En la aldea
15 febrero 2025

Negociación, Primaria y Libertad

“La presión debe ser interna, y debe incluir al liderazgo opositor todo y a los ciudadanos comprometidos con el cambio. Y la elección Primaria ha sido y será parte esencial de esto. Y lo será más allá del 22 de octubre, pues se elegirá a un candidato, a un liderazgo y a una idea general de cómo pararnos frente al chavismo. Sin cheques en blanco, pero sí con convicción; la presión, interna y externa, que les respire en la nuca a Nicolás Maduro y los suyos, puede lograr que esta vez no pateen la mesa”.

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Walter Molina Galdi | 19 octubre 2023

A estas alturas, todos sabemos que las negociaciones entre el Gobierno de Estados Unidos y el régimen de Nicolás Maduro no solo han avanzado profundamente, sino que ya han generado acciones concretas. Y digo de entrada que estas negociaciones fueron “entre gobiernos”, porque durante los últimos meses han sido ellos los que han conversado bilateralmente, tal como fue explicado en los artículos publicados en este portal el 13 y 18 de octubre. Claro que, ningún acuerdo será posible sin la participación de la oposición, en este caso representada por la delegación que encabeza Gerardo Blyde, quien en silencio ha trabajado siempre a pesar de todas las trabas puestas por aquellos que siempre han pateado la mesa: el chavismo.

Dice el comunicado de la Secretaría de Estado de los Estados Unidos, que “de acuerdo con nuestro compromiso de larga data de aliviar las sanciones estadounidenses en respuesta a medidas concretas encaminadas a lograr elecciones competitivas y el respeto de los Derechos Humanos y las libertades fundamentales”, la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos (OFAC) tomó una serie de medidas llamativas por su amplitud.

“Se negocia, a fin de cuentas, por lograr una transición democrática, porque eso significa generar elecciones libres, y eso significa un país sin presos políticos: democracia”

En resumen, Estados Unidos emitió dos licencias generales temporales para transacciones petroleras y mineras en Venezuela, condicionadas al cumplimiento de compromisos electorales y la liberación de presos políticos. También se ajustaron licencias para permitir transacciones con la empresa estatal minera de oro Minerven, y levantar ciertas prohibiciones de negociación con PDVSA. Otras sanciones seguirán vigentes. Sin embargo, aclaró el Secretario de Estado de Estados Unidos, Antony J. Blinken, que las medidas se revertirán si no se cumplen los términos. Habló de tiempos exactos (seis meses), pero también se mencionó el mes de noviembre como un “límite” para avances reales tanto en cuanto a los derechos políticos se refiere (inhabilitaciones, pues), como liberaciones de presos políticos, si bien en la madrugada de este 19 de octubre fueron liberados cinco de ellos (Juan Requesens, Roland Carreño, Marina Barreto, Marco Antonio Garcés y Eurinel Rincón), todavía siguen detenidos al menos 270.

¿Qué se negocia?

Lo que se está “acordando” entre el chavismo, la oposición y la comunidad internacional (fundamentalmente los Estados Unidos), es básicamente lo que dicta la Constitución de Venezuela. Sí, esa Constitución creada y votada durante el chavismo. Entonces hay que aclarar un Perogrullo pues la propaganda del poder cuya narrativa es repetida por opinadores “imparciales”, suele vender falsedades: se negocia porque en Venezuela no hay democracia, ni libertad.

Se negocia por elecciones libres, reales y verificables porque en Venezuela, al menos desde el año 2015 (ya casi una década de ello), no hemos tenido procesos electorales auténticos. El Consejo Nacional Electoral (CNE), el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y la Contraloría General de la República (aquella que inhabilita por decisión del poder), son parte de un sistema en el que no existe división de poderes y donde votar no significa elegir. Por ello quienes están en el poder deben comprometerse a que la Primaria no será torpedeada y a que, en 2024 (segundo semestre, dicen), las elecciones presidenciales serán reales y con “ciertas” garantías. Veremos, claro.

Se negocia por la liberación de presos políticos, porque a pesar de las mentiras que Tarek William Saab y su delegación en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en Venezuela hay presos políticos. Casi 300, para ser más específicos. Y la mayoría de ellos son constantemente torturados, tal y como lo dejó claro el reciente informe de la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos sobre Venezuela. Se negocia para que esas vidas, que ya han sido marcadas y ya han sufrido demasiado, puedan volver a ser libres, a estar con sus familias, a saber lo que significa la brisa de la calle. Se negocia por su dignidad.

