“Mira a la chica de lentes que va con un bebé que parece de un año, ¿viste que pareciera Katerine, la cuñada de mi hija? Podemos presumir que ese es mi nieto. Es más, yo digo que es ella y la de atrás del moño parece mi hija. Es el mismo que se hace mi negra cuando tiene calor, mira”, dijo la señora Carolina Gil al mostrar la fotografía publicada tras el rescate el 27 de mayo de 2020 de al menos 79 personas durante un patrullaje fluvial de la Armada venezolana por el Delta del Orinoco.
Según anunciaron en su momento las autoridades en redes sociales, los rescatados eran víctimas de una red de trata de personas que opera en Trinidad y Tobago. De ellos no se supo más información, así que la señora Carolina no pudo confirmar si efectivamente allí estaban su hija Maroly Bastardo, sus nietos Dyland Berra y Victoria Berra; el suegro de su hija, Luis Guanipa; la cuñada Katerine Berra, y el tío político Antonio López, quienes están desaparecidos desde el 16 de mayo de 2019, cuando abordaron en Güiria la embarcación “Ana María” rumbo a la Isla.
Las seis personas viajaron de El Tigre, estado Anzoátegui, hasta esa ciudad del estado Sucre con el objetivo de salir del país en busca de mejores condiciones de vida. Maroly, en ese entonces de 20 años de edad, tenía 8 meses de embarazo; sus hijos Dyland y Victoria tenían 3 y 2 años, respectivamente. Su esposo ya vivía en Trinidad desde enero de 2019, así como su suegra y dos cuñados, por lo que el viaje también significaría el reencuentro de la familia.
“Ellos debían pagar 300 dólares. Se iban a ir con el señor Juan Vega que es el capitán de una de las embarcaciones y ahora está desaparecido. Luis Guanipa le pagó 150 dólares y le dijo que cuando llegaran a Trinidad su hijo le daría los otros 150 dólares que faltaban. Como se dañó la embarcación de ese señor, él le pasó los 150 dólares a Alberto Abreu que es el capitán de la embarcación donde ellos se desaparecieron. Mi hija y mi nieta iban ilegales porque no se pudieron sacar papeles por el apuro, así que ella iba a dar los dólares y el teléfono a cambio”, relató la señora Carolina.
La embarcación zarpó pasadas las 4:00pm, pero no llegó a Trinidad y Tobago a las 8:00pm como estaba previsto. A los familiares de las 33 personas que viajaban en el “Ana María” les aseguraron que se trató de un naufragio, pero ellos se niegan a aceptar esa versión porque no hallaron ningún elemento en el mar que lo confirmara. El único “rescatado” fue el capitán Alberto Abreu, quien fue llevado a un hospital en Granada y se fugó cuando las autoridades supieron que estaba solicitado por trata de personas. Con esos antecedentes, presumen que sus seres queridos fueron raptados.
En ese mismo viaje desapareció Kelly Anyerine Zambrano Vera, actualmente de 21 años de edad. Su padre Antonio Ramón Zambrano Lemus cuenta que ella recibió la invitación de viajar a la Isla por parte de una amiga de nombre Romy María Rodríguez, que supuestamente vivía en Trinidad, y a quien conoció cuando estudiaron Psicología en la Universidad Bicentenaria de Aragua (núcleo San Cristóbal, estado Táchira).
“Le dijo que tenía la oportunidad de trabajar en unos hoteles en Trinidad y que le iban a pagar entre 800 y 1.000 dólares. Desde que empezaron los hechos esta muchachita se desligó de todo conocimiento sobre mi hija y la embarcación. Ella supuestamente le pagó a un tal Ramón, alias “El Moncho”, allí en Güiria, para que la pasara a Trinidad. Mi hija salió el 12 de mayo de San Cristóbal para llegar el 15 de mayo a Güiria. Este ciudadano la mantuvo en un hotel hospedada allá, cuando averiguamos, la mantuvo retenida en esos días antes de que zarparan. El día que lograron hacerlo, que fue el 16 de mayo de 2019, ella llamó desde un teléfono que le prestaron al momento de montarse en el bote. Solamente dijo ‘me voy ya, salgo a las 4:40pm – 5:00pm de Güiria para llegar 4 horas después a Trinidad y Tobago, específicamente a Puerto España’. Realmente, no dijo nada que pusiera en alerta a la mamá porque a ellas las tenían, en su momento, secuestradas. Tenían que decir lo que las personas le dijeran para que pudieran despedirse. Eso se averiguó fue después de todo lo sucedido. A ese tal Ramón lo detuvieron, al parecer todavía está detenido, pero no han logrado sacarle más información”, comentó.
