Para la Dra. Olga Figueroa, cuyo nieto
la instruye acerca del funcionamiento
de la navaja de Ockham.
Tiempo atrás, en una infancia sin teléfonos inteligentes ni televisión -no fue sino hasta finales de los sesentas cuando el huésped alienante se aposentó en los hogares margariteños– recuerdo un juego de mesa en el que un mágico robot asignaba preguntas y luego, confirmando o desmintiendo al jugador en turno, señalaba infaliblemente la respuesta.
Por años, cuando la incertidumbre hacía gris, evocaba al fabuloso personaje e imaginaba que su brazo certero me ayudaba a encontrar la luz. En muchas ocasiones el robot revistió formas inesperadas: Algún compañero bien informado, un texto leído al azar, una conversación incidentalmente escuchada.
Aunque a los millennials -e incluso a muchos baby boomers de memoria corta- les parezca inconcebible, el culto a Mr. Google, ese oráculo ubicuo y oceánico, no existe desde la noche del tiempo. Por tanto, fue así como muchos significados como el de la expresión con la que titulo, se me resistían testarudamente. En ese caso, el robot que me sacó de dudas tomó la forma corpórea de un viejo maestro culto y pedagogo, “como los de antes” (“los de ahora” quizá simplemente señalarían a la parte baja de la cintura del Gran Navegante).
No recuerdo el contexto, pero el maestro Chú Suniaga, quien participaba en una apacible tertulia vespertina bajo los guayacanes de la Plaza Luisa Cáceres de La Asunción, dijo entonces:
“Cierta vez unos oscuros personajes pretendieron minimizar la hazaña de Colón diciéndole ‘Sr. Colón, no vemos nada extraordinario en lo que usted hizo, cualquiera que hubiera embarcado con rumbo oeste se habría topado con el Nuevo Mundo’. A esto, Colón respondió: ‘Los reto a que pongan de pie a este huevo sobre alguno de sus extremos’. Al fracasar todos en el intento, Colón tomó el huevo, lo golpeó suavemente sobre la mesa y fracturó su base. Dejándolo en pie, dijo: ‘Después de hecha y vista la hazaña, cualquiera sabe cómo hacerla’.”
Los cambios de paradigma, las rupturas epistemológicas -que permiten ver con ojos nuevos a la realidad, que entonces aparece distinta- son los que hacen posible hazañas como la de encontrarse con América o la de verticalizar un huevo. Después, todo parece simple y evidente.
En la opinión pública venezolana se está produciendo un cambio interesante de paradigma. El insurreccional, desesperanzado o cínico: “Dictadura no sale con votos”; está siendo desplazado por el democrático, electoral y constitucional: “En el mediano plazo, la mayoría de las veces, las dictaduras sí salen con votos”.
Los atavismos democráticos que todavía conservamos y el regreso de la templanza y la sensatez en el liderazgo (político, empresarial, gremial, intelectual) de nuestra sociedad, están impulsando este cambio. Como consecuencia la curva de adhesiones a la estrategia electoral ya pasó por el punto de inflexión, y ahora crece con suave y constante pendiente positiva.
Muy pronto todos redescubriremos plenamente el poder del voto, entonces unos cuantos, como aquellos que emplazaron maliciosamente al genovés (¿o mallorquín?), exclamarán con olvidadiza arrogancia “Yo lo sabía, ¿por qué no se dieron cuenta antes? Era obvio”.