Aunque Guillermo Tell Aveledo dice no estar de acuerdo con ir a votar el 6 de diciembre porque a la Asamblea Nacional se le vació de significado, entiende las razones de quienes en la oposición hoy estudian la idea de acudir y no cree que el camino electoral deba ser vedado por completo. Sin embargo, al analizar las opciones que maneja el liderazgo opositor advierte que hay que ser cautelosos con el manejo de las expectativas, porque pueden conducir a otro camino de frustración. Para el politólogo, doctor en Ciencias Políticas y profesor universitario no se puede perder de vista que el accionar de Nicolás Maduro solo busca la protección de la oligarquía que gobierna. “Al chavismo le gusta que se les subestime, que nos creamos los más astutos y capaces, mientras ellos nos han tenido dominados por dos décadas”.
-¿Cuál es su opinión sobre la crisis opositora que está en plena efervescencia en este momento?
-Muy preocupado, porque no sólo es algo que se veía venir, sino que ha reflejado importantes diferencias estratégicas, tácticas e incluso ideologías, aunque estas últimas no sean de fondo. Pero uno de los aspectos que más inquieta, y se viene advirtiendo desde hace tiempo, es la falta reglas en la alianza para dirimir conflictos y tomar decisiones. Antes había normas, que se fueron deteriorando desde que se disolvió la secretaria ejecutiva de la Mesa de la Unidad Democrática; ahora los partidos resuelven sus asuntos entre sí, sin un árbitro o alguien que pudiera invocar una normativa, sólo hay una especie de acuerdo informal entre ellos. Las organizaciones delegaron esa figura en la presidencia de la Asamblea Nacional, pero ocurrió que los presidentes del Parlamento, a excepción de Julio Borges y Omar Barboza, guiaron su gestión hacia una agenda más partidista que unitaria; y eso fue forzando la cuerda, hasta que el impacto alrededor de la figura de Juan Guaidó avasalló a una alianza que ya no tenía mecanismos de regulación. Eso trajo como consecuencia que las tensiones naturales en una coalición política dejaran de hablarse y entráramos a este camino de desconocimiento mutuo, que es muy grave.
-¿Ese camino de desconocimiento mutuo que usted menciona se puede enderezar hacia una nueva ruta política unitaria en el corto plazo?
-Hoy estamos viendo no una falta de dirección, sino múltiples direcciones al mismo tiempo, a pesar de que el centro debería ser el Gobierno interino y el presidente Juan Guaidó. Sin embargo, lo que Henrique Capriles ha dicho estás semanas es lo mismo que ha venido expresando desde hace un año atrás, y, estemos de acuerdo o no con su postura, en sus declaraciones hay elementos muy válidos. Los comunicados de los partidos también venían manifestando críticas importantes desde hace un tiempo sin que se hiciera mucho al respecto; y lo que corresponde es que cuando hay cuestionamientos que se sustentan en el hecho cierto de que una política determinada no ha tenido el éxito que se esperaba, estos deberían producir replanteamientos profundos. Sin embargo, hacer estas revisiones en ausencia de unas normas o mecanismos regulatorios neutros y bien establecidos, lleva a la disgregación y eso es muy peligroso, porque ninguno de los factores puede determinar solo la línea dominante.
-Analicemos las tres rutas planteadas, empezando por la consulta del Gobierno interino.
-Lo primero que quiero decir es que para mí las tres vías parten de una noción patriótica de sus respectivos representantes, no creo en absoluto que haya una conjura o conspiración por parte de ninguno, solo tienen juicios diversos. El Gobierno interino tiene un gran problema con la consulta, porque no terminan de definir y decir si es para refrendar una ruta política o para intentar legitimar la prolongación del mandato de la Asamblea Nacional que encabeza Guaidó. La opacidad al respecto me hace presumir que no hay acuerdo entre los partidos sobre lo que se va a consultar. Además de eso hay una gran fatiga de la población hacia ese tipo de iniciativas. Un hecho que a mí me parece un poco escandaloso, es que, si se plantea que no hay condiciones organizativas y humanas para participar en las elecciones, porque los partidos están desmantelados por el poder, cosa que es cierta, se nos diga que se puede hacer una consulta nacional a quince millones de venezolanos. Eso no es coherente y me produce una angustia enorme, porque siento que no se está hablando con toda la seriedad del caso. Es posible que, de nuevo, las expectativas de planificación del interinato estén siendo muy optimistas, ya pasó, entre otras buenas ideas, con el justo e importante programa de apoyo a los trabajadores de la salud, que se anunció y no había como operativizarlo en lo inmediato. Hay que ser cautelosos con el manejo de las expectativas, porque pueden conducir a otro camino de frustración.
