Juan Carlos Rey tenía a Hugo Chávez en su puño de analista alerta, instruido y acucioso. A pesar de no haberlo conocido nunca en persona. Uno tenía la sensación de que había accedido a su cerebro mediante algún arte taumatúrgico. Escribió libros y papeles académicos llenos de argumentos, observaciones, referencias y matices sobre el desenvolvimiento de los partidos políticos de la democracia venezolana, y sobre la actualidad del país. Una cabeza bien amoblada, un docente respetado, un miembro de la legendaria Copre, un motor fuera de borda del IDEA o Instituto de Estudios Avanzados, en Sartenejas. En sus textos pueden hallarse las claves del origen de la tragedia venezolana de estos tiempos.
Yo solía ir cada cierto tiempo a visitarlo a su casa de San Antonio de los Altos. Iba porque necesitaba escucharlo, porque se mantenía al tanto de los acontecimientos y tenía una opinión en la que uno podía confiar absolutamente. Juan Carlos Rey le seguía el pulso al país, aun estando disminuido físicamente después del ACV que le afectó. Hablaba con dificultad pero hacía ímprobos esfuerzos por darse a entender.
La figura de Chávez, por todo lo negativo que representa, le producía un vivo interés. Se leyó completa la entrevista que le hizo el comunicólogo Ignacio Ramonet, así como toda la bibliografía que se produjo en años recientes sobre esa figura de la picaresca latinoamericana que fue Chávez. Sobre la entrevista de Ramonet dijo que le impresionaba la cantidad de información que contenía.
Juan Carlos Rey no quiso saber más nada de España, de donde llegó, traído por sus padres que huían del franquismo y de la hambruna, a principios de los años cincuenta. Estudió el resentimiento como trasfondo de los desmanes del poder, incluso hay un pequeño libro de su autoría sobre este tema publicado por la Fundación García Pelayo. Decía que el chavismo se explica a través del resentimiento: A partir del sentimiento compartido, las relaciones entre el líder y su camarilla de inmediatos colaboradores se convierte en una dinámica marcada por la lealtad a rajatabla, ese tipo de lealtad de los perros hacia su amo. ¿Cómo no agradecer a aquel que te ha dado la oportunidad de ejercer el poder discrecionalmente, dentro del círculo que te ha demarcado el amo?
Una de las veces que estuve en San Antonio era el momento en que el Tribunal Supremo de Justicia comenzaba a boicotear la gestión de la mayoría opositora en la Asamblea Nacional, tras el triunfo de las parlamentarias de 2015. Tenía un temor principal:
-Me temo que esto no tiene salida. Puede terminar con un golpe, pero no de la oposición sino de los propios militares chavistas que ven que esto no puede ser, que los va a envolver a ellos y quieren salvarse. Querrán volver al Chávez original. Muchos en la oposición se alegrarán pensando en que estos militares alzados perseguirán a Maduro y a los maduristas en el poder. La consigna de perseguir a los corruptos va a fascinar a esa oposición. Ese es mi temor mayor.
No, no ha terminado con un golpe de unos militares porque se han involucrado tan completamente en la trama del régimen que les es imposible devolverse; son sus cómplices.
Al término partidocracia oponía el de partidopatía sistémica, que puede interpretarse como la enfermedad del sistema de partidos caracterizada por la renuncia a sus funciones. Suena a cardiopatía, y el principal partido venezolano que la padeció fue AD. Las entidades con ese tipo de dolencia suelen renunciar a sus responsabilidades, evitando ejercer el poder que les corresponde. En su libro El sistema de partidos venezolano 1830-1999 (publicado por UCAB y Editorial Jurídica Venezolana) trata esta teoría ampliamente, aludiendo al periodo de la democracia representativa. En la última parte de ese ensayo histórico aborda los paradigmas -o fantasmas- que arrastra el venezolano desde tiempos remotos, y que explican en buena medida esa especie de fatalidad que le ha hecho estigmatizar a los partidos.
Cierto: La antipolítica sigue siendo un amenazante leitmotiv en Venezuela. Habría que analizar si la gente, el común de la gente, sigue muy en el fondo portando ese virus que llevaba en su fuero interno hacia 1998, con las consecuencias por todos conocidas.
