En la aldea
10 diciembre 2024

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco, más conocido como Simón Bolívar (1783-1830), El Libertador.

Simón Bolívar Palacios: “El hombre de las dificultades” (y II Parte)

Tiempos de atentados, conjuras, amenazas, batallas, triunfos, derrotas, actitudes dictatoriales, y su amor por Manuela. Simón Bolívar durante toda su vida mantuvo un espacio lúcido de interpretación de la realidad, incluso en los casos en que sus errores lo condujeron a desafueros. No hay manera de que a un espíritu autoritario le convenza el Federalismo o cualquier forma de descentralización del poder. En 1830 dos ciclos paralelos llegaron a su fin: La enfermedad de Bolívar que lo lleva a la muerte, y la enfermedad de Colombia que la lleva a su disolución. Moría entonces “el hombre de las dificultades”, como el mismo se definió.

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Rafael Arráiz Lucca | 02 mayo 2021

Hemos dejado a Bolívar en Jamaica en septiembre de 1815. Allí estará hasta el 18 de diciembre, cuando se traslada a Haití. Antes, el 10 de diciembre se salva de un atentado que se resume fácilmente: Bolívar se alojaba en Jamaica en una posada con el general Pedro Briceño Méndez y sus edecanes Rafael Páez y Ramón Chipia, cuando unos españoles contrataron (se sospecha que por órdenes de Salvador de Moxó, desde Caracas) al Negro Pío, quien formaba parte de la servidumbre de los Bolívar desde niño, para que lo matara. Eso creyó hacer Pío cuando apuñaló a José Félix Amestoy (comisario del Libertador) que pernoctaba en la hamaca de Bolívar, mientras esperaba su regreso, pero este había salido a buscar otra posada y la había hallado, sin advertírselo a los suyos, y por ello había pasado la noche en el nuevo albergue. Esta confusión lo salvó. El desdichado Amestoy murió y al negro Pío lo apresaron y lo ahorcaron en Kingston pocos días después.

Ya Bolívar en Haití comienza a soñar con invadir a Venezuela, sobre la base  de lo que le ha informado el capitán Luis Brión, quien cuenta con armamento suficiente para la operación. Además, el presidente Alexandre Pétion, con quien se reúne en enero, le ofrece apoyo. Así se va organizando la expedición que zarpa el 31 de marzo de 1816, con la mayoría de los venezolanos y neogranadinos exiliados en Haití. El número varía de versión en versión, pero la cifra gira alrededor de los 200. La mayoría venezolanos, alrededor de 30 neogranadinos, 20 franceses, 20 haitianos y algunos de otras nacionalidades. La pretensión es temeraria, ya que las fuerzas realistas en Venezuela son muy superiores a este contingente reducido y conformado, en su mayoría, por oficiales sin tropa. El fracaso estaba cantado, pero veamos los hechos.

La expedición de los cayos (1816), otro fracaso

De la expedición forman parte los generales Santiago Mariño, Manuel Carlos Piar y Gregor MacGregor. A José Francisco Bermúdez el propio Bolívar le impide embarcarse, en razón de las crecientes diferencias que prosperaban entre ambos. Carlos Soublette, José Antonio Anzoátegui, Bartolomé Salom, Ambrosio Plaza, Pedro Briceño Méndez, el general franco-prusiano Ducoudray Holstein, quien provenía del sitio de Cartagena y, por supuesto, el curazoleño animador de la aventura: Luis Brión. Siete goletas se hacen a la mar, después de que Bolívar en consejo tuvo que imponer, otra vez, su primacía. Antes de recalar en Juan Griego, el 3 de mayo de 1816, libran un breve combate naval frente a los islotes de Los Frailes del que salen bien librados.

Simón Bolívar Palacios: “El hombre de las dificultades” (y II Parte)

“El 27 de agosto de 1828 Bolívar sustituye la Constitución de Cúcuta de 1821 por un Decreto Orgánico firmado por sí mismo que consagró la dictadura”

En Margarita estuvo la expedición hasta el 31 de mayo cuando zarpan con destino a Carúpano. Desde allí Mariño es enviado a tomar Güiria; Piar es destinado a Maturín, y Bolívar envía mensajes a Monagas, Zaraza, Cedeño y Rojas, notificándoles su llegada. Antes, en Margarita, ha sido reconocido como Jefe Supremo el 7 de mayo, de modo que su autoridad está, ratificada, una vez más.

El 1o de julio decide moverse hacia Ocumare de la Costa, allá llega el 6 del mismo mes. Envía a Soublette a tomar los valles de Aragua y este es avistado por las tropas de Morales. Bolívar recibe información en Ocumare y advierte la precariedad de su situación y, ante la posibilidad de perder la vida, se embarca a toda prisa hacia Bonaire, el 15 de julio. Allí se reúne con Brión y deciden intentar de nuevo el desembarco, y al acercarse a Choroní advierten que el puerto está ocupado y recalan al lado, en Chuao, pero no hay nadie. Alzan velas y se van a Güiria.

En Güiria, Bolívares culpado del fracaso por Mariño y es expulsado de Oriente. Recoge sus pasos y navega hacia Haití. Allá recala, abrumado por un nuevo fracaso, en agosto. Antes de zarpar de Güiria, Bermúdez que había llegado por su cuenta, muy dolido porque Bolívar lo expulsó de la expedición en Haití, y ya unido a Mariño, casi da cuenta de la vida del Libertador, cuando le lanzó un sablazo que le rozó sin daño. Por supuesto, una junta reunida ante la expulsión de Bolívar nombró a Mariño Jefe Supremo y a Bermúdez su segundo. Nueva vuelta de tuerca de las rivalidades en el mando patriota y nueva humillación para Bolívar. Llega a Haití el 4 de septiembre y le explica a Pétion el nuevo fracaso.

En Venezuela, entretanto, una junta de patriotas ha decidido llamar a Bolívar para que asuma la conducción del proceso, ante la diatriba permanente entre ellos sobre la primacía del mando, quizás entusiasmados por la seguidilla de victorias. En octubre viaja a Haití el neogranadino Francisco Antonio Zea a pedirle a Bolívar que regrese al teatro de operaciones. El 28 de diciembre de 1816 lo tenemos de vuelta en Margarita. No deja de ser muy extraña el giro que se ha dado: entre quienes piden que vuelva están quienes lo expulsaron, lo que hace evidente la necesidad de un liderazgo preeminente.

Vuelta a Venezuela: Tanteos y preparación (1817-1818)

Para el momento en que Bolívar regresa, la situación en Oriente ha mejorado para los patriotas, así como el avance de Piar sobre Guayana es persistente y clave para el futuro. Ante las noticias que recibe Morillo en Bogotá del avance patriota, decide regresar a la Capitanía General de Venezuela. Vamos hacia un año crucial, de definiciones: 1817.

A su vez, Bolívar y Mariño se juntan en Barcelona y van a enfrentar sucesivas contiendas entre febrero y marzo, hasta que Bolívar decide bajar a Guayana, buscando otros derroteros. En abril, Mariño pierde Barcelona y desconoce a Bolívar, una vez más. Este, decide seguir hacia Guayana y asegurar una plaza. Le siguen Bermúdez, Zaraza, Arismendi, Soublette y Santander, entre otros. Mariño sigue en abril hacia Cariaco. Entretanto, Piar consolida posiciones en el Caroní.

La Batalla de San Félix el 11 de abril de 1817 ganada por Piar fue un punto de inflexión importante para los patriotas, ya que les dio la llave de una vasta región con comunicación fluvial hacia el mundo, y la consolidación de un ejército de mayores proporciones, pero quien establecerá este bastión no será, como veremos, el ganador de la batalla, sino otro.

Piar sitia a Angostura a partir del 25 de abril, y Bolívar llega con su tropa el 2 de mayo a respaldarlo. Piar lo reconoce como Jefe Supremo, a instancias del primero, y le entrega su ejército, bastante más grande que los 200 soldados que acompañaban a Bolívar. Este hace cambios que no le gustaron a Piar, comprensiblemente. Designa a Bermúdez y Cedeño para que dirijan el sitio de la ciudad y a Piar lo envía a Guayana la Vieja. El sitio concluye con el abandono de Miguel de la Torre el 19 de julio, cuando entra Bolívar y toma la ciudad. En cambio, Piar ha pedido que le admitan separarse del ejército el 30 de junio: es obvio que está resentido, y también lo es que no le faltan motivos para ello. Se le permite separarse y Bolívar le da dos alternativas: se queda tranquilo en el país o se le da un pasaporte para que se vaya. Escoge quedarse.