-¿Qué opina sobre la alternativa de una posible participación en las parlamentarias planteada por Henrique Capriles?
-En el caso de Capriles es al revés, su estrategia es chocantemente realista, pero puede ser tácticamente débil, porque su implementación depende del régimen. No es casualidad que los acuerdos parezcan atados a la conveniencia del oficialismo y tampoco que sigan sin anunciar todo el paquete de condiciones que están exigiendo. El ex gobernador se expone a que esa especie de revelación paulatina de medidas electorales, lo haga víctima de acusaciones y vituperaciones por parte de sectores cercanos al Gobierno interino; por eso la jugada no termina de crecer y conseguir aliados, a pesar de que no es una voz solitaria, porque se corresponde a lo que otros sectores de la sociedad han venido demandando. En conclusión, si tú tienes una buena estrategia pero una mala aplicación táctica, no llegas a ninguna parte.
-¿Y su valoración sobre la propuesta de María Corina Machado de apelar sólo a la presión externa?
-La posición de María Corina Machado no parece ser muy distinta a la del Gobierno interino, pero tácticamente no le conviene atarse a este por razones de posicionamiento personal, debido a eso le dio un visto bueno hace unos meses y se lo quitó ahora. Sin embargo, su planteamiento específico luce muy limitado y poco viable, porque no hay posibilidades reales de que sus peticiones se realicen en el contexto internacional actual, pero eso no quiere decir que lo solicitado por ella sea injusto o ilegítimo; lo que ocurre simplemente es que no es el tiempo de ese tipo de intervenciones en el sistema político mundial. Insisto en que su propuesta puede ser moralmente correcta, pero no tiene incidencia real. Además, esa estrategia le es muy conveniente, porque como nunca se realizará, tampoco decepcionará; entonces puede vivir mucho tiempo bajo esa premisa y eso fortalece su condición.
-¿Considera que alguna de estas tres rutas que acaba de desmenuzar establece una posibilidad de cambio real para los venezolanos? Pareciera que ninguna tiene apoyo masivo.
-La apelación a la voluntad del pueblo es difusa justamente porque no hay mucho poder de convocatoria. ¿Eso es porque no son buenas rutas? Parcialmente, la verdad es que son malas porque están separadas. Para mí hay un camino alternativo, que pudiera servir, al que se acerca más Capriles, pero no excluye al Gobierno interino, que es el del crecimiento interno y reinvención política dentro del país, para un posicionamiento que vaya de lo local hacia lo nacional. Sigue habiendo un descontento importantísimo de la sociedad hacia el régimen y hay que aprovechar eso, sin abandonar la presión internacional o diplomática; se trata de conectar ambas. Pero lo que no puede haber es un sector externo desconectado de lo interno y un bloque interno completamente aislado del mundo, porque no habría nada que hacer, salvo apagar la luz.
-¿Pero cómo puede explicar el liderazgo que se debe retomar el camino de rescatar espacios internos y lograr objetivos medianos, sin que eso genere rechazo en la gente?
-La población requiere un ápice de normalidad y realismo para resolver sus problemas, por eso yo creo que la gente va a valorar más que el liderazgo le diga lo mal que estamos; a que le anuncie expectativas fantásticas con posibilidades de aquí a mañana. Porque cuando el cambio prometido no se obtenga, esa ilusión transformada en frustración es más dañina que la desazón momentánea de haber sido realistas. Creo que la dirigencia debe hablar desde la perspectiva de resistencia interna, vincularse con el sufrimiento de la gente y desde el punto de vista de las élites, diferenciar con cuáles necesita aliarse, por ejemplo, es una tarea pendiente lograr que el sector militar no los perciba dañinos o nocivos.
-¿Para usted la oposición debe participar o no en las próximas parlamentarias?
-Yo no estoy de acuerdo con ir a votar el 6 de diciembre por una razón muy sencilla: A la Asamblea Nacional se le vació de significado. Un sistema autoritario que no reconoce las competencias del órgano legislativo hace que el Parlamento no sea funcional, y ganarlo no tenga una eficacia política. Se puede decir que se gana simbólicamente y vuelve a pasar como estos años, pero esa posibilidad está cerrada por la división opositora y la represión política del régimen. Es muy tarde para plantear el debate de la participación, ya no tiene mayor sentido. Creo que la propuesta de Capriles también tenía el reto de convencer a un sector importantísimo de la oposición y hasta ahora eso no ha ocurrido. Esto sin hablar de condiciones objetivas, como la situación legal de los partidos, las reglas de distribución de los escaños, que son perversas y hay gente que no ha sacado bien sus cuentas en ese sentido, y muchas otras más. Puedo entender las razones de quienes hoy, de manera honesta, estudian la idea de acudir y lo asumo como un intento legítimo de buscar influir en la realidad nacional, pero estas no son las elecciones para eso. Sin embargo, no creo que el camino electoral deba ser vedado por completo.
