Prosigue Miguel Rodríguez: El shock petrolero de 1973-1974 fue un duro golpe para las economías latinoamericanas y la economía internacional, en términos de disminución del crecimiento y contracción económica, aumento del desempleo, y fuerte aceleración de la inflación mundial por el resto de la década de los ‘70. Para los países petroleros, todo lo contrario. Todos aceleraron fuertemente su crecimiento -incluida por supuesto Venezuela- y acumularon grandes reservas en la banca internacional. El reciclaje de estas reservas de petrodólares -a través de la banca internacional a los países importadores de petróleo- fue lo que impidió la absoluta debacle en los años ‘70, pero eso a costa del endeudamiento externo de los importadores de petróleo. La deuda externa se disparó en la mayoría de los demás países latinoamericanos. Brasil, por ejemplo, siguió creciendo a tasas importantes de 6% y 7%, durante esa década, pero a “marcha forzada” por el fuerte aumento de su endeudamiento externo. Cuando la tormenta parecía amainar con la caída de los precios del petróleo en los años 1977-1978, el golpe mortal reaparece con el shock de 1979, por la revolución iraní. Se disparan de nuevo exponencialmente los precios del petróleo, entre 1979 y 1982. Se mantendrían muy altos hasta 1985, inclusive. El segundo gran aumento de los precios del petróleo a partir de 1979, aunado en ese momento a las drásticas políticas de incremento de las tasas de interés por la administración de Paul Volcker, en la Reserva Federal, para liquidar la acelerada inflación en los Estados Unidos, se convierten en un golpe casi mortal para la economía internacional, y muy especialmente para América Latina. No solo tienen que aumentar los países el endeudamiento para financiar el nuevo aumento de los precios del petróleo, sino también para servir la deuda acumulada desde 1974, que se incrementa dramáticamente por la subida de las tasas de interés en la economía mundial. Para continuar con el significativo ejemplo de Brasil, un país que tenía una deuda externa de 7 mil millones de dólares en 1973, termina con una deuda impagable de 120 mil millones de dólares en 1982, que hacen colapsar a la economía brasileña y la conducen a dos terribles episodios de hiperinflación. México, que también tenía una deuda muy pequeña en 1973, termina con más de 100 mil millones de dólares de deuda pública, que terminan en la gran crisis de 1983 con la moratoria del pago de la deuda por parte de prácticamente todos los países de América Latina. La excepción en esta “década perdida”, de ese colapso generalizado de los años ‘80, fueron los países petroleros, que con el nuevo boom de precios, continuaron creciendo de manera sustancial y acelerando varios de ellos su marcha al desarrollo. Con una sola excepción: ¡Venezuela! Después de la Ley de Reversión de 1968, el segundo gran fracaso de política económica en la historia contemporánea de Venezuela ocurrió -como ya señalé- en 1979. La mayoría del sector político y los “profetas del desastre” en ese momento repitiendo el disparate de que el gobierno de CAP era el de la “Venezuela Saudita”, dieron paso al desastre del gobierno de Luis Herrera. Esa debacle fue la consecuencia de un pésimo diagnóstico, un bodrio de políticas económicas contractivas en medio de la mayor bonanza petrolera de precios en la historia del país. Mientras, el resto de los países petroleros importantes empujaban el acelerador del desarrollo aprovechando esta segunda bonanza de 1979 a 1983, Venezuela se hace el harakiri con políticas petroleras y económicas contractivas que terminan produciendo la más grande fuga de capitales en la historia de América Latina. De paso, generaron un proceso de redistribución del ingreso muy agresiva que resultó en una transferencia de riqueza brutal de los sectores más pobres a las familias más ricas del país.
