Las inminentes elecciones presidenciales en Estados Unidos son posiblemente las que han generado mayor expectación entre un número considerable de venezolanos. Por un lado, el presidente Trump busca su reelección luego de cuatro años donde su gobierno ha desplegado un amplísimo esfuerzo de presión diplomática y económica para tratar de impulsar un cambio de gobierno en Venezuela. Su contrincante, Joseph Biden, promete recuperar la capacidad de coordinación internacional y otorgar el estatus de protección temporal a los venezolanos en ese país. Ambos coinciden en el carácter dictatorial del régimen de Nicolás Maduro.
Diagnóstico del primer gobierno de Donald Trump
El gobierno de Trump ha asumido la crisis venezolana como uno de los temas primordiales de su política exterior. La atención fue creciendo de manera progresiva y alcanzó su cúspide durante el primer semestre del año 2019. Prácticamente desde el inicio de su mandato, Trump mostró disposición a actuar. En sus primeras semanas, aumentaron las sanciones personales en contra de altos funcionarios del gobierno de Maduro, destacando la prohibición de entrada y congelamiento de activos del entonces vicepresidente Tareck El Aissami y su principal testaferro.
La consideración especial del caso venezolano ha sido producto de la importante incidencia que ejercieron legisladores republicanos sobre el presidente. Una parte de la oposición venezolana también ha conseguido influenciar más fácilmente a miembros del Partido Republicano. Por ejemplo, gracias a la iniciativa del senador Marco Rubio, el presidente Trump se reunió con Lilian Tintori iniciando su mandato. En mayo de 2017, se solidificó la coordinación entre la Casa Blanca y la oposición, producto de una reunión entre el entonces asesor de seguridad nacional, H.R. McMaster, y el presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges.
Usualmente, la disposición del gobierno estadounidense para incrementar la presión devino como producto de lo que estaba sucediendo en Venezuela y en momentos de un grado significativo de coordinación opositora. Luego de varios meses de protestas dado el desconocimiento de las facultades de la Asamblea Nacional, el régimen de Maduro escaló aún más en su deriva autoritaria al imponer la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente. En respuesta, el gobierno estadounidense decidió iniciar la presión económica, restringiendo la posibilidad de financiamiento del Estado venezolano y PDVSA. Lo mismo sucedería tiempo después del evento electoral presidencial del 20 de mayo de 2018, el cual además de ser desconocido, produjo sanciones a la comercialización del oro venezolano. Luego del reconocimiento a Juan Guaidó como Presidente encargado y en medio de importantes protestas a inicios del año 2019, el gobierno de Trump ordenó la congelación de los activos de PDVSA en Estados Unidos y con algunas excepciones, prohibió que ciudadanos y empresas estadounidenses mantuvieran negocios con la estatal petrolera.
El mayor esfuerzo de coordinación diplomática por parte de Estados Unidos inició luego del reconocimiento a Guaidó como Presidente encargado. De hecho, durante buena parte de 2017, el presidente Trump no designó funcionarios para los cargos cruciales de toma de decisiones con respecto a América Latina, incluyendo Venezuela. Este error fue parcialmente subsanado a inicios del año 2019 con el nombramiento por parte del Departamento de Estado de un representante especial para Venezuela. Sin embargo, las consecuencias de las debilidades diplomáticas del gobierno de Trump han queda domanifiestas. Erróneamente, determinó que iniciativas como el reconocimiento a Guaidó o incluso el operativo del 23 de febrero de 2019 para tratar de ingresar ayuda humanitaria, desembocarían en una resolución muy pronta de la crisis venezolana y, en consecuencia, en una importante victoria en materia de política exterior. Luego del primer semestre del año 2019, la política estadounidense ha lucido desapegada a la situación interna en Venezuela.
