El primer editor que tuve en esto de escribir notas de opinión, en el inolvidable Economía Hoy, fue Hugo Prieto, el periodista más periodista que he conocido. Quienes trabajan o han trabajado en los medios impresos lo saben porque el hombre es, con sobrados méritos, una leyenda. De manera inexplicable, dado que ocupamos puntos cardinales opuestos en casi todo, llegamos a ser amigos y es uno de mis afectos más genuinos. Con él fueron muchos los desencuentros, y de cada uno de ellos obtuve una lección gratis del oficio de escribir notas periodísticas.
La anécdota que más recuerdo fue cuando me presenté en la redacción con una nota de tres mil setecientos caracteres. Al mirarla en su computadora me dijo: “Te pasaste de tu espacio por doscientos caracteres”. Argumenté que quizás eso no era un problema para la diagramación y que esos doscientos caracteres no sobraban, eran cruciales para la calidad de la nota. “Mira, Suniaga, ¿tú sabías que Umberto Eco escribe una nota semanal para Il Corriere della Sera?”Ante mi respuesta negativa, me explicó: “Sí, tiene una columna fija de tres mil quinientos caracteres. Te invito a que los cuentes, siempre escribe, exactos, tres mil quinientos caracteres. Ahora te pregunto: ¿Si Umberto Eco cumple fielmente con su límite de caracteres, por qué no vas a cumplir tú?”. No answer.
Pero donde Prieto era de verdad cortante y sarcástico era con los plazos de entrega. Si no entregabas el día y hora señalados, rellenaba tu espacio con otro material “frío” de los que los editores siempre tenían en la gaveta. No había excusas que valieran, mucho menos mentiras porque Hugo Prieto se las sabía todas. “Tú no tienes idea de las cosas que un articulista puede llegar a inventar para justificar no haber escrito su nota”, me comentó una vez. Lo mejor que uno podía hacer era decir, de la manera más franca que no había escrito la nota. En esos casos solía ser más piadoso.
Los tiempos han cambiado y ya la tecnología se ocupó de que el espacio no sea un problema tan rígido. En los diarios digitales excederse en la extensión no es realmente una falta grave e irremediable del escritor. Lo que sí continúa siendo un problema es la entrega dentro del lapso. Para superar esa exigencia lo que a mí mejor me ha resultado es bloquear el tiempo de escribir las notas y no dedicarlo a otra actividad.
En mi caso, los lunes en la tarde, hago un borrador grueso con las ideas que me propongo desarrollar. El martes en la mañana corrijo y escribo la nota definitiva, y antes del mediodía la envío a mi editor en este portal. A veces me excedo en el tiempo, pero eso es inevitable porque, si uno vive en Margarita, siempre se presentan inconvenientes tales que ni Vargas Llosa podría cumplir fielmente con los lapsos. Juro que no miento.
Ese es precisamente el motivo de mi carta al editor. Quiero decirle que el día lunes a las tres de la tarde, justo cuando me disponía a escribir cortaron la luz, y con ella perdí el Internet. Aunque no era la hora que le correspondía a mi zona, según el programa de cortes eléctricos diarios de cuatro horas que publica Corpoelec, supuse que a las siete de la noche volvería y decidí esperar. Pero no vino sino a las nueve. El corte fue de seis horas porque una torre del cable que trae la energía eléctrica de Guri colapsó. Lo peor, los cortes serán ahora de seis horas por seis horas, vale decir doce horas diarias sin luz hasta que reparen la falla, que nadie sabe cuándo será.
Cumpliendo con el programa, a las tres de la mañana la volvieron a cortar y la restablecieron a las nueve. Por eso quise aprovechar este tiempo y escribir rapidito esta carta explicándole por qué mi nota no fue la que me proponía y por qué tampoco llegó a tiempo.
Por cierto, por ahí y que vienen unos miles de turistas rusos a compartir con nosotros las bondades de la tierra margariteña, que son muchas a pesar de todo, y del socialismo de Chávez y Maduro que les hará recordar los tiempos de Stalin. Los margariteños, que el pendejo lo tienen lejos, saben ya de dónde va a venir la luz para alumbrarlos: del poquitico que todavía nos ponen (o quizás mejor decir “colocan”, para estar a tono con el lenguaje de estos tiempos.