El pasado sábado 18 de septiembre, se celebró la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que reunió a 17 representantes de los países miembros (de 33 que la conforman) con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, como anfitrión.
Seguramente, al menos para los venezolanos y cubanos, más que los puntos abordados en esa Cumbre lo que más recordamos son las palabras de los presidentes de Ecuador, Uruguay y Paraguay. El primero habló, teniendo al lado al dictador cubano, sobre la importancia de la democracia, la libertad y las elecciones libres; el segundo dijo que su participación en la reunión de la CELAC no significaba que reconociera al mandato de Nicolás Maduro; y el tercero argumentó claramente sobre la situación de derechos humanos en Venezuela, Nicaragua y Cuba, e incluso recitó un verso de la canción “Patria y Vida”.
Sin embargo, a pesar de esas voces que son hoy día la representación de la democracia latinoamericana, la “vuelta” de la CELAC no queda en esta cumbre ni tampoco en el enfrentamiento verbal entre Luis Lacalle Pou y Miguel Díaz-Canel, no. El reimpulso de este mecanismo no debe verse como algo efímero o poco importante. Es realmente una amenaza muy grande para Latinoamérica y es un golpe en la lucha democrática de los venezolanos, tomando en cuenta que Maduro, después de mucho tiempo vuelve a salir del país y lo hace para sentarse junto a varios mandatarios de la región.
Es importante aclarar un punto, puesto que a muchos leí decir que la CELAC “ha vuelto por responsabilidad de Luis Almagro”. No hay nada más alejado de la realidad. Este mecanismo tiene mucho rato rearmándose, específicamente desde que López Obrador llegó a la presidencia en México.
El Secretario General de la OEA, con errores, ha enfrentado a las dictaduras en la región como pocos. Atribuirle la reunificación de la izquierda autoritaria no solo carece de sustentación, sino que, además, obvia el hecho de poder tener hoy en la Organización de los Estados Americanos, un organismo alineado no con personalidades políticas, sino con el ideal que debe ser la bandera de todo organismo internacional: La democracia.
Tal como explicó claramente el profesor José Ignacio Hernández en lo que denominó como “doctrina Almagro”, la OEA ha defendido, durante los últimos años, la democracia en la región, y eso significa, entre otras cosas, procurar que en los países donde hay dictaduras sus pueblos alcancen la libertad. Fue Luis Almagro uno de los primeros en alzar la voz sobre las violaciones a los Derechos Humanos en el país, y quien ayudó a impulsar el informe elaborado por un panel de expertos de la OEA sobre los crímenes cometidos por toda la cadena de mando que comienza por Nicolás Maduro, informe que fue llevado en su momento a la Corte Penal Internacional (CPI) por varios Estados miembros.
Volviendo propiamente a la CELAC, es importante recordar que esta se creó cuando la región estaba “pintada de roja”, salvo honrosas excepciones, comenzando a funcionar en diciembre de 2011. Y se creó con dinero de los venezolanos, ese que manejaba discrecionalmente Hugo Chávez. Despilfarro, robo y corrupción que hoy estamos pagando los ciudadanos, pues ha sido eso el mal de nuestra economía y nuestra sociedad, no las sanciones.
Con la muerte de Chávez y países que dieron un giro (como Argentina en su momento), ese proyecto de la izquierda -mayormente antidemocrática- tuvo un freno importante, razón por la cual desde 2017 no se celebraba una cumbre como la del pasado sábado 18 de septiembre. Han querido organizarse en otras plataformas como el denominado “Grupo de Puebla”, pero este, a pesar de sus cuestionados miembros y su apoyo directo a Maduro o Díaz-Canel, no ha tenido el impacto deseado, muy probablemente porque no es un foro que reúna necesariamente a gobernantes, como sí lo hace la CELAC.
Es por todo ello que, con López Obrador queriendo ser la referencia de la izquierda latinoamericana y países que han retrocedido en la lucha contra el populismo y el autoritarismo como Perú, Bolivia y la propia Argentina, a la expectativa de Chile, Colombia y Brasil, entendieron que era el momento de reorganizar su dañina banda.
Anteriormente mencionaba que esto no sucedió hace una semana, ni hace un mes. Es una estructura que tiene tiempo reorganizándose con la intención de volver a dominar la región como ocurría hace diez años.
Estamos hablando de un organismo donde Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega tienen voz y voto. Estamos hablando de la creación de Chávez en su lucha megalómana e impulsada por los Castro contra Estados Unidos. Estamos hablando, por tanto, de la unión de la izquierda antidemocrática queriendo, además, destruir a la OEA.
Por todo ello, es necesario hoy, más que nunca, que los demócratas de la región se unan realmente. No solo en torno a un organismo (más allá de la fundamental defensa de la OEA), sino como un todo que enfrente realmente las ideas que han llevado a tantos países a la destrucción.
No son tiempos donde la pasividad no tenga consecuencias. Si permitimos que la región vuelva a estar dominada por populistas antidemocráticos, esta vez será más difícil librarnos, porque ya no van a gobernar sobre caudales de dinero -que no tienen- sino sobre la represión y el socavamiento de las libertades, en aquellos países donde todavía existen.
*Politólogo de la Universidad Central de Venezuela.