Hace un poco más de 20 años un grupo de amigos con vocación política nos acercamos a Enrique Pérez Olivares como parte de una serie de conversaciones para dilucidar cómo incursionar en política siendo estudiantes universitarios, sin experiencia política previa. La gran conclusión de esa conversación, y de otras similares que se dieron por aquellos meses, fue que debíamos dedicar tiempo y esfuerzo a formarnos para la política y para el servicio público. Luego, haciéndolo, formándonos, comprobamos y reflexionamos sobre el hecho de que la pasión que sentíamos por la política como herramienta de cambio para el país debíamos educarla, fortalecerla, alimentarla con un proceso que a partir de allí sería, al menos para muchos de nosotros, una constante búsqueda por dotar a la vocación de elementos éticos, teóricos y prácticos que permitieran realmente convertir la devoción que sentíamos por la Patria y el Bien Común, en acciones y procesos que realmente nos acercaran, en este caso, al cambio político, pero en general y en un sentido más amplio, a la libertad y al bienestar de nuestro pueblo.
Desde hace algunos meses he estado alejado de la acción política, dedicado al mundo privado y esa distancia me ha permitido reflexionar sobre muchas cosas, una de ellas, la que me lleva a escribir estas líneas, es la necesidad y la posibilidad de mejorar lo que las organizaciones hacen en Venezuela y en otros países en torno a la formación política, cómo se aborda, y los resultados que realmente ofrece. Estas líneas las escribo con cierta frustración sobre lo que veo hoy como el estado del arte en este ámbito, no solo en Venezuela sino en la región, e incluso en organizaciones que en Europa dedican esfuerzos a estas necesarias tareas.
Propongo entonces 10 elementos que creo pueden ayudar a mejorar la calidad, pertinencia y resultados de la formación política. En realidad 9 + 1. Los primeros los creo importantes, pero el último lo considero esencial y el verdadero game changer. Espero, además, sean de utilidad para organizaciones y partidos, independientemente de su filiación doctrinaria:
- Priorizar la formación en ética y valores relacionados con la actividad política. Esto siempre debería empezar por la compresión de la persona y su naturaleza. No puede haber buena política sin valores firmes, sin compresión de los dilemas morales y sus implicaciones, sin haber estado expuesto al menos referencialmente a los grandes debates que los clásicos plantearon y que se repiten en cualquier sociedad que aspira a una mejor política.
- Distribuir los recursos en 3 partes iguales: i) Formación masiva de la ciudadanía en general en temas, por ejemplo, vinculados a la formación ciudadana masiva, derechos humanos, participación ciudadana, herramientas de organización comunitarias u otros; ii) Luego dedicar recursos a la formación de cuadros medios con proyección y responsabilidades más o menos continuas en organizaciones políticas y/o directamente con funciones públicas; iii) Por último, invertir en un pequeño grupo de personas que puedan eventualmente asumir la conducción de instituciones públicas de nivel nacional o que en sus manos puedan estar decisiones como la aprobación de leyes, presupuestos o ejecución de programas en alguno de los poderes del Estado.
- Ir más allá de las ideologías. Es sano para el debate político, el hecho de que cada partido forme en torno a las ideas que le dan sentido a su existencia. Ideología y doctrina son elementos que deben ser parte fundamental de la formación política. Pero esto debe ir acompañado de la capacidad de ver los problemas, la sociedad y la política con amplitud y sentido crítico. Esto al tiempo que se expone a los sujetos de la formación a las ideas de otros partidos para refinar la interpretación que se tiene de sus ideas e incluso dotar de elementos que fortalezcan la capacidad de dar el debate de las ideas en la arena pública.
- Profesionalizar el oficio, los mecanismos y los contenidos mediante los cuales se facilita la formación política. Al igual que cualquier institución educativa seria, quienes tienen responsabilidades en la formación tienen una enorme oportunidad de mejora en los criterios para la estructuración de los curriculums, la elaboración de los programas, objetivos, planificación de los métodos educativos y capacidades de evaluación de los contenidos facilitados. También en la evaluación previa que permita agrupar a los diferentes sujetos de acuerdo a su formación previa. También debe haber un esfuerzo por asegurar la formación continua de quienes se dedican a la formación política para tender a su profesionalización y actualización, como en cualquier otra área de la educación. Esto último con respecto a los contenidos, pero también desde el punto de vista didáctico. Por último, hay una oportunidad de mejora importante en los partidos políticos en la tarea de diseñar planes sistematizados, estandarizados para toda su militancia y más aun para sus cuadros directivos. Y justo aquí se genera la necesidad de pensar la formación política en entornos en los que los partidos dejan de atraer a los ciudadanos, y formas menos rígidas de organización y participación empiezan a tener más gravitación en la política de los países. ¿Cómo formar a grupos menos estructurados y más difusos que los partidos políticos?
- Diferentes horizontes temporales. Aunque puede y debe haber diferentes formatos para la formación política. Las organizaciones podrían establecer un enfoque similar al del punto 2, y entonces dedicar un tercio de los esfuerzos a programas cortos de un día o menos; otro a programas de algunas semanas, y finalmente programas de varios meses o multianuales. Pues solo la reflexión serena, la lectura y la posibilidad de reforzar los contenidos a través del tiempo, permite asentar adecuadamente los contenidos y profesionalizar el oficio.