Entre la Batalla de San Félix y el sitio de Angostura ocurre el Congreso de Cariaco, el 8 de mayo de 1817. Un evento, por cierto, de mayor importancia que la atribuida por la hagiografía bolivariana. Veamos los hechos: Está de vuelta en Venezuela, después de tres años de cárcel en Cádiz (liberado junto con Roscio, Isnardy, Ayala, Paz del Castillo y otros, en 1815), el presbítero chileno José Cortés de Madariaga, personaje central de los hechos del 19 de abril de 1810, en el famoso balcón. El canónigo le propone a Mariño regresar al esquema federal de la Constitución de 1811 y a este le parece bien, ya que era más proclive a cualquier forma constitucional que mejorara su situación en desmedro de la de Bolívar.

Deciden, entonces, organizar el Congreso (entre el 8 y el 9 de mayo de 1817) y nombrar autoridades sobre la base de las instituciones de cinco años antes. Se forma un triunvirato integrado por Fernando Rodríguez del Toro, Francisco Javier Mayz y Simón Bolívar (sin consultarle, obviamente). Mariño es designado Jefe Supremo del Ejército y Luis Brión de la Armada. En la asamblea estaban presentes Francisco Antonio Zea; Diego Bautista Urbaneja; Luis Brión; Manuel Isava; Diego Vallenilla; Francisco Xavier; Diego Alcalá; Manuel Maneiro; Francisco de Paula Navas y, por supuesto, José Cortés de Madariaga.

Bolívar en cuanto se enteró de la ocurrencia del Congreso y del proyecto federal, lo desechó rotundamente con su silencio. Como era de esperarse y, en lo sucesivo, ya apuntalado el caraqueño en Guayana, dominando un vasto territorio y con el apoyo de una mayoría que no siguió a Mariño en la aventura, el Congreso de Cariaco y sus decisiones fueron quedando en el olvido, en letra muerta.

En carta fechada el 6 de agosto de 1817 y desde Angostura, Bolívar se dirige a Martín Tovar Ponte, su viejo amigo, y le dice que por fin se cuenta con “Guayana libre e independiente” y le relaciona lo que esto significa para el futuro de sus proyectos in pectore. En cuanto a Cariaco, afirma: “El canónigo restableció el gobierno que tu deseas y ha durado tanto como casabe en caldo caliente. Nadie lo ha atacado y él se ha disuelto por sí mismo. En Margarita lo desobedecieron; en Carúpano lo quisieron prender; a bordo lo quisieron poner en un cañón, se entiende para llevar azotes; aquí ha llegado y aun no se le ha visto la cara porque sus individuos se dispersaron, no de miedo sino de vergüenza de que los muchachos lo silbasen. Yo he usado la moderación de no haber escrito ni una sola palabra, ni de haber dicho nada contra el tal gobierno federal y, sin embargo, no ha podido sostenerse contra todo el influjo de la opinión. Aquí no manda el que quiere sino el que puede” (Bolívar, 1950: 254).

Como era de esperarse, Bolívar desaprobaba con su silencio el proyecto federal de Cortés y Mariño, pero con ello no pasaba por alto que su mando no era unánime. Una vez más Mariño se lo hacía saber; ahora el presbítero también. Si en 1812 al Federalismo lo atajó un contradictor tenaz, ahora el mismo seguía en su negación. Curiosamente, se ha dicho que el Centralismo de Bolívar era netamente caraqueño, mientras el Federalismo de los otros era provinciano, pero si bien puede haber algo de cierto en esto, vemos como Tovar, más caraqueño y mantuano imposible, se inclinaba por el Federalismo. Tampoco podemos dejar de señalar que la dicotomía centralismo-federalismo sigue vigente, lamentablemente. No hay manera de que a un espíritu autoritario le convenza el Federalismo o cualquier forma de descentralización del poder. Eso está muy claro, también lo está que una guerra es más probable ganarla con unidad de mando que con dispersión; es más probable el triunfo si la estrategia se centraliza y se coordina.

Por otra parte, Piar no participó en el Congreso de Cariaco, que Bolívar en su silencio ha podido considerar una insurrección. Sin embargo, Mariño no fue juzgado y pasado por las armas, como veremos que sí lo fue Piar. ¿Por qué? Todo indica que para Bolívar era imposible sancionar severamente a un grupo tan significativo de patriotas reunidos en Cariaco, mientras acusar a Piar de insurrección y condenarlo suponía una sola persona y la posibilidad definitiva de hacerle saber a los patriotas donde residía el mando supremo y de lo que era capaz de hacer para imponer su autoridad.

Recordemos que a Piar le ha sido autorizada su salida del ejército a finales de junio y, según sus acusadores, se encuentra soliviantando a la gente con base en la lucha étnica entre los pardos y los blancos criollos. Recordemos también que la hazaña de San Félix, que abrió el paso de Guayana, es de él, y que el propio Piar se vio compelido a entregarle su ejército de casi 3.000 hombres a Bolívar, que llegaba con apenas 200. Ya hemos dicho que sí lo dominaba el rencor había motivos para ello, no era un capricho, pero con su actitud le brindó a Bolívar una oportunidad de oro para un castigo ejemplarizante.

Cobra cuerpo la hipótesis del ejemplo sobre los otros caudillos, la necesidad de unificar el mando en torno a él y, eso sí, la cuerda reventó por el que probablemente Bolívar consideraba el más temible rival: Piar; de lo contrario no se entiende la inquina con que lo condena en Proclama del 17 de octubre de 1817, al día siguiente de su fusilamiento. Dice: “Ayer ha sido un día de dolor para mi corazón. El general Piar fue ejecutado por sus crímenes de lesa patria, conspiración y deserción. Un tribunal justo y legal ha pronunciado la sentencia contra aquel desgraciado ciudadano, que embriagado con los valores de la fortuna y por saciar su ambición, pretendió sepultar la patria entre sus ruinas. El general Piar, a la verdad, había hecho servicios importantes a la república, y aunque el curso de su conducta había sido siempre la de un faccioso, sus servicios fueron pródigamente recompensados por el gobierno de Venezuela…pero este general, que solo aspiraba al mando supremo, formó el designio más atroz que puede concebir un alma perversa. No sólo la guerra civil, sino la anarquía y el sacrificio más inhumano de sus propios compañeros y hermanos se había propuesto Piar… El cielo ha permitido que un hombre que ofendía la divinidad y al linaje humano no profanase más tiempo la tierra, que no debía sufrirlo un momento después de su nefando crimen…” (Bolívar, 2010: 76).

Es difícil imaginar una condena moral peor que la que le asesta Bolívar a la memoria de Piar, ya muerto. Nótense varios vocablos claves: “Embriagado por los valores de la fortuna y por saciar su ambición”, y otros: “El curso de su conducta había sido siempre la de un faccioso”; otros: “El designio más atroz que puede concebir un alma perversa”. En otras palabras: un ambicioso, perverso y faccioso. Es decir: Lo peor para Bolívar.

En fin, cada lector juzgará por su cuenta, lo cierto es que la preeminencia que adquiere Bolívar después de este fusilamiento es indudable, él mismo se lo dice a Luis Perú de Lacroix en 1828, once años después: “La ejecución del general Piar bastó para destruir la sedición: fue un golpe de estado que desconcertó y aterró a todos los rebeldes, desopinó a Mariño y su Congreso de Cariaco, puso a todos bajo mi obediencia, aseguró mi autoridad, evitó la guerra civil y la esclavitud del país, me permitió pensar y efectuar la expedición de la Nueva Granada y crear después la república de Colombia: nunca ha habido una muerte más útil, más política y, por otra parte, más merecida” (Bolívar, 2010: 250).

Fusilado Manuel Carlos Piar en Angostura, y Bolívar cavilando acerca de las posibilidades de invadir Nueva Granada, se pone en marcha hacia los llanos. Llega al Hato Canafístola el 30 de enero de 1818 y de ello se entera José Antonio Páez, quien se moviliza desde San Juan de Payara a su encuentro. Nunca antes se habían visto. El general Páez en su Autobiografía, escrita y publicada en Nueva York en 1869, da cuenta del encuentro y de la impresión que le causó Bolívar el 30 de enero de 1818. Afirma: “Apenas me vio a lo lejos, montó inmediatamente a caballo para salir a recibirme, y al encontrarnos echamos pie a tierra, y con muestras del mayor contento nos dimos un estrecho abrazo… sus dos principales distintivos consistían en la excesiva movilidad del cuerpo y el brillo de los ojos, que eran negros, vivos, penetrantes e inquietos… Tenía el pelo negro y algo crespo, los pies y las manos tan pequeños como los de una mujer, la voz aguda y penetrante… Formaba contraste, repito, la apariencia exterior de Bolívar, débil de complexión, y acostumbrado desde sus primeros años a los regalos del hogar doméstico, con la de aquellos habitantes de los llanos, robustos atletas que no habían conocido jamás otro linaje de vida que la lucha continua con los elementos y las fieras. Puede decirse que allí se vieron entonces reunidos los dos indispensables elementos para hacer la guerra: la fuerza intelectual que dirige y organiza los planes, y la material que los lleva a cumplido efecto…” (Páez, 1990: 148).

