En la aldea
23 abril 2024

Milagros Mata Gil, novelista, ensayista e investigadora en el área de literatura venezolana y, desde 2011, es miembro correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua.

Milagros Mata Gil:

“Fui detenida por una venganza personal de Tarek Saab”

La escritora Milagros Mata Gil llevada al tribunal por haber reseñado los excesos de una fiesta en medio de la pandemia, narra los pormenores de su experiencia con el CONAS y habla de una nueva amenaza que ha recibido, un intento de intimidación que ella alude como “fatwa”.

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Milagros Socorro | 03 mayo 2021

Al mediodía del miércoles 31 de marzo, la escritora Milagros Mata Gil regresó a su casa en El Tigre, estado Anzoátegui, «cuna», dice ella, «del fiscal Saab…». La autora alude a una jueza porque ese día, que había empezado como cualquiera, con un par de horas de escritura y una diligencia fuera de casa, terminaría con sus huesos en un calabozo.

-Cuando llegué -sigue Mata Gil– los vecinos, alarmados, me informaron de que había llegado una comisión del CONAS, cinco hombres profusamente armados, buscándome. Como no sabían mi dirección exacta, habían preguntado a la jefa de calle. Traté de indagar por qué me buscaban, en ese momento no tenía idea de por qué lo hacían. En previsión de que volverían, me bañé y publiqué en las redes lo que estaba pasando. A los pocos minutos, recibí la llamada de Jorge Márquez, quien me dijo que debía presentarme sin esperar a que me buscaran y que él me acompañaría como abogado. Otros amigos lo desaconsejaron, pero no soy persona de andar escondiéndose.

La buscaban por haber escrito una crónica acerca de una doble boda en Puerto La Cruz, en cuya realización los anfitriones habían botado la casa por la ventana, en plena pandemia y con la alegre asistencia del fiscal Saab.

Dos escritores de 70 años ante un comando vestido de negro

«Llegamos a la sede del CONAS, donde ya estaba mi amigo el poeta Juan Manuel Muñoz, conocido como ‘Moriche’, a quien habían ido a sacar de su casa. Imagina el asunto: dos personas de 70 años frente a una amenaza de hombres vestidos de negro (de paso, sin tapabocas). El teniente que nos recibió se sorprendió de que me presentara y hasta se avergonzó. Algunos opinan que le habían dado orden de no maltratarnos. A cada rato insistía en que no estaban violando nuestro derecho y en que nos estaban tratando bien. Nos habló de la Ley contra el odio y bla, bla, bla. Desde un principio le hice saber que tenían que ponerse el tapabocas. Llegó el fiscal Jairo Gil y habló con Márquez, nuestro abogado. Después, creo que por su petición, nos llevaron a una especie de calabozo, con un hombre armado con pistola y escopeta doble sentado en la puerta. Ahora, rememorándolo, siento una gran angustia».

«Al lado del calabozo estaban cuatro personas acusadas de un secuestro o un intento de. A nosotros, por la tal Ley contra el odio, nos había detenido el Grupo Antiextorsión y Secuestros… Estuvimos en ese calabozo hasta las 6 y media. Creo que no sabían qué hacer con nosotros. Yo animaba a ‘Moriche’, pues lo veía muy afectado. Yo tenía miedo, pero mi naturaleza femenina me impulsaba a la protección. La casa donde está la sede del CONAS es un town house muy bello y no hay descuido. Me cuentan que le fue expropiada o incautada a un pran. Como a las 7, no sé, porque sin celular había perdido la noción del tiempo, nos cambiaron de lugar y vinieron a hablar con nosotros los jefes de allí. El principal era un hombre relativamente joven y bastante musculoso. A cara descubierta nos dijo que les daba vergüenza y molestia vernos en esa situación “por una orden de arriba”, que ese cuerpo estaba allí para perseguir verdaderos delincuentes y no para acosar a gente que pensara diferente. Lo respaldaban los otros jefes y algunos agentes. Llegó el abogado con unas colchonetas y sábanas. También llegó mi hijo Jacobo, con mis medicamentos y el tensiómetro. Como era de esperar, yo tenía la tensión arterial alta, pero Muñoz la tenía altísima (en 220/95). Ante este peligro, el abogado fue a buscar al doctor Bárbaro Giraldo, quien nos medicó a ambos. Yo llevaba rato solicitando una ambulancia de Protección Civil, sin resultado».

