En la aldea
10 diciembre 2024

El mito del voto (III)

La realidad ha demostrado que la concepción mitológica del voto no es realista, pues el voto puede ser, también, instrumento al servicio del autoritarismo. Tal es el caso de Venezuela, donde el voto ha sido -y todavía es- una herramienta usada para consolidar el autoritarismo populista que Chávez inició en 1999, y que Maduro ha continuado desde 2013. Es momento de abandonar el voto como mito para pasar a la realidad del voto. Vencer los obstáculos que impiden restablecer las condiciones de integridad para poder realizar elecciones medianamente competitivas, es lo que debe construirse.

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El voto es la herramienta más poderosa que tiene el pueblo venezolano para promover una transición democrática y ordenada, con lo cual no puede ser abandonado, pues ello equivaldría a ceder espacios

Esta frase resume el “mito del voto”, esto es, una concepción idealista y abstracta en la cual el voto es un fin en sí mismo, vista su potencialidad para liberar al pueblo venezolano del autoritarismo de Nicolás Maduro. Los mitos son importantes pues ayudan a consolidar creencias colectivas que facilitan la formación cultural de la nación. Pero son también peligrosos, pues pueden inducir a realizar una y otra vez la misma acción, al margen de los resultados obtenidos.

La realidad ha demostrado que esta concepción mitológica del voto no es realista, pues el voto puede ser, también, instrumento al servicio del autoritarismo. Tal es el caso de Venezuela, precisamente, pues el voto ha sido -y todavía es- una herramienta usada para consolidar el autoritarismo populista que Chávez inició en 1999 y Maduro ha continuado desde 2013. Vale la pena repasar dos lecciones a nivel comparado, para luego resumir la situación en Venezuela.

La primera lección: Elecciones en sociedades en conflictos y Estados frágiles

La primera lección es el riesgo de elecciones en países afectados por conflictos civiles y fragilidad estatal, como sucedió en Irak. Las elecciones fomentan la división de la sociedad entre partidos que pretenden obtener mayorías electorales, lo que afecta la reconciliación y la formación de una visión común sobre la nación, que para ser tal, debe integrar a todas las partes en conflicto -y no solo a la que resulta ganadora en una elección-. Por ello, en tales casos, antes de las elecciones, es recomendable promover la reconciliación mediante mecanismos de gobierno compartido, como se propone en el informe de 2018 de la Comisión sobre Estados frágiles, crecimiento y desarrollo de la London School of Economics y la Universidad de Oxford.

La segunda lección: Los autoritarismos electorales

El mito de las elecciones debería ceder con el ejemplo histórico de Hitler, quien llegó al poder, precisamente, por vía de elecciones. Exagerando un poco, podría decirse que la Segunda Guerra Mundial comenzó con las elecciones de 1932.

“El gobierno de unidad nacional está llamado a promover la reconciliación nacional, detener el colapso estatal y atender la Emergencia Humanitaria Compleja, cuya solución no puede esperar a las complejas reformas orientadas a rescatar las condiciones básicas de integridad electoral”

Pero hay otros ejemplos más contemporáneos, como estudian Levitsky y Ziblatt en “How democracies die”, a través de lo que se conoce como “autoritarismos electorales”, o sea, regímenes no-democráticos que se apalancan en elecciones. Esto es mucho más común cuando el autoritarismo acude a una retórica populista: El declive de la democracia constitucional que organizaciones como Freedom House han registrado en este siglo, responde típicamente a autoritarismos que surgen de las urnas electorales por medio de discursos populistas.

Por ello, las elecciones ya no son el punto de llegada de la transición democrática. Más bien pueden ser el punto de inicio de la muerte de la democracia.

Las elecciones en Venezuela: Un caso fallido de democratización por elecciones

Si apelamos solo a la evidencia, los datos de desempeño político en Venezuela entre 1999 y 2015 permiten comprobar cómo cada proceso electoral fue un paso más hacia el autoritarismo. Como explico en mi reciente libro (Bases fundamentales de la transición en Venezuela), la oposición venezolana intentó promover la transición en Venezuela por medio de elecciones, o sea, lo que se conoce como “democratización por elecciones”. El triunfo de las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015, precisamente, fue el punto culminante de esa estrategia.

