Luego de que en 1846 se celebrara el primer encuentro de Béisbol bajo el código moderno, el juego se extendió con rapidez por la ciudad de Nueva York y, en poco tiempo, por todo los Estados Unidos. El carácter organizado que el nuevo entretenimiento adquirió con la proliferación de equipos y la Asociación fundada en 1856, le dio la estructura que favoreció su crecimiento en una época en la que el mundo empezaba a dar el giro hacia una concepción más formal de la actividad física, que ahora asociamos a la palabra deporte. La fórmula resultó tan adictiva que el Béisbol pronto trascendió las fronteras donde, gracias a la influencia que los Estados Unidos empezaba a tener en el mundo y al período de transformaciones sociales, políticas y económicas que el Caribe y otras regiones experimentaban, la propagación ocurrió a una velocidad vertiginosa.
Justo cuando el Béisbol ganaba popularidad en la tierra del Tío Sam, las universidades norteamericanas empezaron a recibir en sus aulas un número mayor de jóvenes de familias pudientes de la zona del Caribe, Centroamérica y Asia. Empresarios norteamericanos comenzaron a invertir en el extranjero en plantaciones de bananos, construcción de ferrocarriles, entre otros emprendimientos, y la presencia de bases o buques militares estadounidenses por el mundo se hizo cosa común.
Terminados los estudios, los jóvenes regresaban a sus tierras armados de bates y pelotas para enseñar a sus paisanos el nuevo pasatiempo. Los empresarios, como una manera de mantener el buen ánimo, promovían la práctica del Béisbol entre los empleados en las tierras donde se instalaban. Y en cada puerto al que llegaban, los efectivos militares se distraían en los tiempos libres jugando su pasatiempo favorito.
A su paso, el Béisbol desplazó a otros deportes que habían llegado antes desde culturas extranjeras, como por ejemplo el fútbol, el tenis y el críquet, así como a entretenimientos tales como las corridas de toros y las peleas de gallos. El hecho de que su diseminación se haya producido principalmente por la acción de estudiantes de clase alta, empresarios y militares, significó que los primeros pasos ocurrieran, con algunas excepciones y al igual que pasó en los Estados Unidos, dentro de los estratos privilegiados, para luego diseminarse entre las clases populares. Repasemos algunas de las historias más relevantes del Caribe y Centroamérica.
Cuando se habla de los inicios del Béisbol en el Caribe debemos hablar de Cuba y los cubanos. Los primeros registros de este deporte en el Caribe corresponden a 1864, en pleno auge de la guerra civil de los Estados Unidos. Luego de terminar sus estudios en el Spring Hill College de la ciudad portuaria Mobile, Alabama, el cubano Nemesio Guillót regresó a la Isla e introdujo el juego que había aprendido de marineros, que a su vez lo habían jugado en Nueva York. El entusiasmo de Nemesio se unió al de otros como Francisco Saavedra y los hermanos Zaldo, que también regresaban del norte, y juntos difundieron el juego entre amigos en la barriada habanera del Vedado. Cuatro años después, en 1868, estos jugadores fundaron uno de los primeros equipos de Béisbol fuera del territorio norteamericano: El Habana Béisbol Club.
“El Béisbol desplazó a otros deportes que habían llegado antes desde culturas extranjeras, como por ejemplo el fútbol, el tenis y el críquet”
A los pocos meses estalla el inicio de la puja por la independencia de la Isla: La Guerra de los Diez Años. De inmediato los españoles consideraron al Béisbol como una práctica subversiva que atentaba contra los valores del Reino Español. Aquel juego yanqui estaba suplantando con rapidez el gusto por las corridas de toros y otros elementos culturales propios de la península, por lo que fue considerado una forma de invasión norteamericana que alentaba las ideas separatistas.
Mientras tanto, el Béisbol daba sus primeros pasos en México. Aunque desde 1848 se conocía de algunos juegos realizados en suelo mexicano, estos corresponden a encuentros puntuales entre efectivos de tropas norteamericanas. El primer registro de algún equipo azteca de Béisbol corresponde al 25 de diciembre de 1868, cuando el Club Unión de la ciudad de Matamoros cruzó el Río Bravo para enfrentar y derrotar con pizarra de 49 a 32 al Río Grande Club en la vecina ciudad de Brownsville, Texas. Aunque ante tal marcador es posible que los jugadores no fuesen capaces de caminar en línea recta al día siguiente, los intercambios entre equipos de los dos países se repitieron a lo largo de la frontera durante décadas. El fuerte intercambio comercial en la zona había introducido de manera definitiva el Béisbol en territorio mexicano.
