En la aldea
07 noviembre 2024

“¿Cómo proteger al Parque Nacional El Ávila?”.

El Ávila, el senderismo y la construcción de ciudadanía

“Pareciera que en el ejercicio del voto agotamos nuestra concepción de ciudadanía y no vemos sus múltiples expresiones en la vida cotidiana y los espacios públicos”. Una reflexión para los caraqueños y su relación con el cerro El Ávila. El compromiso de la gente con su entorno va más allá de pensar que las cosas de la naturaleza se arreglan solas. La construcción de ciudadanía se va forjando desde los deberes cotidianos más pequeños para luego poder exigir los derechos.

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Coromoto Renaud | 15 junio 2022

Algo notable de Caracas es su topografía, un valle que se extiende de este a oeste, por más ocho kilómetros, a los pies del cerro El Ávila, oficialmente Waraira Repano. Decretado Parque Nacional en 1958 con el fin de protegerlo. Nadie puede ser indiferente a esa montaña que sirve a los caraqueños para orientarse y mirar con ojos contemplativos el amanecer, los verdes, el sol de los venados o el atardecer. Para muchos su vínculo con el cerro va más allá de la mirada, entrarse en él forma parte de actividades cotidianas de deportistas, senderistas y aficionados. Desde el este de la ciudad, el mapa de senderos se inicia en El Marques (La Julia) y finaliza en La Pastora (Puerta de Caracas).

Los domingos, la Cota Mil parece la fiesta de los deportistas. Personas y grupos de todas las edades y estratos sociales, familias, mujeres, hombres, jóvenes, niños concurren a realizar caminatas, trote, bici. En los accesos a los senderos para subir a El Ávila se forman pequeños nidos de transeúntes y vendedores ambulantes.

Alejarse de la ciudad, escuchar los pájaros, caminar bajo los grandes árboles, respirar aire puro, ascender y al mismo tiempo realizar una actividad exigente físicamente es algo muy especial, impregnarse de una energía vital, una donación de la naturaleza. Este micromundo protegido pudiera ser un espacio propicio para cultivar el respeto por la naturaleza y por el otro, la conciencia ambiental y la ciudadanía; y sin embargo no lo es. La grandiosa serranía se hace cada vez más vulnerable por las acciones y omisiones del Estado y los ciudadanos.

“La grandiosa serranía se hace cada vez más vulnerable por las acciones y omisiones del Estado y los ciudadanos”

Encontramos grupos ecológicos, respetuosos de su hábitat y también comportamientos que son poco ciudadanos: desperdicios, restos de fogatas, personas con mascotas, uso de bicicletas eléctricas y ocurren eventos de inseguridad personal, arrebatos de celulares son un modus operandi frecuente. Para protegerse, las personas suelen ser andar en pequeños grupos. Algunos hechos ensombrecen el hábito de subir y bajar por el camino preferido. Cuando ocurre una muerte violenta, otro delito más (el 21 de marzo, los medios de comunicación reseñaron que un senderista fue encontrado muerto) la sombra de desprotección es total. Otro espacio público altamente valorado es vulnerado.

Al final del verano somos testigos de incendios prolongados que afectan grandes proporciones del cerro. Y así cada año, personas inconscientes, por ignorancia o mala intención, pueden provocar incendios devastadores. Pareciera que en el ejercicio del voto agotamos nuestra concepción de ciudadanía y no vemos sus múltiples expresiones en la vida cotidiana y los espacios públicos. La ciudadanía nos hace parte de la sociedad en la que convivimos, nos confiere derechos civiles, políticos, sociales, económicos, ambientales y también deberes. Es una expresión de la relación Estado-sociedad. De parte del Estado la obligación de proteger y mantener el Parque Nacional Waraira Repano y los usos permitidos en su Plan de Ordenamiento Urbano es responsabilidad de Inparques, tarea realizada a medias, insuficiente, opaca, así lo ha denunciado en la prensa nacional el Sindicato de Inparques.

De parte de los usuarios, una minoría inconsciente puede causar daños irreparables al nicho ecológico más importante de la ciudad, su pulmón vegetal, el lugar de esparcimiento de muchos. ¿Cómo cruzar el pasillo estrecho de la ciudadanía?,  ¿cómo convertir el senderismo en un camino ciudadano?, ¿cómo proteger al Parque Nacional El Ávila?

El pasillo estrecho es una metáfora usada por Daron Acemoglu y James A. Robinson para señalar el espacio de tensión y cooperación que se da entre el Estado y la sociedad:

Para que la libertad surja y florezca, tanto el Estado como la sociedad deben ser fuertes. Un Estado fuerte es necesario para controlar la violencia, hacer cumplir las leyes y proporcionar servicios públicos que son cruciales para una vida en que las personas tienen poder para hacer elecciones y luchar por ellas. Una sociedad fuerte y movilizada es necesaria para controlar y encadenar al Estado fuerte”.

Nos atrevemos a afirmar que el Gobierno venezolano es fuerte políticamente porque no tiene contrapeso de actores políticos, con muy poca capacidad de gestión de planes y prestación de servicios básicos; y la sociedad civil muy débil, con poca capacidad organizativa, de movilización y de exigencia del derecho a un ambiente sano. En muchos casos, con poca conciencia ecológica.

Transitar el pasillo estrecho como ciudadanos nos somete al Principio de la Reina Roja (Alicia en el país de las maravillas):

Aquí, hay que correr todo lo posible para permanecer en el mismo lugar. Para llegar a otro sitio hay que correr el doble de rápido”.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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