Estamos viviendo hoy en Venezuela una de las acciones centrales de los sistemas totalitarios: unir en un mismo movimiento Estado y partido. Fusión indispensable para hacer de la dominación un camino impregnado de ideología. Hay que vender la idea del hombre nuevo y, por tanto, del nuevo Estado. En la esfera del poder en Miraflores, ¿qué pasó estas dos últimas semanas?
Desde el año pasado hemos sido testigos de los múltiples movimientos en el partido del régimen: congresos, regaños, definiciones, diferenciaciones, imposibilidad de construcción de un partido único. La vía que va quedando libre es la unificación del Estado y el PSUV. Estado y partido hegemónico, no único, por ahí van las puntadas. Para el socialismo real esta fusión es determinante. ¿Cómo lo han venido consolidando? En la territorialidad miliciana, más que militar, a partir del sistema de organización territorial de las unidades populares (de batalla), bajo la denominación SOTU. Esto lo hemos venido documentando desde hace algunos años. En 2021 publicamos en este medio la fundamentación territorial del Estado comunal.
Es importante que hoy nos centremos en uno de los pilares del régimen que se levanta a partir del SOTU: el electoral. Las elecciones comunales que fusionan en un único movimiento el partido y el Estado. No lo perdamos de vista. Sin entrar en discusiones legalistas, los invito a que comprendamos el proceso.
Desde aquí, lo primero para tener en cuenta es que la democracia es una zona en reclamación, terminar de perderla es el propósito del régimen, hoy existe como vocablo vacío. Dos instituciones se sobreponen, la República descentralizada: gobernaciones, alcandías, concejos legislativos, etc., y la comunal: comunas, ciudades comunales, calles y sus jefes, UBCH y sus salas de batalla, jefes territoriales, etc.
El centro del planteamiento es que la República descentralizada, es institucional, es Estado autónomo, se eligen las autoridades y ahí muere el partido. El gobernador o alcalde lo es por elección, tuvieron el derecho de elegir y ser elegido, principio universal del sufragio. En la zona en reclamación, en Venezuela, todavía existe esa figura y ese derecho, aunque turbio y a punto de desaparecer, empañado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) y el manejo político del poder electoral.
Del otro lado tenemos el Estado comunal, escúchese: ESTADO. En ese Estado el poder comunal se establece por calle, unidad básica del dominio, aquí ocurre un movimiento inédito: la sociedad en general conserva el derecho a elegir, pero no tiene derecho a ser elegido, el principio universal del sufragio de elegir y ser elegido se destruye. Acá el Estado, su administración jurídico-político, está fusionado con el partido. Quienes tienen derecho a elegir y ser elegido son los miembros inscritos y carnetizados del PSUV.
Este es uno de los hechos más graves en materia electoral y del sistema de dominación que hayamos visto hasta ahora. Se transformó por vía de facto el principio universal del sufragio: elegir y ser elegido. En las comunidades, el sábado 20 de agosto, solo pudieron postularse, postular o ser postulados los militantes del partido del sistema, nadie más, la orden vino de Miraflores y del buró central del partido.
Para optar o para postular a un tercero a los cargos de jefe de calle, jefe de comunidad, jefe territorial, o consejos comunales, es requisito fundamental es ser miembro del partido y tener carnet del PSUV. ¿No es, acaso, el consejo comunal el sustituto de las asociaciones de vecinos? Estamos hablando del Estado no del partido. Con estas elecciones se sigue avanzando en la violación flagrante del derecho a ser elegido.
Aún más, quienes aspiran ser elegidos a cargos públicos, cuando hay democracia y no una zona en reclamación, lo hacen desde el sentido de ser servidor público; en tal caso, presidente, como era el nombre del cargo en una asociación de vecino. Es decir, es el servidor público que preside, no es el que manda, la ecuación de poder no es la obediencia sino la dirección, el acuerdo, el diálogo, la búsqueda del cumplimiento de objetivos comunes.
No estoy diciendo nada nuevo, solo coloco de relieve que la democracia está de paso y en zona de reclamación, su narrativa, su lógica, su historia, su sentido. El sistema comunal, como aparato, práctica y sentido, solo puede existir si elimina por completo la democracia. El jefe se plantea a expensas del líder. Ni en el partido ni en la comuna (Estado) hay líderes, solo jefes a quienes hay que obedecer.
Miren la secuencia electoral de los días inmediatamente pasados y por venir en el futuro cercano: propulsor (quien organiza y convoca); jefe de calle (el que manda en la calle, coacciona, obliga, vigila); el jefe territorial (agrupa a todos los jefes de calle); las UBCH (centraliza a los jefes territoriales y jefes de calle) dan paso a los consejos comunales, quienes rinden cuentas, a su vez, a las UBCH.
Esta es la “escala sistémica”, el origen es cada comunidad, con sus distintas estructuras que van de la base (jefes de calle, pasando por los jefes territoriales y UBCH, hasta llegar a los consejos comunales que vuelven a las UBCH-partido) hasta alcanzar a la presidencia pasando por las distintas estructuras: parroquiales, municipales, estadales hasta obtener las centralizadas. Como ven se trata de un movimiento híbrido.
El Estado que se impone, ocupa, por eso hablamos de comunidades ocupadas por el poder comunal. Este es un tema en desarrollo, no lo doy por concluido, la historia se escribe y el poder se perfila y se impone a partir de los diversos dispositivos de control. Sus redes se sostienen en un sistema de prácticas.
Hurgando entre mis lecturas, fichajes, memoria, en esa búsqueda interminable por comprender y encontrar algún sentido a la historia que nos arrastra y, al mismo tiempo, nos ubica, viene a mí “Vigilar y castigar” de Michel Foucault. Una práctica: la sustitución del verdugo por la máquina; el control físico, por el dispositivo que coacciona sin tocarte; un aparato, un sistema que doblega hasta lograr quebrar la voluntad: “Dicho aparato, si parece necesario, no producirá sensación alguna y apenas se percibirá. Casi sin tocar el cuerpo” (p. 21), nos dice el filósofo.
Ese es el jefe de calle, los múltiples jefes que conforman la escala sistémica. Van perfeccionando el control, la coacción, llegando al punto deseado: el quiebre. Si no se llega a él desde la anulación, el sometimiento, se pasa nuevamente al verdugo.
Estamos en el claroscuro del sistema, tienen que depurar lo comunal y con ello el partido, cierro, provisionalmente, citando a Stéphane Courtois, en el libro: “Lenin el inventor del totalitarismo”:
“Lenin, que les había llamado «liquidadores» del partido, estaba ahora en contra de boicotear las elecciones porque pensaba que la Duma era una plataforma para la agitación y la propaganda. Los bolcheviques estaban divididos: los «ultimatistas» exigían una línea más revolucionaria y rechazaban cualquier acción legal, incluso en los sindicatos; Bogdánov y Krasin optaron por la «recuperación» (otzov) de los diputados socialistas electos, de ahí su nombre de otzovistas”.
Las elecciones comunales son la puerta abierta a la agitación y la propaganda. ¡Nos vemos la próxima vez!
*Profesora Titular de la Universidad Central de Venezuela. Investigadora del Centro de Investigaciones Populares.
@mirlamargarita