Sigue argumentando Rodríguez: Llegamos así al Viernes Negro -el 18 de febrero de 1983- cuando se cierra el mercado cambiario después de décadas de libre convertibilidad, repito, en medio de la mayor bonanza petrolera de nuestra historia. Insisto: llegamos a esta desgracia absoluta durante el gobierno de Luis Herrera, que recibió un país acreedor neto en el año ‘79, y que en su propio gobierno, frente a sus propios ojos absolutamente incapaces desde el punto de vista administrativo, esas acreencias netas del sector público se multiplican de manera extraordinaria, en los primeros años de su gobierno hasta 1981, por los superávit en cuenta corriente de balanza de pagos, originados en la caída de las importaciones por las políticas contractivas de todo tipo. Esos superávits gigantes en cuenta corriente, originados precisamente por la contracción económica y los precios altísimos del petróleo, se concentraron esencialmente en acumulación de reservas del sector público de la República de Venezuela hasta finales de 1981; fundamentalmente en el Fondo de Inversiones de Venezuela, PDVSA, y el Banco Central de Venezuela, que llegan a acumular 35.000 millones de dólares de depósitos en la banca internacional. Más de 160.000 millones de dólares a valores de hoy. Es decir, Venezuela era un masivo acreedor neto con la banca internacional a fines de 1981, muchísimo más que cuando Carlos Andrés Pérez le entregó un país sin deuda neta a Luis Herrera en febrero de 1979. El sector más rico de la población, el tope de 10% de la distribución del ingreso en Venezuela, empieza a comprar los dólares, y las reservas del Banco Central caen aceleradamente. Recuerdo que se vendían hasta 400 millones de dólares diarios en esa época al sector privado y, por supuesto, las familias más ricas de Venezuela -el tope de 1% del ingreso- eran las que sacaban más recursos del país. Así se engendra la fuga de capitales más espantosa y gigantesca de toda la historia de América Latina. Se le transfieren a los más ricos la riqueza y los activos de todos los venezolanos. Después, cuando se van acabando las reservas del Banco Central, se centralizan las reservas del Fondo de Inversión de Venezuela en el Banco Central. Luego, cuando se van terminando las del Fondo de Inversiones, se centralizan los 10 mil millones de dólares que tenía PDVSA en el exterior y se les siguen entregando a los sectores más ricos de Venezuela, regalados a 4,30 Bs./dólar, para entonces ya una tasa de cambio muy baja, con el bolívar masivamente sobrevaluado. Así, al final, se convirtió esa acreencia masiva del sector público, que quedó privado de las reservas internacionales, y este proceso cuasi delictivo termina produciendo, ahora sí, un severo endeudamiento neto para la República de Venezuela en 1983. La República, que era el único ente fuertemente superavitario en dólares y en bolívares hacia finales de 1981, se encuentra ya en 1984 en una posición de deudor neto. Allí nace el endeudamiento neto de Venezuela, de 1981 hasta el “Viernes Negro”, con la entrega de los recursos del sector público de la República, que eran los recursos del pueblo de Venezuela, a los sectores más ricos de la población. En medio de la libre convertibilidad de la moneda, sin controles de cambio, se agotan las reservas. El sector público, que es el que representa a la mayoría de la población venezolana, quedó comprometido de manera definitiva. Estamos ante un fenómeno terrible porque se habla de que el sistema capitalista es un sistema regresivo, desde el punto de vista de la distribución del ingreso. Thomas Piketty y otros se han hecho famosos en los últimos tiempos “descubriendo” las desigualdades del capitalismo, explicadas hasta la saciedad por Karl Marx y Vilfredo Pareto hace más de siglo y medio; pero los peores fenómenos redistributivos regresivos del ingreso y la riqueza se dan precisamente en estas entregas de fuga de capitales, que generalmente las protagonizan los sectores más ricos de la población, que terminan invirtiendo fuertemente en el exterior, convirtiéndose en dueños de empresas importantísimas afuera, mientras el Estado queda desprovisto de recursos. Esta secuencia antecede a las inevitables devaluaciones masivas de la moneda, que empobrecen todavía más a quienes no tenían recursos excedentarios para adquirir dólares, y enriquecen aún más a quienes habían fugado capitales al exterior.
Miguel Ángel Santos: Estás hablando de un mal diagnóstico durante el gobierno de Luis Herrera, que se repite durante el gobierno de Jaime Lusinchi, y como tú sabes para “leapfrog”, un poquito más adelante, se va a repetir de nuevo. Si esto es un problema del diagnóstico equivocado del gobierno Herrera o una serie de diagnósticos equivocados de distintos gobiernos, o una incapacidad total y absoluta para hacer lo que en principio parece evidente, entonces la pregunta que me hago es: ¿Esto ocurre por inmadurez de la clase política?, ¿es un espejo de nuestra incapacidad en vender las bondades de estas medidas que, al tiempo que lo vas explicando, se me hacen a mi relativamente evidentes?, ¿y entonces? Te lo pregunto porque la que tú estás contando, no fue ni la primera y sospecho que no va a ser la última. Es importante entender, ¿por qué somos incapaces de hacer lo que a ti te resulta tan evidente?