Recordemos que estamos en 1818 y Bolívar aún no ha dado sus batallas principales, ni ha fatigado la geografía andina nerviosamente, ni ha liberado a Nueva Granada, Quito, Perú y el Alto Perú, de modo que la impresión de Páez se ajusta a su momento, cuando el Bolívar guerrero no estaba cerca de culminar su epopeya. Curiosamente, al final de sus vidas, ni de Bolívar se puede decir que fue un intelectual, ni de Páez que fue sólo un guerrero. Páez reconoce la jefatura de Bolívar y le pone a disposición su ejército que, junto con el que sigue al Libertador, alcanza a los 4.500 efectivos. Será la primera vez que Páez batalle bajos las órdenes del mantuano caraqueño.

Bolívar organiza su ejército y desde comienzos de febrero hasta el 16 de marzo de 1818 da movimientos en los alrededores de Calabozo, El Sombrero y Altagracia de Orituco. Los ejércitos, realista y patriota, están como husmeándose, provocándose hasta que el 16 de marzo Bolívar no puede eludir la batalla que le ofrece Morales en las cercanías del río Semen, en La Puerta. Los primeros encontronazos dan victoriosos a los patriotas, pero en pleno desarrollo de la refriega llega Morillo con sus fuerzas y se decide a favor de los realistas. Fue un desastre para Bolívar y su ejército. Si bien Morillo es herido de un lanzazo en la cadera, Bolívar pierde la mayor parte de su infantería y muchos pertrechos. Además, son heridos Urdaneta, Anzoátegui, Valdez y Torres.

Rafael Urdaneta
Rafael Urdaneta.

Bolívar logra huir hacia Calabozo y luego hacia el Hato San Pablo. Las derrotas no lo arredran: sigue en movimiento. Se desplaza hacia San José de Tiznados y descansa en un hato cercano, “El Rincón de los Toros”, allí sufre un segundo atentado (17 de abril de 1818), antes de encontrarse con las fuerzas de Páez y Cedeño, a quienes vuelve a distribuir sobre el territorio.

Los hechos han sido relatados por el propio Bolívar en el Diario de Bucaramanga a Luis Perú de Lacroix y por el general Páez en su Autobiografía. Ambas versiones coinciden en que los realistas estaban buscando el lugar de descanso de Bolívar en su hamaca, colgada de un árbol, y lo hallaron gracias a la confidencia forzada de alguien que conocía su paradero. Estando Bolívar y Santander dialogando, mientras el primero se calzaba las botas sentado en la hamaca, comenzó una descarga que casi da con la vida de ambos y de Pedro Briceño Méndez y Diego Ibarra, que también estaban allí. Ninguno fue alcanzado por los disparos, favorecidos por la oscuridad de la noche, y lograron escapar a pie, hasta que al amanecer hallaron cabalgadura.

Los realistas estaban dominando los llanos centrales y Bolívar, que no lograba vencerlos, busca refugio en Angostura, adonde llega impetuoso el 5 de junio de 1818. Entre tanto, Mariño y Bermúdez ganan y pierden escaramuzas en Oriente, cada uno por su lado, ya que estaban distanciados, otra vez. Bolívar aboga por una reconciliación y la logra, gracias a las habilidades diplomáticas de Urdaneta. Desde Angostura se propone reconstruir el ejército para los planes que tiene en mente. A su vez, las gestiones que ha encargado a López Méndez en Londres rinden sus frutos y los británicos comienzan a llegar a Margarita.

Bolívar comprende que la dominación del centro del país y la captura de Caracas (su sueño estratégico) son imposibles y se retira a Angostura y allá llega el 5 de junio de 1818, dejando en manos de los realistas el centro del país. Es entonces cuando comienza a operar en tres sentidos: Aglutinar el ejército en torno a su mando supremo; tejer una red institucional civil que legitime lo que hace en el campo de la guerra y se avance en la constitución de una República y, además, dar pasos hacia una salida distinta a la conquista de Caracas: La invasión de Nueva Granada.

Lo primero lo logra aviniendo a Mariño y Bermúdez y alcanzando que el primero reconozca su superioridad, como apuntamos antes. Así, se crea un Estado Mayor del Ejército que los incluye a todos, unificado. Lo segundo, el 22 de octubre hace pública una Proclama donde convoca a un Congreso de Venezuela y, lo tercero, el 26 de agosto parte Santander de Angostura hacia Casanare a formar el Ejército de vanguardia de la futura campaña de conquista de la Nueva Granada. Bolívar lo designa así: “Comandante en Jefe del ejército de vanguardia del Libertador de Nueva Granada, que debía formarse en la provincia de Casanare”.

Santander parte de Angostura en cuatro barcos pequeños que mueven cerca de mil fusiles y alrededor de treinta quintales de pólvora. Bolívar estima que la persona indicada para formar el ejército en Casanare es Santander, que es neogranadino, y que debe entenderse con sus paisanos que dominan Casanare, incluso como pequeña República. Así como Bolívar dominó los demonios desatados de sus generales, Santander logra lo mismo en Casanare y se impone sobre las tres facciones discordantes. La preparación del ejército tomará meses; mientras en Angostura, Bolívar organiza el Congreso.

Los años decisivos (1819-1821), suena la flauta

El 15 de febrero de 1819 se constituye en la ciudad de Angostura, a orillas del Orinoco en su punto más estrecho, el Congreso de la República de Venezuela, allí Bolívar pronuncia el Discurso inaugural y presenta su proyecto de Constitución Nacional. Entonces, afirma: “La continuación de la autoridad en un mismo individuo, frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la libertad republicana, y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo magistrado que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente” (Bolívar, 1990: 49-75).

En 1819, Morillo comienza el año buscando a Bolívar y reúne su ejército en el centro del país con la intención de retarlo en los llanos. Páez abandona San Juan de Payara y cruza el Arauca, Morillo también lo cruza y va a su encuentro. Morillo está en Achaguas el 8 de marzo. Bolívar, Anzoátegui y Páez se juntan en Cunaviche el 11 de marzo. El 28, Bolívar y Morillo están con sus ejércitos a cada margen del Arauca.

Páez convence a Bolívar de que lo autorice para cruzar el río con 150 lanceros. Bolívar acepta y Páez pasa el río y avanza a galope hacia el campamento de Morillo. Este dispone a 1.200 hombres que les corten el paso y, cuando Páez los ve venir implementa su plan y retrocede. Se deja perseguir hasta que regresa al grito de “Vuelvan caras” y se lanza sobre el enemigo. Los realistas, desconcertados, son lanceados con furia por los llaneros y, para colmo, en la retirada aparatosa van atropellándose a sí mismos y causándose estragos, hasta que se refugian en los bosques de las inmediaciones. Entre los héroes de la acción, es justicia recordar a los coroneles Cornelio Muñoz y Francisco Aramendi, así como a los tenientes coroneles Francisco Farfán, José Manuel Arráiz, Juan José Rondón, Leonardo Infante, entre otros.

Esta hazaña fue vista por todo el ejército patriota, llevando el prestigio de Páez hasta la cúspide. Bolívar redacta una proclama consagrando a los 150 como héroes en la Batalla de Las Queseras del Medio, el 2 de abril de 1819. Por su parte, Morillo se retira hacia Achaguas, mientras Bolívar lo hace hacia Caujaral. Desde allí le ordena a Urdaneta navegar hasta el Arauca por el Orinoco, con las legiones extranjeras.

Los días previos al comienzo de la marcha hacia Nueva Granada, Bolívar reorganiza su ejército en función de lo que se propone. Soublette continúa como Jefe del Estado Mayor; a Páez se le ordena distraer a Morillo avanzando hacia Cúcuta, pero finalmente no lo hace y permanece dominando sus predios; Anzoátegui es jefe de la retaguardia; Bermúdez, Monagas, Cedeño y Zaraza quedan en Oriente; Torres se ubica en el bajo Apure; Mariño permanece en Angostura; Briceño Méndez sigue al Libertador como secretario. Santander los espera en Casanare.

