En la aldea
09 febrero 2025

La segunda temporada de “Bridgerton” consiguió eludir el abandono de su protagonista masculino y mantener unos altísimos números de audiencia (Imagen: Netflix).

Los cambios de paradigma

La pandemia abrió las exclusas que aprovecharon las plataformas nativas para capitalizar el mercado. Sin embargo, obligó a las grandes y tradicionales marcas de Hollywood a entrar en la carrera por captar miradas, lealtades y acuciosos espectadores. Consultores y analistas estudian la disminución o migración de usuarios entre plataformas como Netflix, pero el costo de la vida, la sobreoferta y el acudir al cine a ver en pantalla gigante su film favorito, vuelve a ofrecer a los usuarios dos mundos que seguirán en competencia, donde el abanico de ofertas se abrió más allá de las pantallas domésticas, móviles y portátiles.

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El primer cuatrimestre de 2022 ha marcado un parón en el crecimiento de Netflix, la compañía líder entre las operadoras SVoD. El retorno a la “normalidad”, la guerra de Ucrania, la inflación, el anuncio en el sobrecoste generado por los perfiles extra que ofrece la plataforma y, por sobre todo, la altísima competencia y la presión en la demanda de nuevos contenidos, estarían detrás de una pérdida de suscriptores que ronda los 200 mil a nivel mundial. Una “ligera” caída para una compañía que ha conseguido en la última década 222 millones de clientes; pero que ha despertado las alarmas del sector.

Según GlobalData, Netflix está perdiendo dominio en el mercado de suscripción de video bajo demanda (SVoD). Los analistas de GlobalData visualizan que su cuota de 25% del mercado en Estados Unidos se reduciría al 16% para 2026.

Está claro que ahora estamos después del pico de flujo a medida que la vida vuelve a la normalidad” (…) “Los servicios de transmisión están invirtiendo dinero en el problema, persiguiendo un número cada vez menor de suscriptores o (en el caso de Netflix) reduciendo el gasto en contenido, que era su USP (propuesta de valor). Los servicios de transmisión deben ajustar las expectativas y mejorar sus ofertas para evitar una mayor hemorragia de suscriptores y competir en un mercado SVoD cada vez más fragmentado”; comenta Charlotte Newton, analista temática de GlobalData.

Coyuntural o no, cierto es que la pugna entre el viejo y el nuevo modelo no cesa. La Covid-19 abrió las exclusas que aprovecharon las plataformas nativas para capitalizar el mercado. Sin embargo, obligó a las grandes y tradicionales marcas de Hollywood a entrar en la carrera con no pocos tropiezos; pero también con una experticia inigualable en el territorio de la producción de contenidos y catálogos sólidos que pronto serían necesarios para capear la ausencia de nuevos programas ante el parón global. En aquellos tiempos, por primera vez en todo un siglo, no se rodó “fotograma” alguno en Hollywood.

Sin salas a las qué acudir, los espectadores quedaron a merced de las pantallas domésticas, móviles y portátiles. Un mundo extraordinario con un menú de contenidos fragmentado en mil pedazos. De repente, la TV abierta, de las operadoras y alguna plataforma no eran suficientes. Se hizo necesario sumar plataformas infantiles, especializadas o bien con grandes estrenos. Aquel blockbuster diseñado para la primera gran ventana aterrizó por la fuerza y no por naturaleza en el centro de la casa. Por un espacio notable de tiempo, el Cine dejó de ser Cine y todo fue televisión. Pero de pronto, no todo aquello que era televisión fue buena televisión. Cientos de billones de minutos de contenido fueron descargados generando nuevas adhesiones, pero también cierto hartazgo a propósito de su calidad y sobreoferta.

“La demanda y el incesante número de fusiones entre marcas consolidadas con un músculo de producción extraordinario, obligará a la industria a tomar determinaciones ahora más allá de las conductas del consumidor durante la pandemia”

El ascenso de la televisión hasta llegar a su nueva era dorada arrancó a finales de los ‘80. En el último año de la década, -1989-, Matt Groening, James L. Brooks, Sam Simon y la FOX lanzaron la serie animada más relevante de la televisión desde Los Picapiedra (1960): Los Simpson. Aquél portentoso fenómeno cultural selló los retos creativos por venir, y vaya que sí llegaron. Lo próximo fue una apuesta aun más suicida: Twin Peaks (1990). Firmada por David Lynch, el seriado de 30 episodios se convirtió en una serie de culto. Una película y otros 18 episodios que llegaron 27 años después acreditan un fuego que no se apaga. Lo que siguió en adelante fue un alud de extraordinarios seriados que marcaron generaciones: La Ley y el Orden, Dawson’s Creek, Buffy The Vampire Slayer, Seinfeld, Oz, Friends, Family Guy, South Park, Will & Grace, Los expedientes Secretos X; y aterrizando prácticamente en el nuevo siglo con tres programas que marcarían una notable diferencia: Sex and The City, Los Soprano y The Wire, que forman parte del catálogo de una sola marca. Uno tras otro, estos programas acuñaron lo que desde entonces ha sido un sello de calidad absoluta: “No es televisión, es HBO”.

