Furioso, indignado y grosero: al ex funcionario del gobierno chavista Temir Porras le afectó en extremo que cientos de venezolanos protestaran en Maiquetía la medida de obligarlos a pagar 60 dólares por el PCR para detectar el Covid-19. Una cifra que, en un país donde el salario de un profesor es de 2 dólares, generó una respuesta previsible.
Luego de dos horas de hacer la cola para cancelar una obligación que no está en ninguna ley, los pasajeros decidieron (el pueblo unido jamás será vencido), saltarse la vigilancia y entrar en tropel al Aeropuerto a recoger sus maletas y chao. Pero eso a Porras le pareció feísimo y en su cuenta de Twitter les dedicó un rosario de insultos y comentarios denigrantes a los viajeros, como si el tremendo negocio del laboratorio Casalab 2020 -encargado de hacer y cobrar la prueba- fuese suyo. Negocio que, por la medida chiquita, generará casi 700 mil dólares mensuales a los afortunados socios de esa empresa que nadie conoce.
“Que estos HDP (hijos de puta) hagan eso en el aeropuerto de Miami a ver cómo les va”, fue su comentario inicial cuando vio el video con los cientos de pasajeros rebasando las medidas de seguridad y siguiendo de largo.
Eso escribe el mismo ex funcionario Porras que en 2011 aseguró en la ONU que “Venezuela es un estado social de Derecho y de Justicia” y que muestra en su currículum que “Ha negociado líneas de crédito para Venezuela con China y Rusia”. El mismo que manejó el Fondo Soberano de Fomento y el Banco de Desarrollo de Venezuela, el que ha apoyado acuerdos comerciales de petróleo entre la República Bolivariana de Venezuela y países latinoamericanos y se dice experto en política latinoamericana, geopolítica latinoamericana e integración latinoamericana. Sin embargo, con todo este andamiaje público, Porras escribe lo siguiente sobre el zaperoco en Maiquetía: “El punto es que solo en Venezuela se arma un motín en un aeropuerto internacional y no termina todo el mundo detenido o deportado… y para colmo se lo aplauden”. Es decir, que los han debido meter presos a todos según su dilatada experticia en política latinoamericana y bla, bla, bla.
Socio de una exitosa empresa de capital de riesgo fundada en 2018 –Raiven Capital-, Temir Porras vive tranquilamente en Uruguay como representante de la firma, país donde seguramente disfruta lo que ningún venezolano puede: Bajos niveles de desigualdad, pobreza y corrupción, uno de los PIB per cápita más altos de América del Sur y una clase media en desarrollo respaldada por una sólida estabilidad política y económica. Y, desde ese paraíso particular, se siente con derecho a enjuiciar a los venezolanos que sufrimos la tragedia del Gobierno que él apoyó durante años y le permitió, cabe suponer, conectarse con los grandes capitales e inversionistas con los que ahora hace dinero a través de la empresa transnacional que representa en Uruguay.
Quizás aburrido por tanto bienestar, Porras se divirtió no sólo agrediendo a los viajeros sino que se lanzó a discutir con quienes le criticaron sus lamentables argumentos:
“El discurso de la clase media mayamera: El problema en Venezuela es que todo es gratis. Que cada quien pague lo suyo, y ya verás como todo se arregla”, respondía sin vergüenza alguna.
“Los actos de la clase media mayamera… Simplemente les invito a que les entren a patadas a todo lo que les parezca ilógico en cualquier otro aeropuerto internacional, a ver cómo les va”.
Y para enlodar aún más su punto de vista, se puso como ejemplo. El de un hombre que viaja mucho obviamente y para lo cual se debe tener mucho dinero, algo que la “clase media mayamera” venezolana no tiene y por eso se enfurecieron ante el abuso de obligarlos a pagar una prueba sin que ninguna ley describiera eso como un deber:
“Yo he tenido que hacer: PCR pagada entrando a un país (100 dólares) + 1 semana de cuarentena + otra PCR pagada (100 dólares más) para salir de la cuarentena, porque si no son 2 semanas”, se defendió, olvidando que en Venezuela hay familias que viven con 200 dólares mensuales, una cifra menor para su trajín diario si consideramos que la empresa donde es socio, Raiven Capital, recientemente anunció que “superó su primer objetivo de cierre anual de 25 millones de dólares, con un objetivo final de 100 millones de dólares”.
Pero cuando le señalaban en las redes que esa prueba debería ser gratuita, el bien alimentado Porras volvía con su criterio represivo y grosero:
“Que ahora se pague podrá no gustarme, o sí. ¿Qué tiene que ver eso con que estos energúmenos decidan que ingresan al país a los golpes y como les dé la gana?”.
Indignado porque los venezolanos entraron a patadas a Maiquetía, a Porras se le olvidó el pequeño detalle de que él apoyó a un hombre que le entró a balazos a Miraflores y La Casona, lo que dejó más de 200 muertos en su haber. Que fue funcionario de Hugo Chávez y Nicolás Maduro -hasta que este último prescindió de sus servicios-, y en todos esos años no abrió la boca para criticar la represión desatada por ambos contra los opositores, ni los gases del bueno que ordenaba Chávez contra los estudiantes, ni los asesinados en las protestas y tampoco le movió la sensibilidad que Chávez ordenara a los militares que le entraran a patadas a las empresas, fábricas y fincas para expropiarlas y después destruirlas. Olvidó también a los presos de Jorge Giordani, los inversionistas que como Porras se dedicaban a trabajar con el capital de otro, algo legítimo por cierto. Pero su gobierno los encarceló, les invadió las oficinas, se apropiaron de sus obras de arte y demás pertenencias, para descubrir años más tarde que, ¡Ups!, estaban equivocados. Desde su exilio dorado, el ex funcionario Porras esconde que el país está en bancarrota gracias a él y a miles como él. Y que si alguien quisiera fundar en Venezuela una empresa de Capital de Riesgo, cualquier economista serio le soltaría la carcajada en la cara.
Porras prefiere enterrar en Uruguay ese incómodo pasado y opta por hacerse el enfant terrible: “Supongo que cada vez que no te gusta la política migratoria de un país, acostumbras entrar a patadas por el aeropuerto internacional y sales en libertad” (…) Cuando regresen a Miami, sugiéreles, si la cola de inmigración les parece muy larga o si los mandan para el cuartico, que intenten el mismo método de entrar a golpes a los Estados Unidos. A ver qué tal les va” (…) “Sugiérele lo mismo a los solicitantes de asilo en la frontera de Texas, como método de protesta ante el guiso que tiene el contratista del DHS que opera el centro de retención. Estoy seguro que les irá de maravilla”, escribió también.
-A usted se le olvida que a la “clase política mayamera” la sustituyó la oligarquía chavista que desangró al país y prefiere vivir en Madrid-, le escribí.
Y su respuesta, lejos de criticar a los cientos de corruptos que han hundido al país y viven en Europa, fue:
-Por Madrid, le puede preguntar a Leopoldo López, a Lilian Tintori o, más cerquita, en… ¡Konzapata!
Eso sí. Lo único que parece haber mantenido intacto es el estilacho cursi que siempre ha acompañado a los poderosos al momento de dirigirse a quien les permitió saborear las mieles del Miraflores: “5 de marzo. 8 años, y el mismo intenso dolor en el pecho. Descansa en Poder ¡Chávez!”, escribió dándoselas de poeta.