-¿Esta línea de Henrique Capriles no atenta un poco contra el consenso y la presión internacional hacia el régimen de Maduro?
-El debate sobre la autoridad de la presidencia de la Asamblea Nacional iba a ocurrir con o sin candidaturas de oposición en estas próximas elecciones, tanto iba a ocurrir que urge una postura sobre esto del propio Parlamento, justo por eso el presidente Juan Guaidó está buscando la consulta, si no para qué. Por su parte los países de la comunidad internacional que apoyan la lucha democrática en Venezuela se han preguntado y discutido sobre lo que pasará luego del 5 de enero, y yo siento que desde el Gobierno interino se ha subestimado la importancia y la cercanía de dicha fecha. La presencia de Capriles estos días seguramente no contribuye a resolver este pasivo, pero obedece al propio descuido del interinato y nadie puede alegar su propia torpeza. Pretender resolver todo lo que no se ha hecho en el año, en el último cuatrimestre no será satisfactorio.
-¿Cómo evalúa el año 2020 del Gobierno interino?
-Si lo fuese a evaluar académicamente sería casi de pérdida por inasistencia. La gira internacional de principio de año fue espectacular, pero se descuidó totalmente el frente interno. Está el bono de los trabajadores de la salud que fue anunciado hace meses y apenas ahora es cuando se está materializando, por distintas limitaciones. Lo cierto es que dentro del país no existen demasiados logros para mostrar y eso no habla bien de la planificación. El Gobierno interino ha sido un capítulo importante en la política venezolana; el gran activo que tiene es la figura específica de Juan Guaidó y la esperanza que despertó en gran parte de la sociedad, pero ese sentimiento ya se había disminuido mucho a finales de 2019 y tuvo un repunte con el apoyo recibido en los viajes a Europa y Estados Unidos el pasado mes de febrero, sin embargo no se pudo resolver la desarticulación interna y se abrió el flanco del control del Palacio Federal Legislativo, vino el problema con los partidos y también se dejaron de lado muchas acciones políticas, por eso hoy se siente una gran desconexión. Si se quiere que la crisis se resuelva en Venezuela, se debe poner atención a lo que pasa adentro, si solo estamos casados con la opción externa se debe aclarar y no afirmar que todo está abierto, cuando lo cierto es que no se termina de hacer ni una cosa ni la otra…
-¿Qué debe ser primero para el liderazgo opositor, aliviar en lo poco que pueda el problema humanitario o solventar la crisis política para luego poder abordar el deslave social a profundidad?
-No son incompatibles, porque el liderazgo que representa Juan Guaidó está reclamando ser gobierno, entonces debe ocuparse de lograr tomar el poder, sin eludir el tema social. La presidencia tiene unas competencias y hay que asumirlas de ese modo. Para mi ninguna de las rutas planteadas está desestimando los problemas de la gente, pero sí puede pensarse que son secundarios ante un objetivo político mayor. Pero estemos claros, no hay posibilidad de resolver los problemas estructurales de los venezolanos mientras continúe el madurismo en el poder; sin que eso signifique que la alternativa democrática vas a esperar a que se logre el cambio para hacer algo, porque eso los llevaría a la inercia.
-¿Cómo ve al chavismo hoy?
-El hecho que logren poner sus contiendas por debajo de su meta fundamental, que es la eliminación de la clase política que representa a la oposición, tiene un mérito importante. Maduro ha tenido la capacidad de convencer a sus seguidores de aguantar los cambios que está realizando, que no van en beneficio de la población, sino que son para la protección de la oligarquía que gobierna; ha conseguido imponerlos con un costo político muy menor. Ahí está lo que ha hecho con los partidos dentro de Polo Patriótico y lo hizo sin mayor ruido. La moderación del chavismo es una cuestión de ocasión, y esa realidad no la podemos perder de vista en momentos como este. A veces no nos tomamos en serio el carácter autoritario de este régimen y yo les veo un gran espíritu de cuerpo, la unidad sin duda es más profunda que la de la oposición. Al chavismo le gusta que se les subestime, que nos creamos los más astutos y capaces, mientras ellos nos han tenido dominados por dos décadas.