La constante denigración del Pacto de Puntofijo, mantenida por el chavismo desde el año 1992, cuando Hugo Chávez intentó un golpe de Estado contra el gobierno legítimo de Carlos Andrés Pérez, ha desdibujado lo que fue aquel acuerdo, sellado a las puertas de una nueva institucionalidad en Venezuela. Desdibujado, decimos, no invalidado del todo, porque todavía persiste un rescoldo de la memoria democrática, que orienta a los más jóvenes respecto de lo que fue aquella singular alianza.
-Los nueve firmantes del Pacto -explica Andrés Caldera Pietri, directivo de la Biblioteca Rafael Caldera- entendieron que debían apartar sus diferencias y encontrar puntos de coincidencia por el bien del país. Eran ellos: Jóvito Villalba, Ignacio Luis Arcaya y Manuel López Rivas, por URD; Pedro del Corral, Lorenzo Fernández y Rafael Caldera, por Copei; y Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Gonzalo Barrios, por AD, todos nacidos en tiempos de la dictadura de Gómez, que habían escuchado de sus padres los horrores de la Guerra Federal (siglo XIX), y que se habían empeñado en darle a Venezuela un régimen civilizado y democrático, después de haberse combatido duramente (1945-1948) y sufrir una nueva dictadura militar (1948-1958).
“Los firmantes del Pacto de Puntofijo”, sigue Caldera Pietri, “se propusieron elevar el debate político, respetando las diferencias entre ellos y garantizando la representación de las minorías en el Congreso Nacional. Se hicieron iguales ante la ley, propiciando una cultura de austeridad y servicio en el ejercicio del poder y la función pública, de responsabilidad de los partidos de ser intérpretes de los sentimientos de las mayorías, así como de mantener viva la fe en la democracia. Nos enseñaron que la democracia hay que defenderla todos los días, porque son muchos quienes todavía viven de la tradición autoritaria de imponer sus ideas. En 1999, cometimos el error de permitir que se rompiera el hilo constitucional y darle a un solo hombre el poder para que, con su Constituyente, 96% monocolor, comenzara la destrucción de nuestra institucionalidad”.
Una hermosa perspectiva desde San Felipe
El Pacto de Puntofijo fue un acuerdo de gobernabilidad entre los partidos políticos AD, Copei y URD, el 31 de octubre de 1958, esto, a pocos meses del derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez y a semanas de las elecciones, que tendrían lugar en diciembre de ese año. La fecha es fundamental para captar el espíritu de aquel convenio, en un país que ignoraba los rituales democráticos porque apenas si los había practicado. El solo hecho de pactar, de coincidir con los adversarios, ya era una novedad en aquel paisaje todavía erizado de bayonetas. Los firmantes pensaron que, para abonar a la sostenibilidad de la recién nacida democracia, era necesario amarrar una participación equitativa de todos los partidos en el gabinete de quien ganara las elecciones, (dejando fuera al Partido Comunista de Venezuela y a los perezjimenistas).
Y se llama así no porque fuera acordado en la población falconiana del mismo nombre, sino porque empezó su andadura en la quinta Puntofijo, propiedad de Rafael Caldera (San Felipe, 1916 – Caracas, 2009) y su esposa Alicia Pietri (Caracas, 1923 – 2011), ubicada en Sabana Grande.
-¿Quién diseñó la quinta Puntofijo?
-El arquitecto fue Alfredo Rodríguez Delfino -dice Andrés Caldera– y la construyó su empresa Técnica Constructora, en un terreno ubicado en la 2ª Transversal de las Delicias de Sabana Grande -hoy Francisco Solano López-, frente al famoso Restaurante Urrutia. El terreno fue regalo de mi abuelo, Tomás Liscano, a mi padre, RC (Rafael Caldera), cuando se comprometió con Alicia, un año antes del matrimonio; y ellos financiaron la obra con un crédito de La Previsora.
-¿Tenía alguna particularidad, jardín, árboles,…?