Rodríguez: Para empezar, la política petrolera. Si comenzamos por la política petrolera, los errores graves se originan con los planteamientos más absurdos que se recogen en el libro de Rómulo Betancourt, “Venezuela, política y petróleo”. Es la visión equivocada de que Venezuela no podía ser una Venezuela Saudita, de que había que recortar la producción petrolera en el esquema de la OPEP. Ahí surgieron los árabes y dijeron “si estos genios no quieren producir petróleo -tienen la reserva petrolera más grande del mundo y no quieren producir petróleo- entonces lo vamos a producir nosotros”. Rusia, que no producía ni para su consumo interno, ocupa el lugar de Venezuela, y Venezuela es dentro de la OPEP el pendejo que lo que hace es reducir, reducir y reducir la producción petrolera. Ahí tienes el primer error de diagnóstico: la política petrolera. Después la locura de Luis Herrera, de que recibe un país hipotecado y empiezan esas políticas totalmente destructivas y contradictorias del Ministerio de Hacienda y el Banco Central de Venezuela. Y después cuando Lusinchi, continuando las políticas contractivas de Luis Herrera en 1984-1985, todavía con precios altos del petróleo en esos años, acumula un volumen importante de reservas en el Banco Central de Venezuela. Todo, bajo un sistema absolutamente corrupto de control de cambios, sesgado a favor de los ricos y los conectados que heredó del gobierno de Herrera, el infame Recadi. Te repito, el gobierno de Lusinchi en esos dos primeros años con la economía paralizada, aumenta las reservas porque todavía los precios del petróleo eran muy altos, ya teníamos siete años de precios altos… siete no, más los cinco de Pérez, ¡doce años de precios altísimos del petróleo! A diferencia de Herrera-Lusinchi, durante el gobierno de Pérez I se hizo una gran labor de desarrollo. Pero cuando el gobierno de Lusinchi llega a acumular 17.000 millones de dólares en reservas internacionales, descubre que “tenemos la botija llena”. Se lanza a un plan de inversiones, que anuncia Lusinchi en enero de 1986 y se inicia con un aumento importantísimo del gasto público que reanimó la economía entre 1986 y 1987. Pero ese aumento del gasto público se hizo pari passu con un servicio altísimo de la deuda externa, derivado de la entrega de los activos externos del sector público al sector privado, como te lo relaté. Este desastre de gran expansión de gasto junto con un gigantesco servicio de deuda externa nos trae hasta 1988. Lo que termina produciéndose con el servicio de esa deuda, que alcanza 4.500 millones de dólares por año durante el gobierno de Lusinchi, es que Venezuela agota la botija y llega a 1988 con la peor crisis de balanza de pagos y fiscal de toda la historia del país. Dos déficits gemelos de 10% del PIB de déficit del sector público y 10% del PIB de déficit en cuenta corriente de su balanza de pagos. Los compromisos de pago de la deuda para 1989 alcanzaban la cifra de 11 mil millones de dólares, incluyendo las cartas de crédito originadas en un sistema de control de cambios y de precios absolutamente corruptos. Una política arancelaria y de importaciones igual de corrupta. Un sistema de empresas del Estado en absoluta quiebra, con las excepciones honrosas de PDVSA y de la Corporación Venezolana de Guayana. Servicios públicos en proceso de destrucción. Y, como te dije, una deuda externa absolutamente impagable, ¡con apenas 300 millones de dólares en reservas liquidas en el BCV para pagar 11.000 millones de dólares ese año!, ¡eso fue lo que recibió el nuevo Presidente Electo de la República en su segundo Gobierno el 2 de Febrero de 1989: Carlos Andrés Pérez! La paradoja de haber recibido la total abundancia en el año 1974 y la más absoluta miseria en 1989; con la peor crisis de balanza de pagos de América Latina, eso fue lo que recibió Carlos Andrés Pérez y su nuevo Gobierno. El plan económico para ajustar a Venezuela en 1989 y relanzarla al desarrollo a partir de 1990 lo pensé y lo diseñé yo. Era muy joven, pero tenía una experiencia muy valiosa. Mi formación académica era sólida, había investigado con los economistas más importantes de América Latina, había tenido una gran experiencia en Washington en el Peterson Institute for International Economics, con el Fondo Monetario, con el Banco Mundial, con el Banco Interamericano de Desarrollo entre 1987 y 1988. Tenía muy claro lo que habían hecho los países asiáticos. En Venezuela tenía que producirse un gran programa de desarrollo -un Gran Viraje- que nos sacara de la sustitución ineficiente de importaciones, que produjera una diversificación exportadora fuera del petróleo, pero bajo una señal muy clara: el aumento significativo de la producción petrolera en el país que tenía las reservas más grandes del planeta. Un ajuste de un año o de menos de un año, que era el ajuste económico de 1989. Por eso fuimos rápidamente a montar el programa que para entonces era el