La última vez que nos vimos personalmente leía a un hombre que luego ha desaparecido del escenario público: Alfredo Serrano Mancilla, simpatizante del partido español Podemos, doctor en Economía por la Universidad Autónoma de Barcelona. Fue quien, según indicios de la época, nutrió de sabiduría a Nicolás Maduro en sus inicios presidenciales en materia económica. También leía Solo el poder detiene al poder, una crítica al totalitarismo. A Gustavo Tarre Briceño, su autor, lo consideraba un hombre inteligente y competente.
Hay cosas sueltas que recojo ahora, de las grabaciones que todavía conservo (su voz afectada, los silbidos de los pájaros de fondo en el sosiego de la terraza de su casa), como esto que me dijo sobre el periplo ideológico de Chávez para atornillarse al poder hasta la muerte:
-Mucha gente ha especulado en torno a su supuesta condición de comunista; que se la tenía bien calladita hasta llegar al poder… Pero la cosa es más complicada. Chávez sí fue, en sus comienzos como militar, miembro del comité central en el partido de Douglas Bravo y sospecho que al mismo tiempo era miembro de La Causa R. Admiraba mucho a Alfredo Maneiro. Es interesante, pues Chávez, para unos, es un comunista, y para otros, un fascista. En realidad jamás tuvo ideología alguna. Le podía atraer una idea o un libro, y envalentonarse. Sale de la Academia y se encuentra rechazado por los militares tradicionales; incluso piensa en abandonar la carrera militar y dedicarse a estudiar en la ULA pero cuando le cuenta esto último a su hermano Adán, que sí era un militante de la izquierda, este más bien quiere hacerle desistir de esa intención y lo pone en contacto con Douglas Bravo. Comienza a hacer proselitismo entre militares, pero los milicos tienen el corazón patriótico bolivariano, no comunista. Lo rechazan. Chávez, al ver que el nombre de Douglas Bravo no cae bien en las Fuerzas Armadas, comienza a distanciarse, a establecerse por su cuenta. Y ahí se dirige hacia lo del Samán de Güere, comenzando a formar el movimiento que se llamará MBR-200. Se hace cada vez más independiente de Bravo, pero siguen en buenas relaciones.
Tras una pausa, Rey termina esta parte de la conversación con una frase lapidaria:
-Chávez lo que quiere es poder, y lo quiere ya. Como sea.
…
Juan Carlos Rey hablaba y escribía de la evolución del golpista del 4F desde una perspectiva enriquecida por su conocimiento del venezolano, y de sus formas de atender a lo político.
-Una vez en el poder, llega un momento en que Chávez se da cuenta de que todo lo que ha hecho aún no tiene sentido; no tiene el dominio completo de la sociedad. Quiere la revolución total, dominarlo todo. Le falta un partido totalitario con su correspondiente ideología totalitaria. Es un deseo militar, ese querer a toda la sociedad en sus manos, movilizada. En los esquemas comunista o fascista, lo que manda a fin de cuentas no es el elemento militar sino el partido. Claro: El partido podía tener formas militares de organización, de disciplina, pero no eran los militares quienes mandaban. Se suele citar a Mao Zedong como ejemplo de militarismo comunista: ¡No! El poder viene del fusil, pero el partido manda al fusil, y nunca permitiremos que el fusil mande al partido.
En esa misma ocasión, o en otra anterior, me habló de una imagen verbalizada por el propio Chávez en sus respuestas durante sus confesiones a Ramonet o al obsecuente José Vicente Rangel: Aquella fascinación del golpista en ciernes al ver al entonces presidente Carlos Andrés Pérez rodeado de su séquito en Miraflores. Eso lo cuenta con absoluto desparpajo: Su arrobamiento ante las ceremonias del poder.
A final de cuentas, Rey se quedó con un epíteto para definirlo en una cápsula sintetizada:
-Era un insensato -dijo, y agregó-: Un primitivo, pero se cuidó de dar apariencia de legitimidad a su revolución con el sonsonete bolivariano.
Tomás Straka, notable historiador de las nuevas generaciones, ha dejado en su cuenta de Facebook un par de observaciones sobre Juan Carlos Rey que me permito recoger con su permiso: «Hay autores en los que siempre termino abrevando. Una y otra vez su claridad, su capacidad para identificar fenómenos, para ver antes que otros lo que se anunciaba, ruidosamente o en los intersticios, logran ponerme en las pistas correctas».