-La casa era de construcción muy simple, sin lujos, de dos pisos, la parte social abajo (sala, comedor, cocina, patio, etc.) y los cuartos arriba, incluyendo el estudio de RC. Adelante tenía un pequeño jardín y atrás un corral propio de las casas de entonces donde RC hizo construir una réplica de la gruta de la Virgen de Lourdes, en honor a Alicia, ex alumna tarbesiana. Teníamos gallinas, pavos, patos y animales de todo tipo, que le regalaban a RC en sus giras al interior. Llegó a haber hasta una danta y un pequeño caimán. De una y otro tuvieron que salir. Del caimancito, cuando dio muestra de convertirse en caimán y de la danta, porque tomaba 13 litros de leche diarios. A mi madre le encantaban los perros, loros y canarios. La casa la estrenaron ellos por una semana, recién casados, en agosto de 1941, antes de zarpar en el barco que los llevaría de luna de miel por Estados Unidos y Canadá.
-¿Quién le puso ese nombre?
-RC lo propuso y Alicia estuvo de acuerdo. Así se llamaba el sitio más alto de la carretera entre San Felipe y Nirgua, que a él le encantaba por la belleza de su vista.
-¿Por qué la reunión se hizo ahí y no en otra parte?
-Mi padre había estado quebrantado de salud, por una fuerte gripe que contrajo en una gira a Maracaibo, y le hicieron la deferencia de reunirse en su casa.
-¿Cuáles son los antecedentes del Pacto de Puntofijo?
-Cuando Betancourt, Villalba y Caldera se encuentran en Nueva York, en enero de 1958, hacen un especie de mea culpa por los errores fruto del sectarismo y de la violenta lucha política, preludio a la dictadura militar que les haría padecer cárceles y exilio. Se propusieron, entonces, buscar una fórmula de candidato único, que a su regreso a Venezuela y tras meses de “mesas redondas”, no fue posible lograr. En momento de profunda preocupación, por encaminarse a unas elecciones con candidatos separados y poder caer en una lucha electoral encarnizada que amenazara con romper la unidad, surgió la idea de firmar un documento que los comprometiera ante el país: A despersonalizar el debate; erradicar la violencia interpartidista del debate electoral; respetar el resultado de las elecciones y sumar todos sus votos como si se tratara de un plebiscito contra la tiranía y a favor del régimen constitucional; suscribir un programa mínimo común para el primer período de gobierno, fuera quien fuere el ganador; excluir el monopartidismo y constituir un gobierno unitario con el propósito de defender a la naciente democracia ante las arremetidas que vendrían… y que vinieron.
-¿Cuál es la valoración histórica que se ha hecho del Pacto de Puntofijo?
-Para nosotros, los demócratas, es el acuerdo que permitió el período de mayor crecimiento y ascenso social en toda nuestra historia republicana. Fue ejemplo para los Pactos de la Moncloa en España (1977) y de la Concertación en Chile (1990). El Pacto de Puntofijo abarcaba el primer período de la democracia y fue cumplido fielmente por Copei y Caldera hasta el final. Su espíritu, que se invocó muchas veces a lo largo de los 40 años de democracia, aludía a la búsqueda de entendimiento entre los partidos, a llamar al deber común, por encima de rivalidades grupales, en bien del país. En fin, son muchas las lecciones que podemos extraer de los aciertos y errores de esos 40 años (1958-1998) que inspiró el Pacto de Puntofijo. Invito a descubrirlas en www.rafaelcaldera.com. Y de sus detractores no hablo, porque tenemos veinte años escuchándoles sus mentiras respecto de la historia de Venezuela.
-A estas alturas, ¿le concede usted alguna vigencia?
-Más que nunca. Para la vuelta a la democracia y a la reconstrucción de Venezuela, será necesaria una reactualización del Pacto de Puntofijo, sobre todo de su espíritu de unidad, esta vez orientado a una unidad nacional de todos los partidos y organizaciones que aspiren al fin de la tragedia que vive Venezuela, y a la instauración de una nueva era de democracia, libertades y oportunidades para todos.
*Las fotografías internas fueron facilitadas por la autora, Milagros Socorro, al editor de La Gran Aldea.