Por su parte, un hecho que ha debilitado la coordinación internacional ha sido la estrategia estadounidense de asomar recurrentemente la posibilidad de una intervención militar. En agosto del año 2017, el presidente Trump dijo que no descartaba la opción militar para el caso venezolano. Un mes después, un grupo importante de países de América Latina, liderados por el gobierno colombiano y en el marco de reuniones paralelas a la Asamblea General de la ONU, le manifestaron su oposición. También se ha encontrado con la negativa de sus asesores más cercanos y los militares del Pentágono. Dado el carácter impredecible del Presidente, las recurrentes declaraciones de que “todas las opciones están sobre la mesa” fueron utilizadas durante 2019 y parte de 2020 como un recurso para tratar de provocar un quiebre de las fuerzas armadas venezolanas con Maduro. Pero incluso muy recientemente, países como Colombia, Brasil, Israel y los países de la Unión Europea han suscrito una resolución en Naciones Unidas que manifiesta que la solución “incumbe al pueblo venezolano, sin ningún tipo de injerencia extranjera en el plano militar”.
Ante esta realidad, durante algunos momentos del año 2020, el gobierno estadounidense ha tratado de combinar la creciente presión económica con incentivos para promover una transición negociada. Por un lado, imponiendo restricciones que hagan más costoso a cualquier individuo, organización o país mantener relaciones económicas con el régimen de Maduro, y desplegando operaciones anti-narcóticas, que buscan dificultar las actividades e ingresos producto del narcotráfico. En cuanto a incentivos, el Departamento de Estado presentó en marzo una propuesta para una transición, proponiendo que el alto mando militar y las autoridades estadales y municipales permanecieran en sus cargos por la duración de un eventual gobierno de transición. Seis meses después, la oferta parece haber sido revertida sin mayor explicación, luego que, en reacción al Informe de la Misión de determinación de hechos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el Subsecretario para el Hemisferio Occidental del Departamento de Estado declaró que los ministros de defensa e interior eran criminales que serían excluidos de una transición.
Pronóstico de una posible segunda presidencia de Trump
El escenario más probable para un eventual segundo mandato del presidente Trump es uno de continuación de su política exterior sobre Venezuela. El régimen de sanciones seguirá siendo la pieza clave. John Bolton, su ex asesor de seguridad nacional, ha llegado a afirmar que, de ser reelecto, el presidente probablemente busque abrir una vía de negociación directa con Maduro, tal y como lo hizo con el dictador norcoreano Kim Jong-un durante su primer período. Sin embargo, ello no parece muy probable mientras exista el reconocimiento a Juan Guaidó como Presidente encargado y legisladores y gobernadores republicanos continúen ejerciendo una importante influencia sobre el Presidente. Pero a medida que la situación se deteriora y el régimen de Maduro lograr mantenerse en el poder, el gobierno estadounidense, especialmente por vías informales, buscará conseguir algunos avances. Esto lo demuestra la reciente reunión entre el ex embajador ante Alemania del presidente Trump y Jorge Rodríguez.
Pronóstico de una posible presidencia de Joseph Biden
Es importante rescatar algunos elementos de lo que fue la posición estadounidense durante el gobierno de Barack Obama, ya que Joe Biden fue su vicepresidente y es probable que un número significativo de asesores tengan relevancia en un eventual gobierno liderado por el candidato del Partido Demócrata. Justamente durante esa presidencia fue que se concretó un apoyo bipartidista a la causa venezolana, el cual desembocó en una ley aprobada por el Congreso en 2014 que ordenó la imposición de sanciones personales y fue ejecutada por el presidente demócrata.
Probablemente la ventaja central con la que partiría el gobierno de Biden sería una posibilidad de mejorar la coordinación, tanto con los republicanos como en términos de la presión internacional con América Latina y Europa. La retórica y la política del gobierno del presidente Trump han debilitado significativamente los esfuerzos multilaterales y en el caso de Venezuela, actualmente hay diferencias de visión y estrategia importantes entre Estados Unidos y la Unión Europea.
