El mejor satélite del mundo no tiene capacidad para mostrarnos a quienes estamos fuera de Venezuela, lo que realmente pasa en nuestro país. Dar una opinión sobre lo que ocurre allá se ha vuelto cada vez más algo temerario. Es fácil equivocarse en la lectura porque hay cosas que solo pueden saberse, como diría una promoción de programa sabatino, “en vivo, directo y en persona”.
No me refiero únicamente a la inimaginable sensación de incertidumbre cada vez que hay un bajón de electricidad, o la dificultad para surtirse de gasolina. Se entiende que, si la pandemia provoca ansiedad en todo el mundo, esa sensación en Venezuela es aun más aguda. Se cuentan por decenas las solicitudes de ayuda económica, camas hospitalarias, medicamentos y equipos para combatir el virus en la casa. Asombra saber lo que se cobra en dólares para pagar esa asistencia a domicilio o para ingresar en una clínica. Es imposible entender el derroche y los lujos que algunos exhiben en las redes sociales, ni el monto de las cuentas que se pagan en algunos restaurantes, mientras afuera millones de venezolanos intentan sobrevivir precariamente con salarios de esclavitud. Vemos videos de automóviles de cientos de miles de dólares recorriendo las calles, mientras hay profesionales que no pueden juntar el dinero suficiente para pagar la cesta básica alimentaria, y mucho menos pagar un caucho o enfrentar cualquier otra mínima emergencia. En Venezuela, pululan las situaciones incomprensibles. Siempre ha existido la desigualdad, pero en estos 22 años, esa desigualdad se ha incrementado.
El cacareado humanismo revolucionario acabó siendo una abominable experiencia de retroceso. Basta con ver el descenso en el nivel de vida de los docentes, los médicos, las enfermeras y otros profesionales del área, por ejemplo, tan sacrificados como mal pagados. A lo que quiero referirme es a lo difícil que se ha vuelto entender que, en medio de una situación como la que padecen los venezolanos en este momento, el liderazgo político siga sin estar a la altura.
Da pena verlos enfrascados en la misma rivalidad de años, o saber por fuentes cercanas que no se hablan, que no se comunican. Da pena porque es infantil y no estamos para eso. Todo lo ventilan en las redes sociales y nadie explica lo que importa, lo que genera dudas, lo que ha invadido todo de desconfianza. Los alcaldes a la reelección en los municipios metropolitanos de Caracas, que tienen el apoyo de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), llevan su propia lista de candidatos al Concejo Municipal, al margen de la propuesta por la plataforma unitaria…
No se entiende el secretismo en diversos temas. Ya no es solo el chavismo el que no se siente obligado a rendir cuentas. Habría que explicar muchas cosas antes de esperar el apoyo de la gente. Escribo “esperar el apoyo” porque hay unos que no salen a buscarlo, creyendo merecerlo sin necesidad de bregarlo. El regreso a la ruta electoral requería un gran esfuerzo para restaurar la confianza de los electores. En vez de eso, sólo veo un torneo de irresponsabilidades. Asuntos que han sido abordados en investigaciones periodísticas, como los bonos PDVSA 2020, o la real situación de Monómeros, por poner solo dos ejemplos recientes, están siendo despachados bajo el mismo esquema confuso que primó en el tratamiento del viejo affaire de Odebrecht. La falta de transparencia no ayuda. El silencio es atronador, escandaloso. No se sientan acusados, den las explicaciones que haya que dar y no dejen lugar a dudas. Todos necesitamos saber qué hay detrás de cada uno de estos asuntos.
Cuentas claras conservan amistades y también liderazgos.
Hay una negociación andando en México y se espera, es lo deseable, que la representación opositora en esa mesa logre condiciones para un proceso electoral tolerable. Si eso sucediera y el liderazgo opositor no hubiera recuperado la confianza de los ciudadanos, es posible que ese esfuerzo no se traduzca en un cambio de quienes gobiernan. Pretender continuar en la opacidad contribuye al recelo, a la sospecha, a la suspicacia.
Del proceso en México no sabemos y no debemos saber más que lo dicho por sus voceros; particularmente creo que es saludable que sea así, pero al mismo tiempo se sabe que otros protagonistas desarrollan acercamientos bilaterales con el régimen, que no han dado los frutos anunciados, aunque se mantenga también un silencio incomprensible.
¿Por qué no se cumplió la promesa de habilitar a todos los candidatos de la oposición inhabilitados políticamente?, ¿qué pasó con la liberación de los presos políticos?, ¿han podido los dos rectores del CNE superar la falta de credibilidad en el organismo electoral? Nadie rinde cuentas al elector convocado para el 21N.
¿Qué está sucediendo con el G4, además de lo obvio, que es G3?, ¿qué harán los militantes de Primero Justicia que siguen vinculados con el interinato?, ¿a qué obedece que la Plataforma Unitaria esté siendo mencionada ahora como G3?, ¿es G3 por el deslinde de Primero Justicia, o porque Voluntad Popular está quedando aislado y a la distancia del resto?
Hay un proceso electoral en unas pocas semanas y la sensación es de división en estados clave como Miranda, Lara, Anzoátegui, Nueva Esparta, además de no pocos municipios. No hay que ser un virtuoso analista para imaginar el mapa rojo del 22 de noviembre, y el que vendrá después.
¿Qué va a pasar ese día y al día siguiente?, ¿van a responsabilizar a quienes no fueron a votar, descontentos con todos, desencantados? Hay que respetar a quienes irán a votar porque creen en el voto más allá de la elección y de los propios candidatos, y también a quienes no fueron convencidos. Por supuesto que el elector tiene una responsabilidad, un deber, pero es igualmente verdad que no se ha trabajado, no lo suficiente, no con eficiencia, para al menos plantearle a la gente la necesidad de darle vigor a esa única arma que es el voto. La solución electoral sigue viéndose fofa y muchos se conducen con patética incoherencia. Los alcaldes metropolitanos tienen el apoyo de la MUD, pero han presentado planchas distintas a las de la MUD para sus respectivos concejos municipales, movidos por intereses particulares asociados a los nuevos dueños del dinero. La arrogancia se reproduce por doquier. La “mesita”, reunida en la Alianza Democrática, reclama “la mezquindad” de la MUD, por no ofrecerle apoyo a Henri Falcón en el estado Lara, pero, en contradicción con su prédica, presentó candidatos propios en Nueva Esparta, Miranda y Libertador, para probar nuevamente que no siempre se predica con el ejemplo.
La detención de Hugo Carvajal y la inminente extradición de Alex Saab parecen brindar más esperanzas de victoria sobre el régimen, que el proceso de noviembre.
Mientras tanto, en el Hospital JM de los Ríos siguen muriendo niños por falta de tratamientos. Es grueso el inventario de angustias. Sigue la impunidad amparando la corrupción, no cesa el abuso de poder, la violación a los derechos de las personas, la represión a las protestas, la negligencia en ámbitos vitales, la pobreza y sus males derivados.
El fin debería seguir siendo el mismo para todos, restaurar la democracia, eso por encima de cualquier otra ambición.
¿Hay tiempo de corregir? Tal vez sea más importante preguntarse si hay voluntad para corregirlos.
La palabra es decoro; tener el comportamiento adecuado ante la gravedad de la situación.