Es notoria, y fácil de entender, la intención del Gobierno de desdolarizar la economía. Sus últimas acciones van en ese sentido. La línea a seguir pasa por facilitar las transacciones en moneda local, y dificultar-desincentivar, en lo posible, el uso de las monedas extranjeras, en especial el dólar estadounidense. Sin embargo, una cosa es el deseo y otra muy distinta lo que puede alcanzarse.
No llegamos acá por azar, ni por capricho de la gente. Tampoco el uso del dólar es algo de los últimos años. Lo que una vez fue una moneda verdaderamente fuerte, empezó a resquebrajarse a partir de los años ‘80 del siglo pasado. Poco a poco dejó de cumplir sus funciones como dinero1.
La primera en perderse fue la de reserva de valor. El venezolano desde ese momento empezó a ahorrar en otras monedas, principalmente el dólar. La secuencia de inflación creciente y devaluaciones empujó a que cada vez más personas buscasen otras opciones para salvaguardar su patrimonio. También, desde ese momento, comenzaron a hacerse más comunes transacciones en divisas, especialmente las grandes (compra-venta de inmuebles y vehículos). Pero lo visto en estos últimos tres años fue mucho más intenso y violento. Con el proceso hiperinflacionario el bolívar perdió casi la totalidad de sus funciones2, es decir, se convirtió en una moneda inservible.
Dada la importancia del dinero en nuestra vida cotidiana (a veces sobreestimada, pero ese es otro tema), los llamados actores económicos deben tener confianza en la moneda que funge como tal3. Años atrás, la confianza en el dólar se limitaba en su función de reserva de valor, hoy va mucho más allá y su uso se extiende como unidad de referencia y contable, y también como medio de intercambio. Y destaco de forma insistente la palabra confianza, porque es esencial para entender lo que vivimos y lo que viviremos.
El Gobierno aceptó y concedió el uso del dólar dentro de la economía venezolana, lo hizo sin redactar alguna ley o disposición. Lo hizo por conveniencia, claro está, ya que tenía y tiene una función efectiva en la estabilización de precios y en la realización de las distintas transacciones económicas. Ocurrió además, en medio de un duro proceso de desmonetización de la economía, producto de la desaparición del crédito derivada por un elevadísimo encaje legal. Hoy pareciera que la posición del Gobierno cambió. Quiere apuntar hacia un proceso de desdolarización, hecho que muchos cuestionarán o menospreciarán, pero que no por ello dejarán de hacer-forzar.
El Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras (IGTF) va en línea con ese objetivo. Se pueden apreciar dos grandes objetivos en su redacción: aumentar la recaudación y “fomentar” el uso de la moneda local. Por otro lado, el Gobierno, sin decirlo explícitamente, ha abierto las puertas a modalidades de pago con bolívares, mientras entorpece y bloquea los métodos de pago creados alrededor del dólar. Y es probable que veamos otras medidas con espíritu similar.
Otra arista que quiero comentar tiene que ver con el mundo del crédito. Mucho se ha abogado por la figura de créditos en dólares. El Gobierno ha apuntado, y casi con seguridad puedo decir que apuntará, a una expansión monetaria a través de los créditos en bolívares, eso sí, indexados al dólar. En ese aspecto hemos visto medidas como la disminución de la tasa de encaje, y la posibilidad de prestar el equivalente a 10% de los depósitos en divisas que tenga cada banco.
Hay cambios y resultados hasta los momentos incipientes e insuficientes. Hace un año todos los bolívares en circulación equivalían a 350 millones de dólares. Para ese momento, la cantidad de dólares en efectivo utilizada para pagar bienes y servicios se estimaba entre 3.000 – 4.000 millones de dólares. Una proporción 10 a 1. Hoy los bolívares en circulación equivalen a 1.200 millones de dólares.
Si bien la dinámica monetaria presenta un cambio, hay que decir que el camino es largo y está sujeto a regresiones. Recuperar la confianza en el bolívar nos tomará años. Para poner en contexto, la pérdida de confianza fue de tal magnitud que el tipo de cambio lleva meses en el mismo nivel, y es poca la confianza que el venezolano le da a su moneda.
Por último, no es a través de la coacción y la imposición las vías por las cuales el venezolano utilizará nuevamente su moneda. Credibilidad en las políticas públicas, en sus autoridades, un Banco Central de Venezuela (BCV) como institución independiente, estabilidad de las distintas variables económicas, crecimiento amplio y sostenido, son algunas de esas realidades que tendremos que vivir y apreciar para que ello se logre. Por los momentos el dólar ha sido literalmente funcional, su uso y gusto por el convivirá con nosotros por unos cuantos años más.
(1) Las tres funciones del dinero son: unidad contable, medio de intercambio y reserva de valor.
(2) También podría verse como si la pérdida de sus funciones como dinero, la desconfianza del venezolano en su moneda avivó la dinámica hiperinflacionaria.
(3) Existe una diferenciación entre moneda y dinero, conceptos que en muchas ocasiones se confunden o fusionan.
@HenkelGarcia