Las redes hervían

Por el abogado se enteraron de que había orden de presentarlos ante el tribunal el lunes y tenerlos hasta el miércoles, porque, dadas las edades de los escritores detenidos, era imposible retenerlos más tiempo. «Así que, siendo 31 de marzo y Semana Santa… Saca la cuenta. Me permitieron usar mi celular, ya prisionero, para enviar tres mensajes: a mi hija, a mi vecina, para que alimentara a mis gatos, y a mi socio. Se nos acercó de nuevo el comandante y me dijo que yo dormiría en la habitación que él tenía asignada, con baño incorporado. Le pedí que pusieran a Muñoz en una habitación también, ya que me preocupaba su salud. Le habían dado un tranquilizante y estaba casi dormido. Mi solicitud fue aceptada, así que dormimos en una habitación de bellos closets, con baño, pero austeramente monacal. O cuartelaria».

-Nos sorprendió -continúa la novelista– que, a las 7 de la mañana, un funcionario subiera para decirnos que nos presentarían ese día porque las redes sociales estaban ardientes y el Fiscal quería “salir rápido de ese lío”. Nos dieron café y prometieron devolvernos nuestras cédulas y celulares tan pronto el fiscal lo autorizara. Es decir, si no nos imputaban. Luego nos sacaron en un carro particular, acompañados de tres hombres armados. No nos esposaron, pero nos hicieron ver que debían hacerlo.

«Tiemblo y siento náuseas»

Al narrar los detalles de su detención, Milagros Mata Gil dice que vuelve a sentir el miedo, la angustia, la tensión, que había venido enmascarando hasta este día, jueves 29 de abril, cuando habla de esto por primera vez. «Tiemblo y siento náuseas», explica.

-Era tan temprano que, al llegar al tribunal aún no estaban los guardias, alguaciles y otros funcionarios. Nos llevaron a una tenebrosa sala tipo celda de película, con gruesas rejas, aunque a nosotros nos dejaron en los bancos de la antesala. Había un alguacil parlanchín con el que compartimos el abundante desayuno, pues amigos y familiares nos hicieron llegar hasta 15 viandas de comida. Estuvimos allí un rato. Luego nos subieron al piso del tribunal y el abogado Márquez, junto con Geber Leotaud, otro abogado sumado a la defensa, nos explicó que el fiscal iba a pedir medidas cautelares (presentación, prohibición de dar declaraciones, de mencionar la fiesta y al fiscal de Maduro, durante seis meses), que él pediría nuestra libertad plena, pero que no la darían para no dejar en ridículo al personaje que había provocado aquella situación.

“El régimen de presentación es una manera de hacernos sentir prisioneros, aunque no estemos en un calabozo”

Milagros Mata Gil

Fueron conducidos a la sala dirigida por la jueza Carolina Mansour. «Esta señora es hija de árabes y tiene estrechos lazos que la unen al Fiscal. Mientras se presentaba el caso, ella no cesaba de mirar el celular. No se tomaba la molestia de escuchar, deduzco que porque la decisión ya había sido tomada: durante seis meses, debíamos “presentarnos” al tribunal y no podíamos hablar del asunto. Al salir, una nube de periodistas, así como amigos y parientes, nos rodearon. Ahí me enteré de que yo era tendencia en las redes sociales. Fuimos al CONAS para retirar las cédulas. Decidimos dejar las colchonetas. Y nos fuimos a nuestras casas.

-¿Les devolvieron los teléfonos?

-No. La retención de mi teléfono me ha causado grandes inconvenientes. Es mi herramienta para leer y, eventualmente, escribir. Al incautarme el celular, desestabilizaron mi mundo y así me desequilibraron. Eso lo fui entendiendo poco a poco. Quitarnos el celular es una manera de aplicar la violencia y la represión. Igualmente, el régimen de presentación es una manera de hacernos sentir prisioneros, aunque no estemos en un calabozo. Es otra violencia, basada en la incertidumbre y la angustia, que se extiende hacia la familia y los amigos. Nuestra vida ha cambiado para empeorar su calidad. Las amenazas contra mi vida signan a mis allegados, que no ven sino el peligro si sigo practicando mi cotidianidad.

-¿Los despojaron de sus celulares al llegar a la sede del CONAS?

