Oficialmente, el chavismo es minoría. Lo dice el Consejo Nacional Electoral (CNE), aun cuando engordaron las cifras, abrieron los centros para permitir que el PSUV arrastrara a su gente a última hora y hasta el hijo del Presidente (a) “Nicolasito”, se viera en la urgencia de enviar un mensaje rogando a los suyos que salieran a votar en un discurso más chistoso que su metida de pata inicial, cuando invitó a los guaireños a ir a los centros electorales -“puedes votar y luego irte a la playita un ratico con tu bebida espirituosa”- a pesar de que el gobierno de su papá había decretado Ley Seca.
Lo cierto es que después de este 6D, cualquier evaluación optimista, basada en las cifras que dio el CNE impuesto por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), indica que el PSUV apenas cuenta con 3 millones 350 mil votantes en todo el país. Vale decir, si tomamos en serio esos resultados, las matemáticas los destruyen porque si obtuvieron el 67% de los 5 millones 264 mil 104 electores que según el chavismo salieron a votar, pues eso totaliza tres millones y piquito. Matemáticas invencibles que nuevamente dejan desnudo a Nicolás Maduro, aunque luciendo su reloj Audemars Piguet en oro rosado de 40 mil dólares para salir a votar (es un decir, porque estaba encerrado), a Fuerte Tiuna, centro donde lo reubicaron de emergencia cuando se enteraron de que en el Liceo Miguel Antonio Caro, en Catia, donde votaba siempre, no había un alma, ni siquiera escoltas. Porque en estas “elecciones” también obligaron a los poderosos a salir a votar como toda la gente, aunque rodeados de guardaespaldas -entre tres y siete, según el rango del votante-, al extremo de que en el sitio donde votó el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Mikel Moreno, había más guardaespaldas suyos que gente en las colas. Situación que se repitió y peor con Antonio “El Potro” Álvarez, el único elector presente en la U.E. Luis Beltrán Prieto Figueroa, adonde llegó con escoltas, fotógrafos y camarógrafos, todo un dibujo del gobierno que 70% del país rechaza, según asegura nada menos que el CNE.
Tomados por el desespero -quizás porque tienen mucho tiempo sin conectarse con la gente de carne y hueso-, los chavistas se lanzaron a enviar mensajes de voz que -muy preocupante si a ver vamos-, llegaron velozmente a los medios y las redes sociales: “La Guaira es inexpugnable… Si llegaran a llegar a La Guaira…”, amenazaba “Nicolasito” a los ¿marines?, mientras rogaba el apoyo popular que se hizo invisible en todo el país. “Estamos derrotados”, gritaba el alcalde de Carrizal. “Aprieten que no estamos conformes con los resultados mostrados hasta ahora”, ordenaba de lo más sobrio el gobernador García Carneiro.
Ruegos que se multiplicaron en todas las escalas y que sustituyeron luego con las amenazas usuales de quitarles las cajas CLAP o los perniles en Navidad a los ya muertos de hambre votantes (“No les vamos a dar perniles… sacrificio es beneficio”, enviaba su mensaje de voz una dirigente comunal), todo aliñado con cualquier tipo de mentiras para disimular los centros vacíos, esa gran nada que los acompañó y se extendió en todas las direcciones dejándolos solos bailando su derrota. Contrataron “extras” para llevarlos de centro en centro y sacarle fotos para que se viera un puñado de gente. Escuchamos a Cilia Flores nombrando la soga en la casa del ahorcado asegurando que no había aglomeración “porque el sistema era rapidísimo”, cuando cualquiera sabe que en plena pandemia es imposible aglomerarse porque las colas obligaban a mantener dos metros de distancia entre uno y otro votante. Lo que, viéndolo bien, eso ha debido hacer las colas aún más grandes, dejando ver aquella gentará con mascarilla ocupando cuadras y cuadras en filas interminables. Aunque, afortunadamente, esto les impidió publicar fotos viejas de otras elecciones, otra de sus especialidades.
Con esos resultados vergonzosos, las mismas viejas caras asaltan otra vez la Asamblea Nacional en busca de una legitimidad ya irrecuperable. Ni la Unión Europea, ni el Grupo de Lima, y muchos menos Estados Unidos los reconocen como poder alguno, de modo que allí se quedarán, hablándose a sí mismos en el Hemiciclo y aprobando quién sabe qué leyes para defender los intereses de alguno de sus aliados, los sospechosos habituales de China, Rusia o Turquía que comprarán a precio de gallina flaca lo poco que ha dejado en pie semejante grupito de ambiciosos e incapaces, elegidos por tres millones y pico de votantes donde coinciden hambrientos, funcionarios públicos, enchufados, militares, corruptos y, por supuesto, miles de escoltas de miles de nuevos ricos, defendiendo su quince y último.