Se negocia, a fin de cuentas, por lograr una transición democrática, porque eso significa generar elecciones libres, y eso significa un país sin presos políticos: democracia. Lo que hoy no existe. No es sencilla la labor de quienes deben sentarse a hablar con quienes están en el poder y, aunque interpelarlos es un deber ciudadano pues sus acciones nos afectan a todos directamente, acompañarlos también lo es. Interesarnos, hacer nuestro este proceso. La negociación debe tener dolientes, pues así se elevará el costo de no avanzar sobre los acuerdos firmados -y los no firmados que, por lo visto, pueden ser todavía más relevantes.

Las sanciones

Ahora bien, nosotros (es decir, quienes queremos y creemos en la democracia) negociamos por lo ya comentado: elecciones libres, liberación de presos políticos, respeto a los derechos civiles y democracia. Pero quienes nos han quitado todo aquello durante dos décadas negocian por otras cosas, pues así funciona esto. ¿Cuál es su principal interés? Claramente las sanciones. La principal razón por la cual se han sentado en México y Barbados ha sido esa. Hoy no hay tantos insultos contra “los gringos”, porque ellos son los que tienen la decisión final sobre este punto.

El consenso general es que estaríamos mejor sin sanciones. Es una obviedad. En donde no hay consensos (o al menos no hasta ahora), es en el origen de ellas y en cómo “usarlas”. Hay quienes por motivos que desconozco -o tal vez no tanto- obvian el hecho claro de que las sanciones aparecieron porque aquellos sancionados han cometido crímenes de lesa humanidad (sí, esos que investigan en La Haya), han lavado dinero en el sistema financiero estadounidense, incluso con empresas estatales (es decir, las sanciones también son para ellos, los americanos, “cuidarse” de estas prácticas), y han utilizado al Estado venezolano para coordinar acciones -evidentemente delincuenciales- con organizaciones criminales y terroristas, tales como las disidencias de las FARC, el ELN, Hezbollah y un largo etcétera.

El cómo poder usarlas es el otro dilema, pues durante mucho tiempo varios opinadores (algunos con claros intereses) pedían un día sí y el otro también el levantamiento de sanciones a cambio de nada. “No sirvieron para nada”, decían. Obviaron el ABC de una negociación: tener algo a cambio que puedas ofrecer. Por fortuna, como escribió el economista Omar Zambrano, “los gringos (dueños y disponedores de las sanciones) no les compraron esa idea”. Y por fortuna, agrego yo, estos relajamientos están sujetos a compromisos claros que deben ser cumplidos.

Al poder no se le puede regalar nada, mucho menos adjudicarle una “buena fe” que jamás han mostrado ni mostrarán. Todo lo que suceda en beneficio de Venezuela será a pesar del chavismo, nunca gracias a ellos.

Presión y Primaria

Aunque hay quienes prefieren esperar a que Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Vladimir Padrino López y compañía se levanten un día y decidan, por obra y gracia del Espíritu Santo, ser demócratas, la realidad hace suponer que aquello no ocurrirá; y para volver a ver a Venezuela libre (condición necesaria y perentoria para poner fin a la Emergencia Humanitaria Compleja y al desangre que significa la crisis de migrantes y refugiados más grande del mundo), se debe presionar a quienes ocupan ahora mismo y por la fuerza, el poder.

La presión debe ser coordinada, debe ser inteligente y debe dejar el mensaje abierto a quienes se encuentran dentro del aparato chavista: puede ser más costoso permanecer allí, que colaborar con la transición.

La presión debe ser externa, y la amenaza de la regresión de los alivios de sanciones es fundamental, como también lo es el acompañamiento de la comunidad internacional en el cumplimiento de los acuerdos.

La presión debe ser interna, y debe incluir al liderazgo opositor todo y a los ciudadanos comprometidos con el cambio. Y la elección Primaria ha sido y será parte esencial de esto. Y lo será más allá del 22 de octubre, pues si bien se elegirá a un candidato, a un liderazgo y a una idea general de cómo pararnos frente al chavismo, también puede significar un antes y un después que marque la diferencia clara entre una sociedad desesperanzada, atemorizada y sumida en una crisis diseñada desde el poder, y una sociedad que, nuevamente, crea en la posibilidad de cambio y le ponga rostro a un liderazgo que los guie.

Yo confío en el trabajo de Gerardo Blyde, y confiaré también en el liderazgo -o los liderazgos- que surjan de la Primaria. Sin cheques en blanco, pero sí con convicción. Y creo que la presión, interna y externa, que les respire en la nuca a Nicolás Maduro y los suyos, puede lograr que esta vez no pateen la mesa.

No es una esperanza sin asidero, es que si antes ocurrió, ahora también puede pasar.

*Politólogo de la Universidad Central de Venezuela.

@WalterVMG

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