-Cuando llegué, un funcionario quiso quitarme el celular a la fuerza, porque no quería que yo “informara a las redes”, como en efecto hice. No buscaba protagonismo sino protección ante un cuerpo que tiene la fama de hacer desaparecer a la gente. Me enfrenté a ese funcionario, pero reconozco que no insistió. Igual me lo quitaron luego, pero tranquilamente. Ellos creen que tener mis celulares, tratar de hackear las cuentas de los allegados (por ejemplo, a mi socio, el Chino Álvarez, intentaron crearle un perfil en Telegram e intentaron también penetrar su muro de Facebook). Ellos creen, repito, que así me intimidan y me controlan. Mientras, sufren mi salud y mi economía. Eso me parece venganza. Y personal. Es un tipo de venganza retorcida: se trataba de exponerme al público desprecio y, literalmente, joderme la vida. Pero no calcularon las repercusiones, ni el respaldo de la gente, de los conciudadanos y los vecinos. Cuando regresé a mi casa, me prepararon un cuajao de pescado como almuerzo de bienvenida.

-¿Ese “recibimiento”, tras ser detenida por el régimen, fue generalizado?

-No. Me ha impresionado el miedo: muchas personas me eliminaron de sus contactos o se salieron de mis grupos. Algunos me llamaron para apoyarme, casi clandestinamente.

-¿Por qué has decidido dar una entrevista, ¿ya no pesan sobre ti prohibiciones de hablar de tu caso?

-Sí, claro que todavía tengo esa prohibición. Desde un tribunal espurio y por una “ley contra el odio”, sancionada por un ente ilegítimo como fue la “asamblea constituyente”, se me ha impuesto explícitamente no hablar de la fiesta, del fiscal de Maduro, de los árabes en general y del caso. Sin embargo, me rebelo ante esa limitación de nuestra libertad de expresión, pues afecta por igual y globalmente a escritores, periodistas y ciudadanos.

-Hay divergencias acerca de la autoría del texto que “molestó” al fiscal de Maduro. ¿Lo escribiste tú o te limitaste a ponerlo en un chat?

-Yo lo escribí. Era una manera de denunciar la enorme irresponsabilidad de convocar, violando incluso las decisiones de Maduro al respecto, una fiesta de más de mil personas, entre invitados y personal de servicio, violando todas las normativas de bioseguridad en pandemia y, como consecuencia, contribuyendo al colapso del sistema de salud. En un momento determinado, los abogados me recomendaron que dijera que no era mi texto, que no estaba firmado. Pero era mi estilo y lo publiqué en mi muro de Facebook y en un grupo de WhatsApp.

-¿Cómo obtuviste los datos para escribir ese texto, con tantos detalles?

Tamara Sujú publicó varios tuits y por curiosidad busqué en las redes: fotos y videos de la fiesta abundan. Esto es un pueblo. La gente se conoce. En dos de las clínicas de El Tigre han tratado casos graves de invitados a la fiesta. El padre de una de las novias murió. Hay contagio de gente del personal de los establecimientos comerciales cuyos dueños estuvieron de invitados.

-¿Has recibido otras amenazas o intentos de intimidación relacionadas con el caso de la coronaboda?

-Hace unos seis meses, publiqué una entrevista que hice a un chavista que me pidió omitiera su nombre. En aquel momento, unos funcionarios del Sebin se presentaron en mi casa a las 8:00pm para pedirme que les dijera el nombre del entrevistado, a lo cual, por supuesto, me negué. Me citaron para el siguiente día. No fui. Y luego el jefe de esa gente dijo que no sabía nada del asunto. Entre 2002 y 2005 estuve muy perseguida y amenazada por lo que publiqué en ese lapso. Ahora, además de la intimidación que implica estar limitada y con régimen de presentación, he tenido algunas otras: la “jefa” de mi calle me preguntó, con falsa amabilidad, cómo podía yo salir si “tenía casa por cárcel”. Y, recientemente, un miembro de la comunidad árabe me pidió que saliera de El Tigre unas semanas mientras ellos “arreglaban” el caso de unos jóvenes que se habían juramentado para matarme… En El Tigre hay un grupo radical que protagonizó hace unos meses un caso de suicidios colectivos.

-Has mencionado que la detención de que fueron objeto ustedes tiene visos de venganza personal de Tarek Saab. ¿Es así?