El ejército que van a enfrentar en Nueva Granada no es poca cosa. El general José María Barreiro cuenta con cerca de 4.000 hombres uniformados, con buenos pertrechos. Bolívar parte hacia Guasdualito con cerca de 2.000 hombres, Santander lo espera con cerca de otros 2.000 efectivos. El 11 de junio entra Bolívar a Tame, donde está Santander. A Bolívar lo sigue un ejército comandado por generales, coroneles y tenientes coroneles. El Jefe del Estado Mayor es el general Carlos Soublette. Al frente de la división de vanguardia está Francisco de Paula Santander, encabeza la retaguardia José Antonio Anzoátegui, y le acompañan: Arturo Sandes; José de la Cruz Carrillo; Ambrosio Plaza; James Rooke (al frente de la Legión Británica); Bartolomé Salom; Juan José Rondón; Leonardo Infante; Hermenegildo Mujica; Julián Mellado y Lucas Carvajal.

De los tres caminos posibles para llegar a Tunja, Bolívar escoge el menos fortificado por los realistas, pero el más arduo de escalar: El Páramo de Pisba, a 3.900 metros de altura. En el Paso de los Andes murieron casi todos los caballos y unos cuantos soldados. El 6 de julio llega Bolívar a Tunja, precedido por Santander. Allí descansan y preparan la marcha. Barreiro, desde su cuartel de Sogamoso, también se prepara para enfrentarlos.

Ambos ejércitos van topándose en breves escaramuzas de reconocimiento y en dos batallas menores en Paya y en Gámeza (11 de julio), que le dieron ánimos al ejército patriota dadas sus victorias. Luego, el 25 de julio, en el Pantano de Vargas, cerca de Paipa, tiene lugar la primera batalla de consideración. El enfrentamiento estaba siendo perdido por los patriotas después de varias horas de combate. La desmoralización entre sus filas iba en ascenso hasta que Bolívar envía a la batalla al coronel guariqueño Juan José Rondón (del Ejército de Apure de José Antonio Páez). Entonces, la historia legendaria recoge un diálogo entre ambos que se ha hecho célebre. Bolívar le dice a Rondón y sus 39 llaneros, seguidos de Carvajal y su batallón: “Coronel Rondón, salve usted la patria”. Y este le responde: “Es que Rondón no ha peleado todavía”. La carga fue tan grande y desconcertante que el ejército realista se dio en retirada y el resultado de la batalla fue favorable a los patriotas. El enfrentamiento, de acuerdo con las cifras mejor documentadas, fue entre 1.800 soldados realistas y 2.400 patriotas.

José Antonio Páez
José Antonio Páez.

Como vemos, de nuevo los llaneros deciden el combate, así lo reconoció con gallardía el propio Santander y, por supuesto, Bolívar. El coronel Rooke es herido y el médico de campaña le amputa el brazo, a los tres días fallece el coronel británico. Si el Paso de los Andes por Pisba los había dejado aturdidos, la victoria en Pantano de Vargas cambió la disposición psicológica del ejército. Sí se podía.

El 3 de agosto Bolívar reinicia la marcha rumbo a Bogotá desde Paipa, buscando enfrentar a Barreiro en donde le desafíe, pero este ha decidido ante la precariedad de su situación, dirigirse a Bogotá en busca del Virrey Juan José Sámano y Uribarri. En la implementación de esa decisión está Barreiro, cuando Bolívar avista su ejército y le plantea batalla. Estaba por cruzar el puente sobre el río Teatinos, el 7 de agosto de 1819, cerca de Tunja.

A diferencia de la batalla de Pantano de Vargas, que duró todo un día y dejó cerca de 500 hombres fuera de combate, entre muertos y heridos, la de Boyacá fue breve y con pocas bajas. No obstante, la que se celebra como definitoria es Boyacá y no Vargas. ¿Por qué? Pues debe pesar mucho que los patriotas en Boyacá hicieron 1.600 prisioneros en el campo, que apresaron a Barreiro y, en pocas palabras, desactivaron la línea de defensa realista en su totalidad, al punto que el Virrey Sámano, al enterarse, se aventó de Bogotá a toda velocidad hacia Honda, en el río Magdalena, buscando navegar hasta Cartagena, para salvar el pellejo. En la carrera, por cierto, dejó todo el dinero del Virreinato, circunstancia crucial para el futuro de Bolívar y su epopeya. Entonces, no solo alcanzó la derrota de las fuerzas principales de los realistas en Nueva Granada, sino que se hizo de lo que le faltaba a su gesta: recursos económicos.

Todos entran a Bogotá triunfantes el 10 de agosto de 1819. Santander queda al mando en la capital; Anzoátegui sigue en persecución de Sámano; Soublette viaja a Cúcuta y Bolívar pasa por Pamplona rumbo a Angostura, a comienzos de noviembre de 1819. Antes Santander, ya solo y tomando decisiones en Bogotá, ordena fusilar a Barreiro y a 38 oficiales más en la plaza mayor de la ciudad. ¿Una exageración? En todo caso dio de baja al alto mando realista y mandó una señal inequívoca: la guerra era a muerte.

Estando en Pamplona el general de división Anzoátegui, de treinta años, muere de manera súbita el 15 de noviembre de 1819. Después de cenar le dio una fiebre muy alta y falleció. La hipótesis de haber sido envenenado no ha sido comprobada, pero no es descabellada, dada la circunstancia súbita de su muerte. El médico que lo vio, Thomas Fooley, dejó escrito que se trató de una “fiebre mortal”. Bolívar perdía a uno de sus mejores hombres.

Mientras en Nueva Granada han ocurrido estos hechos, en Angostura Arismendi protagoniza un arrebato de aspiración que es sofocado por la llegada de Bolívar triunfante de Nueva Granada. Una vez más, se intenta despojar a Bolívar del mando supremo. Esta vez el amago es de Arismendi, pero la aureola de triunfador se ha posado sobre la cabeza de Bolívar y Arismendi se repliega. Por su parte, Urdaneta y los ingleses que han llegado a Margarita ocupan Barcelona y el Morro, controlando esa parte del Oriente del país.

Después de las victorias en Nueva Granada en agosto, toma cuerpo en la mente del Libertador la idea de crear una sola República, y así lo plantea ante el Congreso reunido en Angostura el 11 de diciembre. Esta asamblea, seducida por la proposición bolivariana, dicta la Ley Fundamental de la República de Colombia, el 17 de diciembre de 1819, creándose así una sola República de Colombia con los departamentos de Venezuela, Quito y Cundinamarca, cuyas capitales serán Caracas, Quito y Bogotá, cuando el general Sucre venza en Pichincha, en 1822. La Ley Fundamental ordena la reunión de un Congreso en Cúcuta en enero de 1821. A este Congreso se le encarga la redacción de la Constitución Nacional de Colombia, señalándole el camino la ya promulgada Constitución Nacional de la República de Venezuela en Angostura, el 15 de agosto de 1819.

A partir de este año de 1819 la situación va a cambiar muy favorablemente para los patriotas por varias circunstancias. Se contaba con los recursos abandonados por Sámano y con una Nueva Granada que no se había empobrecido por la crudeza de la guerra, como si ocurría en Venezuela. Al dejar a Santander en Bogotá, apertrechado, se sostenía un bastión inexpugnable desde donde Bolívar podía partir a batallar en otras latitudes.

Simón Bolívar Palacios: “El hombre de las dificultades” (y II Parte)

“Veía en la existencia de partidos: la negación de la unión y, en cualquier negativa a seguir sus proyectos: una expresión de traición. Si Bolívar era terco, la realidad también lo era”

En enero de 1820, Bolívar regresa a Bogotá procedente de Angostura. Los encuentros bélicos continúan en Popayán, en la región andina venezolana, así como en las costas orientales del país. Cumaná en manos realistas, Margarita en poder de los patriotas. De allí, precisamente, saldrán Brión y Mariano Montilla con los irlandeses rumbo a Santa Marta. Será en mayo cuando Montilla logre vencer a los realistas; en junio hará lo mismo Valdez en Popayán; Jacinto Lara en Chiriguaná y José María Córdova en Mompox. Luego, Hermógenes Maza y Córdova toman Tenerife y Barrancas, a orillas del río Magdalena. En noviembre de 1820, Brión, José Prudencio Padilla y José María Carreño logran desalojar a las tropas realistas de Santa Marta. Solo quedaba en manos realistas en la costa caribeña occidental, Cartagena.

