En la aldea
26 abril 2024

Más allá de los números: el dolor de la recaída

“Ha sido un retroceso muy fuerte y rápido. Era difícil que fuera de otra manera. La expansión no tenía sustento en ningún cambio sustancial en los marcos institucionales y de políticas públicas. No tenía soporte en inversiones significativas distintas y, en todo caso, limitadas al sector comercial. El malestar no es tanto por el frenazo sino por las circunstancias en las cuales éste se está produciendo”.

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Gerver Torres | 02 mayo 2023

Las protestas sociales que se han venido escenificando recientemente en Venezuela llevan una carga de rabia y frustración, mayor inclusive a las de aquellas registradas en años de una situación económica más difícil aun que la actual, tal es el caso de 2016 y el 2017. ¿A qué se debe esa particular carga de emociones? Un factor explicativo, a mi juicio, tiene que ver con los dolores propios de la recaída, del retroceso. Las recaídas son particularmente gravosas. Lo dicen, por ejemplo, los psiquiatras cuando hablan de la reaparición de las depresiones, las cuales pueden ser peores que la experiencia inicial. Es así porque las recaídas representan la quiebra de una esperanza: la esperanza de la recuperación. Las recaídas nos dicen que estamos de nuevo al comienzo del camino, que hemos perdido parte o todo lo recorrido. Con la recaída perdemos la fe en los tratamientos y soluciones adoptadas al mostrársenos como no viables o sostenibles. Las recaídas nos traen de vuelta el fantasma del sufrimiento ya experimentado.

Hay tipos distintos de recaídas, y sus efectos sobre quienes las padecen pueden ser muy distintos dependiendo no solo de su magnitud en términos absolutos, sino también del contexto en que ellas se producen. Una recaída económica -una contracción- después de años sostenidos de crecimiento puede no experimentarse como algo particularmente serio. Puede verse inclusive como una etapa normal en los ciclos económicos por los que atraviesan los países. En cambio, una contracción que ocurre poco después que una economía ha empezado a dar algunas señales de vida y, luego de una larga y profunda contracción, es otra cosa. Eso es lo que está pasando en Venezuela.

“El enorme desaliento que produce sentirse de nuevo cayendo, apenas poco tiempo después de haber creído que la pendiente había cambiado de dirección”

La economía está experimentando una recaída -un frenazo la llaman algunos- apenas dos años después de una expansión (2021-2022) que siguió a su vez a siete años continuos de enorme contracción (2014-2020). Es comprensible que después de un período tan prolongado e inusual de oscuridad, que vio el producto reducirse en un 80%, cualquiera recuperación, cualquier crecimiento tenía que haber generado mucha esperanza de que finalmente se hubiese tocado fondo. Que apenas dos años después de comenzar a vivir esa esperanza se vuelva a estar en retroceso, es muy doloroso. El corto periodo de crecimiento vino acompañado de un breve periodo en que la inflación se desaceleró (primer semestre de 2022) e hizo aparecer la ilusión de que finalmente los salarios y el ingreso se estabilizaban.

Ocurrió además que ese crecimiento de la economía y desaceleración de la inflación estuvo acompañado por otros dos factores de naturaleza distinta pero que han debido incidir positivamente en el ánimo colectivo: cedió la pandemia de la COVID-19 y mejoró notablemente la percepción de seguridad física. Todo eso hizo pensar a muchos venezolanos que las cosas estaban finalmente en camino de arreglarse. Es así que, en agosto de 2022, alrededor del 52% de los venezolanos le dijo a Gallup que su estándar de vida estaba mejorando. Pero entonces, hacia el tercer trimestre de ese mismo año, comenzó de nuevo a acelerarse la inflación y a sentirse la contracción económica.

La estabilidad del tipo de cambio había resultado pasajera. Los salarios retomaron su deterioro y el ingreso de los venezolanos continuó pulverizándose. Para enero de 2023 prácticamente todos los sectores reportaban caídas de ventas significativas. De acuerdo con el Observatorio Venezolano de Finanzas, para el primer trimestre de este año la actividad económica registraba un descenso de más del 8% con respecto al mismo trimestre del año anterior.

Ha sido un retroceso muy fuerte y rápido. Era difícil que fuera de otra manera. La expansión no tenía sustento en ningún cambio sustancial en los marcos institucionales y de políticas públicas. No tenía soporte en inversiones significativas distintas y, en todo caso, limitadas al sector comercial. Pero, para la inmensa mayoría de la población la precariedad del andamiaje económico en que estaba montado todo aquel arranque era difícil de entender. En cambio, sí podían experimentar o ver y, por tanto, ilusionarse en algún grado con una mayor actividad económica a su alrededor, aunque fuese principalmente comercial, y con una reducción de la inflación, que la vivieron como momentánea estabilización de sus ingresos. La esperanza se alimentaba de eso.

Es esa la esperanza que para muchos venezolanos está nuevamente resquebrajándose hoy y es eso lo que explica, creo yo, la especial amargura que llevan las protestas de este tiempo. Es el enorme desaliento que produce sentirse de nuevo cayendo, apenas poco tiempo después de haber creído que la pendiente había cambiado de dirección. Así pues, el malestar no es tanto o tan solo por el frenazo sino por las circunstancias en las cuales éste se está produciendo.


*El gráfico fue facilitado por el autor, Gerver Torres, al editor de La Gran Aldea.

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