más grande de toda la historia del Fondo Monetario Internacional, y grandes programas con el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Eximbank de Japón y el Club de Paris. Y lo más importante, reducir fuertemente el servicio de la deuda con la banca internacional. Venezuela no sabía lo que eran los organismos multilaterales, eso lo trajimos nosotros a Venezuela en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez. Venezuela nunca había tenido un programa con multilaterales, siempre había sido un país superavitario en balanza de pagos, con excepción de estos dos últimos años de Lusinchi, donde se creó un déficit masivo. Venezuela siempre fue un acreedor neto, un país que ahorró más de lo que invirtió en términos de dólares. Por esa razón, Venezuela no había tenido sino un préstamo del BID para el inicio de la Represa del Guri en el gobierno de Leoni, por eso no se conocía lo que eran los programas de crédito de los organismos multilaterales. Esos programas se montaron durante el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez. El más grande de la historia del FMI, del Banco Mundial, del Banco Interamericano de Desarrollo. Todos los negociamos mi equipo y yo en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez. Ese esfuerzo hubiera sido imposible sin ese titán de la política, el estadista más importante de la historia de Venezuela: Carlos Andrés Pérez. Una visión de estadista de largo plazo. Así como creó el Programa Gran Mariscal de Ayacucho e invirtió en grandes programas de desarrollo en 1974-1978 durante la abundancia, entendió claramente lo que había que hacer en 1989-1993 en medio de la escasez de fondos más abyecta, para recuperar a Venezuela y desarrollarla. Fuimos a ese ajuste, que fue un ajuste rápido, eficiente, lamentablemente tuvo un carácter muy contractivo en el año 1989 por razones políticas, exclusivamente políticas. Porque además introdujimos todas las leyes fundamentales para cambiar la estructura económica del país, para poner a tono a Venezuela con los tiempos. Se sentaron las bases para que Venezuela se convirtiera en estos 30 años que acaban de pasar en el país de más alto crecimiento en el mundo. No hubiera sido China, hubiera sido Venezuela, porque Venezuela tenía todas las características para ser ese gran país en estos 30 años. Estos años eran fundamentales para la historia de Venezuela, no podía haber equivocaciones. Por razones políticas, por la desgracia política que ocurrió después de la lamentable traición del 4 de febrero de 1992, y sus secuelas, las élites políticas y económicas defenestraron al líder político más grande de Venezuela de los últimos 50 años. Nosotros habíamos terminado el año 1991 siendo el país de más alto crecimiento en el mundo, habíamos completado un proceso de privatización impecable de la CANTV, estábamos haciendo el gobierno más honesto de toda la historia de América Latina. Y entonces se presentaron estos delincuentes del 4 de febrero a atentar contra la Constitución de la República de Venezuela, de manera cobarde y traidora. A partir de allí se monta el pretorianismo civil, encabezado por unos partidos políticos que estaban en crisis. Con Rafael Caldera, que termina destruyendo a COPEI, y Acción Democrática, que era un cascarón vacío, dirigido por Alfaro Ucero, un caporal incapaz de ver más allá de sus narices. Por esa razón política, y por los intereses creados y amañados con la corrupción, se frenó ese gran programa de desarrollo. De haber continuado, Venezuela estaría hoy en día produciendo 10 millones de barriles diarios de petróleo; tendría un ingreso per cápita mayor que el de Corea del Sur, que el de Taiwán, un ingreso per cápita de país desarrollado, eso era lo que le correspondía a Venezuela. Esa traición nos ha llevado a la catástrofe de nuestra patria. Ahora tenemos convertida a Venezuela en una chatarra. Teníamos la segunda empresa petrolera más importante del mundo, PDVSA, y la han convertido en una chatarra. La convirtieron en una bodega para repartir de todo y endeudar al país -porque la mayor parte de la enorme deuda externa que tiene Venezuela, la tiene PDVSA-. Destruyeron al gran polo de desarrollo de Guayana. A nuestro sistema educativo, de salud y de aguas. A nuestra agricultura y nuestra industria. Se ha entregado nuestra soberanía, han convertido a un país rico y generoso que les abrió los brazos a muchos inmigrantes europeos, en una miseria con 7 millones de compatriotas emigrados al exterior. Un país con niveles de pobreza inmensos, que abarcan a la mayor parte de nuestro pueblo. Venezuela, un país que debería ser una joya, que debió ser a estas alturas el país más desarrollado de América; 40 años miserablemente perdidos de nuestra historia, con un último tren que fue el Gran Viraje de Carlos Andrés Pérez, en esos cinco años fundamentales de nuestra historia, de su segundo gobierno de 1989 a 1993.
Ojalá no perdamos el próximo…