“Hermanos deportistas de América: invocando la Grecia inmortal, cuya ática llama, desde la cual tres mil años nos contemplan, comenzará una justa de caballeros. Que cada uno sepa ganar y perder con honor. Con ello, declaro abiertos los Primeros Juegos Deportivos Panamericanos”.
Con estas palabras el general Juan Domingo Perón, presidente de Argentina, inauguraba en la noche del 25 de febrero de 1951 los Primeros Juegos Panamericanos de la historia. Antes del discurso del general habían desfilado ya por el gramado del recién inaugurado Estadio Presidente Perón -hogar del Racing Club– 2.513 atletas de diecinueve países prestos a batirse en veinte disciplinas deportivas. Aquella noche marcó un hito en el desarrollo del deporte en el Continente, pero también, la organización de aquellos juegos significaba un triunfo para el flamante mandatario austral que quería mostrar al mundo lo que llamó “la nueva Argentina”. Sin embargo, la historia que llevó estos juegos al cono sur se remonta mucho antes de que Perón apareciera en la vida pública del país sureño.
Veinticinco años atrás, en 1926, se realizaron en México los Primeros Juegos Centroamericanos y del Caribe. En la justa participaron solo tres países –Cuba, Guatemala y México-, pero la experiencia disparó la chispa que puso al Continente a soñar con la organización de unos juegos que reuniera las distintas banderas desde la Argentina hasta Canadá. Ya el entonces presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Henri de Baillet-Latour, venía animando la creación de comités deportivos continentales, por lo que la idea que había surgido en México estaba en sintonía con el incipiente discurso que desde el COI se empezaba a escuchar.
Seis años más tarde, en el marco de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1932, se produjeron una serie de reuniones informales en las que distintos delegados y atletas de la región conversaron sobre la posibilidad de crear una instancia que reuniera a los comités deportivos de los países del Continente. Cuatro años después, durante las Olimpíadas de 1936 albergadas en Berlín por “der Führer” Adolf Hitler, la propuesta se retoma y se decide dar los pasos para concretar la organización de unos juegos deportivos panamericanos. De inmediato Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico de los Estados Unidos, inició la tarea de conformar federaciones deportivas panamericanas por deporte.
El año siguiente, y a propósito de la celebración de la Feria y Exposición de 1937 en Dallas, Texas, se organizó un encuentro deportivo alrededor de las disciplinas de atletismo y futbol en la que participaron 10 países –Argentina, Brasil, Canadá, Cuba, Colombia, Chile, Perú, Uruguay, Venezuela y EE.UU.– y a cuya inauguración, con desfile y banderas, acudieron alrededor de veintitrés mil espectadores. En medio de tal euforia se decidió realizar el primer Congreso Deportivo Panamericano que terminó concretándose, en 1940, en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, y a la que asistieron dieciséis países. El fruto de la reunión fue la conformación de la Organización Deportiva Panamericana, cuya función sería organizar cada 4 años los juegos panamericanos, empezando en 1942 con la anfitriona del Congreso, la ciudad de Buenos Aires, como sede inaugural.
Sin embargo, la guerra que la Alemania nazi había iniciado en Europa el año anterior tomó fuerza y pronto se convirtió en un conflicto de escala mundial y la organización de los juegos tuvo que ser suspendida. Una vez finalizada la guerra se organizaron las Olimpíadas de Londres 1948 y, luego de la ceremonia de clausura, las delegaciones de América aprovecharon el pasaje y se reunieron en la capital inglesa para realizar el segundo Congreso Deportivo Panamericano. La nueva fecha para la justa continental fue establecida para 1951 y se respetó además la condición de Buenos Aires como sede inaugural.
Fue así como finalmente, y al ritmo del bandoneón, el domingo 25 de febrero de 1951 el atleta heleno Juan Sossidis encendió el pebetero con la llama que había nacido en Grecia y que horas antes aterrizó en Buenos Aires. Esa noche, por primera vez en la historia de juegos entre naciones, se utilizaron fuegos artificiales para adornar la ceremonia inaugural. Las competencias empezaron dos días después debido a que la organización había previsto que el lunes 26 sirviera de descanso para los atletas.
Y como aquí hablamos de béisbol, pues ya se imaginarán que el deporte de las cuatro esquinas estaba incluido entre las disciplinas de los Panamericanos y que Venezuela sería parte de los protagonistas. Los otros países en tomar parte en el torneo fueron Brasil, Colombia, Cuba, Estados Unidos, México, Nicaragua y, por supuesto, el anfitrión Argentina.
Puede sonar extraño eso de jugar béisbol en la tierra de Kempes, Maradona y Messi, y que además debas enfrentar a su selección, así como a la de la tierra de Pelé, Zico, Ronaldo y Neymar. Sin embargo, Argentina tiene una larga historia en lo que a la pelota de costuras se refiere. De hecho, el primer juego de béisbol del que se tiene registro en tierras gauchas se remonta a 1889, cuando en Rosario se enfrentaron las novenas de Rosario Athletic Club y el que se cree fue el primer equipo de pelota del país, el Buenos Aires Baseball Club. En 1925 se fundó la Asociación Argentina de Béisbol que ha evolucionado hasta lo que es hoy la Liga Argentina de Béisbol, desde donde hasta el presente cinco peloteros han logrado escalar hasta las menores del sistema de las Grandes Ligas. Como dato curioso, un año antes de los Panamericanos del ‘51 se fundó en Argentina el Venezuela Béisbol Club, integrado por venezolanos residentes en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. La historia de equipos que nacen en Argentina por iniciativa de nacidos en nuestras tierras se ha repetido en el tiempo, como por ejemplo la divisa Criollos de Venezuela, activo en el país austral desde 2013. Así que, si algún día se encuentra paseando por los alrededores de la Embajada americana en Buenos Aires, al cruzar la calle seguramente verá a unos muchachos practicando béisbol, acérquese y hable venezolano un rato, entre chéveres y na’guarás.
