En la aldea
26 abril 2024

Fotografía: Sabrina Acevedo

Adriana Núñez Rabascall: “No me quedo anclada en una emoción”

“La felicidad son los pequeños logros, los encuentros, los momentos de éxitos... Si no sabes encontrar esos pequeños espacios de felicidad, no sabes vivir”. Dice que es “cabeza fría y calculadora”. ¿Su placer culposo? Escuchar a Romeo Santos cantando bachata. Adriana Núñez Rabascall, una periodista que nació en Cumaná, se crio en Maturín pero adora Caracas.

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Alejandro Hernández | 01 abril 2022

-¿Cuál es el rasgo que más define su carácter?
-Soy una persona muy débil y sensible que, inexplicablemente, es percibida por el entorno como todo lo contrario. Me han dicho que no me corre sangre por las venas, y lo peor es que lloro por todo. Eso sí, soy cabeza fría y calculadora. La paciencia y el silencio son mis armas.


-¿Qué es lo que más valora de sus amigos?
-Que no juzguen. Que apoyen y lo aterricen a uno de vez en cuando.


-¿Cuál es su principal defecto?
-Soy muy inocente e ingenua, no sé decir que no y por eso me meto en camisa de once varas.


-¿Qué cualidad aprecia más en una pareja?
-Que no altere mi paz. Que sus defectos no crucen los límites de mis códigos humanos.


-¿Cuál es su ideal de felicidad?
-La felicidad se encuentra todos los días. No creo en esos escenarios idílicos de felicidad, en los que la gente piensa que si le pasa esto o aquello será más o menos feliz. Es mentira que si te ganas el Loto de Florida o si te empatas con Tom Cruise de ahora en adelante eres feliz para siempre, como en las películas de Disney. La felicidad son los pequeños logros, los encuentros, los momentos de éxitos… Si no sabes encontrar esos pequeños espacios de felicidad, no sabes vivir. 


-¿Cuál sería su mayor desgracia?
-Una muerte prematura de alguien que debe morir después que uno… No quiero ni decirlo porque me causa dolor sin siquiera haberlo vivido.


-¿Quién es su autor favorito?
-El venezolano Miguel Otero Silva que con sencillez y buen humor escribió un par de retratos de nuestras desgracias como Casas Muertas y Oficina No.1; ambas son de mediados del siglo 20 y parecen escritas anteayer… Nada más pensar en  aquello que dice Casas Muertas: “A este país se lo han cogido cuatro bárbaros, veinte bárbaros, a punta de lanza y látigo”.


-¿Cuál es su héroe o heroína de ficción?
-No tengo héroes, nunca he entendido porqué no siento esa fascinación por un personaje ni de la vida real, ni de ficción.


-¿Quién es su músico favorito?
-Si hablamos de cantantes, mi intérprete favorito es Luis Miguel, por esa voz tan poderosa que resucitó temas de abuelitas y los convirtió en éxitos en los ‘90; pero si hablamos de músicos, tengo una lista que va desde Chris Martin de Coldplay, pasando por mis ídolos de adolescencia Alanis Morissette y Gustavo Cerati.


-¿Y su pintor preferido?
-La verdad, no tengo conocimientos en arte como para responder a esta pregunta. 


-¿Qué es lo que más detesta?
-La injusticia me saca de quicio, hace que estalle esa cabeza fría de la que te hablé antes. Otra cosa que me irrita es la gente que, con el poco poder que le dan, quiere que los demás se le arrodillen y le halen mecate. Típico caso de funcionario de ministerio, gerente recién nombrado o jefe de consejo comunal. ‘Yo soy el que manda y tú tienes que venir a jalarme para que yo te ayude’. ¡Por Dios! Supera tu complejo de inferioridad y luego asume tu posición. Otra cosa que detesto es eso que está muy de moda ahorita de exponer a la gente en redes por un pequeño error que cometa y hacen viral el video de la persona por un desliz… No les importa el daño que hacen, ni se ponen en el lugar del otro.


-¿Un hecho militar que valore?
-Me la pones difícil, porque desde que tengo uso de razón no asocio nada bueno con las charreteras ni con los uniformes.


