Una habitante de la Zona 10 del barrio José Félix Ribas de Petare compartió con La Gran Aldea su relato sobre lo que han sufrido durante los últimos días. Por seguridad, su identidad está protegida. Esta es solo una de las miles de historias de quienes intentan sobrevivir entre la angustia y el desamparo. A continuación el testimonio:
Una bala entró a nuestra casa. Se dividió y al parecer una parte se hizo polvo porque no la encontramos. El tiro impactó a la 1:00am, justo por mi cuarto y atravesó la puerta hasta el otro extremo donde tratábamos de dormir. Yo me desperté porque sonó el vidrio quebrándose, luego otro golpe y vi cómo saltaron unas chispitas al impactar en el estante donde aterrizó. Estábamos cerca. En ese momento nos dimos cuenta que nuestro lugar seguro ya no era tan seguro.
Lo primero que pensé fue que las primeras noches de los ataques yo dormía allí porque creía que era suficiente poner el colchón en el suelo. Después me puse a calcular el ángulo según la ubicación de la ventana y me di cuenta que no, así que me fui a otro lado de la casa. Si me hubiera quedado en la habitación, en esa sexta noche seguida de enfrentamientos en el barrio José Félix Ribas, mínimo me hubieran salpicado todos los vidrios.
En esta oportunidad la balacera empezó a las 9:45pm del domingo 3 de mayo. Los disparos venían de otra zona porque se escuchaban más lejos que en días anteriores. Luego se fueron acercando y el ruido por las ráfagas se incrementó. Duraron como hasta las 3:00am o 4:00am en eso. Con el cese del fuego y al salir el sol noté que la bala golpeó el marco de la ventana y luego debió dividirse porque en la cortina quedaron varios orificios. Dos pedazos atravesaron la puerta, pero solo uno llegó a romper el cristal del estante.
En la casa ya tenemos localizadas las zonas seguras: Lugares donde hay doble pared, sin ventanas y alejados de las puertas. Eso lo aprendimos gracias a la Cruz Roja que desde hace dos años visita algunas escuelas para enseñar a los niños, maestros y sus familiares a identificar las áreas donde somos menos vulnerables en una situación de violencia. Antes nos escondíamos por el horror que vivíamos durante los operativos de las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), ahora lo hacemos porque somos víctimas de una lucha por el territorio entre las bandas del “Wilexis” y “El Gusano”.
¿Cómo llegamos a este punto?
“Wilexis” es el pran que tiene el control del barrio José Félix Ribas desde hace mucho tiempo, especialmente desde que José Vicente Rangel Ávalos ganó la Alcaldía del municipio Sucre del estado Miranda, porque él declaró esta área como zona de paz y prácticamente se la entregó a este muchacho que ya se encargaba de “administrar justicia”.
Aquí su nombre lo pronuncian bajito. Estás conversando con la gente y evitan mencionarlo o hablar de él. Hay personas que le tienen miedo, pero también hay quienes lo apoyan y dependen mucho de él. Si había alguien robando, le decían al “Wilexis” y este le hacía una advertencia. Si el chamo seguía, él le juntaba las dos manos y le echaba un tiro para que no lo repitiera. En ocasiones también les hacía fiestas a los niños. Andaba por ahí como si fuera el capo.
“Wilexis” hizo un pacto con otros grupos delictivos de la zona y construyó una megabanda. De repente, vimos muchachos con granadas guindando del pantalón y armamento de guerra. Estamos seguros que a él lo armó el Gobierno para controlar este barrio.
El 23 de enero de 2019, cuando Juan Guaidó se declaró Presidente interino, “Wilexis” lo respaldó, bajó a Palo Verde y atacó un módulo de la Guardia Nacional Bolivariana. Desde que se volteó nos metieron a las FAES en el barrio. Por ellos hemos vivido dos años de terror de Estado. Cuando entraban, ajusticiaban. A veces hacían alcabalas para cazarlo y si encontraban algún muchacho con antecedentes, lo ejecutaban ahí mismo. Por eso fue que la gente salió a la calle, sobre todo las madres de los jóvenes asesinados. La consigna era “el hampa nos cuida y las FAES nos roban o matan”.
