En la aldea
12 febrero 2025

No votar, con resistencia inteligente

Los venezolanos enfrentan nuevamente el dilema que platean las elecciones regionales, donde la diatriba no transcurre frente al bando opuesto, sino entre los de la oposición democrática que se dividen, principalmente, entre los que votan y los que no votan. Entre los que sostienen que “el ganar alcaldías o gobernaciones, poco a poco, nos va dando espacios de poder político”, y “los que señalan [que votando] no se logra absolutamente nada”. Vale preguntarle a ambos grupos de opositores: ¿Se puede jugar ajedrez en una mesa de póker?

Lee y comparte
Juan Pablo Olalquiaga | 22 octubre 2021

Una vez más nos enfrentamos al dilema de si votar o no. Yo no voy a votar, pero lo quiero hacer no desde la sombra, o del anonimato, sino desde el propósito y por esto me siento en el deber de sustentar por qué no votaré y qué alternativas hay.

En Venezuela, en gran medida, la institución del voto se perdió. Refiero por institución el conjunto de reglas, sistemas, creencias y normas que sostienen los acuerdos en los que se basan las organizaciones que gozan de aceptación y credibilidad. El voto como mecanismo con el que se participa individualmente en la escogencia colectiva de un grupo al cual se le otorga, o se le quita, ejercicio de la administración pública dejó de operar y no hay percepción de que este sea manifestación obligatoria para aquellos sobre los que se dirime.  La pérdida de la confianza en la institucionalidad del voto nos devuelve a un estado social mucho más primitivo.

Nuevamente se escuchan justificaciones inútiles, aquellas que son una salida fácil ante el tener que enfrentar la realidad: “No creo en las elecciones, pero voy a votar, así el régimen tendrá que hacer el trabajo de robarme mi voto, porque no se los voy a regalar”. ¿Se habrá visto argumento más débil? 

Debido a que se forma opinión haciendo análisis, evaluemos los pros y los  contras de votar desde lo que uno juzga sostienen los que están a favor y en contra.

A mi modo de ver, ¿qué argumentan los que estimulan a votar? Hay muchas personas valiosas y muy comprometidas con la recuperación de la institucionalidad democrática que defienden la ruta electoral como único mecanismo de acercarnos al quiebre de esta época dictatorial. Estos aseguran que ahora hay variables nuevas, o diferentes, y que el ganar alcaldías o gobernaciones, poco a poco, nos va dando espacios de poder político. También sostienen que, si se va participando dentro de las instituciones existentes, cooptadas por la salida de aquellos que pudiesen haber hecho contrapesos, se le dificulta al régimen utilizar estas libremente para sus propósitos.

“Cuál es el rol de los partidos políticos cuando opera un sistema electoral que permite alternabilidad de gobernantes, en contraposición al rol que estos deben jugar cuando dichas reglas electorales no funcionan”

Los que creen en la ganancia progresiva de espacios, se mezclan con los que creen en la recuperación progresiva de la economía mediante la obtención de al menos algunas políticas públicas que nos permitan sobrevivir. Y sobrevivir es lo que debemos hacer. ¿Si no sobrevivimos, cómo luchamos? ¡La existencia misma de los que adversamos en la dictadura es un símbolo de lucha, dicen!  Y, por cierto, en esa sobrevivencia, el que le quiten algunas sanciones al régimen nos beneficiaría a todos, señalan. La teoría de la “Jaula más Cómoda”, que los menos diestros señalan sin pudor, y los más diestros la creen, pero no la mencionan. Diestros en imagen pública quiero decir. Unos aranceles por aquí y un poquito más de gasolina por allá y ahí vamos avanzando, es la argumentación.

A la par salen los que predicen dentro del marco de las posibilidades, ignorando la propia esfera de las probabilidades. “Si todos salimos a votar les ganamos 9 a 1, de corrido, de paliza”, señalan, no sin razón, estos ilusionistas.  Sin embargo, aquello es algo así como aseverar: “Si ninguna vaca más suelta un pedo, pues se va resolviendo el problema de la descarbonización”.

Al final, esta teoría se basa en que hemos probado todo lo demás y nada ha funcionado, así que concentrémonos en lo único que sabemos hacer de verdad-verdad para una sociedad que no ha perdido el instinto democrático y así movilizamos a esta sociedad, desde lo electoral. Dentro de este escenario destacan aquellos que juntan las palmas y miran al cielo y se dicen a sí mismos: “Que me toque a mí el puestico, porque así puedo seguir adelante”. Y tal vez no lo dicen producto de su egoísmo, sino porque genuinamente creen que algo más grande pueden hacer con ese puestico. Así, salen a ofrecer electricidad, agua, seguridad ante la delincuencia, tapar huecos y hasta hacer crecer la economía. Promesas que, salvo excepciones, no pueden cumplir porque son áreas totalmente fuera de las competencias de los puesticos.

