Durante los primeros ocho meses del 2023 (enero – agosto), han cruzado la peligrosa Selva del Darién un total de 307.000 personas. Los venezolanos son más de la mitad de esa cifra (190.000), superando por mucho el total de los que cruzaron dicha ruta durante el año 2022 (250.000) y el año 2021 (133.000). Esto significa que, en lo que va de este año, más de 23.000 venezolanos han cruzado el Darién por mes, más de 790 por día, más de 32 por hora. Es un país que se desintegra y cuya crisis de migrantes y refugiados, de acuerdo con datos de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela, ya supera los 7,7 millones; es decir, aproximadamente el 25% de la población total del país. Es una cifra oficial, pero, claro, se queda corta. Más tomando en cuenta que países como Colombia, Perú y Brasil (vaya trío de gobiernos) no dan números actualizados hace casi un año. Es una catástrofe humanitaria sin precedentes en la región.
Los venezolanos huyen porque las dos “patas” que sostienen al régimen chavista siguen dañando a la enorme mayoría del país: Una Emergencia Humanitaria Compleja diseñada desde el poder con la intención de mantener sometida y controlada a la sociedad, y la violación de derechos humanos como política de Estado para silenciar, dañar, atemorizar y anular a todo disidente que “se atreva” a alzar su voz.
La economía no “se arregló”, como la propaganda buscó vender, y no lo hizo porque aquella falsa recuperación fue parte de un momento en el que el régimen (muy resiliente, hay que decirlo) necesitó aliviar la presión económica mientras reconfiguraba sus estructuras y surcaba caminos para enfrentar las sanciones. El valor del dólar en agosto de 2022 rondaba los 6 bolívares, un año después superaba ya los 30 bolívares. Economistas como Asdrúbal Oliveros, de la firma Ecoanalítica, estiman que la tasa del dólar superará los 60 bolívares a finales de año. Si hablamos de la inflación, hay estimaciones cercanas al 250% acumulada al terminar este 2023.
Los venezolanos, para resumir, no tienen dinero, pero el chavismo -y sus replicadores de narrativa- solo encuentran una palabra para esa realidad (repito, diseñada desde el poder): sanciones. Esa excusa gastada ya ha sido absolutamente desmontada por los números y por la increíble fuerza de la realidad. Pero, repasemos solo un dato, ahora que Nicolás Maduro decidió volverse un “patriota” en defensa del territorio Esequibo cuando durante 20 años, por mandato cubano, han entregado ese territorio: Solo durante el último año, el régimen de Nicolás Maduro ha condonado más de 600 millones de dólares de deudas que, países como San Vicente y las Granadinas y Belice, tienen con Venezuela. Países que son parte de la Comunidad del Caribe (CARICOM) quienes apoyan y siempre han apoyado a Guyana en la disputa con Venezuela.
En abril de 2022 el primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, anunció que Venezuela le había condonado la deuda de 70 millones de dólares. Y en diciembre, el primer ministro de Belice, John Briceño, dio a conocer que había negociado con Venezuela una reducción de más de 250 millones de dólares en la deuda petrolera que mantenía su país bajo el mismo acuerdo de suministro de crudo con condiciones de pago preferencial. Además, el régimen venezolano se comprometió a reducir a la mitad la deuda de otros países miembros de la Organización de los Estados del Caribe Oriental (OECO) por más de 350 millones de dólares. Y, desde luego, no se puede olvidar que, mientras hay sectores en Venezuela sin gasolina, a Cuba le llegan -regalados- los barriles de petróleo sin falta.
¿Sanciones? No, una política clara donde hay dinero, pero no para la gente sino para la élite. Una élite que sigue cometiendo crímenes de lesa humanidad, tal como describió recientemente la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos sobre Venezuela de la ONU en su cuarto informe. “Se siguen cometiendo graves violaciones de los Derechos Humanos. Estos no son hechos aislados, si no una política de represión contra la disidencia y oposición al gobierno”, declaró Marta Valiñas, presidenta de la Misión, frente al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
El informe se centra en dos áreas: (i) El aparato estatal y sus mecanismos de represión y las restricciones del espacio cívico y democrático; y (ii) La creación de la Dirección de Acciones Estratégicas y Tácticas (DAET), de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) como continuación de las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES); es decir, el mismo cuerpo asesino y torturador, pero con otro nombre.
El informe vuelve a mencionar los crímenes cometidos por el régimen de Nicolás Maduro: Ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes, incluida violencia sexual o de género, perpetradas desde 2014.
Los actos de tortura y malos tratos contra la integridad física de las personas que han sido documentados por la Misión para el periodo que abarca dicho informe, citan, comprenden los siguientes:
- Golpes (sobre todo en la cabeza, costillas, glúteos, testículos, piernas, y dedos de las manos y pies).
- Suspensión de las muñecas o tobillos.
- Asfixia con bolsas en la cabeza, a veces rociadas con insecticida.
