La realidad venezolana es abrumadora, a ratos logras ver la jugada, el juego completo del adversario que no solo busca vencer al oponente, sino someterlo, eliminarlo. El caso es que el ardid logra verse, hay quienes la presentan con agudas interpretaciones, profundas, develan las pesadas estructuras que se esconden bajo la sombra del poder.
Ante esto es inquietante que quienes se oponen al dominio establecido no adviertan la naturaleza del poder. Digo no lo adviertan porque entender el proceso de dominación pasa por emprender acciones que se derivan del análisis y/o interpretación. ¿Qué está entendiendo la oposición política por elecciones comunales?, ¿las pensó?, ¿puede actuarse desde el contrapoder?
La mayor amenaza de las elecciones comunales ha sido la fusión Estado-partido, pero no ha habido una palabra orientadora a la población, a las comunidades, a los ciudadanos que les permitan ver y entender este proceso comunal. Como lo dije en el artículo anterior, la democracia es una zona en reclamación, se termina de perder o se recupera.
En el sentido foucaultiano, en la microfísica del poder, luchar contra el poder es una “lucha para hacerlo aparecer y golpearlo allí donde es más invisible y más insidioso. Lucha no por una toma de conciencia sino por la infiltración y la toma de poder, al lado, con todos aquellos que luchan por esto y no retirado para darles luz. Una teoría es el sistema regional de esta lucha”.
Esto es lo que Michel Foucault denomina voluntad de poder, luchar por él, es tomarlo. Es inevitable comprender la realidad, entenderla, interpretarla, pero luego hay que infiltrarla, penetrarla, tomarla desde lo que ella significa. ¿Habrá oídos que oigan y ojos que vean esta realidad? Aunque llevamos más de 20 años de liderazgos erráticos, no deja de sorprenderme la falta de sentido de oportunidad de la oposición política al régimen. ¡Impresionante la ceguera ante acontecimientos interesantes con enorme potencialidad de organización, resistencia y avance en torno a posibilidades de poder real!
No deja de inquietarme, cómo en los momentos de mayor debilidad del régimen, la oposición decide callar, hacer mínimos movimientos, desaprovechar la oportunidad de hacer pedagogía política. Estas últimas semanas han sido clave, el sistema afianzó la idea de fusionar Estado y partido, sin reacción de parte de los políticos de oposición. En mi comunidad y en las distintas comunidades a lo largo del país, no se acercó partido alguno a hacer contrapeso a unas elecciones que se les impuso a la sociedad y se les obligó a asumir el PSUV como única opción política.
La competencia “electoral” que hemos visto las últimas semanas, fue hecha bajo la sombra del partido, esto es lo grave, “elecciones” comunales en las que solo los militantes del PSUV tenían posibilidad de ser elegidos. Una competencia sin contrincantes y una elección sin electores. ¿Quién capitaliza la ausencia de electores?, ¿quién acompaña a quienes decidieron no participar? Nuevamente se hizo presente la orfandad política, ¿cuál será el momento ideal para la acción política, para la búsqueda del poder, para la infiltración de los que mandan y se imponen por la fuerza?
Unas elecciones sin electores. Elecciones comunales en las que se “eligieron” más de 250.000 jefes de calles. Jefes: el concepto de la obediencia, no hay liderazgo, la ecuación que se impone es la de ordenar y obedecer. Que no haya habido electores es la demostración que las comunidades no se han rendido. Pero, al mismo tiempo, que no hayamos sido acompañados por ningún partido opositor es la demostración que ellos sí se rindieron. Se quedaron en la apariencia, en el juego político electoral de las altas esferas del poder y no en las mallas del poder real a quienes se les impone un determinado tipo de elecciones.
Me refugio en Václav Havel, quien como político sí lo entendió, tuvo el valor de nombrar al pan, pan y al vino, vino:
“Hasta que la «apariencia» no se confronta con la realidad, no parece una apariencia, hasta que la «vida en la mentira» no se confronta con la «vida en la verdad», falta el punto de referencia que revele su falsedad. Pero apenas se presenta una alternativa a la apariencia, necesariamente la pone en cuestión en lo que es, en su exigencia y en su integridad. En general no importa la amplitud del espacio que ocupa la alternativa; su fuerza no está en su lado «físico», sino en la luz que echa sobre los pilares del sistema y con la que ilumina sus tambaleantes fundamentos…”.