Por su parte, los cariocas cuentan ya con cinco jugadores que han alcanzado la gran carpa en los Estados Unidos. El primero en debutar en el norte fue Yan Gomes en 2012 con los Azulejos de Toronto; seguido por André Rienzo, Paulo Orlando, Thyago Vieira y Luiz Gohara. Gomes y Orlando han sido además campeones de la Serie Mundial con Washington (2019) y Kansas City (2015), respectivamente. En nuestra pelota también ha desfilado el talento brasileño. Paulo Orlando, por ejemplo, es ya un nombre familiar para los fanáticos de Cardenales de Lara quienes lo vieron defender los colores de la divisa desde 2012 hasta 2019. Y fue precisamente el 9 de diciembre de ese año 2019 cuando los fanáticos en la ciudad de Maracay presenciaron un juego histórico de la liga profesional en el que se enfrentaron dos lanzadores cariocas en rol abridor: Tiago Da Silva por los Tigres, y Murilo Gouvea por los Tiburones de La Guaira.
El béisbol panamericano en 1951 empezó con el favoritismo de Cuba y los Estados Unidos. También, aunque no favoritos, se habían creado grandes expectativas en la actuación de las selecciones de México, Nicaragua y Venezuela. Sin embargo, los nuestros solo pudieron alcanzar un quinto lugar compartido con la novena de Nicaragua. Al parecer los criollos decepcionaron a la prensa argentina. En una reseña de un medio impreso oficial se pueden leer frases de admiración hacia las demás selecciones excepto la venezolana, de la que quedó claro que esperaban mucho más de lo que vieron. Los campeones del torneo fueron los cubanos que solo perdieron un juego ante los bates venezolanos. Sin embargo, cuando en los medios se escribió sobre aquella victoria, la crítica a la selección criolla fue directa.
“Cuba se anotó seis victorias de los siete partidos que disputó. Venezuela, que defraudó en buena proporción, fue el único equipo ganador del campeón”. Pana, le ganamos al campeón…
Otra reseña dice así: “Venezuela, quinto, defraudo en apreciable proporción, puesto que en las previsiones y en su propósito, otra era la posición a ocupar. Exhibió Venezuela aptitud, pero que solo ante Cuba se mostró íntegra y coordinada”.
Bueno, a mí no me gusta como redactaban ustedes.
Ya en serio, queda claro que el nombre de Venezuela gozaba de prestigio cuando se hablaba de béisbol en el sur del Continente y los gauchos, sin lugar a duda, esperaban ver más. La selección nacional estaba conformada en su totalidad por jugadores de los mejores equipos de doble AA del país como lo eran Cartografía Nacional, Vargas y O.S.P. Y aunque acudieron figuras como Pompeyo Davalillo -que estaba a veinte meses de debutar en el profesional y de convertirse en novato del año, y a veinticinco de convertirse en el cuarto venezolano en llegar a las Grandes Ligas-, Israel Arredondo y Blas Rodríguez, algunos nombres importantes que luego tuvieron carreras destacadas en la liga profesional venezolana no formaron parte del roster de la selección.
Los Estados Unidos, por su parte, no se molestaron en conformar una selección amateur y enviaron a la justa a un equipo universitario, el de la Wake Forest University. Aun así, los gringos estuvieron cerca de coronarse. Los norteamericanos llegaron a la fecha final del torneo empatados con Cuba con cinco victorias y un solo revés que le había propinado Nicaragua. El juego final resultó todo para los cubanos que al caer el out veintisiete se habían impuesto ocho por una ante una nutrida concurrencia que alcanzó las ocho mil personas. El promedio de asistentes por juego en el resto de los encuentros fue la impresionante cifra de cuatro mil espectadores.
Venezuela obtuvo victorias ante Argentina 31 por 0 -los gauchos se desquitaron luego en la cancha de futbol derrotando cinco por cero a la Vinotinto-; ante Brasil 22 por 1, ante Colombia 7 por 2, y ante Cuba 4 por 3 en un encuentro que se prolongó por catorce largas entradas. La selección nacional cayó derrotada en tres desafíos ante Nicaragua 6 por 8, México 1 por 8, y los Estados Unidos 5 por 8.
La noticia no causó mayor impacto en el país. En aquellos años el béisbol profesional captaba toda la atención y, para empeorar las cosas a los amateurs, los acontecimientos alrededor de los Juegos Panamericanos en Buenos Aires coincidieron con la celebración de la primera Serie del Caribe en nuestras tierras. No hace falta decir qué evento concentró la atención.
Así, sin pena ni gloria, Venezuela cumplió con su primera participación en el béisbol Panamericano, competencia que, al igual que los Estados Unidos, República Dominicana y Puerto Rico, ha ganado en una sola ocasión (Chicago 1959). El rey de la justa es Cuba, que la ha ganado doce de las diecinueve ediciones que hasta la fecha se han disputado, seguidos de lejos por Canadá que ha obtenido el título en dos oportunidades. El rey de la plata son los norteamericanos que han terminado subcampeones en once ocasiones, ocho de ellas detrás de los cubanos.
La llama de los Primeros Juegos Panamericanos se extinguió el 9 de marzo luego del discurso de clausura a cargo de la primera dama Eva Perón, demostrando una vez más que los hombres podremos hablar primero, pero las mujeres siempre tienen la última palabra.