El hermano de Kelly, Jeison Gutiérrez, viajó hasta Güiria para denunciar la desaparición e investigar sobre su paradero. En el lugar fue amenazado por dos hombres que lo abordaron con arma en mano. Según recuerda el señor Antonio, le dijeron explícitamente que se fuera del pueblo, que si seguía indagando lo iban a matar porque “les haría caer el negocio”.
Tanto la familia de Kelly Zambrano como la de los demás desaparecidos hicieron las denuncias correspondientes ante el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) y la Fiscalía de Güiria, pero no recibieron ningún apoyo.
“La embarcación fue vendida entre las mafias de Güiria, las mafias del Gobierno venezolano en unión con las bandas criminales del mar, junto con las de Trinidad y Tobago donde también participa el mismo Gobierno de la Isla con sus aliados en la parte de la Policía Trinitaria… Sabemos que en ningún momento el bote naufragó… Sabemos que realmente el capitán del bote, Alberto Abreu, fue el que vendió a todas esas personas y trabaja en conjunto con el Gobierno de Venezuela y el de Trinidad. Lamentablemente, Güiria es un pueblo donde las mismas autoridades son las que trabajan con todo este tema de tráfico de drogas, de todo eso”, aseveró Antonio Zambrano.
Silvia Katherine Cortez y Jesús Manuel Brito, de 23 y 25 años de edad respectivamente, también subieron al bote “Ana María” con la esperanza de un mejor futuro. Alexander Cortez, hermano de la joven, comentó que ambos partieron con el apoyo de los familiares en Venezuela y que, además, en Trinidad y Tobago ya estaban trabajando dos parientes que se fueron de la misma forma que los ahora desaparecidos pretendieron hacerlo. “Ellos llegaron, preguntaron qué bote estaba saliendo hacia allá y se les indicaba cuál, conversaban con los capitanes, esperaban su momento de salida, pagaban su pasaje y se iban”, explicó sobre el procedimiento.
Cortez señaló que ninguno tenía conocimiento de que en Güiria estaba el riesgo latente de sufrir una desaparición forzada; de lo contrario, no habrían permitido que los jóvenes viajaran.
“Ella (Silvia) sí tuvo una comunicación con mi mamá unos minutos antes del zarpe de la embarcación. Dijo que ya estaba lista, que ya se iban a montar, que ella mientras tanto iba a apagar el teléfono para que le durara la pila. Supimos de la desaparición porque el bote estaba destinado para una hora de llegada a eso de las 8:00pm; pasaron las 9, 10, 11 y mis hermanos la estaban esperando. Comenzó la preocupación, las llamadas, amaneció y comenzaron a correrse las voces entre la misma población de Güiria y empezaron a decir que el bote se había quedado accidentado, lo que fue falso. Dijeron que el bote fue vendido, nunca llegó a Trinidad, fue interceptado a mitad de camino según tengo entendido y de ahí desapareció. No supimos más nada de qué realmente había pasado, habían dicho que era un naufragio. Se descubrió que no fue así porque nunca se encontró cuerpo, embarcación, ninguna evidencia que demostrara que había sido un naufragio”, indicó.
Los familiares de Silvia y Jesús que viven en Trinidad y Tobago intentaron averiguar en la Isla qué fue lo que ocurrió, pero tuvieron que dejar de hacerlo porque pobladores les aconsejaron no indagar más debido a que, según comentó Alexander Cortez, “a ellos también los podrían desaparecer”.
La secretaria general de la Fundación Blanca Nieves Sierra, Patricia Escalona, señaló que hay cinco embarcaciones con casos similares de personas que intentaron salir del país buscando un mejor futuro y actualmente se desconoce el paradero de sus ocupantes. Dos botes salieron de Güiria rumbo a Trinidad y Tobago, el “Jhonaily José” y el “Ana María”; dos de Falcón, uno con destino a Aruba y otro a Curazao; y el quinto que partió de Nueva Esparta, con unos pescadores que, aunque no pretendían salir de Venezuela, según testigos fueron secuestrados en altamar.
