En la aldea
23 marzo 2025

Entre adjetivos te veas

“Nos convertimos en la República de la adjetivación. Desde entonces, solo los adjetivos designan verdades y se hacen virales. Lo demás, lo tangible, los hechos, van directo a la deriva. Aunque desde el poder nadie lo diga”. Una reflexión que recuerda la importancia de tener una narrativa propia en política, saber identificar los objetivos y ser asertivos, y no reactivos. En esto, sin analizar mucho la etimología del lenguaje, el chavismo ha logrado imponer su léxico frente al discurso opositor. Entonces, en ambos bandos, y con la ayuda de las redes, “convertimos en ‘tendencia’ expresiones, dichos, chistes, sobrenombres, mientras todo sigue peor”.

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Sonia Chocrón | 07 julio 2022

No pretendo analizar orígenes ni etimologías. Mucho menos esbozar un mapa de evolución sociocultural de nuestro español vernáculo. Apenas si en mis horas de ocio me pongo a barruntar lo que la (mala) política termina por hacerle al lenguaje de uno en 23 años. Lo traigo a colación porque siento, a veces, que nuestra memoria es tan frágil, que escondemos en los rincones más sombríos lo que hemos vivido y por eso me aterra que seamos capaces de repetirlo. Me asombra la desmemoria, el olvido, que es como echar al bote de la basura lo bueno y lo malo, lo dulce y lo agrio, de nuestra propia biografía. Y es que tengo por cierto que somos la suma de nuestras experiencias, tropiezos, alegrías, logros y fracasos. De eso estamos hechos, para bien o para mal.

Si mi mente retrocede en el tiempo, durante los primeros años del chavismo, luego de la llegada de Hugo a Miraflores, los venezolanos nos vimos abducidos por el ciclón de las nuevas palabras para designarlo todo. Un ciclón mucho más atinado y certero que ese que  hace un par de semanas nunca llegó (no por el poder de la oración ni por el poder de Nicolás, sino por el poder de nuestro sistema montañoso que ha evitado siempre la entrada de huracanes, que no ciclones, a este atormentado país).

Aquellos primeros años. Fatídicos años. Eran los tiempos de los niños de la patria. Yo seré el primer culpable si hay niños de la calle”, señaló Hugo aquél 6 de diciembre del año 1998 cuando resultó ser el candidato ganador para dirigir la Nación, y en la misma línea declaró que de no cumplirse sus palabras, dejaría de llamarse por su nombre. (Ahora ya solo hay niños de la patria escarbando en la basura para encontrar algo de comida. Y no, no son parte de la “Gran Misión Hogares de la Patria” de Maduro).

“Vivimos como una moda los cambios de nombre de la República Bolivariana de Venezuela, de puentes, de autopistas, de la pobreza, del fracaso, de la quiebra”

Eran los tiempos en los que quienes nos oponíamos llevábamos el pesado mote de ser “escuálidos” (lástima que no fuimos escualos),Ustedesson escuálidos, acepten su realidadde escuálidos,no se sientan ofendidos(Hugo, 2001). O formábamos la comparsa de los lacayos del imperio: La burguesía criolla, la extrema derecha, el fascismo y sus aliados internacionales, el imperio yanqui y sus lacayos, saben que nunca jamás nos ganarán elecciones presidenciales en esta Patria que despertó (Hugo, 2007). Peor aún: éramos fascistas golpistas.

¡Y llegamos a ser hasta boliburgueses, nosotros, no ellos! Ser rico es malo, es inhumano. Así lo digo y condeno a los ricos (Hugo, 2005). Por no hablar de los contendientes frijolitos, los judas, los majunches, los plasta, la mierda (Es una victoria de mierda y la nuestra una derrota de coraje), los hijos de papá y mamá y, por supuesto, la inolvidable sentencia para definir aquella nueva Venezuela, “patria, socialismo o muerte” (nunca tan real y tan palpable como en estos 23 años).

Eran los días del mar de la felicidad, del corazón de la patria, del amor mayor, de los dignificados (que no damnificados) de aquel deslave ignorado pero furibundo, del chupadólares, el camastrón, del polo patriótico y el socialismo del siglo 21, de Mr. Danger y el  imperialismo yanqui. (Come here, mister Danger, cobarde, asesino, eres un genocida, eres un alcohólico, eres un borracho, eres un inmoral, eres lo peor, mister Danger, eres un enfermizo, lo sé personalmenteHugo, sobre George W. Bush en 2006).

