvieron con una rechifla. Al verse escarnecido, el fracasado en tantas arenas (excepto, dicen, en el pugilato con mujeres), hizo una pregunta retórica: “¿Me voy?”. Un SÍ atronó en el geométrico recinto. Y el desaprobado, aceptando la voluntad del soberano, salió de allí no sin antes saludar: “Qué tengan buenas tardes. Muchas gracias”.

Con un mínimo de comprensión del abismo ante el que nos encontramos, el señor Álvarez podría considerar la posibilidad de pararse en el mismo escenario, mirar a su alrededor, observar unos venezolanos contagiados o por contagiarse, rodeados de la “Brigada Che Guevara”, esa pobre gente (congregada bajo el nombre de uno que era médico, pero solo ejerció como asesino), sin entrenamiento ni protección, a un lugar tan riesgoso, y decir: Buenas tardes y adiós.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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