“Estamos hablando de 113 personas. Son en total 62 hombres y 47 mujeres, hay 16 menores de edad, entre ellos los hijos de Maroly Bastardo. La desaparición de embarcaciones es algo que viene ocurriendo desde hace mucho tiempo. Desde que comenzó el proceso hiperinflacionario en el país y la Emergencia Humanitaria Compleja empezaron a salir embarcaciones con este tipo de características: Les cobran el pasaje con cantidades exorbitantes a las personas que están dispuestas a pagarlos; les ofrecen un paquete hasta de sellarles el pasaporte tanto de salida como de entrada en el país de llegada y todo parece indicar que las autoridades nacionales de Venezuela y de los países de destino están enteradas de este tipo de delitos y son cómplices… Los familiares aseguran que nunca apareció si quiera una maleta, un salvavidas, ropa, absolutamente nada, ninguna prueba de que las embarcaciones se hayan hundido”, manifestó.
Escalona indicó que en el caso de Güiria llama la atención que la mayoría de las víctimas son mujeres, morenas, voluptuosas, llamativas, menores de 21 años de edad. Explicó que la enorme desesperación económica producto de la Emergencia Humanitaria Compleja ha motivado a la gente a salir de Venezuela por vías que no son las más idóneas e implican peligro. “Cuando se habla de trata de personas estamos hablando de posibles víctimas de esclavitud sexual, servidumbre, hasta de tráfico de órganos”, agregó.
“Para dejarme ir debo pagarles lo que ellas gastaron en mí”
Luisannys Betancourt, vivía en Cumaná, estado Sucre, tenía 15 años de edad cuando desapareció el lunes 15 de abril de 2019. A diferencia de los casos anteriores, a ella la buscaron en su casa dos adolescentes aproximadamente a las 10:00pm. Una de las personas que tocó a su puerta era una ex compañera de clases de nombre Omarlys Velásquez. Con la excusa de entregar una camisa cerca de casa de su abuela, las tres jóvenes se fueron. Cuando su madre, Ana Arias, fue a buscarla ya no estaba.
“Le pregunté a la abuela y dijo que agarró para mi casa. Luisannys salió de casa en bata, sin sostén, en cholitas de diario y ese día le estaba viniendo el periodo… Pregunté en el barrio si la habían visto y nadie vio nada. A las 9:00pm del martes 16 di con la casa de esa compañera de clases. Había un señor sentado en la acera y cuando le pregunté por su hija Omarlys, me gritó ‘señora esa es una mafia, métalas presas’. Una señora se levantó, me dijo que era la mamá y cuando le pregunto por mi hija Luisannys me dijo que sí se quedó allí y que cuando llegó de trabajar se encontró con que Omarlys se fue para Colombia”, comentó.
La madre de la adolescente le dio a la señora Ana Arias un número de teléfono, de donde la joven se comunicó. Cuando llamó, su hija la atendió y cortó de inmediato. Luego le regresaron la llamada, pero en esa oportunidad habló Omarlys y le aseguró que ella estaba en San Cristóbal con su esposo y no sabía nada de Luisannys.
Cuando Ana Arias denunció lo ocurrido ante el Comando Nacional Antiextorsión y Secuestro (Conas), la respuesta fue que su hija estaría de vuelta porque “seguramente estaba rumbeando”. El jueves 18 de abril 2019, Luisannys le escribió por teléfono y al llamarla le pidió comunicarse por mensajes porque estaba en altavoz.
“Ella me dijo ‘mami estoy bien, quédate tranquila’. Al final de la tarde, me llamó llorando y me dice ‘mamá yo me quiero ir. Ellas me dicen que para dejarme ir debo pagarles lo que ellas gastaron en mí’. Yo le pregunté dónde estaba, cuánto era. No respondió más y el viernes en la noche me escribió que para dejarla ir debía pagar lo que gastaron en ella, 200 dólares. Yo le dije que los tenía, que los buscaba, que pagábamos eso para que se regresara. Me dijo ‘mami quédate tranquila, yo te quiero, te amo mucho, mami’”, relató.
Al volver al Conas, hicieron un rastreo de la llamada y notaron que salía desde Güiria. A Ana Arias le dijeron que seguramente su hija quería sacarle dinero; le dieron una dirección, un número telefónico, el nombre de la persona que la tenía en esa ciudad y la mandaron a buscarla por su cuenta. Al día siguiente fue al Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) y obtuvo la misma respuesta.
El lunes 22 de abril, a las 10:00pm, Luisannys le escribió nuevamente un mensaje: “Me dijo ‘mami, te quiero mucho, te extraño mucho. Eres la mejor’. De ahí no supe más nada de mi hija”.
