¿En qué se parecen Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid desde agosto de 2019 hasta el presente, y María Corina Machado, eventual ganadora -según sondeos de opinión, al menos- de la elección primaria que va a celebrar la oposición venezolana el 22 de octubre de este año? Se parecen, ante todo, en que son mujeres atractivas, relativamente jóvenes, y extraordinariamente inteligentes. Se parecen en su ambición política y en su discurso estructurado de donde no se salen, ni ante las mayores provocaciones. Se parecen en el aliento liberal que las arropa y en su encasillamiento en la derecha. Se parecen en que la primera siempre estará marcada por su aspecto y condición «pija», y la segunda por su aspecto y condición «sifrina». Se parecen en que, de algún modo aun indescifrable, la ola de valorización del papel de la mujer en el mundo occidental (y que arrastra, por lo demás, lamentables incidencias como la del lenguaje inclusivo) las va a favorecer en su carrera.
Se parecen en que ambas necesitan un gran enemigo para lucirse: la primera se ha buscado, hasta ahora, dos y a uno de ellos contribuyó a defenestrarlo del lugar donde estaba encumbrado: Pablo Casado, expresidente del Partido Popular o, como dice Google, expolítico. El segundo, Pedro Sánchez, presidente del gobierno español desde junio de 2018, con quien forcejea cada día: no suele salir mal parada en cada clinch. El enemigo de la segunda resulta más grande, más poderoso y avieso que cualquiera de los que pueda buscarse la primera y, por lo tanto, comporta mayores méritos de parte de ella.
Esos enemigos, para estas mujeres, son necesarios. El valor de María Corina Machado es el valor que implica enfrentarse a lo que se enfrenta. Todavía sus consejeros de marketing político le sacan partido a la frase «Expropiar es robar» que le dijo a la cara a Hugo Chávez durante la rendición de cuentas anual del entonces presidente en la Asamblea Nacional, en 2012. En realidad, mayor muestra de valentía fue la de la periodista Adriana Núñez Rabascall en una conferencia de prensa, tras las elecciones parlamentarias de 2010, cuando hizo unas preguntas realmente incómodas ante un presidente a quien se le inyectaron los ojos en sangre a medida que la escuchaba. No ha habido en la historia reciente del país un acto de valentía del tamaño de esa intervención de la periodista que entonces era reportera de Televen.
¿En qué se diferencian, fundamentalmente, Isabel Díaz Ayuso y María Corina Machado? En que la primera hace vida política en un país que acaba de recibir sesenta mil millones de euros de parte de la Unión Europea, a fondo perdido. ¡A fondo perdido! En realidad, después de que se aprobara un plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, en julio de 2021, el Consejo de Asuntos Económicos y Financieros de la Unión Europea (ECOFIN) dio luz verde a los primeros desembolsos. En total, España recibirá unos 140.000 millones de euros, de los cuales 72.000, aproximadamente, serán a fondo perdido.
Por su parte, María Corina Machado está empeñada en ser presidenta de un país que se encuentra en Emergencia Humanitaria Compleja y lo seguirá estando por ahora, mientras quienes están en el poder sigan estando en el poder. La segunda diferencia entre una y otra es una derivación de la primera diferencia: Ayuso se mueve en un entorno democrático, liberal y auspicioso. Machado no.
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He visto un par de discursos recientes de María Corina Machado: se la ve muy entusiasta. No hay muchas razones para el entusiasmo, la verdad. Pero ella insiste. Insiste y recurre a fechas en las que la movilización nacional ha significado esperanza y unidad; fechas que rindieron ciertos frutos aunque después los frutos se pudrieran: el Firmazo de febrero de 2002, y la recolección de votos en muchas partes del mundo el 16 de julio de 2017. Ella, que sabe sacar, como Ayuso, provecho de la narrativas tipo David contra Goliat, habla de que esta vez se trata, luego de la decisión del 22Oct, de una lucha entre el bien y el mal y que la gesta tiene un sentido definitorio, pues entonces «devolveremos la política a la gente (…) para elegir el liderazgo digno, trasparente y valiente que saque a Maduro del poder».
Todo encaja, ¿no? La épica y todo lo demás. Como en Ayuso. Puede que sus palabras sean diáfanas (ambas se manejan coloquialmente a las mil maravillas) pero en el fondo está ese cometido del héroe, o heroína, que ha de cruzar el desierto y lo hace con total entrega pues arrastra a su pueblo en la tarea, como un fardo, animándolo, dándole fuerzas.
Yo le diría que no se pusiera tan grandilocuente. Que mirara atrás y viera por qué uno le tiene simpatía. Dicen que uno es de donde estudia el bachillerato: eso está bien, tiene sentido. Pero yo diría que uno es, también, de donde ha trabajado y ha obtenido enseñanzas de allí; es decir, que el trabajo ha sido una experiencia aleccionadora. En mi caso, hay dos instituciones que me han marcado para bien: la Copre (o Comisión Presidencial para la Reforma del Estado) y Venezuela Competitiva. Ambas tuvieron que ver, o se relacionaron de alguna manera, con María Corina Machado y/o con su familia. En ambas aprendí, entre otras cosas, que un país debe ser gobernado por una élite educada. No puede haber advenedizos en el poder, el poder es algo demasiado serio para dejarlo en manos de ignorantes. Claro que esa élite ilustrada debe tener sentido de inclusión y sensibilidad social. En la Copre estaba como secretario ejecutivo Carlos Blanco, ahora muy cerca de María Corina; pero además había allí un equipo técnico que era una promesa para la Venezuela de entonces…, pero salió un adeco con mentalidad chavista a decir «No somos suizos».
En Venezuela Competitiva, entre otros valiosos empresarios y profesionales, estaba Jonathan Coles. No sé qué se habrá hecho ese señor, creo que vive en Panamá. Era, además de empresario, un tremendo guitarrista clásico. Un tipazo. Venezuela Competitiva recogía casos exitosos de medianas y pequeñas empresas venezolanas, emprendimientos que se habían abierto camino, incluso, exportando. También se documentaba la historia de gobiernos locales ejemplares, organizaciones no gubernamentales e iniciativas comunitarias como Cecosesola en Barquisimeto, entre muchas otras. Era fantástico conocer de primera mano la data y la mecánica de cada logro. Se hacían reuniones anuales con los protagonistas de las experiencias, también se editaban pequeños libros que se utilizaban como guías para dar cursos sobre una manera de crear, desarrollar y convertir en fortuna y aporte al país una pequeña idea. Todo eso, a la venezolana.
Coles, en uno de sus viajes al interior, dijo algo a un pequeño grupo de gente que se había reunido para un evento: «Estos casos de la Venezuela Competitiva son como pequeños puntos de luz. Hay que seguirles la pista». Creo que uno de esos pequeños puntos de luz era precisamente Eureka, una organización en la que estaba involucrada la madre de María Corina, y la misma María Corina antes de meterse a la política.
Yo le diría a María Corina que no se pusiera tan grandilocuente, insisto. Le pediría que volviese a mirar esos puntos de luz a los que aludía Coles, ¿qué ha pasado con ellos?, ¿hay nuevos puntos de luz, a pesar de las condiciones en que el chavismo está dejando al país? Le pediría a María Corina que recuerde el pasado, porque de ese pasado están hechos ella misma y su entorno. Es el único desde el cual se puede construir el futuro. De allí salió todo lo bueno y todo lo malo. Se supone que de la experiencia se aprende.
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@sdelanuez
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