Hay hechos protuberantes que obligan a mirar con ojos distintos un paisaje que parecía apacible, o cuya contemplación no generaba inquietudes. Un nubarrón inesperado, o un aspecto que jamás se había percibido, hacen que el panorama ofrezca elementos capaces de modificar la observación. Debido a lo que comienza a vislumbrar, la mirada aguijoneada por lo inusual reconoce la sensación de que solo estaba contemplando una escena artificial. Debido a que en la imagen aparecieron unos rasgos groseramente discordantes, apenas le queda el camino de aceptar que no estaba frente a la realidad sino ante su máscara.
Es lo que sucede con la idea que teníamos de la oposición antes de los desastrados episodios de Macuto y Chuao, lugares en los que fueron capturados unos improvisados sujetos que venían con la intención de acabar por la fuerza con el régimen usurpador. Fue de tal magnitud la parodia de ataque armado, que pareció una maniobra del Gobierno acostumbrado a la falsedad y sin escrúpulos para tirarse una parada de proporciones hilarantes sin siquiera parpadear. Pero los detentadores del poder no son los idiotas que imaginan o desean muchos de sus rivales. Ni a propósito fabrican una chambonada tan evidente. Creció la idea de que se trataba de propaganda del régimen porque presentaron el descubrimiento del suceso como episodio troyano, como la victoria de unos intrépidos pescadores y de unos fragorosos soldados contra el Goliat imperial, cuando apenas se trató de detener un par de lanchones de gente semidesnuda y descalza que no soplaba metales de guerra, sino aires de cuarentena. De allí la idea de que volvía otra vez la maquinaria oficialista a hacer de las suyas, con los descuidos propios de sus espectáculos.
Lo asombroso del asunto radica en el hecho de que se trató de un remedo de asalto, efectivamente, de una caricatura de expedición, pero con una variante fundamental: La paternidad del libreto no era de la dictadura, sino de unos encumbrados líderes de la oposición que se atrevieron a promoverla. Entre ellos, por desdicha, gente cercana al presidente encargado Juan Guaidó, uno o dos de sus consejeros de tronío y asesores que lo han guiado en anteriores peripecias. Si el equipo se había estrenado en chorradas cuando la cabeza de la AN y el jefe de su partido caminaron sin red de protección en una cuerda floja por las cercanías de La Carlota, demostración de memez que la generosidad de su clientela fue capaz de disimular, ahora resolvió batir con creces el record de mayor cercanía al abismo. Pero, como jamás son buenas las segundas partes, la función terminó en un desastre que llama a la burla, sin uno prefiere permanecer en la carpa de las comedias, pero especialmente a la severidad de la crítica y a la exigencia de una rectificación.
Azar sin plataforma, trato de piratas, divorcio de la realidad, desdén de los colegas de la dirigencia, el bochorno de Macuto y Chuao obliga al liderazgo de la oposición a una mudanza de dirección. No solo para no seguir pasando vergüenzas en casa y en el exterior, sino también porque el esfuerzo llevado a cabo para derrotar a la usurpación corre el riesgo de una mengua difícil de superar. Si querían esos tipos el descrédito de la política, lo han logrado cabalmente. Si pretendían que una ciudadanía cada vez más desesperanzada multiplicara su escepticismo, no pudieron concebir una combinación más certera. Si la idea era reducir los anhelos de cambio a un negocio de escaramuzas manejado por oscuros personajes, nadie puede negar que llegaran con éxito a la meta. Redujeron y empobrecieron el papel de los hombres públicos, hasta extremos dolorosos. ¿Cómo se pueden ahora seguir con confianza los pasos del liderazgo, si una parte de los suyos ha sido capaz de llegar a arreglos con individuos de los bajos fondos? De allí que la mayoría de los líderes opositores esté ahora conminada por la obligación de recuperar la solvencia conducida al precipicio por unos aventureros.
La letanía que inició el párrafo anterior deja de ser exagerada si se recuerda que la mencionada cúpula hizo acuerdos con mercenarios de medio pelo y con caza recompensas, sujetos sin vínculos con los valores republicanos que una sociedad escarnecida quiere rescatar para el futuro. El discurso sobre el mantenimiento de la unidad de la oposición, independientemente de los reclamos de la colectividad y de sucesos reñidos con principios esenciales para la sociabilidad de mañana, no calza en esta ocasión. Es tiempo de filtrar y corregir, de limpiar a fondo, de aprovechar la oportunidad para ejercicios de sanidad, aunque en la víspera parecieran angelicales los individuos que ahora se deben quedar sin cabeza. Como sabemos que los líderes más destacados de los partidos representados en la AN no participaron en una trama que les era desconocida, y que manifiestan en silencio su vergüenza por la conducta del grupúsculo de los suyos que promovió los oscuros pasos de Macuto y Chuao, confiamos en que cumplan la obligación de desinfectar la casa para que en su seno quepa lo mejor de nosotros. O para que no salgamos en estampida, sin deseos de ver otra vez el paisaje.