Mientras estos hechos bélicos tienen lugar, en España ha ocurrido otro de naturaleza constitucional que será de la mayor importancia, crucial para el futuro de la guerra en América. Desde hace por los menos dos años la Corona española reunía un ejército en Cádiz para enviarlo a Venezuela como refuerzo a las diezmadas tropas del general Morillo. Por supuesto, las tropas no tenían ningún deseo de embarcarse, ya que conocían el cúmulo de calamidades que pasaban las enviadas con Morillo en 1815, de modo que estaban alertas a cualquier posibilidad de abortar el viaje. Y eso fue lo que ocurrió, cuando el comandante Rafael del Riego el 1o de enero de 1820 proclamó la Constitución de Cádiz de 1812, que abogaba por el reconocimiento paritario de las provincias americanas y, en consecuencia, hacía innecesaria la expedición armada que se estaba formando.

Fernando VII envió tropas al mando de generales para aplastar la rebelión, pero los generales y sus tropas se sumaron a ella (así como otras provincias seducidas por el alzamiento), con lo que al Rey no le quedó otro camino que proclamar la Constitución de Cádiz, de naturaleza liberal, el 7 de marzo de 1820. Ya en junio se estaban reuniendo las cortes después de ser electas. El liberalismo le había torcido el brazo al absolutismo. Pésimas noticias para Morillo, quien esperaba ansioso la llegada de refuerzos, ya que sabía que sin ellos sus posibilidades de triunfar eran ínfimas. En carta de este al ministro de la Guerra en España, fechada en septiembre de 1819, después de Pantano de Vargas y Boyacá, solicitaba 8.000 efectivos para poder continuar la guerra. Luego, en carta de febrero de 1820, solicita 12.000, siempre advirtiendo que si no recibe refuerzos la contienda está perdida. Como sabemos, nunca los recibió.

Por lo contrario, recibió instrucciones en junio de 1820 de suspender la guerra y buscar un armisticio, lo que evidentemente fue el principio del fin para la Corona española en América. Estas instrucciones estaban en concordancia con la proclama de Fernando VII a los americanos, donde los instaba a “deponer las armas y a extinguirse la bárbara guerra” y a integrarse a las cortes constitucionales.

Era evidente que el Rey no comprendía la situación, por más que el propio Morillo la advirtió en carta fechada el 28 de julio de 1820 en Valencia. Dice Morillo: “Ellos no quieren ser españoles, así lo han dicho altamente desde que proclamaron la independencia, así lo han sostenido sin desmentir jamás su opinión en ninguna circunstancia ni vicisitud de la península, esto repiten ahora sin dejar las armas de la mano, lo repetirán siempre sea cual fuere nuestra conducta y nuestro gobierno, la absoluta independencia o la guerra es el solo arbitrio que nos dejan a escoger” (Quintero Saravia, 2005:426).

A finales de junio de 1820 Morillo envía comunicaciones al Congreso reunido en Angostura y al propio Bolívarproponiendo una suspensión de hostilidades hasta lograr realizar la reconciliación”. Morillo designa a Ramón Correa, Juan Rodríguez del Toro y Francisco González de Linares como negociadores, mientras Bolívar designa a Antonio José de Sucre, Pedro Briceño Méndez y José Gabriel Pérez.

Finalmente, en el pueblo de Santa Ana (Trujillo) el 25 de noviembre de 1820 se firma el Armisticio y, el Tratado de Regularización de la Guerra, al día siguiente. Morillo sabía que la guerra se había perdido, que los realistas que quedaban, junto con los criollos que integraban sus tropas, estaban condenados al fracaso sin los refuerzos que no llegarían nunca.

El cese de hostilidades se convino por seis meses y en el encabezado del Tratado se estampaba la derrota española. Allí se lee: “y su Excelencia el Presidente de Colombia, Simón Bolívar, como Jefe de la República”. Se reconocía la existencia de una República, cosa que no se había hecho antes, y al Presidente de la misma se le trataba de “Excelencia”. España reconocía su derrota. No obstante, se necesitaron cuatro años más de batallas en Suramérica para que la derrota fuese completa.

Morillo recogió sus papeles y le entregó el mando a Miguel de la Torre. Zarpó el 17 de diciembre de 1820 hacia España. Falleció en Francia en 1837; muchos años después de su aventura de casi seis años en América. Por otra parte, la experiencia liberal en España duró hasta abril de 1823, cuando Luis XVIII envió tropas para restaurar el poder absoluto de Fernando VII. Entonces, Riego fue ejecutado, los liberales perseguidos y el despotismo entronizado de nuevo, pero la perdida de América ya no tuvo remedio.

Es evidente que la estocada final de los realistas la dio la rebelión de Riego en España en enero de 1820, ya que dejó sin efecto la única salida promisoria que tenían en América: La llegada de refuerzos. No obstante, la mención que suelen hacer los panegiristas bolivarianos de este hecho es tímida, velada o premeditadamente reducida. Obviamente, el hecho no abona gloria a los patriotas, pero es insoslayable desde una perspectiva honesta del estudio de los hechos históricos. Después del Armisticio de Trujillo en noviembre de 1820, la derrota realista era cuestión de tiempo, ya que batallaban por supervivencia y sin esperanzas de recibir respaldo, fundamentados en el honor y sin alternativa. ¿Qué podían hacer?, ¿rendirse?

Bolívar en enero de 1821 está en Bogotá, decidido a coordinar asuntos administrativos con el vicepresidente Santander y consolidando su ejército para el momento del cese de hostilidades, en seis meses. Sin embargo, los hechos se precipitan por una decisión de Urdaneta de tomar Maracaibo el 8 de marzo de 1821, acudiendo al llamado de su población que se suma al proyecto republicano. Por su parte, de la Torre advierte que se ha violado el Armisticio. Bolívar regresa a Venezuela y el 28 de abril rompe formalmente el Armisticio y prepara la batalla final que, como sabemos, no fue tal.

Francisco José de Paula Santander
Francisco José de Paula Santander.

Bolívar le ordena a Páez avanzar desde Apure hacia el centro; Ambrosio Plaza ocupa Barinas, antes de movilizarse también hacia el centro. Bermúdez inicia su famosa diversión. Es decir, marcha hacia Caracas de manera tal de ocupar a parte del ejército realista en defenderla, mientras los ejércitos patriotas avanzan hacia Carabobo. Urdaneta toma Barquisimeto y avanza hacia San Carlos. Bolívar busca que los realistas se concentren en Carabobo. Finalmente, ambos ejércitos están listos para la Batalla de Carabobo al amanecer del 24 de junio de 1821. No es necesario describir la batalla.

En el Estado Mayor General, además de Bolívar, están Briceño Méndez, Mariño y Salom. Los edecanes del Libertador están presentes: Ibarra y O’Leary, entre muchos otros. El ejército consta de tres Divisiones. La primera con Páez al frente, la segunda con Cedeño, la tercera con Plaza. Los batallones y brigadas están al mando de Ferriar; Conde; Rangel; de las Heras; Flegel; Gravete; Manrique; Sandes; Vélez; Uslar y Arguíndegui. Murieron en combate: Cedeño; Plaza; Camejo; Bruno; Olivera; Arias; Ferriar, Scott; Mellao y Valero. Heridos de gravedad: Arráiz, Abreu e Lima, Martín, entre otros.

Al frente del ejército realista está de la Torre, con Morales y Montenegro Colón. La mayoría de sus soldados son venezolanos. De los que llegaron en 1815 con Morillo, quedan pocos. Suman 5.000 hombres, mientras el ejército patriota más, aunque las cifras varían de autor en autor, el número está cerca de los 7.000 efectivos. La victoria patriota fue completa, los restos del ejército realista se retiran a Puerto Cabello y son perseguidos por Rangel. Allí se refugian. El golpe para los realistas ha sido fatal; no obstante, después de esta batalla tienen lugar cerca de 60 enfrentamientos bélicos menores, hasta la última Batalla en el Lago de Maracaibo, el 25 de julio de 1823.

El 29 de junio de 1821 Bolívar entra a Caracas en medio de una apoteosis. Desde 1814 no estaba en su ciudad natal. Está todo julio en la capital del Departamento de Venezuela y se embarca en La Guaira hacia Maracaibo, adonde llega a finales de agosto. Volverá a Caracas en 1827. A mediados de septiembre parte hacia la capital de la República de Colombia, donde ejerce la Presidencia de la República. Allí estará todo el resto del año preparando la campaña del Sur.

