Sebastián, o “Sebas”, el mote o apodo cariñoso con el que lo llamaban las voluntarias, fue un niño maracucho que llegó a Estados Unidos por el empeño de su padre de salvarle la vida. Con un diagnóstico de Leucemia, llegaron a las puertas del Programa Raíces Venezolanas y ahí se llevaron algunas cosas útiles para empezar su vida de inmigrantes e información importante para iniciar el tratamiento del pequeño.
Sebas se convirtió en parte de la familia de Raíces, donde todos sabían que le encantaban los Legos y recibían las fotos que les enviaba cuando armaba sus figuras. Él falleció, pero su padre regresó a la Fundación para donar a los niños venezolanos todas las pertenencias que un día fueron de su hijo, así como las medicinas y los equipos que quedaron cuando partió de este plano terrenal.
Esta es una de las innumerables historias que tiene la abogada, especialista en derechos humanos, Patricia Andrade, directora del Programa Raíces Venezolanas (2016), parte de la Fundación Venezuela Awareness. Cuenta que la historia de Sebas ha sido muy especial para ella y el equipo que integra el programa. El niño se convirtió en una presencia constante de estos espacios, un lugar que en todos estos años ha tratado de ofrecer una mano a los venezolanos que llegan al sur de la Florida, muchas veces, con lo que tienen puesto y nada más.
La historia de migración de Andrade nada tiene que ver con la crisis política y social que ahora afecta a Venezuela y que la impulsó a hacer algo para ayudar. Ella llegó a Miami hace 30 años, crió y educó a sus hijos fuera de Venezuela, pero jamás ha dejado atrás sus raíces. Como buena católica, ella es devota de la Divina Misericordia, una de las razones por las que dedica parte de su vida a ayudar: “No se debe olvidar la frase: ‘Fui forastero y me recibiste, tuve frío y me abrigaste’. Hay que abrir el corazón, abrirlo de verdad, hacer las cosas con amor. Por eso creé esta fundación”.
Hoy en día cuenta con 11 almacenes operativos, pero empezó con uno solo, que llenó de sábanas y enseres que otros amigos venezolanos le daban en donación. Cuando la crisis en Venezuela arreció, se incrementó exponencialmente el número de venezolanos que migraban a Estados Unidos.
Mucha gente cercana la llamaba para pedirle algo que pudiese ayudarlos. “Pensé por qué no colocar esto en un lugar al que la gente pueda acudir a buscarlo, y otros puedan donar para ayudar”, señala Andrade. “Así, en dos semanas, después de abrir el primer almacén, a las afueras de la Fundación había filas de gente necesitada”.
Y aún persisten las filas de gente, ahora más que nunca, cuando la migración tiene matices más dramáticos que en 2016. Hoy en día, relata la directora del Programa Raíces Venezolanas, la gente llega verdaderamente sin nada, con lo puesto. Muchas veces son familias enteras, no sólo los padres y los hijos, sino los abuelos, los primos, los tíos. Algunos han cruzado la frontera con México en precarias condiciones.
Andrade agrega que la migración a Estados Unidos de manera ilegal comienza a ser una opción para los connacionales, toda vez que con el régimen venezolano ha devenido también un grandísimo problema de identidad. Para empezar, ya no está operativa la Embajada de Estados Unidos en Venezuela. Sacar la visa americana en otro país como en Colombia, por ejemplo, no es una opción para quienes no tienen los recursos para pagar estadía y tramites. Muchos venezolanos entonces prefieren vender lo que les queda y con ese poco dinero llegar a la frontera mexicana, una tierra de nadie, gobernada por carteles como el de Sinaloa y por los coyotes (quienes se dedican a cruzar a personas ilegales por la frontera entre México y Estados Unidos).
“Al venezolano le gusta vivir en la legalidad, pero al llegar a la frontera y presentarse en un puesto de migración, mientras reciben el tratamiento de asilados, pueden pasar meses en los que deben esperar del lado mexicano. Ahí están expuestos a que los maten, los secuestren, les quiten todo, y así ha ocurrido en muchos casos. Algunos desesperados dan lo último que les queda para que un coyote los lleve hasta el Río Bravo, y así cruzar”, cuenta la filántropa venezolana.
Históricamente, los centroamericanos han sido protagonistas de la entrada ilegal a Estados Unidos y por ello aún está algo solapado lo que ocurre con los venezolanos en el lugar, según la opinión de Andrade. En Venezuela ahora “la miseria y el hambre son tales que ya sobrepasan los vividos por Cuba en su peor época”, y por eso ahora la frontera mexicana se ha convertido en otra opción. Aquí la llegada de venezolanos puede ser tan significativa como el paso de venezolanos hacia Colombia por el Puente Simón Bolívar, asegura.
