Se supone que la Primaria de la oposición, que se lleva a cabo mientras leen este artículo, se librará de la violencia no pocas veces anunciada por la dictadura. Cualquier factor imponderable puede torcer la profecía, porque de donde menos se espera salta la liebre, pero la suscripción del Acuerdo de Barbados permite vaticinar un desarrollo apacible del evento. A menos que los propios actores de la oposición cambien la concordia por la turbulencia debido a que las cosas no terminan de salir según sus cálculos. La trampa y la mala fe no son exclusivas de un oficialismo que hoy parece condenado al papel de comedido espectador por la cercanía de unos avenimientos públicos. Así las cosas, aparte de lo que hagan algunos de los factores que compiten en lo que parece un suceso fraternal, no se ven nubarrones en el cielo venezolano en un día tan importante como el que transcurre.
La posibilidad de llegar a una previsión tan contundente es el resultado de los tratos firmados entre la dictadura y un sector de representantes de la oposición hace cuatro días. Ni siquiera un actor tan irascible como el presidente de la Asamblea Nacional oficialista, voz estentórea de Nicolás Maduro en la cumbre y protagonista enamorado de la estelaridad, se atrevería a sacar las uñas cuando se desarrolla el primer hecho público de trascendencia después de que firmara con Gerardo Blyde unos papeles que ha recibido y leído media humanidad. Ni siquiera el vicepresidente del PSUV, tan anunciador de emboscadas desde la televisión, desataría las ganas de echarlas a la calle contra los votantes. Como no estamos ante un episodio corriente en los anales de la política actual, sino frente a un capítulo de trascendencia para la sociedad debido a que es el resultado de una movilización que significa el retorno de la actividad política o, mejor dicho, de la política cada vez más arrinconada y denostada; podemos hablar de un testimonio de renacimiento que los mandones deben tolerar para no quedar ante propios y extraños más desprestigiados de lo que están. Y para no quitarle fuelle a la respiración artificial que ahora apenas los conforta, desde luego.
No se pudiera garantizar el desarrollo de un fundamental día pacífico, si no se hubiesen logrado en la víspera los acuerdos mencionados. La Primaria es la primera prueba de fuego para los compromisos que se están estrenando entre la dictadura y un bloque importante de la oposición, a los que seguirán los segundos, los terceros y los cuartos hasta llegar a la elección presidencial a partir de julio del año próximo. Pero, para llegar a ese puerto anhelado e imprescindible para el rescate de la democracia venezolana, las voces de Barbados proponen un itinerario meticuloso que deben seguir las partes que han vivido en conflicto, pero que tienen la necesidad recíproca de quitarle espinas y recovecos. De lo contrario, se van los dos directo a la chingada. Junto con nosotros, por supuesto. Ahora se trata de aprobar el examen de la Primaria, un inicial desafío en el sendero escabroso que ahora cuenta con el calor del almanaque, con el hecho de que es una evidencia demasiado próxima como para echarla en el olvido, con la necesidad de evitar un primer chasco que puede tener consecuencias catastróficas.
Como en Barbados no se llegó a una respuesta satisfactoria sobre un asunto primordial para la oposición, como la inhabilitación ilegal de una de las candidatas que compite en la Primaria, María Corina Machado, nadie puede negar que se multiplique la incomodidad de los seguidores de su campaña personal, o que seguramente vayan a votar con sinsabores en la boca y con ganas de pelear; pero se puso sobre el tapete y quedó como un rompecabezas que se debe soldar en el futuro inmediato porque no es arduo el pegamento de sus piezas, si se asume de veras la responsabilidad de restablecer el juego político que tanto echamos en falta. El Acuerdo dejó muchas cosas pendientes, como era de esperarse, y una de las principales es la de limpiar de baches inaceptables el camino de quien se asoma como ganadora en el evento que hoy se realiza. Pero, así como es un predicamento que deben atender los líderes de Barbados, junto con sus asesores y con los dirigentes de los partidos políticos de oposición, a nadie escapa que depende de lo que resuelva la persona a quien se impide de manera fraudulenta el ejercicio de los derechos políticos. Así como, de acuerdo con lo que se viene señalando, los representantes de la oposición están ante la obligación de levantar un rascacielos al que se ponen y quitan ladrillos todos los días hasta que se hace habitable; nadie debe esperar que no deba hacer lo mismo la persona más interesada, o meterle más cabeza y prudencia que los otros.
Si la cabeza y la prudencia funcionan hoy, como se pretende desde el inicio del texto, estamos ante el primer capítulo de una historia que solo realizan las sociedades que demuestran la evidencia de su escarmiento. Podemos probar algo excepcional: que las penurias y las injusticias no pasan en vano; que, debido a una tarea colectiva, ha llegado el tiempo de rectificar en conjunto para librarnos de una hegemonía abominable. Si fue nuestra responsabilidad darle asiento, ahora existe la inusual alternativa de echarla a la basura. Pero también debemos arrojar nuestras debilidades, nuestra indiferencia y nuestro yo no fui en el mismo cesto, con la pausa programada por el documento de Barbados. Y esto incluye a la ganadora del día, naturalmente, y a los que no alcancen los números que esperan, mientras la dictadura observa desde sus cautelosos cuarteles.