Ecuador, Perú y Bolivia (1822-1826)

En enero de 1822 Bolívar está en Popayán e inicia la campaña del Sur con el objeto de derrotar a las fuerzas realistas que dominan el sur de Colombia, el futuro Ecuador y Perú. Sucre se adelanta a Bolívar en su camino hacia Quito, mientras al Libertador se le presenta la no buscada batalla de Bomboná, cerca de Pasto, la más realista de las ciudades neogranadinas. El 7 de abril tiene lugar la batalla de dos ejércitos con cerca de 2.000 hombres cada uno. La pérdida es casi igual para ambos, de modo tal que, si bien es cierto que la retirada la dan los realistas al mando de Basilio García, los daños sufridos por los patriotas no fueron pocos, al punto que Bolívar se ve en la necesidad de detener la marcha y no participa en la Batalla de Pichincha, el 24 de mayo de 1822, cuando el general Sucre se cubre de gloria.

Bolívar sale de Pasto rumbo a Quito, a donde llega el 16 de junio y le espera una apoteosis y conoce a quien será el amor de su vida: la señora Manuela Sáenz Aizpuru. La esposa del médico inglés James Thorne, a quien abandonó para acompañar a Bolívar en sus años por venir. El epistolario entre ambos es abundante. El 6 de octubre de 1826 desde La Magdalena: “Tú quieres verme, siquiera con los ojos. Yo también quiero verte, y reverte y tocarte y sentirte y saborearte y unirte a mí por todos los contactos” (Mondolfi Gudat, 1999: 28).

Manuela Sáenz Aizpuru
Manuela Sáenz Aizpuru.

Ya un Bolívar enamorado viaja a Guayaquil a la famosa entrevista con José de San Martín, el 25 y 26 de julio de 1822. Jamás sabremos lo que hablaron a solas ambos Libertadores, pero el resultado fue que San Martín se retiró y le dejó a Bolívar el campo dispuesto para la culminación de su epopeya. Sobre esta entrevista apunta John Lynch en su biografía de San Martín: “La campaña requería el apoyo militar de Bolívar y él lo solicitó; Bolívar no le proporcionó las fuerzas que necesitaba; él se ofreció a servir a órdenes de Bolívar ‘con todas las fuerzas de que yo disponía’; cuando ese ofrecimiento fue ignorado, le resultó obvio que en Perú no había espacio para dos libertadores y, en consecuencia, decidió marcharse” (Lynch, 2009: 318). En suma, San Martín se retira ante la negativa de Bolívar de apoyar su campaña. Es evidente que Bolívar prefiere culminarla solo.

De Perú solicitan su presencia para derrotar a los realistas (una vez que se ha ausentado San Martín) y Bolívar se moviliza del Departamento de Quito, donde ha estado varios meses, hacia Lima, por vía marítima. Llega a El Callao el 1o de septiembre de 1823. Hacia finales de año y en enero de 1824 enferma en Pativilca y le prescriben reposo durante un mes. En febrero el Congreso de Perú lo designa Dictador y pone en marcha la estrategia para la futura Batalla de Junín, cerca de Jauja. Esta ocurre el 6 de agosto de 1824 y fue la última en la que Bolívar estuvo presente, dirigiéndola.

El ejército patriota cuenta con algo más de 8.000 efectivos, mientras el realista está disperso, y en el campo de Junín no pasa de 5.000 hombres, al frente está José de Canterac. El saldo es favorable a los patriotas después de una hora de combate, cuando Canterac se retira hacia Huancayo a reunirse con el Virrey José de la Serna e Hinojosa, a darle descanso a las tropas y a preparase para otra confrontación. Bolívar, por su parte, se reúne con Sucre en Sanaica y le entrega el mando del ejército y se retira a Lima, a preparar el Congreso Anfictiónico de Panamá.

El Virrey de la Serna y Canterac al mando de un ejército de más de 9.000 hombres buscan el enfrentamiento con Sucre, que cuenta con cerca de 6.000 efectivos. Los movimientos y preparaciones se prolongan desde agosto hasta diciembre, hasta el día de la Batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, fecha en la que tuvo lugar la última batalla de importancia entre los patriotas y los realistas en América. Ha terminado la guerra.

Después de la victoria de Ayacucho, Bolívar le ordena a Sucre seguir hacia el Alto Perú: Región aislada con características propias de tal significación que resultó lógico la creación de una República. Además, la jurisdicción de la zona la ejercían tanto Argentina como Perú, sin que se avizorara una solución negociada.

Por su parte, Bolívar va a pasar el año de 1825 recorriendo Perú. En abril está en Arequipa; en junio en Cusco; en agosto en Puno y La Paz; el 5 de octubre entra a Potosí y el 3 de noviembre llega a Chuquisaca. Precisamente, donde dos meses antes al mariscal Sucre le pareció viable la conformación de una asamblea, y esta se reunió y optó por declararse independiente el 6 de agosto de 1825, y pasó a formar una nueva República.

El primer nombre que escogieron fue el de Bolívar, pero el diputado y presbítero Manuel Martín Cruz dijo que “si de Rómulo, Roma; de Bolívar, Bolivia” y a todos les pareció convincente, incluido al propio Libertador, a la distancia, quien a partir de ese momento se sintió comprometido hondamente con aquella contribución definitiva a la eternidad de su gloria.

De tal modo que la República de Bolivia dio sus primeros pasos y la Asamblea Constituyente le encargó a Bolívar la redacción de la primera Constitución. Entonces, el centralismo reiterado del Libertador y su horror a la anarquía, le llevaron a redactar una carta magna que establecía la Presidencia Vitalicia del designado y la posibilidad de que este escogiera a su sucesor. Como era de esperarse, los neogranadinos formados en el pensamiento liberal se opusieron a la impronta monárquica de la propuesta, ya que era un contrasentido haber hecho la guerra a la monarquía española para venir a instaurar una propia.

No obstante la oposición que fue hallando en el camino, Bolívar hizo aprobar su Constitución y designó a Sucre Presidente Vitalicio. Si Bolívar se hubiera dado por satisfecho con la Constitución de Bolivia sus problemas hubieran sido menores, pero estaba convencido de que la implantación en Colombia y en Perú de su modelo boliviano sería la solución a los problemas.

En carta del 6 de julio de 1826, Santander le escribe a Bolívar explicándole su negativa a la Presidencia Vitalicia, dice: “¿Quién es el emperador o rey en este nuevo reino?, ¿un príncipe extranjero? No lo quiero porque yo he sido patriota y he servido diez y seis años continuos por el establecimiento de un régimen legal bajo las formas republicanas. En mi posición, y después de que he logrado una mediana reputación, sería la mayor iniquidad traicionar mis principios y faltar a mis protestas. ¿El emperador es usted? Obedezco gustoso y jamás seré conspirador, porque usted es digno de mandarnos, porque nos gobernará según las leyes, porque respetará la opinión sana del pueblo, porque es justo, desinteresado, filantrópico, etc. ¿Y después de su muerte quién es el sucesor?, ¿Páez?, ¿Montilla?, ¿Padilla? A ninguno quiero de jefe supremo vitalicio y coronado. No seré más colombiano y toda mi fortuna la sacrificaré, antes de vivir bajo tal régimen” (Santander, 2011: 24-25).

La carta es una pieza de notables sutilezas que pone el dedo en la llaga: El único vitalicio aceptado es Bolívar, mientras todos los demás aspiran legítimamente a sucederlo. Imposible de digerir la proposición bolivariana y, como veremos, origen de futuras desavenencias.

Por otra parte, las discrepancias entre el vicepresidente Santander y el Jefe Militar del departamento de Venezuela, el general Páez, venían en aumento. Ya a Páez le había molestado la designación de Soublette como Intendente, pero todavía más cuando se designó a Juan Escalona para sustituirlo. Era imposible que Escalona pudiera ejercer autoridad sobre Páez, que era el jefe natural y, para colmo su enemigo. No obstante, Páez aceptó a regañadientes.

Santander se queja ante Bolívar del desconocimiento de la Constitución por parte de Páez y le ruega que intervenga. El Presidente Bolívar envía de avanzada a O’Leary a parlamentar con Páez para buscar una conciliación y, después de 10 días de conversaciones, en las que O’Leary intentaba que Páez se acogiera a lo dispuesto por Santander, con base en la Constitución vigente, el llanero le dijo: “Espero que el Presidente no me forzará a ser su enemigo y a destruir Colombia con una guerra civil” (O’Leary, 1981). Como vemos, ya Bolívar sabrá a lo que se enfrenta al iniciar viaje a finales de 1826, buscando poner orden en casa.