Un trabajo duro que siempre busca aliados
Cuando se le pregunta a la directora con qué se sostiene el Programa, dice que los montos de mantenimiento son el alquiler de los almacenes y algunos gastos operativos mínimos, como cloro para limpiar algunas donaciones o cinta adhesiva para embalar. Son gastos menores, pero que deben hacerse. “Aquí no hay salario para los voluntarios, en ocasiones podemos ofrecerles almuerzo. Yo cobro el cheque de mi trabajo y lo endoso para el pago del alquiler de los almacenes”, apunta.
A lo largo de los años han subsistido por la entrega de los voluntarios y la mano amiga de los venezolanos residenciados en el sur de La Florida: “Un 90% de la ayuda viene de los propios venezolanos. El venezolano sí es solidario, es un trabajo de años que al principio costó, pero debemos decir que hemos contado con nuestra gente”.
Hace meses recibieron la visita de Fabiana Rosales, esposa del presidente interino, Juan Guaidó, pero Andrade dice que no ha habido ayuda de parte de este sector político para los inmigrantes en EE.UU. Dijo que los funcionarios de Guaidó en Estados Unidos son casi inaccesibles y cuando ha logrado hablar con algunos representantes, les ha dado a conocer la situación de los venezolanos sin obtener respuestas: “No hemos visto un dólar del dinero que, por ejemplo, Estados Unidos ha entregado a la oposición como parte de la ayuda humanitaria”.
Han avanzado a través de otras alianzas para mejorar la calidad de las ayudas. “Juan Carlos Bermúdez, alcalde de la ciudad de Doral; el congresista Mario Díaz-Balart; y el ex gobernador y ahora senador Rick Scott, son aliados. Nos han visitado y ayudado. Scott vino cuando fue gobernador del estado de la Florida y habló personalmente con cada venezolano presente”.
Para la ayuda médica cuentan con Miami Rescue Mission, que “ofrecen asistencia con un médico general y adicionalmente ayuda para exámenes médicos regulares, como los exámenes de sangre, por ejemplo. Nos dan además pases de autobús para que la gente sin nada pueda llegar a la clínica”. Para el programa de cuidado de niños, estos deben tener entre 3 y 5 años de edad y el horario que ofrecen en diversos centros de cuidado es desde las 7:30am a las 3:30pm. Asimismo, cuentan con un puente para lograr ayuda psicológica y asesoría de migración a bajo costo. “Son organizaciones muy serias”, dice.
Más y más ayuda
Patricia Andrade le recuerda a cada persona que se ofrece como voluntario lo duro que puede llegar a ser este trabajo, y por eso aplaude la labor de figuras públicas venezolanas que fuera del país tratan de hacer aportes con su voz o con su trabajo. El Programa ha recibido el apoyo de figuras como Eli Bravo, Alba Roversi, Mari Montes, Elba Escobar y Tania Sarabia.
“Alba Roversi fue la primera figura que nos visitó. Llevó juguetes para los niños y terminó haciendo de todo. En una jornada se pudo sentar después de más de cinco horas entregando donaciones. Eli Bravo enseña a sus hijas con el ejemplo, y la mayor sigue como colaboradora frecuente. Él practica lo que predica. Mari Montes se despoja del maquillaje que usa en televisión y se pone una franelita y zapatos de goma para venir a ayudar como uno más de nosotros. Gozamos un mundo cuando vino Tania Sarabia, así como con Elba Escobar”.
Ahora empieza la época de pedir suéteres para el frío, y en Raíces ya se han manifestado los voluntarios de siempre: “Un abrigo puede costar 20 dólares, que duelen porque no todos tienen para eso. Si es una familia son 4 o 5 suéteres, y con el costo de los abrigos comen un mes. Tenemos una señora que el año pasado tejió bufandas y ya nos dijo que va ayudar este año”.
Parte de la labor del Programa es también ayudar a documentar la situación de los venezolanos en la Florida: “Colaboramos con los estudios que han hecho la Universidad de Miami y la Universidad de Boston sobre la inmigración de la comunidad venezolana en el sur de la Florida. Esa data ayuda a identificar las necesidades de nuestra comunidad”.
Andrade tiene clara cuál es la recompensa por este trabajo. “Al final del día este es un trabajo duro, oír las historias, hacer empatía con cada testimonio, tratar de solventar necesidades. El resumen de lo que vivimos las voluntarias es un paquete de pañuelos de papel sobre la mesa de los almacenes”, relata, con emoción. “Lloramos, pero tratamos al final del día de irnos con una sonrisa por el deber cumplido, por haber mejorado así sea un poco una vida, por haber dado una mano y sobre todo esperanzas. Esa es nuestra paga, nuestra recompensa”.
El Programa Raíces Venezolanas se encuentra en las redes sociales para mayor información sobre cómo dar o recibir donaciones:
- En Instagram: @raicesvenezolanasmiami
- En Facebook: Venezuela Awareness Fundation
- La página Web: www.venezuelaawareness.com