Hay hechos, aparentemente aislados y sin trascendencia, que revelan el grado de profundidad que pueden tener las crisis políticas. Son pormenores que apenas ocupan la atención de quienes los presencian y que no circulan entre el público, pero de cuya apreciación se pueden obtener conclusiones relevantes. O llegar a preguntas que se deben hacer. Tal es el caso del hecho puntual que se describirá de seguidas, recogido del testimonio de quienes tuvieron la oportunidad de presenciarlo, pero que prefirieron dejar para la intimidad. Quizá porque no le concedieran importancia en medio de la marejada que entonces los sacudía, o porque prefirieron reservarlo a sus vivencias para no echarle más leña a la candela. Ahora, transcurridas más de tres décadas, queda en manos de los lectores.
Pasados los primeros días del caracazo y en medio de una situación que no tiene desenlace inmediato, el presidente Pérez convoca en La Casona a una reunión de los dirigentes de Acción Democrática y de los miembros del alto gobierno -ministros, viceministros, directores de institutos autónomos, jefes de las fracciones parlamentarias y algunos gobernadores- para hablar en detalle y en confianza sobre la situación. Es lo que entonces se llama “CEN ampliado” del partido, solo llevado a cabo en contadas ocasiones. Los convocados llegan puntuales, pero la reunión tarda porque falta la presencia del más importante de ellos, quien no aparece pese a las urgencias de la situación. El tiempo pasa y la gente mira el reloj con impaciencia, pero el anfitrión los tranquiliza: no iniciaré la reunión sin la presencia del doctor Barrios, afirma.
Cuando por fin llega el presidente del partido, doctor Gonzalo Barrios, se pasa a un salón amplio para comenzar un trabajo que se supone muy arduo, dadas las circunstancias. El presidente Pérez pide al invitado estelar que haga una introducción sobre la crisis que los tiene en vilo, para que suceda el hecho puntual de importancia anunciado al principio. En lugar de hablar sobre el desorden que ha sacudido a la ciudad, el doctor Barrios reclama que en el ministerio respectivo, o en el último consejo de ministros, no se haya atendido con la debida prontitud la solicitud hecha por un conocido empresario del estado Portuguesa, su tierra natal. Pretende continuar el tratamiento de un descuido que le parece fundamental, pero el presidente Pérez lo interrumpe para que se aprecie un desentendimiento digno de especial atención.
Doctor Barrios, usted trae a colación un asunto que debe tratarse en otro lugar y en otro momento, tenga presente que ahora está ocurriendo un atentado contra la democracia venezolana, se atreve a decir el jefe del estado. Estamos ante una reacción pertinente, comprensible en extremo, pero que puede conducir a un análisis distinto cuando nos enteramos de lo que agrega el interrumpido. De inmediato, Barrios le hace a Pérez una pregunta que todos escuchan, pero que después prefieren no comentar ante extraños: ¿Contra la democracia venezolana, o contra ti?
Conviene recordar que estamos en el comienzo de una reunión muy importante y concurrida, cuando está en su ardor la atención del inesperado y fulminante caracazo que modifica el rumbo de la administración presidencial y abre perspectivas inéditas al desenvolvimiento de la sociedad. Es un encuentro de los altos poderes del estado ante una crisis que requiere de eficaz salida, nada menos. Sobre la importancia política de Barrios en ese momento no puede olvidarse que se ha convertido en oráculo exclusivo de Acción Democrática, un partido que ha cambiado el trabajo de las ideas sobre Venezuela por las declaraciones semanales de un viejo perseguido por los periodistas que no tienen mejor fuente para informar a sus lectores sobre vicisitudes mayores y menores que les incumben. Sobre el respaldo que han tenido las rectificaciones presidenciales que han conducido a reacciones tan enfáticas de sectores del pueblo caraqueño también plantea dudas firmes la anécdota, un pormenor de interés debido a que refiere a los puntales que ha tenido hasta entonces el sistema democrático en trances electorales, o ante la inminencia del peligro.
Pero también se puede llegar a conclusiones de mayor peso, si los lectores le meten cabeza a lo que no fue ni es una menudencia.