En adelante, lo bueno y lo malo han convivido con la excelencia. No toda ha sido exclusiva de la marca de Warner. Pero ha puesto el listón en un lugar bastante alto como para que el resto se haya movido en esa dirección. Prueba de ello han sido: The Americans, Homeland, The Walking Dead, 24 o Mad Men.

La llegada de Netflix persiguió ese ideal. Lilyhammer, pero especialmente House of Cards marcaron ese empeño; subrayado más adelante por Black Mirror, Ozark y la exquisita The Crown. Aún así, el territorio de la televisión sucumbió al reinado de los dragones. Game of Thrones (de nuevo HBO) y el impacto definitivo de las redes sociales impusieron el concepto de la “Serie Evento” y el surgimiento de las comunidades en torno a series, que movieron aún más el impacto de los guiones y los presupuestos de la pequeña pantalla, tan grandes como los de un blockbusters veraniego.

El trasvase de estrellas de la pantalla grande a la chica había sido un viaje de ida -y despedida-, para los grandes de Hollywood. Ahora representa un listón importante para cualquier intérprete. Para su beneficio, marcas como Hulu (El cuento de la criada), Star+ (Helstrom), Starz (Normal People), Disney+ (The Mandalorian) o Apple+ (Severance, Ted Lasso) y Amazon Prime (The Marvelous Mrs. Maisel, Carnival Row, The Underground Railroad) han puesto su carne en el asador consiguiendo contenidos memorables, aunque intermitentes; despertando el deseo de los usuarios y consiguiendo una fragmentación mayor entre las plataformas y las demás formas de consumo de contenidos audiovisuales que todavía coexisten.

La gente está sintiendo los efectos del aumento del costo de vida y debe ser más selectiva sobre en qué elige gastar su dinero” (…) “Los servicios de transmisión por suscripción son solo un ejemplo de dónde las personas pueden optar por reducir costos para llegar a fin de mes. No se trata solo de que Netflix reciba un golpe. Las tasas de cancelación de Disney+ se han triplicado desde principios de 2022, en comparación con el cuarto trimestre de 2021”; apunta Charlotte Newton.

Los servicios de streaming se ven como un lujo. Menos personas querrán tener más de una suscripción y basarán su decisión en las ofertas de contenido. Netflix se ha desempeñado bien en este frente, con éxitos como Bridgerton, Ozark y Adam Project. Sin embargo, lo que mantiene a muchos espectadores es la capacidad de volver a ver favoritos como Friends una y otra vez. El servicio de transmisión se enfrenta a fuertes competidores que están más dispuestos a gastar en contenido y comprar los favoritos de los fanáticos. En esencia, tendrán que diversificar sus ofertas, producir contenido de calidad y mantener los clásicos, para que se considere que vale la pena el gasto mensual”; argumenta la analista temática de GlobalData.

A lo que Charlotte Newton alude es al rescate de los clásicos, -recientes y del siglo pasado-, que no abandonan la pantalla y de los que hubo que tirar durante los dos años de sequía. Su presencia se hizo más que necesaria. No obstante, el tema de derechos y de la necesidad de recuperar la exclusividad de los mismos, cierra en mucho el abanico de posibilidades en una batalla por ocupar el primer lugar.

Francesca Gregory, también analista temática de GlobalData, comenta:

En medio de la caída del número de suscriptores, Netflix se encuentra en un panorama completamente diferente al de su apogeo pandémico. Netflix está considerando cambiar a modelos basados en anuncios y tomar medidas enérgicas contra el uso compartido de cuentas. Si bien esto mejoraría los ingresos, estos cambios comprometerán potencialmente la experiencia del usuario, que ha sido un principio central de su éxito anterior. Netflix corre el riesgo de perder su punto de diferenciación en el mercado de transmisión cada vez más concurrido. A medida que la crisis del costo de vida se agudice y la competencia se intensifique, Netflix deberá equilibrar los ingresos con una experiencia de usuario fluida; o podría ser testigo de un éxodo masivo de suscriptores de la plataforma”.

Por ahora, la ecuación parece estar en el esquema del equilibrio. Los números que la Consultora Nielsen aportó para al 28 de marzo y el 3 de abril no eran para nada desalentadores. Los cuatro programas más vistos de dicha semana eran de Netflix: Bridgerton (3,2 billones de minutos vistos); The Last Kingdom (714 millones); Is it cake? (607 millones), e Inventing Anna (452 millones). Seguidos inmediatamente por el nuevo éxito de Disney+: Moon Knight (418 millones); un show que fue en ascenso vertiginoso para convertirse en el más visto a nivel mundial según aportes de Parrot Analytics, que eso sí, advierten en consonancia con la tendencia, no servirá para incrementar la demanda de suscriptores para su casa de producción.

El altísimo reclamo de la demanda y el incesante número de fusiones entre marcas consolidadas con un músculo de producción extraordinario, obligará a la industria a tomar determinaciones ahora más allá de las conductas del consumidor durante la pandemia. Entre tanto, las salas siguen recuperando terreno, -aunque todavía queda-, y el Cine vuelve a crecerse en su casa.

*La fotografía fue facilitada por el autor, Robert Andrés Gómez, al editor de La Gran Aldea.

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