- Ingestión de bebidas con estupefacientes.
- Exposición toda una noche al aire acondicionado a baja temperatura con el cuerpo desnudo recibiendo constantemente golpes y baños de agua fría.
- Descargas eléctricas en los testículos.
- Quemaduras de cigarrillo.
- Quemaduras químicas en la cara.
- Inhalación de gases lacrimógenos.
- Privación del sueño, luz constante las 24 horas del día y música a todo volumen.
- Reclusión en régimen de aislamiento prolongado o en celdas de castigo.
- Violación, amenaza de violación.
Varias de esas torturas son las que ha recibido el estudiante de Antropología de la Universidad Central de Venezuela (UCV), John Álvarez, quien durante más de 48 horas estuvo en desaparición forzada hasta que, se supo, había sido detenido arbitrariamente por los grupos represores del régimen venezolano por el solo hecho de protestar por mejores condiciones en la Universidad. Durante un mes entero ha recibido tantas torturas que, de acuerdo con lo informado por el abogado Joel García, perdió la visión del ojo izquierdo, tiene inflamado el riñón izquierdo y sufrió lesiones en la pierna derecha.
La narrativa oficial frente a la inexorable realidad
Todo lo relatado hasta este punto, que es apenas una parte de lo que ha hecho y sigue haciendo la tiranía en Venezuela, son motivos más que suficientes para la denuncia constante y para el trabajo, sin descanso, en pro de una transición a la democracia, puesto que no hay forma de mejorar la vida de los venezolanos, condenados a la miseria y la tortura, mientras aquellos que decidieron mantener el poder por la fuerza, sigan allí.
Uso la palabra “debería”, porque para muchos dirigentes y opinadores que, dicen, son “oposición”, los crímenes de lesa humanidad, el dinero regalado cuando hay niños muriendo de hambre, la corrupción y la falta de libertad de expresión, no existen. No lo comentan. Lo ignoran deliberadamente. Algunos, usando la desgastada falacia de falsa equivalencia gritan “pónganse de acuerdo”, como si la responsabilidad fuese compartida entre oprimidos y opresores.
Esos mismos siguen la narrativa derrotista que sale de la sala situacional de Miraflores, donde la elección Primaria, que les ha movido el tablero, es constantemente atacada, desde adentro y desde afuera. Piden que los candidatos ilegalmente inhabilitados se bajen, porque al poder hay que tenerlo contento; piden que las reglas del régimen sean acatadas sin hacerles frente; piden que no se hable de cambiar la realidad, ni tampoco de “presión y quiebre” porque el statu quo les conviene, de alguna manera u otra. Piden, por tanto, que nos rindamos ante la peor calamidad que le ha ocurrido a Venezuela en toda su historia republicana: el chavismo.
La frase “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos” es una reflexión de la filósofa existencialista francesa Simone de Beauvoir. Esta cita proviene de su obra “El segundo sexo” (1949), un libro seminal que exploró las cuestiones de género y la opresión de las mujeres en la sociedad. Beauvoir argumentó que las mujeres habían sido históricamente oprimidas, y que su opresión era sostenida en parte por su propia aceptación pasiva de roles y expectativas de género impuestas por la sociedad.
En el contexto de esta cita, Simone de Beauvoir estaba señalando que la opresión no se sostiene únicamente debido a la fuerza bruta ejercida por los opresores, sino que también depende de que los propios oprimidos, en este caso las mujeres, internalicen y perpetúen las normas y valores opresivos que les son impuestos.
Ahora, para hacer una analogía con aquellos que se han vuelto cómplices de los opresores, replicadores de su narrativa (y posverdad), podemos aplicar el mismo principio. El chavismo ha sido implacable, y en su versión “madurista” ha aplicado con absoluta dureza aquella máxima de Pablo Escobar, “plata o plomo”, así, varios han decidido, por miedo o por cooptación, contribuir a su propia opresión al no resistirse, al colaborar con las estructuras de poder o al justificar las acciones de los opresores.
Lo que no saben o no quieren entender aquellos que han decidido ser parte del aparato de propaganda y de la estructura represiva, es que, en regímenes como el venezolano, nadie está completamente a salvo. Pueden ir, tranquilamente, a preguntarle esto a Tareck El Aissami. Hoy puede servirte repetir la narrativa del poder, podrás hacer negocios y, tal vez, conseguir diminutas cuotas de poder, pero el cuchillo siempre estará en tu nuca, porque sin libertad y democracia lo único seguro es que tienes un número que, tarde o temprano, te va a tocar.
En Venezuela hace mucho tiempo terminó la polarización entre “chavistas y opositores”, ahora hay una inmensa mayoría que necesita, desea y trabaja por un cambio urgente, y un pequeño grupo que busca mantener el statu quo. Los segundos, sabiéndolo o no, son cómplices de la barbarie.
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*Politólogo de la Universidad Central de Venezuela.
@WalterVMG