En suma, que el socialismo del siglo XXI llegó codificando una nueva forma de llamar las cosas, las gentes, los hechos y hasta la historia. Una nueva forma de nombrar, pasajera y fugaz como las ilusiones, y cuya meta era dilapidar el pasado poquito a poco, y construir el nuevo mundo, el hombre nuevo, de la misma forma en la que -según el relato bíblico- el todopoderoso fundó al mundo: primero la palabra y a partir de allí creó todo lo demás. Desde entonces, vivimos como una moda los cambios de nombre de la República Bolivariana de Venezuela, de puentes, de autopistas, de la pobreza, del fracaso, de la quiebra, y hasta del robo (que ahora se llama expropiar). Nos convertimos en la República de la adjetivación. Desde entonces, solo los adjetivos designan verdades y se hacen virales. Lo demás, lo tangible, los hechos, van directo a la deriva. Aunque desde el poder nadie lo diga. Convertimos en “tendencia” expresiones, dichos, chistes, sobrenombres, mientras todo sigue peor.

“En suma, que el socialismo del siglo XXI llegó codificando una nueva forma de llamar las cosas, las gentes, los hechos y hasta la historia. Una nueva forma de nombrar, pasajera y fugaz como las ilusiones, y cuya meta era dilapidar el pasado poquito a poco”

En estos días leía un análisis de un experto en comunicación y profesor universitario. Decía, palabras más palabras menos, que para el chavismo y sus herederos, lograr posicionar un adjetivo se convirtió en estos años “en una suerte de lema de la campaña”. Con ese lenguaje siempre se ha buscado “unificar a los seguidores, darles un contenido, una identificación y un enemigo”. Lo increíble, lo insólito, es que con el tiempo, nos copiamos el modelo en “nuestro bando”, imagino que viendo que daba buenos resultados.

Así que también en la acera de enfrente comenzaron a imitar el mercadeo de la palabra y descubrieron su propio léxico familiar (de la famiglia, dico). Sí, los frijolitos, los majunches, los deja-pellejos, los abstenidos, los blindados, los capos del otro clan, en suma. Así que si bien este carroñerismo del idioma llegó con el difunto, no es menos cierto que desde las cabezas de la oposición que ostentamos, que no es otra que la némesis del difunto, también se hizo patente la fundación de una nueva forma de estar en el bando opuesto, a través de una lengua mártir y engañosa. Mediante un vocabulario de sacrificio como si ellos, nuestros representantes, fueran los buenos hijos del Dios altruista y sufriente, que se sacrifican por nosotros, los pequeños humanos, en su largo camino hacia el calvario cargando su cruz (¡y ni cobran!).

Entonces, después de muchos años, ya no somos tan escuálidos. Hemos devenido en la “inversión a futuro” de aquellos mártires que se dejan el pellejo en la lucha, en las calles del país, en los viajes alrededor del mundo para relatar nuestras malas nuevas, y en los diálogos para pactar con el diablo. En su exilio doliente. Lo fuimos. Lo hemos sido: La feligresía llena de fe en que si votamos ganamos, si votamos cobramos.

Aún seguimos dándole crédito a nuestros santos, estamos blindados, el bien vence sobre el mal, y la unidad, la unidad, la unidad. A nuestros caballeros de la mesa redonda (ese círculo vicioso) de la unidad democrática, de la coordinadora democrática. Aunque ya no tanto, cada vez menos. Y si bien hemos aprendido a desconfiar, de momento aún estamos perdidos en el mar de las palabras huecas, en las profundidades de una interminable campaña de marketing que pretende apenas apoderarse de un buen pedazo de la torta. Nosotros, todos los demás, vivimos en el medio. Y a estas alturas, esperando no sabemos ni qué. Ni con cuáles palabras nombrarlo.

PD: Al cierre de esta columna me doy cuenta de la próxima Word Fashion Trend: Del muñeco sembrado al muñeco inflado: El Súper Bigote. Yo misma lo escribiré.

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