“Todo aquello que estabilice al régimen va en contra de la recuperación de la institucionalidad democrática y, por consecuencia, todo aquello que desestabilice al régimen beneficia la posibilidad de construir la alternativa”

Por otro lado, los que no creen en la salida electoral traen a colación memorias de Andrés Velázquez, cuando ganó la Gobernación de Bolívar y el régimen no le permitió asumirla; o Antonio Ledezma cuando ganó la Alcaldía Metropolitana y el régimen la vació de competencias superponiéndole un protector; o la Asamblea Nacional de 2015, que no pudo conseguir que se ejecutase una pingüe ley, más allá de haberle quitado, y está dejando quitarse, la mayoría compuesta. También traen a la cabeza a Laidy Gómez, gobernadora del estado Táchira, sin los fondos que por ley le debe dar el situado constitucional. No todas las alcaldías son Chacao dicen, que se pueden sostener por sí solas, y no entraré a explicar por qué. A Baruta, ni con toda su actividad comercial le da para tener cerca del número de patrullas que requeriría, alegan. Para estos, el ganar espacios políticos progresivos, luce tan sórdido como la “Operación Gedeón”. Recuerdan el dicho que se le atribuye a Einstein: “No se obtendrán resultados diferentes haciendo siempre lo mismo”.

Entonces, ¿qué se gana y qué se pierde con ir a las elecciones regionales de noviembre?, ¿por qué está el régimen tan desesperado porque estas elecciones se realicen?

Los electoralistas refieren que se gana espacio, tiempo de supervivencia y hasta espacios de poder, mientras que no se pierde nada, porque todo lo demás ya está perdido.

Los que no creen en la ruta electoral señalan que no se logra absolutamente nada y, por el contrario, que quien verdaderamente se beneficia de dicha ruta es la dictadura, pues esta ganaría legitimidad. Esa palabra mágica que le confiere una posición reconocida dentro y fuera de Venezuela, ese argumento de que desde la soberanía los venezolanos nos hemos manifestado, hemos reconocido la ruta electoral, y sus organizaciones, como mecanismo lo suficientemente digerible para dirimir nuestra diferencias y, por tanto, el mundo no tiene argumentos para sustentar el no reconocimiento de los poderes establecidos en Venezuela -al Ejecutivo, al Legislativo, al teóricamente pulcro Poder Judicial, al CNE, al Fiscal General y a los alcaldes y gobernadores-. Soberanos todos y legítimamente electos. Luego, que abran las puertas que ahí va nuestro petróleo para Citgo, y que le devuelvan el oro, así como las puertas del mundo financiero internacional. Y la dictadura… firme, institucionalizada y legítima. ¡Muchas gracias por haber votado!

“¿Qué hacemos para recuperar la institucionalidad de una democracia alternativa con un sistema de justicia realmente imparcial?”

Entonces, ante este dilema, y la vida siempre nos presenta dilemas, la pregunta de siempre es: ¿Si las manifestaciones de calle, las marchas, no sirvieron; si a los opositores férreos los encarcelaron, los obligaron a emigrar o inhibieron políticamente; si las sanciones no funcionaron; si Trump no nos invadió; si los militares no se pusieron del lado de la Constitución; entonces, ¿qué hacemos para recuperar la institucionalidad de una democracia alternativa con un sistema de justicia realmente imparcial?

Lo primero es ir a lo grueso, a los conceptos, para ir avanzando hacia lo más fino, entendiendo las limitaciones que se tiene en un artículo público. Lo más grueso es que todo aquello que estabilice al régimen va en contra de la recuperación de la institucionalidad democrática y, por consecuencia, todo aquello que desestabilice al régimen beneficia la posibilidad de construir la alternativa. Entonces, ¿cómo se desestabiliza al régimen? Hay que hacer lo que hacen aquellos que se rehúsan a ser sometidos por la fuerza. Desconocen la legitimidad del opresor, buscan restarle normalidad al hecho de estar sometido, hacen… resistencia inteligente… del siglo XXI.

Mi amigo Jorge Lazo Cividanes, profesor de Ciencias Políticas con experticia en transiciones, con quien he podido compartir algunas ideas en este sentido, señala que: Debe cuestionarse cuál es el rol de los partidos políticos cuando opera un sistema electoral que permite alternabilidad de gobernantes, en contraposición al rol que estos deben jugar cuando dichas reglas electorales no funcionan. En este último caso, las actividades de resistencia visibilizan a los líderes que entienden que no se puede jugar ajedrez en una mesa de póker.

Lee y comparte
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
Más de Opinión