- Distinguir y formar para politics, policy & polity. En castellano hablamos de política, pero la distinción anglosajona permite comprender que es necesario formar (de acuerdo a la vocación de los sujetos y los objetivos de los programas) para la política de partidos, la lucha por el poder, las campañas electorales, es decir politics; adicionalmente hay que formar para el diseño, ejecución y evaluación de impacto de las políticas públicas, entiéndase policy; pero también hay que dedicar esfuerzos en formación de quienes deben analizar las diferentes formas de gobierno, los conceptos que rodean al Estado, al poder, al uso de la fuerza legítima, a la asignación autoritativa de valores en una sociedad (según el concepto de Política de David Easton) y aquí nos referimos a Aplicar esta distinción podría mejorar la definición de los objetivos que se persiguen, asignar mejor los recursos, seleccionar los facilitadores y crear las ofertas académicas, entre otros.
- Enfoque multidisciplinario. Los programas muchas veces terminan priorizando otra disciplina, sobre todo la ciencia política o las herramientas que permiten mejorar la comunicación política. Pero se debe hacer un esfuerzo en mejorar la interdisciplinariedad de los programas e incorporar ciencias como la historia, la sociología, el derecho u otras disciplinas que permitan una formación más integral para un fenómeno tan complejo como la política. Pero además, en este punto, es prudente recomendar el énfasis en la economía, pues entender que los recursos son escasos, el funcionamiento de la oferta y la demanda y la comprensión de los elementos básicos de micro y macro economía; porque pocas cosas afectan tanto al funcionamiento del Estado, y de un país en general, como la economía y las posibilidades que las personas tienen o no, de acuerdo al funcionamiento de la misma.
- Medir el impacto de los programas es costoso, complejo y pocas veces hay recursos para ello. Además, implica exponerse uno mismo a la dura evaluación de herramientas y datos que algunas veces no serán los que se esperan, sobre todo después de los enormes esfuerzos que la formación política implica (horarios, falta de recursos, viajes, fines de semana lejos de la familia). Pero solo midiendo el impacto de lo que hacemos podremos saber si realmente estamos apuntando en la dirección adecuada. Pero, además, este elemento permite a los mismos sujetos de la formación, saber dónde están parados en relación con los objetivos de uno u otro programa y saber si realmente están preparados para la praxis política.
- Adaptabilidad. Los programas y contenidos deben poder actualizarse más ágilmente sin perder de vista que las tareas por hacer en la Venezuela del cambio, son muy básicas y elementales al menos al principio. El mundo fuera de nuestras fronteras sigue avanzando y debemos hacer el esfuerzo por adaptar los contenidos y formatos, a lo que mueve al mundo, pero sin olvidar las prioridades que van accionando en un momento u otro a la política nacional. Alerta: Al mismo tiempo se debe ser firme en anteponer lo que es prioridad y no andar como veletas detrás de las prioridades que otras organizaciones nos definen. Por ejemplo, lo que es importante para el cambio político en Venezuela, la comprensión de la naturaleza de las realidades a las que se enfrenta y las herramientas para hacerlo, deben ser hoy, prioridad.
- Formar estadistas. Esta es la más importante y la que realmente puede cambiar países y es que solo una formación extensa, con programas que se ejecuten en varios años, es capaz de formar hombres y mujeres para las complejas tareas de la conducción política (politics), y para las técnicamente retadoras responsabilidades de la administración pública (policy). Esto es un desafío para las organizaciones y para la definición de los presupuestos. Pero si se entiende que el trabajo por el bien común es el más importante en una sociedad, si entendemos que estamos entregando el destino de todos en las manos de unos pocos, debemos aspirar a que estos sean los mejores, los más formados, los mejor entrenados, aquellos con una visión de largo plazo y global, con valores sólidos y resistentes a los cambiantes vientos de la agenda pública y los tiempos. La formación de hombres y mujeres de Estado debe incluir capacidades como la resiliencia y la perseverancia que requiere el duro camino de la política, fomentar la empatía y la capacidad de escucha, desarrollar habilidades de liderazgo, fomentar el pensamiento crítico. Pero también, la comprensión profunda del Estado y su funcionamiento; la defensa, el funcionamiento de las Fuerzas Armadas, su razón de ser, organización interna y capacidades operativas; la economía (a fondo) y las finanzas públicas, el presupuesto, su elaboración, ejecución y contraloría; relaciones internacionales; herramientas como teoría de juegos, matemáticas, contabilidad y planificación estratégica y gerencia, entre otros.
Estas líneas fueron escritas con énfasis en Venezuela, pero de algún modo son aplicables al menos a la región. Fueron escritas con la experiencia de haber participado con éxitos y fracasos en el ámbito de la formación política. Pero sobre todo escritas con humildad y respeto por aquellos que realmente se dedican, muchas veces a tiempo completo, a estas necesarias y poco valoradas labores, a ellos mi respeto y aplauso.