En la aldea
23 abril 2024

Playa Pedro González, Isla de Margarita, estado Nueva Esparta.

La República de Margarita

Cuando fue nacionalizada Conferry contaba para esa fecha con nueve unidades (tres de ellas nuevecitas), y prestaba servicio de cuatro viajes diarios con Puerto La Cruz. En Margarita hay suficiente talento y recursos: Los venezolanos podrían venir y estar aquí. Los turistas se encontrarían con una seguridad suiza, unas playas limpias y con todos los servicios. Los hoteles, restaurantes y tiendas margariteñas no necesitarían mucho para ponerse a la altura de los destinos turísticos internacionales, ya lo estaban en 1999, cuando comenzó la pesadilla. No hago sino pensar en qué buenos serían los carnavales de 2026, si este sueño se hiciera realidad mañana.

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Francisco Suniaga | 17 febrero 2021

La mejor manera de resolver los problemas de Margarita sería acordando con el Gobierno nacional una secesión ordenada. Dada su condición de isla, no sería tan complicado desde el punto de vista legal ni administrativo. Las normas jurídicas se pueden modificar con enorme facilidad en Venezuela y en lo otro, este Gobierno a La Isla (para respetar la grafía de Manuel Antonio Narváez) no le para bolas desde hace años. Sería un problema menos para los atribulados bolivarianos. Se podría incluso pactar un “pago”. Aquí se constituiría, en unos cinco años (tiempo mínimo para convertirse en un emporio de riqueza), un fondo en dólares para entregarle unos millones anuales a Venezuela por concepto de ayuda humanitaria.

No es joda, en Margarita hay suficiente talento y recursos para hacerlo, y a cualquier gobierno de Caracas le convendría liberarse del costo de mantener a esta pariente pobre que es ahora La Isla y recibir, de paso, unos milloncejos “legalitos”. Tomemos el caso del ferry, el más conspicuo al momento de representar las inconveniencias que es para todos mantener a Margarita integrada políticamente a Venezuela.

Antes un poquito de historia. Montar el servicio de ferry entre Margarita y tierra firme fue un proceso cien por ciento margariteño. Los habitantes de La Isla eran los únicos venezolanos que no podían salir con sus carros a recorrer Venezuela. Por eso Bartolo y Estílita Rojas establecieron el primer servicio de ferry entre Margarita y Cumaná en 1957. Desde entonces, con sus altas y bajas, más de las primeras que de las segundas, se mantuvo así (margariteño) hasta el 26 de septiembre de 2011, cuando fue nacionalizada Conferry. Contaba para esa fecha con nueve unidades (tres de ellas nuevecitas) y prestaba servicio de cuatro viajes diarios con Puerto La Cruz.

“¡Ya basta!, eso es un desastre, vamos a nacionalizar eso, vamos a poner operativos todos esos buques, la seguridad de nuestro pueblo de nuestra gente que viaja para Margarita, el turismo es muy importante”, declaró entonces el presidente Hugo Chávez. Promesa típica del paraíso a la vuelta de la esquina que es el comunismo-socialismo. Hoy, no existe Conferry, sus unidades desaparecieron hundidas en el mar. El único servicio que se presta, por una empresa no margariteña, es esporádico, incierto y carísimo. La pandemia será la justificación, pero ciertamente no la causa. La causa es que los ferrys están bajo el agua e irrecuperables.

Reiniciar un servicio decente desde tierra firme y añadir nuevas rutas (desde La Guaira y Puerto Cabello), en una supuesta recuperación económica nacional, que se anuncia con el año nuevo y termina en carnavales, sería mucho para las finanzas públicas de estos tiempos. Mas, si se concediera a Margarita el derecho a la secesión, referendo de por medio, en un año estaría funcionando a capacidad plena, eso aseguran los navieros de acá, que tienen crédito internacional y son los que saben del negocio. Podrían venir turistas de toda Venezuela y más allá y dejar aquí unos dólares, moneda nacional oficial desde el día uno.

Los hoteles, restaurantes y tiendas margariteñas no necesitarían mucho para ponerse a la altura de los destinos turísticos internacionales, ya lo estaban en 1999, cuando comenzó la pesadilla. Hay planes para los servicios de electricidad, agua, aguas servidas y seguridad, con apoyo financiero y técnico internacional. Ah, y la pesquería, sería estratosférica, si dejaran a los margariteños (que tienen siglos en esa vaina) encargarse de su pesca. Contarían incluso con los astilleros, para barcos de pesca moderna (con penuria y dineros propios se construyen ahora en Macanao), que solo necesitan que en Caracas los dejen buscar sus créditos en instituciones internacionales.

Todos saldríamos ganando. Los venezolanos podrían venir y estar aquí sin pasaporte ni maltratos xenófobos (lo mejor sería que vinieran con sus dólares, que limpios aquí ya hay como arroz). Pueden tener sus cuentas en bancos margariteños sin mucho papeleo, sus Ranchos de Chana, casas y apartamentos, sin que nadie los esté amenazando de expropiación y recuperando su valor real con cada día. Los turistas se encontrarían con una seguridad suiza, unas playas limpias y con todos los servicios, calificación bandera azul europea. No tienen idea de lo fantástico que serían las fiestas de Navidad y fin de año en la república ñera. Ah, y unos hospitales del primer mundo, para los accidentes, “pasones” y demás excesos, con médicos venezolanos que hablarían sus idiomas, un lujo.

Hoy diecisiete de febrero de 2021, Miércoles de Ceniza, no hago sino pensar en qué buenos serían los carnavales de 2026, si este sueño se hiciera realidad mañana.

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