Londres.- A dos meses de arribar a su centenario, Felipe Mountbatten ha fallecido este viernes 9 de abril “pacíficamente” en su cama del Castillo de Windsor. La noticia ha cogido por sorpresa a los británicos, pues pese a que la salud del esposo de la reina Isabel II venía deteriorándose en los últimos meses muchos ya lo creían inmortal, porque ha sido protagonista de la historia del Reino Unido de las últimas siete décadas.
Aunque siempre estuvo a tres pasos de su esposa, la reina Isabel II, pues no se le concedió el título de rey consorte ni tuvo un rol constitucional específico, el Duque de Edimburgo fue el principal consejero de la monarca. Así lo reconoció ella misma hace un par de años, cuando lo calificó como “su fuerza y apoyo”. El ahora desaparecido príncipe hizo sentir su influencia, pero no siempre de manera positiva, pues su carácter impulsivo y su ácido sentido del humor en más de una ocasión metieron en problemas a la milenaria monarquía.
Felipe de Edimburgo nació en la isla griega de Corfú el 10 de junio de 1921, en una mesa, según cuentan sus biógrafos; y estaba emparentado a las principales casas reales europeas. Su padre fue Andrés de Grecia, hijo del entonces rey heleno Jorge I; mientras que su madre Alicia de Battenberg, era nieta de la célebre reina Victoria.
“La llegada de Felipe al Palacio de Buckingham supuso un seísmo para la monarquía, pues fue el impulsor de cambios que buscaban acercar la institución a sus súbditos”
Sin embargo, estos lazos sanguíneos no impidieron que los aristócratas británicos de la época pusieran reparos en que el joven cortejara a la entonces heredera al trono. ¿La razón? Su tío el rey Constantino I de Grecia se vio forzado a abdicar tras la derrota con las fuerzas turcas. Su padre lo abandonó y su madre, quien padecía esquizofrenia, fue internada en un hospital psiquiátrico en Suiza, razón por la cual otros miembros de la familia se hicieron cargo de él y sus hermanos casi por caridad.
Pero si lo anterior no fuera suficiente, dos hermanas de Felipe se casaron con príncipes alemanes que simpatizaban con los nazis.
“Soy un desacreditado príncipe de los Balcanes, sin ningún mérito o distinción”, llegó a decir el fallecido príncipe sobre las críticas a sus pretensiones con la hoy reina Isabel II. Sin embargo, Felipe decidió ganarse el respeto de las élites y de los ciudadanos. Así se enroló en la Royal Navy (Marina Real) y participó en la Segunda Guerra Mundial, donde tuvo un papel destacado en algunos combates en el Mediterráneo. Esto facilitó su enlace con la actual soberana en 1947 y siguió en el servicio activo después de terminar la conflagración, hasta que su esposa ascendió al trono tras la muerte del padre, el rey Jorge VI, en 1952.
Un modernizador
La llegada de Felipe al Palacio de Buckingham supuso un seísmo para la monarquía, pues fue el impulsor de cambios que buscaban acercar la institución a sus súbditos. Así la prensa le atribuye la idea de que la coronación de su esposa fuera televisada y que a finales de la década de los ‘60 se permitiera a un equipo de la cadena BBC filmar las actividades cotidianas de la Familia Real para hacer un documental.
Igualmente se responsabiliza al Duque de Edimburgo de ponerle punto y final en 1958 a prácticas arcaicas como la de la presentación de las debutantes, esos eventos donde las adolescentes de la élite eran llevadas al Palacio para conocer a los monarcas, y sobre todo comenzar a cazar potenciales pretendientes.
Sin embargo, el hecho de no ser reconocido como rey consorte generó inconvenientes en la relación con la reina y con la institución, algunos de los cuales fueron exteriorizados por él mismo. “Soy el único hombre de este país que no puede dar su apellido a sus hijos”. Con estas palabras el Duque se quejó en los años ‘60 de que sus descendientes no pudieran utilizar su apellido, una medida impuesta por el hoy venerado Winston Churchill para asegurarse la pervivencia de la marca Windsor, que los monarcas británicos acuñaron durante la Primera Guerra Mundial, en un intento por borrar sus orígenes germánicos.
No obstante, fuentes cercanas al Palacio aseguran que aunque Felipe no podía revisar los documentos que el Gobierno remite a la soberana para su ratificación, esta sí le consultaba sobre asuntos trascendentales para la familia y la institución. Así, por ejemplo, se asegura que habría sido el príncipe quien convenció a Isabel II que permitiera a sus hijos, Carlos y Andrés, a divorciarse de sus esposas o que él consideró oportuno que la monarca comenzara a pagar impuestos en la década de los ‘90.
La boca, el castigo del cuerpo
Pero Felipe no siempre fue el escudero que la reina necesitó. En más de una ocasión su lengua provocó más de algún disgusto. Para la historia han quedado algunas bromas o comentarios salidos de tono que el fallecido pronunció. Así durante una visita a Escocia, al conocer a un profesor de una autoescuela le soltó: “¿Cómo mantienes a tus alumnos sobrios el tiempo suficiente como para que puedan aprobar el examen?”. Durante una visita a Nigeria, le dijo al mandatario de la época: “Pareces listo para meterte en la cama”, en referencia a su traje típico.
Sin embargo, en lugar de reconocer que su lengua era la que lo metía en problemas, el príncipe escogió a otro culpable: La prensa. “Ustedes tienen mosquitos, yo tengo periodistas”, soltó en 1966 durante una visita a la isla caribeña de Dominica. En 2015, con más de 90 años de edad, dejó en claro que seguía teniendo el mismo temperamento y durante un acto con autoridades militares en el Palacio de Buckingham le gritó a un fotógrafo: “Toma la jodida foto de una vez”.
En 2017 anunció su retiro, diciendo: “Es mejor desaparecer que alcanzar la fecha de caducidad”. Sin embargo, siguió dando de qué hablar gracias a incidentes como el accidente de tránsito en el que se vio involucrado en 2019, cuando chocó el auto que conducía con otro en el que viajaban dos mujeres y un bebé.
Para muchos el Duque de Edimburgo logró vivir su vida a “su manera”, tal y como la canción que interpretaba el célebre Frank Sinatra, y parece que lo seguirá haciendo en su muerte, pues sus deseos de que no celebraran un gran funeral de Estado en su homenaje se verán cumplidos. ¿La razón? Aún siguen vigentes las restricciones impuestas por el Gobierno británico para frenar la pandemia de la Covid-19, y por lo tanto los actos masivos están prohibidos.