Cada calle de nuestros numerosos barrios apostó por la vida en la verdad. La verdad fue que, en calles de 60 votantes nominales, por ejemplo, solo votaron cinco personas. Aquí no hay ni democracia “directa” ni representativa, hay un aparato que se nutre, que vive de la ausencia, de la no participación (en este caso consciente) de una ciudadanía que no se resigna. Nuestras comunidades tuvieron el valor de enfrentarse al sistema, ver su desnudez y gritarla. ¿Qué hace posible esta apuesta por la verdad de nuestras comunidades y la más absoluta apatía del estamento político, para no individualizarlo?
El hecho político primordial está ahí, en la base, en las comunidades, en la calle, en el barrio, eso lo ha entendido el chavismo sin lograr moverlo a su favor. Sin lograr adhesiones libres tuvieron que inventarse al jefe para que este sea seguido por la fuerza. Jefes de calle. Jefes territoriales o de comunidad. Jefes de las UBCH.
“La «vida en la verdad» no tiene solo una dimensión existencial (restituir el hombre a sí mismo), noética (revelar la realidad como es) y moral (ser un ejemplo), sino que tiene también una evidente dimensión política… Si el fundamento del sistema es «la vida en la mentira», no es de extrañar que la «vida en la verdad» sea su principal peligro. Y por eso es por lo que se combate este peligro más que cualquier otro”.
¿Cómo lo combate el régimen? Favoreciendo, potenciando, que los grupos de poder opositores banalicen el sistema, vean ineptos gobernando, o busquen la cohabitación en la que se potencia la mentira.
La mentira condena a nuestro pueblo. Nos condena a la dominación y no a la autodeterminación, a la libertad noética. Es mentira que el proyecto comunal haya calzado, es mentira que las bolsas CLAP garanticen la obediencia, en nuestros estudios recientes en el Centro de Investigaciones Populares, el 94% de los entrevistados rechazan la bolsa, quieren tener la posibilidad de poder autodeterminarse. Se sienten acorralados por el sistema, no consiguen trabajo, viven el sometimiento muy de cerca. Dicen sentirse metidos en una olla a presión.
Me encantaría que estas palabras resonaran con fuerza en los políticos, en quienes se autodefinen líderes, que tuviera el valor de impulsar la voluntad de poder. El sistema que domina ha alcanzado la “tranquilidad” que da el sometimiento, la vida en la mentira parece haber ganado terreno, pero, dicho por Václav Havel:
“Bajo la superficie tranquila de la «vida en la mentira» duerme, por tanto, la esfera secreta de las intenciones reales de la vida, de su «apertura secreta» a la verdad… El peculiar, explosivo e incalculable poder político de la «vida en la verdad» tiene su lado invisible, pero, precisamente por eso, omnipresente, aliado: esta «esfera secreta». De ella nace, a ella se dirige, en ella encuentra su comprensión. Allí está el espacio de su comunicación potencial”.
El verdadero poder no está en los dispositivos, está en la trama, en las redes imperceptibles, en la práctica, en la vida común, en aquello que no es política, pero sin lo cual la política no tendría posibilidad de existir. Estamos frente a dos sistemas de poder: uno con dispositivos, con estructuras, con un mínimo de persona para funcionar, esto es, el aparato del Estado comunal o chavismo.
Y tenemos el otro sistema, está en todas partes, se niega a la dominación, apuesta por su vida real, familia, comunidad, por su identidad, pero no es acompañado por grupos con voluntad de poder, no tiene estructuras, pero tiene tenacidad, somos la mayoría. Desde Foucault lo diríamos de la siguiente manera:
“Existe un sistema de poder que obstaculiza, que prohíbe, que invalida ese discurso y ese saber. Poder que no está solamente en las instancias superiores de la censura, sino que se hunde más profundamente, más sutilmente en toda la malla de la sociedad”.
Malla que ha querido someter el sistema sin lograrlo, por eso enfatiza el dominio en la estructura, coloca vigilantes y controladores por cuadra, los jefes de calle, tratando de meterse en los hilos de la sociedad. La verdad es que esto es muy difícil porque el sistema está luchando contra lo que somos y vivimos, esa batalla la tiene perdida, ¿podrá la oposición en un acto de humildad voltear la vista y ver lo que ha dejado atrás, mirar las comunidades, ser capaz de entender y aceptar la vida en la verdad? ¡He aquí el desafío!
Nos vemos la próxima vez, todavía faltan las elecciones de los consejos comunales.