En la aldea
16 abril 2024

No hables. No pienses. El sapo puede estar cerca

Sin confianza no hay convivencia cívica. Y sin convivencia cívica no hay organización. Ese es el derecho que el régimen ya decidió confiscar: Ni partidos políticos, ni gremios, ni vecinos nucleados en comunidad civil. Solo sospecha y revancha entre la gente.

Lee y comparte
Milagros Socorro | 27 mayo 2020

-Aló, ¿mi comandante? Mire, es X, usted sabe, el cooperante.
-Dígame, X.
-Bueno, mi comandante, vine corriendo a llamarlo. En la panadería estaba un apátrida echándole paja a la revolución.
-¿Ah, sí? Y qué decía ese terrorista.
-Bueno, que este gobierno no sirve pa’ un carajo.
-¿El objetivo todavía está en el lugar?
-Sí, jefe.
-Okey. Pásate el viernes.
-¿No puede ser ahora, jefe?
-No, chico. ¿Qué te crees tú, que aquí estamos sin hacer nada?, ¿tú no ves que estamos en una guerra?
-Perdón, mi comandante. El viernes sin falta.

Este es un diálogo imaginario, claro está. No tengo acceso a las grabaciones de la policía política. Pero no debe andar muy lejos de la realidad.

Este lunes, las fuerzas represivas se llevaron detenido al joven Dogli Álamo por hablar mal del régimen. Al parecer, se permitió el peligroso comentario en la panadería Corona Real de Las Adjuntas, parroquia Macarao, Caracas, cuyo dueño fue obligado a cerrar momentáneamente. Horas después, el muchacho seguía detenido en el Comando de la Gran Parada, donde, según dijo su padre, tras ser maltratado físicamente, fue acusado de tenencia de drogas. 

Si no lo lanzan de una ventana, como hicieron con el dirigente de Primero Justicia, Fernando Albán, el joven Álamo podrá ufanarse de su suerte: Hace un año, el 24 de enero de 2019, Samuel Borges, de 18 años, fue asesinado por participar en una protesta en Las Adjuntas, Macarao, sector popular muy activo en la protesta por el colapso de los servicios públicos.

A Álamo no lo han matado. Lo torturaron, claro. Ya eso es de rutina en Venezuela. Pero le enseñaron, a golpes y patadas, que con la revolución chavista no se puede pensar. Ya no digamos hablar. Solo aceptar que la revolución es lo que hay y lo que va a haber, aún si te impone privaciones extremas. Pero no fue eso lo único que aprendió. Ahora Dogli y la familia Álamo en pleno saben que uno de sus vecinos colabora en la tarea de vigilancia del régimen.

“El chavismo tiene más de veinte años de hegemonía, en los que no ha hecho sino apretar las tenazas a la garganta del pueblo venezolano”

El diálogo imaginario pretende dar cuenta de la delación como forma de implicación de la sociedad venezolana en el ejercicio de la violencia; así como de la operación mental por la que un régimen violador de Derechos Humanos, que concentra todo el poder del Estado, de las Fuerzas Armadas y policiales, y que también ha incorporado a actores de la población, se presenta, sin embargo, como víctima de una conspiración internacional.

Al construirse como víctima, cosa que hizo Chávez desde el primer día, deshumanizan al adversario, lo representan como una máquina perversa, de cuyo dolor el régimen y sus colaboradores pueden estar alienados. Los perpetradores de la represión, incluso con violencia máxima, se auto caracterizan como víctimas de un supuesto mal mayor. No es casual que la detención de Dogli Álamo coincida con la solicitud del Fiscal de la ANC, Tarek William Saab, al TSJ para que determine “si Voluntad Popular es una organización terrorista”, esto es, una condena en el sistema de in-justicia que criminaliza partidos de oposición y usa sapos para controlar a los habitantes de los sectores populares.

La dicotomía víctima-enemigo les ha servido a las tiranías de Cuba y Venezuela, como a tantas, a todas, para justificar su cada vez más cruel maquinaria de violencia. El opresor se presenta como oprimido, sí, con sus botas, sus máscaras, sus armas de guerra, sus operativos de madrugada en los que abaten puertas de hogares y arrasan con todo, sus colectivos en motos y empistolados, sus policías secuestradores.

El chavismo tiene más de veinte años de hegemonía, en los que no ha hecho sino apretar las tenazas a la garganta del pueblo venezolano y aún sí basa su propaganda en una supuesta guerra de la que es objeto. Exactamente lo mismo que hicieron los nazis, quienes acreditaban el Holocausto y las masacres de civiles indefensos al “peligro judío”.

Por este camino, un muchacho que hace un comentario en una panadería deLas Adjuntas es una amenaza para Maduro y su batallón de guardaespaldas. Todo lo que le hagan entra en una lógica de la victimización del régimen que ha matado miles de ciudadanos, con las armas del Estado y con las mil penurias a las que lo ha degradado.

“Por muchos uniformados y colectivos al servicio del régimen, nunca serán suficientes para marcar a toda la población. Así que del seno de esta deben salir los esbirros”

El sapo, por su parte, es muy útil. No porque entregue oradores de panaderías sino porque quiebra los lazos de amistad, desparrama la semilla de la desconfianza y la discordia. Atomiza. Descompacta. Desmoviliza. Desmoraliza. Obliga a las comunidades a fragmentarse y recluirse en el silencio.

Por muchos uniformados y colectivos al servicio del régimen, nunca serán suficientes para marcar a toda la población. Así que del seno de esta deben salir los esbirros.

Y, muy seguramente, al mancharse de sangre inocente, recibe una retribución que lo retiene en una red de complicidades. Esa es otra característica del chavismo: Jamás ha encargado nada a cuenta de lealtad o idealismo: Todo se paga y todo se cobra. El chavismo, como toda mafia, favorece el crimen y luego cierra la trampa en torno al criminal. La corrupción y la delación son formas de integración al orden social bolivariano.

Sin confianza no hay convivencia cívica. Y sin convivencia cívica no hay organización. Ese es el derecho que el régimen ya decidió confiscar: Ni partidos políticos, ni gremios, ni vecinos nucleados en comunidad civil. Solo sospecha y revancha entre la gente: Este me sapeó, ahora yo me vengaré de él. En suma, Chávez los tiene locos.

Nada de esto es nuevo. Todo está en el manual de los sistemas totalitarios y de los entramados que se sostienen con el terror. Es sabido que el molinillo de la Inquisición, que, por cierto, se llamaba a sí mismo Santo Oficio y se presentaba como adalid de la lucha contra el Mal, se mantenía en movimiento gracias a la delación. Y ahí iban, encorvados y temblorosos los reos de crímenes contra la gran verdad única, así como los sapeados por venganzas y ajustes de cuentas. En nuestro caso, el mismo que sembró el odio entre venezolanos, ahora pone a unos a chivatear a otros. En la Unión Soviética inducían a los niños a delatar a los padres. En su relato “La composición”, el escritor chileno Antonio Skármeta narra la historia de un niño que, en tiempos de dictadura, recibe en su escuela una visita…

“Bien -dijo el militar-. Saquen sus cuadernos… saquen lápiz… ¡Anotar! Título de la composición: ‘Lo que hace mi familia por las noches’. ¿Comprendido? Es decir, lo que hacen ustedes y sus padres desde que llegan de la escuela y del trabajo. Los amigos que vienen. Lo que conversan. Lo que comentan cuando ven la televisión. Cualquier cosa que a ustedes se les ocurra libremente con toda libertad”.

En fin, Maduro no hace nada que no hayan hecho Stalin o Pinochet.

Lee y comparte
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
Más de Opinión