En Cuba, la Guerra de los diez años llevó a algunos empresarios del negocio del azúcar a migrar hacia la República Dominicana, donde fundaron plantaciones de azúcar e instalaron molinos mecanizados a vapor. El primero fue el Ingenio Angelina, en San Pedro de Macorís, propiedad del cubano Juan Amechazurra, quien promovió la práctica del Béisbol entre los trabajadores. Durante la década de 1880, otros cuatro ingenios liderados por cubanos se sumaron al Angelina. Estos empresarios replicaron la estrategia de incentivar entre sus empleados el juego del bate y la pelota, y el entusiasmo por la disciplina se multiplicó por todo San Pedro y el resto del país. El primer juego documentado en la Isla se realizó en Macorís, el 25 de septiembre de 1886, entre los equipos Angelina y Santiago de Cuba, promovido por los hermanos cubanos Ignacio y Ubaldo Alomá. Así, República Dominicana paso a ser el primer caso donde los primeros pasos del Béisbol ocurrieron entre las clases de bajos recursos.
El comercio entre Cuba y la aislada península mexicana de Yucatán llevó a marineros de la isla caribeña a convertirse en un segundo foco de diseminación del Béisbol en México. Los primeros juegos en Yucatán ocurrieron en 1890 y el impacto fue tal que en pocos años se creó una liga regional en la península. El tercer foco de diseminación en este país correspondió a los jóvenes que iban a los Estados Unidos a estudiar y regresaban a la capital mexicana con ganas de seguir jugando el deporte que habían aprendido. Ya desde 1866 existen registros de estudiantes mexicanos jugando Béisbol en Santa Clara, California.

La isla de Puerto Rico vivió una fórmula similar. Refugiados cubanos y jóvenes que habían cursado estudios en los Estados Unidos empezaron a enseñar el Béisbol en la década de 1890. Sin embargo, el catalizador para su diseminación fue el arribo a la Isla de un muchacho neoyorquino de 16 años llamado Amos Iglesias Van Pelt. Hijo de un inmigrante puertorriqueño y una nativa de Brooklyn, Amos llegó a Puerto Rico en 1895. A los pocos días, en un paseo por San Juan, vio a un muchacho cubano jugando solo con un bate y una pelota. Este encuentro propició el inicio de tres años de prácticas y encuentros informales entre jóvenes cubanos y locales. En 1898, Amos acudió a empresarios para formalizar la constitución de dos equipos: El Borinquen, con jugadores puertorriqueños, y el Almendares, con mayoría de jugadores cubanos. El primer juego oficial entre estos equipos se realizó el 9 de enero de 1898. El Borinquen estaba ganando 3 a 1 cuando el juego tuvo que ser suspendido por lluvia después de culminado el tercer inning. La experiencia se repitió a los pocos días y de inmediato empezó a ser reseñada por la prensa local. Durante los siguientes meses, luego de culminada la guerra hispanoamericana, una serie de juegos entre estos equipos y otros conformados por tropas norteamericanas elevaron el interés en la Isla por el Béisbol y su crecimiento se hizo indetenible.
En Panamá la práctica del Béisbol se inició de la mano de empresas ferrocarrileras y de militares norteamericanos, reforzado luego por estudiantes universitarios. Los primeros juegos documentados corresponden a la década de 1880, aunque resulta factible que se practicase de alguna manera desde 1850, cuando la construcción del Ferrocarril de Panamá fue iniciada. El deporte toma un importante auge en 1904, un año después de la separación de Colombia, con el inicio de las obras del Canal de Panamá.
En la década de 1880 llega a Nicaragua el empresario alemán Albert Addlesberg, quien había vivido durante décadas en los Estados Unidos donde se enamoró del Béisbol. A Albert el críquet le parecía sumamente aburrido (sí, Albert era de los míos), por lo que convenció a los dos equipos más populares del país para que probasen el Béisbol como disciplina. El empresario se encargó del suministro de todos los implementos necesarios, y los muchachos del críquet comenzaron a jugar Béisbol. Addlesberg continuó promoviendo el juego en Nicaragua y, con el apoyo de estudiantes que regresaban del norte y las tropas norteamericanas asentadas en el país, logró que el juego se extendiera por todo el territorio.
El Béisbol llegó a Colombia a la ciudad de Cartagena en 1897, gracias a inmigrantes cubanos y panameños. Sin embargo, su desarrollo se vio interrumpido en 1899 por la Guerra de los Mil Días. Tuvieron que pasar 40 años para que en 1940 el Béisbol despegara de nuevo en las costas colombianas.
El juego continuó extendiéndose por toda América alcanzando con el tiempo diferentes niveles de desarrollo. Desde finales del siglo XIX, varios equipos profesionales de los Estados Unidos hicieron giras para jugar en Cuba, República Dominicana y otros países de la región. La historia está llena también de jugadores norteamericanos, en particular hombres de color, que decidieron jugar pelota en el Caribe, donde la condición de afroamericanos encontraba un ambiente más amable que la hostilidad que para la época existía en el norte.
Por supuesto que la historia del Béisbol no está completa sin hablar de Asia y de Venezuela. De esto nos ocuparemos en las próximas entregas.