El 11 de diciembre de 1826 Bolívar le escribe a Páez una carta sutil y amenazante a la vez. ¿Buscaba ablandar al personaje que iba a domeñar? Le dice: “Contra mí el general Castillo se perdió; contra mí el general Piar se perdió; contra mí el general Mariño se perdió; contra mí el general Riva Agüero se perdió y contra mí se perdió el general Torre Tagle. Parece que la Providencia condena a la perdición a mis enemigos personales, sean americanos o españoles, y vea Ud. Hasta dónde se han elevado los generales Sucre, Santander y Santa Cruz” (Bolívar, 1950: 505).

Más allá de esta misiva, lo cierto será una solución ecléctica: Páez no se acogió a la Constitución vigente, pero sí reconoció la jefatura de Bolívar, como veremos luego y, con esto el Libertador se dio por satisfecho, mientras Santander comprendió que para Bolívar (en este caso) antes que la Constitución, estaba evitar la guerra civil en Venezuela.

Mientras estas tensiones van en aumento, no solo en relación con Páez en Venezuela sino en Bogotá con los seguidores de Santander y su oposición a la Constitución de Bolivia, el Libertador logra que el Congreso Anfictiónico de Panamá tenga lugar, aunque muy lejos de la importancia que hubiera querido que tuviera. Asistieron los delegados y deliberaron, pero nada de mayor importancia para el futuro se desprendió del encuentro, más allá de cumplir con el sueño integracionista bolivariano. En verdad, el clima de descomposición de Colombia iba en aumento, mientras en Perú la unanimidad hacia Bolívar se resquebrajaba, y Sucre en Bolivia batallaba con varias quimeras.

En Caracas, por última vez (1827)

El 16 de diciembre de 1826 Bolívar está en Maracaibo, el 31 de diciembre está en Puerto Cabello. En medio de flores, arcos de triunfo, coronas de laurel, bambalinas y guirnaldas, entraron juntos el Libertador y Páez a Caracas el 12 de enero de 1827. Bolívar designó a Páez con un cargo que no figuraba en la Constitución vigente: “Jefe Supremo”, reconociendo así su liderazgo y colocándose al margen de la Carta Magna, provocando el desagrado máximo del Congreso reunido en Bogotá y del “hombre de las leyes”, el general Santander.

Permaneció seis meses en Caracas poniendo orden en distintas ramas y consolidando con su actitud el poder de Páez, mientras en Bogotá la oposición a la Constitución de Bolivia y al propio Libertador iban en aumento. Formaliza la solicitud del claustro de la Universidad de Caracas de una reforma de sus estatutos, y es electo del doctor José María Vargas como el primer rector de la entonces Universidad Central de Venezuela. Comienza la universidad republicana.

José María Vargas
José María Vargas.

Bolívar lograba sofocar la rebelión venezolana, pero al hacerlo ofendía a los constitucionalistas bogotanos. Lograba detener la separación inmediata de Venezuela de Colombia, pero en su fuero interno comprendía que había colocado un paño caliente sobre una derrota cantada. Partió de La Guaira el 5 de julio de 1827 rumbo a Cartagena, para luego subir a Bogotá por el río Magdalena: vía que recorrió infinidad de veces a lo largo de su vida. Fue la última vez que estuvo en su país natal. Llega a Bogotá el 10 de septiembre de 1827.

No sólo halló una recia oposición en Bogotá sino que también Perú rechazó su Constitución de Bolivia. Bolívar reaccionó gobernando con poderes excepcionales que, en términos puros, podrían llamarse dictatoriales. La negativa a seguir sus designios las entendió como un llamado a acelerar la marcha hacia un gobierno fuerte. Eso hizo, además de convocar la Convención de Ocaña para abril de 1828, con el objeto de modificar la Constitución de Cúcuta de 1821, aunque ya comprendía que imponer su modelo boliviano sería imposible de lograr. Sin embargo, insistió.

Mientras las malas noticias llovían sobre Bolívar, otra vino a expresarse de manera inesperada, el 2 de marzo de 1828 se alzó el almirante Padilla en Cartagena contra la “dictadura de Bolívar”, proclamando la autonomía del Puerto, pero Montilla sofocó hábilmente el intento y a este no le quedó otro camino que moverse a Ocaña, buscando la protección de Santander, pero Bolívar consideró que debía ser juzgado con todo el peso de la ley (cosa que molestó enormemente a sus adversarios porque no fue ese el tratamiento que pidió para Páez) y fue enviado a una cárcel en Bogotá, donde se le seguiría juicio.

Para entonces, las relaciones entre Bolívar y Santander estaban rotas desde marzo de 1828. La amistad que habían mantenido durante años ya no pudo obviar las enormes diferencias políticas que se ahondaban entre ambos y, en esta situación, acudieron los seguidores de uno y otro a la Convención de Ocaña en abril de 1828.

El final (1828-1829-1830)

Bolívar se trasladó a un sitio equidistante de Ocaña y Bogotá: Bucaramanga, desde donde a través de O’Leary (que iba y venía a Ocaña) podía monitorear la Convención. Allí estuvo durante los meses en que se reunió la asamblea, compartiendo, entre otros oficiales, con el francés Luis Perú de Lacroix, quien escribió el Diario de Bucaramanga: un documento de primera mano valiosísimo, que nos permite conocer las costumbres y opiniones de Bolívar en esta etapa final de su vida, cuando ya hace balances de lo ocurrido y tiene opiniones finales sobre la gente y los hechos.

El forcejeo entre bolivarianos y santanderistas, es decir, entre centralistas y federalistas fue intenso, hasta que la única solución que iba asomándose fue la de ratificar la Constitución de Cúcuta, pero eliminando el artículo 128 que le confería poderes extraordinarios al Presidente de la República. Fue entonces cuando los bolivarianos abandonaron la asamblea y esta se disolvió sin ningún efecto el 11 de junio de 1828. Obviamente, Bolívar no iba a transigir con que lo despojaran de sus facultades para gobernar por decreto. Ni Bolívar había podido reformar la Constitución de acuerdo con su voluntad centralista, ni Santander había logrado lo contrario.

El 13 de junio en Bogotá, un grupo de bolivarianos radicales encabezado por Pedro Alcántara Herrán, se reunió en Junta y le confirió poderes dictatoriales a Bolívar. Santander fue separado de la Vicepresidencia y fue designado por Bolívar como Embajador de Colombia ante los Estados Unidos, cargo que aceptó, pero que no llegó a desempeñar.

Simón Bolívar Palacios: “El hombre de las dificultades” (y II Parte)

“No hay manera de que a un espíritu autoritario le convenza el Federalismo o cualquier forma de descentralización del poder”

El 27 de agosto de 1828 Bolívar sustituye la Constitución de Cúcuta de 1821 por un Decreto Orgánico firmado por sí mismo que consagró la dictadura. De modo que el Libertador Presidente asumió el mando, con base en la imposibilidad de la Convención de Ocaña de llegar a un acuerdo modificatorio de la Constitución. En otras palabras, la derrota sufrida en la Convención Bolívar la convirtió en la razón de la asunción de poderes dictatoriales y la centralización absoluta del poder en su persona. Por supuesto, sus opositores, que no eran pocos ni indefensos, reaccionaron rápido y en menos de un mes atentaron contra su vida.

Unos conjurados tomaron la decisión de asesinar a Bolívar el 25 de septiembre de 1828 en Bogotá. Entre ellos estaban Pedro Carujo; Ramón Guerra; Luis Vargas Tejada; Florentino González; Rudecindo Silva; Agustín Horment; Wenceslao Zuláivar; José Ignacio López; Pedro Azuero, todos de comprobada participación, quienes ejecutaron la acción la noche del 25 de septiembre en el Palacio de San Carlos en Bogotá.

Irrumpieron en el Palacio y hallaron al joven edecán Andrés Ibarra en camino hacia la alcoba que Bolívar compartía con su mujer, Manuela Sáenz Aizpuru (ya definitivamente separada del doctor Thorne). Esta, al advertir lo que pasaba le sugirió al Libertador que escapara por la ventana mientras ella distraía a los conjurados. Así fue: Al irrumpir en la habitación estaba ella sola, y fue maltratada en el piso a patadas, esperando que dijera dónde estaba Bolívar. Mientras, este había corrido hacia el arroyo de la Quebrada San Agustín y se había escondido debajo de un puente. Allí estuvo tres horas tiritando de frío hasta que los conjurados fueron derrotados y pudo salir a la superficie.