La señora Ana Arias se enteró de que supuestamente había abordado la embarcación “Jhonaily José” porque el jueves 25 de abril una adolescente de nombre María Isabel Pinto Vizcaíno, actualmente detenida en Cumaná, la llamó y le dijo que su hija se había ahogado.
“Me lo soltó así: ‘Señora su hija se ahogó, se murió, está muerta’. Cuando le pregunté ¿cómo es eso?, dijo ‘a mí me llamaron de Güiria para decirme que se había ahogado porque la embarcación donde se montó se hundió’. Le dije un montón de cosas y ella me amenazó, me dijo que si quería le llevara a la policía, que solo cumplía con el deber de informarme que mi hija estaba ahogada. Ella cortó la llamada y llamamos al número al que llamamos la primera vez. Contestó un muchacho y mi hermana le preguntó qué había pasado, que cómo él estaba seguro que ahí iba Luisannys y dijo que si ella iba ahí fue porque se montó con su hermano, el dueño del número de teléfono que me dio el Conas ese día”, indicó.
El viernes 26 de abril, cuando Ana Arias viajó a Güiria junto a su hermana y su madre, las recibió Protección Civil. Lo primero que vio en el lugar fue el nombre de su hija en el listado de los desaparecidos. Según indicó, ese día fue que empezó la búsqueda de los sobrevivientes y no el 23 de abril cuando se dice que naufragó la embarcación.
“Con mi hija eran cinco muchachas de Cumaná que tenían. Les decían las cumanesas… Indagando, preguntando cuidadosamente, nos dijeron la dirección donde estaban las muchachas y coincidía con la dirección que nos había dado el comandante del Conas. Muchas personas reconocieron a mi hija por la foto. Nos dijeron que las tenía Héctor Torres, el mismo nombre que me dio el comandante”, recordó.
Arias señala que por el caso del “Jhonaily José” hay 10 detenidos, incluyendo a la menor de edad presa específicamente por el caso de su hija Luisannys Betancourt.
Silencio y complicidad dificultan la búsqueda de los desaparecidos
La secretaria general de la Fundación Blanca Nieves Sierra, Patricia Escalona, informó que en un año y medio el caso de la embarcación “Jhonaily José” apenas está en trámites nacionales. Ya los familiares hicieron denuncias ante el Ministerio Público, el Cicpc y otros organismos. En cuanto al “Ana María” el proceso está más adelantado y los parientes esperan por la emisión de la alerta amarilla de Interpol.
“Eso iba a llegar supuestamente en época prepandemia. Llegó la pandemia y nunca se les dio respuesta. Los familiares han hecho sus pasos regulares y han sido muy cuesta arriba las respuestas. Siempre les cambian de fiscal, es una constante y, por ende, cuando ocurre no es que tengan que empezar de cero, pero tienen que informarle al fiscal de todos los casos, ve el expediente, da un paso más y vuelven a cambiar al fiscal. Es un retardo procesal enorme y eso lo han evidenciado las 4 embarcaciones, tanto de Falcón como de Güiria”, denunció.
La Fundación ha hecho el trabajo de enlazar al comité de familiares con todas las autoridades de la Asamblea Nacional, con el comisionado para las Naciones Unidas, Miguel Pizarro; el representante de Venezuela ante la Organización de los Estados Americanos (OEA), Gustavo Tarre; el comisionado para los Derechos Humanos y Atención a las Víctimas, Humberto Prado; el también comisionado de la Secretaría General de la OEA para la crisis de migrantes y refugiados venezolanos, David Smolansky, entre otros. El objetivo es establecer un puente con el Gobierno interino y pedir en instancias internacionales respuestas por parte de Trinidad y Tobago que no reconoce a Guaidó, y sigue trabajando de la mano con el régimen de Nicolás Maduro.
“Todo es silencio. Ni el Ministerio Público, ni la Interpol, nadie de este Gobierno, Fiscalía, nadie hace nada. No han activado alerta amarilla, ni la roja. Los familiares estamos haciendo de detectives, todo… Ya uno tiene un año y seis meses en esta angustia de no saber qué están comiendo, cómo están, si los están maltratando… Tenemos esperanza, esa llama ahí prendida de, en cualquier momentico poder ver a nuestra familia… ¡Ay, Dios mío! Lo que más deseamos es tener a nuestra familia. Celebrarles sus cumpleaños, nuestras navidades juntos, tenerlos aquí otra vez con nosotros… Yo sé que ese va a ser mi regalo en diciembre, mi regalo de Navidad, de cumpleaños, en el nombre de Dios”, pidió la señora Carolina Gil al recordar a su hija y nietos.