-¿Qué virtud desearía poseer?
-Desearía ser más segura y mejor comunicadora. Me encantaría tener la capacidad que tienen algunos de generar contundencia en cada frase que dicen.


-¿Una reforma que admire?
-Una que no se cumple mucho y forma parte de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Dice que todos somos iguales ante la ley, sin distinción. Usted puede ser el último rey de Altagracia de Orituco y yo una campesina de Maturín, pero los dos, en teoría, debemos ser juzgados en igualdad de condiciones… La cosa es que parece una quimera en estos tiempos.


-¿Cómo le gustaría morir?
-Dormida o terminando de comer, como mi abuela paterna. Yo me imagino saboreando mi último chocolate Carré y de repente… ¡Zuas! Como dice la canción de Rubén Blades, Decisiones… “pa’ la eternidad, persígnate”.


-¿Cuál es el estado más común de su ánimo?
-Paso por todos los estados de ánimo, pero sin duda lo que más me caracteriza es que puedo llorar a mares y a los dos segundos reír de las estupideces más grandes. No me quedo anclada en una emoción.


-¿Qué defectos en la gente le inspiran indulgencia?
-Me inspira indulgencia ver en otros los mismos defectos que los míos: la ingenuidad y la inocencia.


-¿Tiene un lema o una máxima?
-Tengo dos lemas. El primero lo decía mucho mi abuela, que fue víctima y sobreviviente de la Guerra Civil Española: “Siéntate en la puerta de tu casa a esperar y verás el cadáver de tu enemigo pasar”, eso lo he asumido yo y lo interpreto de la siguiente manera: deja los resentimientos, las revanchas, el afán de venganza y quédate tranquilito, que todo cae por su propio peso. Y otro que repito con frecuencia es: “Escoge tus batallas”.


-Si tuviera la oportunidad de viajar en el tiempo y traer de vuelta a una persona, ¿a quién escogería?
-Sin duda traería de vuelta a mi abuela materna, Lola. De solo pensarlo me da una alegría y unas ganas de llorar inmensas. Me faltó tanto aprender de ella, escuchar sus testimonios de vivir en una guerra, tantas cosas…


-¿Qué palabra eliminaría del diccionario?
-¡Enhorabuena! Me parece una palabra cursi, sin alma, que no denota la alegría que debería expresar. ¡Bórrala!


-¿Un ídolo?
-No tengo ídolos de vida. Quizá admire a cientos de escritores, periodistas y músicos; pero todos tenemos materia gris y vísceras.


-¿Cuál es su placer culposo?
-Mi placer culposo es escuchar a Romeo Santos y su bachata dominicana.


-¿De qué se arrepiente?
-Me arrepiento de correr arrugas, de no hacer las cosas cuando había que hacerlas pensando que iban a cambiar automáticamente sin que yo tomara el toro por los cachos.


-¿Un sabor que le recuerde a su infancia?
-Podría decirte sabor y olor… Hay algo en los plátanos fritos que me regresa a Maturín, donde me crie. Yo siempre fui muy mala boca, no me gustaba comer nada, pero ese sonidito del aceite y el olor que desprenden, me llevan a la infancia.


-¿Una ciudad por la que sienta afecto?
-Siento demasiado afecto por Caracas. Yo soy nacida en Cumaná y criada en Maturín, pero creo que la actitud y el comportamiento que tengo hoy son gracias a vivir en Caracas. Yo amo lo que esta ciudad hizo en mí. Los temores que me quitó y también los temores que me sembró. Los amigos que conseguí acá, los amores… El trabajo, las historias que he conocido. La velocidad con la que se mueve… Poder agarrar el carro y en 40 minutos estar en la playa. Yo soy un antes y un después de vivir en Caracas. Tengo ya 22 años acá y he vibrado y padecido con sus altibajos. A pesar de la tángana que ha recibido esta ciudad, ay no sé… tiene algo que me hace adorarla.

*Las preguntas pertenecen al “Cuestionario Proust”, una herramienta siempre vigente cada vez que los entrevistadores quieren conocer desde otro punto de vista a los entrevistados.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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