En la aldea
20 marzo 2025

#YoTeCreo

El grito de “Me too”, extendido por el mundo, hoy en Venezuela es “Yo te creo”. Esa afirmación ya expone el problema de fondo implícito en estos casos: La duda. Al arremeter contra el abuso con una bandera de este tipo se esperaría que verdaderamente se pueda gestar un cambio para impedir que la violencia y el abuso sexual sean la única realidad de tantas niñas, jóvenes y mujeres de este país. Las redes sociales destaparon la necesidad de ser escuchadas, especialmente en Venezuela donde los Derechos Humanos no son una prioridad de Estado. Si como sociedad no creemos realmente que exista un problema y que debamos trabajar para resolverlo, no habrá un cambio real.

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Redacción LGA | 29 abril 2021

La vitrina de las redes sociales, que da para todo, ha servido en los últimos años para exponer y llamar a la reflexión pública sobre algo que por décadas ha permanecido subyacente en la sociedad: La persistencia de perversiones bajo la complicidad de algunos, la tibieza de otros y la indiferencia de muchos, incluyendo a los Estados y sus instituciones. La ola, que comenzó en otras latitudes, finalmente llegó a orillas venezolanas y el sexismo, el machismo, el menosprecio de la mujer y el uso de posiciones de poder para prácticas sexuales abusivas son solo algunas de las cosas que comienzan a emerger.

Las denuncias ahora parecen ser escuchadas porque fueron compartidas en las redes señalando a abusadores de “renombre”, aunque son una constante en un país donde solo entre enero y marzo de 2021 hubo 60 femicidios, según los datos del Observatorio Digital de Femicidios del Centro de Justicia y Paz (Cepaz), y donde las redes de prostitución de menores florecen día a día y poco o nada se hace al respecto.

Hoy las autoridades reaccionan ante las denuncias contra el escritor Willy Mckey y los músicos Alejandro Sojo y Tony Maestracci, pero su silencio y complicidad ha sido patente por años. Basta ver el caso de Linda Loaiza para entender que esa actitud deja claras huellas en la sociedad, pues se asume que la impunidad es la respuesta esperada frente a situaciones de esta naturaleza.

Además, esta omisión o encubrimiento se refuerza con la excusa cultural de “somos así”, lo que ha permitido que esas distorsiones se arraiguen, alimenten el humor popular y, de alguna manera, se vuelvan la cotidianidad de muchas que no han sido “tocadas” por personalidades públicas, y cuyos casos persisten a la sombra y en silencio.  

El grito de “Me too”, extendido por el mundo, en Venezuela es “Yo te creo”. Esa afirmación ya expone el problema de fondo implícito en estos casos: La duda. Al arremeter contra el abuso con una bandera de este tipo se esperaría que verdaderamente se pueda gestar un cambio para impedir que la violencia y el abuso sexual sean la única realidad de tantas niñas, jóvenes y mujeres de este país, que han visto históricamente la reafirmación de esos patrones y que conocen del silencio institucional frente a tales hechos.

En este momento se cuenta con el impulso dado por el movimiento de artistas, creativas y líderes en la industria del entretenimiento venezolano contra la violencia de género, así como de diversas organizaciones y gremios, y de voces diversas de la atomizada sociedad venezolana que se lanzan al ruedo de las redes a opinar al respecto. Es una visibilización del problema que no se puede desperdiciar en la mera efervescencia y sin atacar las causas de fondo.

Es una circunstancia donde la condena absoluta sobre este tipo de prácticas se debe imponer, pero dando paso a acciones que permitan un cambio real y no la inminente llegada del golpe del silencio cuando el tema de moda se agote, o que eviten que los inescrupulosos de ocasión se beneficien o que encuentren insumos para estimular otro tipo de manipulación, ya sea con fines políticos e ideológicos, pero siempre con la menor intención real de corregir las distorsiones.

Vale ver que uno de los señalados en estos recientes escándalos se ha permitido fijar posición ante los hechos y admitir: “He cometido estupro”. La confesión, que parece el título de un futuro libro, también retumba en las redes sociales, donde algunos hablan del perdón y de la posibilidad de cambio de las personas, lo cual es totalmente posible sin menoscabo de las sanciones que se deben aplicar a quienes cometen delitos.

Las leyes venezolanas ya no hablan de estupro, una palabra que implica acceso carnal o coito con menores de edad, pero sí de violación de niñas, niños y adolescentes con penas severas que por algo fueron añadidas al papel por parte de los legisladores; pero que sin convertirse en acción hacen que los asuntos de género queden relegados, especialmente en un país donde los Derechos Humanos no son una prioridad de Estado.

Si como sociedad no creemos realmente que exista un problema y que debemos trabajar para resolverlo no habrá un cambio posible en puertas, por eso desde La Gran Aldea decimos en voz alta #YoTeCreo, porque estamos comprometidos con hacer periodismo para construir futuro y porque estamos convencidos del poder de la información para entender y transformar.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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