Para el señor Antonio Ramón Zambrano Lemus el Gobierno de Venezuela ha jugado con el dolor y preocupación de los familiares. “Siento impotencia de saber que no nos han ayudado en nada, saber que mi enanita (Kelly Zambrano) está siendo explotada y no poder hacer nada, saber las necesidades que debe de estar pasando ante esta situación. Siento mucha impotencia y rabia, es un cúmulo de emociones que en palabras no son explicadas”, dijo.
El hermano de Silvia Katherine Cortez y primo de Jesús Brito, Alexander Cortez, denunció que Interpol respondió no saber nada del caso de los desaparecidos en altamar y que no se ha emitido la alerta amarilla porque es necesario que el Ministerio Público les entregue un informe. En año y medio no han cumplido con ese trámite.
“En todo lo que nosotros hemos investigado hasta el sol de hoy hay manos de altos funcionarios del Gobierno venezolano, hay involucradas muchas personas. Ya está bueno que nos tengan en esta zozobra a un año y seis meses, que ellos sabiendo qué hicieron con nuestros familiares, qué fue lo que sucedió con ellos y hasta el sol de hoy nos tienen en ascuas, los familiares estamos desesperados, enfermos a causa de todas estas cosas… A mi hermana quiero decirle que siempre hemos luchado por conseguirla, que todo esto que pasó ya terminó y que siempre voy a estar ahí con ella para ayudarla como siempre lo hice, que siempre va a ser mi enanita”, expresó.
En 18 meses la señora Ana Arias ha tenido que enfrentarse a la falta de actuación de las autoridades, armar por su cuenta las piezas del rompecabezas sobre el paradero de su hija, ha conseguido expedientes en los que solo se reseñan a los sobrevivientes y fallecidos del “Jhonaily José”, pero no a ninguno de los desaparecidos.
“Me siento frustrada, decepcionada, angustiada por saber que pudieron evitar que mi hija fuera sacada del país, que pudieron encontrarla a tiempo, que pudieron haber hecho mucho porque hubiesen encontrado a todas las muchachas que estaban encerradas. No era mi hija nada más, con ella había otras muchachas allí. Pudieron hacer mucho y solo me dijeron que mi hija ‘estaba rumbeando’ y que ‘me quería sacar dinero’. Mi hija no tenía ninguna necesidad para irse, no le faltaba el alimento, no vestía mal. Ellos (Conas, Cicpc) tuvieron todo a la mano, sabían todo y no lo quisieron hacer. ¿Cómo es posible que de aquí, de Cumaná hasta Güiria, hay como 100 alcabalas de la Guardia Nacional y no hayan parado a ese carro con unas adolescentes, sin un permiso o autorización de sus padres, sin pasaporte porque mi hija no lo tenía? Las autoridades pudieron haber hecho mucho por salvar a mi hija”, dijo entre lágrimas.
El 10 de julio del año pasado, una de las fiscales que llevó el caso de Luisannys Betancourt le envió a la señora Ana Arias una fotografía en la que aparecen varias jóvenes rescatadas luego de un allanamiento realizado en Trinidad y Tobago. Ella la miró y la guardó. Tiempo después, revisando su celular, volvió a observar la imagen con detenimiento y vio entre el grupo a una joven parecida a su hija. Les pidió a varios familiares tratar de reconocer a la adolescente, y todos coincidieron. Contactó a la fiscal y esta la remitió al fiscal superior, Danny Zambrano, pero él solo le preguntó cómo estaba segura de que se trataba de ella.
Ana Arias conserva la esperanza y tiene fe en Dios, a pesar de todo lo que ha ocurrido en el largo camino para tratar de rescatar a su hija. Trata de ser fuerte, pero hay días en los que no deja de cuestionarse. “Aún no me explico. A veces siento en qué me descuidé, me pregunto en qué fallé, porque, a decir verdad, me la arrancaron de los brazos”, afirmó.
@vanessajgarcian
*Las fotografías utilizadas en este trabajo fueron facilitadas por los familiares de las personas desaparecidas a la autora, Vanessa García, y ella al editor de La Gran Aldea.