En el triste episodio, Carujo mató de un tiro a William Ferguson, quien venía en auxilio de su Jefe. Finalmente, el general Urdaneta (entonces Secretario de Guerra y Marina) controló la situación y alcanzó a hacer prisioneros a todos los participantes. Bolívar lo designó para presidir el Tribunal Militar que siguiera el juicio y este tuvo lugar de inmediato. Entonces, se acusó a Santander y a Padilla de haber formado parte de la conjura. El 7 de noviembre de 1828 se expidió la sentencia y fueron pasados por las armas casi todos, excepto Carujo, Santander y algunos otros. Entre los sentenciados y ejecutados estuvo José Prudencio Padilla, el héroe de laBatalla Naval del Lago de Maracaibo. Santander se fue a Europa, después de varios meses preso en Cartagena y Puerto Cabello, y Carujo a Venezuela, ya que a ambos se les trocó la sentencia de muerte por el exilio.

Batalla Naval del Lago de Maracaibo
Batalla Naval del Lago de Maracaibo.

Bolívar no salía de su asombro. Entonces, afirmó que Manuela Sáenz era “La libertadora del Libertador” porque le había salvado la vida. Era evidente que la oposición a sus proyectos constitucionales, y al coqueteo con las formas monárquicas con las que finalmente nunca se avino, tenía más fuerza de lo que podía preverse.

La oposición a Bolívar continuó en el sur de Colombia. José María Obando se alzó en Popayán y se le sumó José Hilario López, y ambos estimularon a José de la Mar, al frente de Perú, para que la emprendiera en contra de Bolívar. Este, por su parte, se mueve de Bogotá hacia el sur a parlamentar con Obando y lo convence de que deponga las armas. Llegan a un acuerdo. Mientras tanto, el 27 de febrero de 1829 el mariscal Sucre y Juan José Flores derrotan a José de la Mar y Agustín Gamarra en el Portete de Tarqui, cerca de Cuenca, hoy Ecuador.

Los peruanos habían invadido a Colombia en oposición a Bolívar. Como vemos, se había abierto la Caja de Pandora y los demonios oposicionistas al centralismo bolivariano estaban sueltos. De hecho, ya Gamarra había obligado a Sucre a renunciar a la Presidencia de Bolivia, en 1828. La descomposición del mapa bolivariano se generalizaba.

Antes de partir hacia Quito y Guayaquil en febrero, el Libertador Presidente dispuso que las elecciones para un Congreso Constituyente se celebraran en julio de 1829 y la instalación en enero de 1830. Así, le ponía fecha de caducidad a su dictadura, desdiciendo a los que creían que pretendía perpetuarse con poderes extraordinarios. Bolívar no perdía el sentido de realidad y era evidente que su gobierno fuerte, lejos de poner orden y acabar con la anarquía que tanto temía, estaba haciendo aguas por todas partes. A la rebelión anti-bolivariana se va a sumar el general Córdova.

Regresa en abril de 1829 Bolívar a Bogotá para encontrarse con la proposición de sus seguidores de instaurar una monarquía. Incluso, su Consejo de Ministros llegó a hablar con representantes de Francia y el Reino Unido. La idea que barruntaban Urdaneta y otros era que el Libertador fuese un Rey que al momento de morir lo sucediese un Príncipe europeo. Estas iniciativas se basaban en sugerencias titubeantes del Libertador, que había expresado que una solución para Colombia podría ser buscar la protección de Gran Bretaña, pero finalmente Bolívar, después de dudar y guardar silencio, se expresó en contra del proyecto monárquico que ya estaba muy avanzado, y que así había sucedido porque el propio Bolívar lo había permitido con su silencio y sus sugerencias. No obstante la posición final de Bolívar acerca del proyecto, Córdova en el sur no se enteró de ello sino de su vacilante aceptación y por ello se alzó en armas en contra del Bolívar monárquico.

O’Leary al frente del ejército enfrentó a Córdova en El Santuario, cerca de Medellín, el 17 de octubre de 1829. Después de derrotado fue cruelmente ejecutado por Rupert Hand. Moría el general Córdova, antioqueño. Las noticias corrían como pólvora por el territorio de Colombia. El proyecto de Bolívar estaba herido de muerte y la salud del héroe resentida.

El Congreso Constituyente convocado por Bolívar se reúne a partir del 2 de enero de 1830 en Bogotá. El Libertador Presidente se presenta el 15 de enero seriamente resentido de salud, así lo confirman diversos testimonios directos. Impone a Sucre como Presidente del Congreso y al obispo de Santa Marta, José María Estévez, como Vicepresidente. Curiosamente, llamó “Congreso admirable” a la asamblea que tuvo poco de ello, sobre todo para él, que acudió en medio de la mayor amargura. Así se reflejó en su discurso de renuncia de la Presidencia y de abandono de la vida pública. Designa a Domingo Caicedo como Presidente interino y se va. Concluye el discurso, afirmando: “¡Conciudadanos! Me ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás” (Bolívar, 1990: 106).

Había recibido carta de Páez en diciembre de 1829 donde le señalaba que era imposible detener la voluntad separatista de Venezuela y que propusiera esto en el Congreso, cosa que El Libertador no hizo, naturalmente. Sabía que lo inevitable estaba en marcha: La disolución de Colombia. El ánimo de Bolívar estaba abatido. Parte hacia Cartagena el 8 de mayo de 1830; luego está en Soledad en octubre, en Barranquilla en noviembre, y después llega a Santa Marta el 1o de diciembre.

Sobre los últimos días del Libertador se ha escrito abundantemente, tan sólo agregamos que el deterioro de su salud fue paulatino y vinculado con problemas respiratorios, que en la autopsia practicada por el doctor Alejandro Próspero Reverend se confirmaron: “En su principio un catarro pulmonar, que habiendo sido descuidado pasó al estado crónico y consecutivamente degeneró en tisis tuberculosa” (Reverend, 1866: 25).

Su última carta, entre las miles de epístolas que dictó, la redactó el 10 de diciembre con destino al general Justo Briceño, al igual que su proclama final y su testamento. En este, por cierto, se dice “natural de la ciudad de Caracas en el Departamento de Venezuela”, lo que nos deja ante dos caminos: ignoraba la refundación de la República de Venezuela el 22 de septiembre de 1830 o se negaba a aceptarla. En todo caso, era evidente que moría con dos fracasos diáfanos en su proyecto político: La implantación de la Constitución de Bolivia en Colombia, sus ideas hereditarias sobre el gobierno, y la separación de Colombia, Venezuela y Ecuador en tres repúblicas distintas y autónomas.

¿Tenía razón al afirmar en carta a Juan José Flores el 9 de noviembre de 1830, lo que sentenció? Dijo: “V. sabe que yo he mandado 20 años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos. La América es ingobernable para nosotros. 2°. El que sirve una revolución ara en el mar. 3°. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. 4°. Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas. 5°. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos. 6°. Sí fuera posible que una parte del mundo volviera al caos-primitivo, este sería el último período de la América” (Bolívar, 1950: 501-502).

Creemos que no, que estaba abatido y no advertía con claridad lo que había logrado. Además, pareciera que su aversión a la anarquía lo llevaba a no interpretar con claridad la manifestación de las ideas divergentes y la abierta confrontación. Estaba tan convencido de la necesidad de un gobierno fuerte y centralizado, que veía en cualquier expresión disidente el germen de la disolución. Veía en la existencia de partidos: la negación de la unión y, en cualquier negativa a seguir sus proyectos: una expresión de traición. Si Bolívar era terco, la realidad también lo era.

No obstante lo anterior, durante toda su vida mantuvo un espacio lúcido de interpretación de la realidad, incluso en los casos en que sus errores lo condujeron a desafueros. Eso se desprende claramente de una de sus últimas cartas, dirigida al general Urdaneta desde Barranquilla el 16 de noviembre de 1830. Allí afirma: “Voy a escribir de nuevo sobre esto, rogándole a Ud. de paso que tampoco desoiga mis avisos en esta parte y que mejor es una buena composición que mil pleitos ganados: yo lo he visto palpablemente, como dicen: el no habernos compuesto con Santander nos ha perdido a todos” (Bolívar, 1950: 511).

Dos procesos paralelos llegan a su fin: La enfermedad de Bolívar que lo lleva a la muerte y la enfermedad de Colombia que la lleva a su disolución. La segunda comenzó antes, casi desde el momento mismo de nacer, podría decirse.

Moría entonces “el hombre de las dificultades”, como se llamó a sí mismo en carta a Santander el 9 de febrero de 1825: “Yo soy el hombre de las dificultades; Ud. el hombre de las leyes y Sucre el hombre de la guerra. Creo que cada uno debe estar contento con su lote, y Colombia con los tres” (Bolívar, 1950:1042).

dificultades de Simón Bolívar
“La Muerte del Libertador”, del pintor venezolano Antonio Herrera Toro (1857-1914).

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