Se está refiriendo a las lamentables desapariciones (en 2020) de Asdrúbal Baptista, «cuya teoría del capitalismo rentístico no hace sino confirmarse más con cada día que pasa», y de Juan Carlos Rey, «cuya caracterización del sistema democrático de 1958 a 1998 es, probablemente, la más afinada, y cuya radiografía de su crisis fue clarividente, por decir lo menos».
…
Rey sobre los manejos del comandante para hacerse de una plataforma a su medida:
-Chávez desea el poder, pero no solo el poder personal sino aquel quedomine a toda la sociedad. Desde luego hay una idea totalitaria pero con una diferencia ante regímenes comunistas y fascistas: La dominación de estos últimos es a través de un partido y no de una persona. ¿Cuál es la ideología en Chávez? Pues hay que buscarse una. Bolívar, Simón Rodríguez, Zamora,… un mezclote que conduce a ninguna parte. Si veía una idea por ahí suelta, la agarraba. Citaba a Ortega y Gasset pero no sabía lo que decía realmente en La rebelión de las masas. A fin de cuentas, lo que forma a Chávez, y eso está confesado en el libro de Ramonet, es un batiburrillo de libros de autoayuda. Lo otro es el entorno que lo convence para ir a elecciones, cosa que en principio él rechazaba. Los medios y la gente que le rodea, en su mayoría, cree poder dominarlo una vez llegado al poder. Entre los periodistas, Alfredo Peña, por ejemplo. Quizás pensaran todos que Chávez era estúpido.
Llegó un momento en que entendió que el «movimiento revolucionario» no le servía o no le bastaba para ir a elecciones, de modo que debía fabricar un partido. Hay, desde luego, una cosa aluvional con partidos de izquierda tratando de pescar en río revuelto. En realidad el líder siente un gran desprecio por los partidos; no creía en ellos. Simplemente los usa para llegar al poder. Sin embargo, ¿cómo lograr la dominación total? Fragua los círculos bolivarianos. No terminan de cuajar. Inventa aparatos que le sirven para controlar al país pero cuando se da cuenta de que a los tres o cuatro años fracasan -también está el golpe de 2002 de por medio- se convence de la necesidad de un aparato-partido totalitario, tipo comunista. Entonces es cuando descubre el comunismo, y se pone a leer a Lenin y Trotsky. Termina pareciéndose a Stalin. Pero sucede que Stalin tenía partido con ideología. Había que crearlo, al partido y a la ideología.
-La historia del nacimiento del PSUV es lamentable. Meten allí a todos los teóricos del comunismo, en realidad sin conocerlos.
…
Hablaba el politólogo del triste papel de ciertos intelectuales criollos que actuaron a favor del fenómeno desde la izquierda. Tenía, por otra parte, un pésimo concepto de Arturo Uslar Pietri. En algún momento me dibujó la pobreza intelectual de Aristóbulo Istúriz. Rey tenía sus aprecios y desprecios bien claros: Luis Castro Leiva, el filósofo republicano, gozó siempre de su alta estima. Alababa la claridad de Teodoro Petkoff, quien desde lejos vio el talante autocrático de Chávez. Me habló de un proyecto, al cual llamaría El chavismo: Estudio de una patología política. Rey jamás conoció personalmente a Chávez. Me dijo que nunca le había atraído, que lo veía como un individuo totalmente ignorante, sin escrúpulos.
-Pero era un encantador de serpientes.
¡Pero claro que le atraía su figura o su proyección en la sociedad venezolana! Si no, no lo hubiese observado con tanta dedicación. Tal vez el verbo correcto no sea atraer sino asombrar. Le asombraba (esto es una suposición mía) por ser en realidad una excrecencia antigua, del siglo XIX probablemente.
Lo que sí me manifestó fue su asombro porque un hombre talentoso como el rector fundador de la Universidad Simón Bolívar, Ernesto Mayz Vallenilla, «quien no creía en pajaritos preñados», fuera alguna vez un fanático chavista.
Se ha ido, pues, el último gran observador de Chávez. Se ha ido una personalidad académica ductora de la ciencia política. Una mente inquieta e incisiva. Juan Carlos Rey acaba de fallecer en Venezuela, su país.
@sdelanuez