El aprecio por “Wilexis” es precisamente porque este grupo comando de la Policía Nacional Bolivariana nos estaba haciendo más daño. Desde hace un mes y medio dejaron de entrar. La megabanda que él tenía empezó a disolverse. Delincuentes que antes lo acompañaba se le pusieron en contra. Ahora la estrategia parece que es hacerle frente con “El Gusano”.
El barrio José Félix Ribas tiene 10 sectores. Yo estoy en la Zona 10. Como “El Gusano” está aquí, la guerra está a nuestro alrededor. Son tiroteos muy intensos, por mucho tiempo, con armas muy potentes y nuestras casas no resisten porque algunas tienen techos de zinc y otras paredes muy frágiles.
El 2 de mayo de 2020, el enfrentamiento empezó a las 5:30pm, aproximadamente, y duró más de 10 horas. Había niños en la calle y cuando comenzaron las detonaciones todo el mundo corrió. Yo me metí a la zona segura de la casa. Escuchaba cómo se insultaban, se gritaban unos a otros que salieran. Las ráfagas eran de distintos tipos de armas y todas de calibre fuerte. Armas automáticas. Ellos cesaban por 20 minutos, media hora y uno creía que se iba a acabar, pero volvían a empezar.
En otra ocasión los disparos comenzaron en el día. La gente estaba cargando agua en La Bombilla y las balas alcanzaron a un señor que no tenía nada que ver; él murió y su esposa resultó herida. Algunos de los ataques contra “Wilexis” han venido de allí, otros de 5 de Julio y San José. También ha habido enfrentamientos en las Zonas 8 y 6 de José Félix Ribas.
Yo creo que por la Zona 10 había heridos porque una persona comentó que no sabían por dónde sacarlos debido a la cuarentena. La verdad es que la información sobre eso la tienen callada.
Todo es una manifestación de poder. No es solo cazar al “Wilexis” o “El Gusano”, sino buscar mostrar el armamento que tienen. No hemos visto a la policía desde hace dos años que se declaró la “Zona de Paz”. Si llamamos a los funcionarios en medio de una balacera, dicen que no pueden venir porque no tienen armas largas.
Las secuelas de la violencia
Cuando dejan de escucharse las detonaciones, empezamos a enumerar los daños. Mensajes y llamadas van y vienen en la comunidad para saber cómo estamos todos. Me parte el alma hablar con los vecinos. Me siento impotente. No es justo que en Petare estemos pasando por esto.
Una de estas noches una joven tuvo que permanecer debajo de la cama y su hermano se resguardó bajo la mesa por el temor de que una bala perdida atravesara el techo de zinc. Hace días hablé tres veces con una señora que todo el tiempo era alegría y ahora lo que hace es llorar de tanta angustia. Ella vive en la Zona 6 y allí lanzaron una granada.
Una vecina tuvo que llevar a uno de los niños para el Centro de Diagnóstico Integral (CDI) porque se puso mal por un ataque de nervios. Otra mandó a su nieto a Los Valles del Tuy porque la situación que vivimos desde hace varios días lo estaba afectando. También supe que uno de los niños de la zona no quería comer. Nuestros pequeños están aterrorizados al límite, y debido a la cuarentena ya no tienen sus escuelas para correr, jugar y distraerse.
La cisterna no subirá con el agua que necesita la comunidad hasta que acabe la violencia, así que varios comedores están paralizados. Ahora desde el 4 de mayo hay un toque de queda. Me contaron que unas señoras intentaron entrar en un transporte público y se montaron varios delincuentes armados diciendo que no se puede bajar ni subir de José Félix Ribas.
La resiliencia de la gente del barrio es muy grande, pero creo que ya estamos al borde. Nos hemos dedicado a rezar porque no contamos con nadie más. Hemos entendido una cosa: Al único que le importamos es a Dios porque nadie más se ocupa.
@vanessajgarcian