Para ello, hará falta una voluntad diplomática considerable que aprenda que algunos de los principios que adoptó el gobierno de Obama no funcionaron. En primer lugar, la intención de “liderar desde atrás” fue infructuosa en una región latinoamericana que enfrenta profundos problemas y no cuenta con el mismo músculo diplomático que Estados Unidos. Justamente, durante los últimos cuatro años, la respuesta de la región ha sido irregular y usualmente se ha tornado activa tras el impulso estadounidense. En segundo lugar, un gobierno de Biden no debería preocuparse por avivar la retórica anti-imperialista, ya que sea cual sea su política, siempre será utilizada por el régimen de Maduro como excusa. Finalmente, y considerando que es probable que Biden busque apoyar frontalmente nuevos esfuerzos de negociación, deberá ser muy cuidadoso de evitar la ingenuidad y evaluar hacer concesiones en el caso que Maduro cumpla con pre-condiciones y otorgue garantías que no sean revertidas durante un tiempo razonable.
En cuanto a su política específica para Venezuela, por ahora sólo se conocen algunos lineamientos generales. Primero, Biden reconoce el carácter dictatorial de Maduro y la importancia de que Estados Unidos apoye los esfuerzos por restaurar la democracia a través de unas elecciones libres y justas con observación internacional. Segundo, ha calificado a la política de su contrincante como una “calle ciega”, por lo que es muy probable que haya cambios. Uno sería un renovado esfuerzo diplomático para que los países de la región puedan responder a los desafíos que enfrentan por el éxodo venezolano, pero que no debería descuidar el esfuerzo multilateral para que Venezuela pueda efectivamente recuperar la democracia.
Una incógnita importante es si un eventual presidente Biden descartará abiertamente la posibilidad de una intervención militar, especialmente en un contexto donde pareciera estar creciendo la cooperación militar entre Venezuela e Irán. Es muy probable. Aunque no ha existido una intención real de utilizar ese recurso y su impacto sería potencialmente más devastador, también es cierto que se desconoce cómo se puede seguir desarrollando la crisis y qué más estará dispuesto a hacer el régimen de Maduro para perpetuarse en el poder.
En las últimas horas, asesores de Biden han declarado al New York Times que no hay “mucha fe” en continuar tratando a Guaidó como Presidente encargado. Inicialmente, la nota del diario también estableció que Biden buscaría entablar negociones directas con Maduro “para presionarlo a que se comprometiera a celebrar una elección justa”. En un hecho revelador, la nota fue modificada horas después para establecer que Biden negociaría con Maduro “una vez que la fecha para una elección fuese establecida” y “lo presionaría para que se comprometa a que la elección sea justa”. Por lo tanto, sí parece que habrá mayor disposición a entablar conversaciones con el régimen de Maduro, al mismo tiempo que se solicita a la oposición que finalmente se coordine.
Teniendo esto en cuenta, también es probable que la política estadounidense de sanciones sobre Venezuela sea revisada y algunas medidas sean levantadas, si el gobierno estadounidense determina que son el factor principal que está agravando la calidad de vida de los venezolanos. Sin embargo, la gran mayoría de las sanciones, que ya afectan a 137 individuos, 151 empresas, 56 aeronaves y 47 embarcaciones, permanecerán vigentes y podrían ser utilizadas como herramienta en una eventual negociación. También se espera un renovado esfuerzo para recuperar activos fruto de la corrupción en Venezuela.
Conclusión
Independientemente del ganador, los venezolanos deberíamos estar conscientes que tristemente no hay una solución milagrosa a la profunda crisis que atravesamos. En un contexto complicado, nuestro futuro sigue dependiendo mayoritariamente de los esfuerzos que se hagan en el país, los cuales requieren un liderazgo político opositor con algún grado de coordinación y también una población organizada y dispuesta a intentar formas creativas de presión para que pueda concretarse una transición hacia la democracia.