-Tarek ha tenido grandes divergencias con mi compañero de infortunio, Juan Manuel Muñoz, quien es un muy activo político local. Y a mí me reprocha no solo mi posición ante la dictadura sino mis comentarios sobre su “obra”. Muchos me han dicho que es vengativo y quizás por eso ha convencido a algunos jóvenes de El Tigre a tomar una venganza, una fatwa. Alá Akbar, ya se sabe. Todo eso: la incautación de mis equipos de trabajo, la tensión sufrida y continuada y, ahora, esta nueva amenaza, van más allá de lo judicial. Es una venganza personal. Vindicta.

“Nuestra vida ha cambiado para empeorar su calidad. Las amenazas contra mi vida signan a mis allegados, que no ven sino el peligro si sigo practicando mi cotidianidad”

Milagros Mata Gil

-¿Cómo ha sido tu relación con Tarek Saab?, ¿fueron o son amigos?, ¿han tenido afinidad creativa?

-Cuando yo dirigía los espacios culturales del Diario Antorcha, en los años ‘80, Tarek Saab llevó unos poemas incipientes y yo los publiqué, fiel a mi íntimo impulso de estimular la creatividad literaria. Hasta 1998, más o menos, mantuve cierta amistad más con su padre, Nemer, su madre, Alía, y sus otros hermanos. Esa relación se interrumpió a partir de la llegada de los chavistas al poder, sin que ello implicara enemistad. A medida que pesaba en él más la sensación de poder y su obra se volvía intrascendente, nos fuimos distanciando. Desde 2017, ante los abusos y asesinatos cometidos en aquella fase de la resistencia, nos colocamos en franca divergencia política, cultural y personal.

-¿Cómo es tu estado de salud?, ¿cómo evolucionaste en las semanas siguientes a tu detención?

-He resentido la inestabilidad. Estuve unos días en casa de mi hijo Jacobo y ahora estoy en casa de la familia de mi socio, el Chino Álvarez, bajo su cuidado y protección. En enero, sufrí una operación para implantar un marcapasos. He tenido repetidos ataques de pánico. Estoy bajo medicación… necesaria y muy costosa.

-¿Tienes la idea de escribir ficción a partir de esta experiencia?

-No. Publiqué un ensayo del año pasado, La Libertad como Utopía. Y quiero abundar sobre el tema. Pero no se sabe. No creo que Saab merezca la inmortalidad de la literatura. Pero no se sabe, tampoco.

-¿Qué estás escribiendo ahora?, ¿en qué proyectos estás trabajando?

-Estoy muy comprometida con la naciente Editorial Ítaca. Nos hemos propuesto publicar y difundir escritores y periodistas que no tienen muchas opciones en otras plataformas, aunque son personas talentosas. Igualmente, estamos creando una fundación para apoyar y, a la larga, proteger a escritores. La Fundación Ítaca aspira a recibir el apoyo de instituciones europeas, por ejemplo. Uno, no obstante, no puede dejar de escribir. Trabajo en un ensayo-reportaje largo sobre las injusticias de la justicia. Y termino una novela que transcurre en tiempos de pandemia, titulada temporalmente “Lentitud”. Quiero revisar mi novela “El Acoso”. Iba a publicarla y no me gustó. Es un caso de acoso por sms. Un pastor evangélico comienza a enviar mensajes sugerentes a una feligresa y, cuando es descubierto la acusa a ella. La Iglesia lo protege y castiga a la mujer. La Letra Escarlata otra vez. O Calvino contra Castalio.

-¿Qué había en tu teléfono? Por qué se han tardado tanto en devolvértelo.

-Lo usual. Nada comprometedor en ningún sentido. Lo han estado usando, pues el 19 de abril “me salí” de un grupo de WhatsApp… Yo cambié mis claves bancarias y de correo, pero he recibido aviso de Google de intentos de entradas ilegales. Creo que se han tardado en devolvérmelo como una manera de la venganza.

-¿Algún escritor o intelectual afín al régimen se ha solidarizado aunque sea en privado?

-No. Mi abogado recibió numerosas llamadas de solidaridad, entre las cuales cabe destacar las del Secretario Nacional del Colegio de Periodistas; la Alta Comisionada de la ONU, Michelle Bachelet; representantes de la SIP; del Foro Penal; la Universidad Nacional Experimental de Guayana y las Academias.

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