Lo que pasó después de esa elección es la demostración del fracaso de esa estrategia: El autoritarismo de Maduro avanzó, a pesar de la persistencia por promover la transición por elecciones, en concreto, con el referendo revocatorio de 2016 y las elecciones regionales de 2017. Venezuela es, así, un caso fallido de democratización por elecciones.

Elecciones fraudulentas y movilización social: Otro caso fallido

Una de las razones más poderosas para participar en elecciones fraudulentas es aprovechar el “momento político” para movilizar a la población en protestas, que podrían llevar al colapso del régimen autoritario. Aquí la transición se logra por las elecciones, pero no en las elecciones.

En Venezuela esa estrategia falló también. El evidente fraude cometido por Maduro en las elecciones presidenciales de 2013, no se tradujo en movilizaciones ni protestas que fracturaron al régimen. Y cuando las protestas comenzaron (en 2014 y con mayor intensidad en 2017) Maduro respondió con una brutal represión, señalada por organismos internacionales como un ejemplo de crímenes de lesa humanidad.

Elecciones, fragilidad estatal y violencia en Venezuela: La idea del “gobierno de unidad”

Estos antecedentes, junto con el avance del autoritarismo en Venezuela, y el colapso del frágil Estado venezolano, deberían ser elementos suficientes para replantear la utilidad del voto en Venezuela. Teóricamente, el voto es la herramienta más poderosa con la cual cuentan los venezolanos para impulsar la transición. Pero en la práctica, el voto no solo perdió toda utilidad, sino que, además, podría agravar la fragilidad estatal, propiciando escenarios de violencia.

“El mito de las elecciones debería ceder con el ejemplo histórico de Hitler, quien llegó al poder, precisamente, por vía de elecciones”

Venezuela tiene todos los atributos de sociedades que han atravesado conflictos en situaciones de fragilidad estatal, como lo registra -entre otros- el Banco Mundial en sus estudios sobre fragilidad y conflictividad. Volviendo al ejemplo de Irak, en casos como Venezuela, el objetivo primario es detener el colapso estatal propiciando la reconciliación nacional, para luego celebrar elecciones razonablemente competitivas. Alterar ese orden puede llevar a celebrar elecciones fallidas, que eleven la desconfianza, la polarización, la violencia y la fragilidad estatal.

Esta es una de las razones por las cuales el Estatuto que rige la transición concibió primero, al gobierno de unidad nacional, y luego las elecciones. El gobierno de unidad nacional está llamado a promover la reconciliación nacional, detener el colapso estatal y atender la Emergencia Humanitaria Compleja, cuya solución no puede esperar a las complejas reformas orientadas a rescatar las condiciones básicas de integridad electoral.

El voto: Del mito a la realidad

Es momento de abandonar el voto como mito para pasar a la realidad del voto. Insisto, no hay duda de que el voto, en condiciones adecuadas, es la herramienta con la cual cuenta el pueblo venezolano para impulsar el cambio, sin que ese espacio pueda abandonarse. Pero esas condiciones hoy no existen, e insistir en el voto -solo por complacer al mito-, solo degenerará en una nueva elección fallida que podrá agravar la conflictividad, la violencia y la Emergencia Humanitaria Compleja.

Lo anterior no implica el abandono de los mecanismos ciudadanos de presión política. Pero esos mecanismos pueden canalizarse al margen de la participación en elecciones fraudulentas, como lo evidencian los 20 años de protestas en Venezuela registradas por La Gran Aldea, así como las protestas que en este momento se están realizando en Venezuela como reacción a la Emergencia Humanitaria Compleja.

Esos mecanismos de presión, junto con otras técnicas adecuadas -incluyendo la negociación y la presión internacional– pueden vencer los obstáculos que impiden restablecer las condiciones de integridad para poder realizar elecciones medianamente competitivas. El camino de reformas que permitan llegar a esa estación debe construirse. Tratar de saltarse los pasos e insistir en elecciones con base en mitos no es una opción.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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