La salida de Evo Morales de la presidencia de Bolivia, tras el fraude electoral con el que esperada sostenerse en el poder, es un fuerte revés para la izquierda latinoamericana, pero fundamentalmente para el chavismo venezolano. Las revueltas en Ecuador, la violencia en Chile, los espacios clave conquistados en las elecciones locales en Colombia, el triunfo de Alberto Fernández en Argentina y la reelección de Morales en Bolivia eran piezas del entramado para nuevamente teñir de rojo el mapa regional.
“Lo que está pasando en Perú, Chile, Ecuador, Argentina, Honduras es apenas la brisita, y viene un huracán bolivariano”, aseguró semanas atrás Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente de Maduro, para referirse a esta oleada renovadora de la izquierda.
Pero algo falló en Bolivia. A diferencia de otros casos donde se ha violentado la voluntad popular con éxito, incluyendo el venezolano, Morales no logró imponer su estrategia. ¿Por qué?
- Porque la observación internacional electoral funcionó. La Organización de los Estados Americanos (OEA) evaluó el proceso electoral del 20 de octubre y encontró “improbable estadísticamente que Morales haya obtenido el 10% de diferencia para evitar una segunda vuelta”. Concluyó que “las manipulaciones al sistema informático son de tal magnitud que deben ser profundamente investigadas por parte del Estado boliviano para llegar al fondo y deslindar las responsabilidades de este caso grave”.
- Porque la institucionalidad funcionó. La Fiscalía General de Bolivia emprendió acciones contra miembros del Tribunal Supremo Electoral dadas las irregularidades detectadas en el proceso del 20 de octubre.
- Porque la represión de las manifestaciones populares disminuyócuando los cuerpos policiales se sumaron a las protestas.
- Porque las Fuerzas Armadas le quitaron el piso político a Morales, y le “sugirieron” que renunciara a su mandato presidencial “permitiendo la pacificación y el mantenimiento de la estabilidad por el bien de nuestra Bolivia”.
Vale recordar que en los procesos electorales recientes en Venezuela no se ha tenido observación internacional, todas las instituciones y los poderes (salvo el Legislativo) funcionan como apéndices del Ejecutivo, la represión y la violencia son formas empleadas para silenciar a quienes protestan y disienten del régimen de Nicolás Maduro (verificado en el Informe sobre Venezuela de la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas), y los cuadros de poder dentro de la Fuerza Armada forman parte del Gobierno y están insertos en las economías alternativas desarrolladas bajo su cobijo.
Aun cuando el régimen de Maduro mueve todos estos hilos, gracias a los cuales ha ejercido la Presidencia de Venezuela de forma írrita desde el 10 de enero pasado, lo ocurrido en Bolivia encendió alertas en sus filas. Los líderes del chavismo no pudieron ocultar su temor a que los venezolanos puedan entusiasmarse al ver lo alcanzado por los bolivianos.
La primera reacción de Nicolás Maduro tras hacerse pública la renuncia de Morales fue una advertencia a quienes piensan en Bolivia como un espejo de Venezuela. “Le digo a la derecha fascista venezolana: Nos conocen, no se equivoquen, no saquen falsos cálculos. Si se comen la luz actuaremos apegados a la Constitución, de manera firme y total para defender el derecho a la paz, la convivencia, la democracia y la felicidad del pueblo (…) Este golpe de Estado (como llama a la renuncia de Morales) nos eleva aún más la fortaleza combativa”.
Diosdado Cabello, por su parte, llamó a una gran movilización nacional en respaldo de Evo Morales y el pueblo boliviano. Pero en verdad la solidaridad con Morales es sólo una estrategia para justificar actividades de calle desde este lunes 11 de noviembre hasta el 16 de noviembre, el día para el cual Juan Guaidó, como presidente interino de Venezuela, convocó desde hace más de un mes a retomar las protestas de calle y la lucha para presionar la salida de Maduro del poder. “El 16 de noviembre todos queremos que se vaya el dictador, pero debemos mantenernos firmes hasta lograrlo”, señaló Guaidó en su llamado al país.
Las actividades de respaldo a Bolivia -de contrapeso a la oposición liderada por Guaidó- incluyen una “Gran Cantata contra el imperialismo, el fascismo y el golpismo de la derecha”, una movilización de “los pueblos afrodescendientes”, marchas desde varios estados hacia Caracas y, finalmente, el chavismo activo en las calles el 16 de noviembre. “El sábado estaremos aquí, en Caracas. Vamos a ver qué ocurre (…) ese día habrá pueblo en la calle con alegría, en defensa de la Patria y la Revolución”, según señaló Cabello.
Se trata de un nuevo intento por alimentar la desmovilización popular apostando al tono de confrontación, a la amenaza y al miedo. ¿La “brisita” boliviana llegó con fuerza a Venezuela?